"Hay en medio del bosque un claro inesperado que sólo puede ser encontrado por el que se ha perdido. El claro está rodeado por un bosque que se ahoga a sí mismo". Éste verso, de Tomas Tranströmer, me vino a la mente ayer, al recibir tu mensaje, ese largo mensaje de una serie que se va prolongando ya, de mensajes que espero como hacía tiempo que no esperaba la palabra de alguien, a pesar de que los últimos parece que se han ido adentrando en lo más profundo del bosque, o sea, en alta mar. Esta otra imagen también pertenece a la poesía de Tranströmer, y yo la usé en el título de uno de mis libros anteriores (un libro del que lo mejor era el título que como te digo no era mío). En cuanto nos hemos querido dar cuenta, nos hemos puesto a hablar del bosque y del miedo. Tú me has hablado del miedo a cosas visibles (la muerte, la violencia, la pobreza, la exclusión, el anatema), pero en el fondo de lo que estamos hablando, en realidad, late otro miedo invisible y de una especie completamente distinta. Un miedo metafísico. Y moral (siento que esta palabra haya caído en el desprestigio, pero no encuentro otra para referirme a la distinción entre el bien y el mal. El mal ese que no queremos pero que sin embargo hacemos; el bien que, aunque lo anhelamos, nunca lo alcanzamos). El tipo de miedo que se puede experimentar cuando te pierdes en mitad del bosque de la vida ("En mitad del bosque de la vida sucede que llega la muerte/a tomarle medidas a la persona. Esta visita/se olvida y la vida parece que continúa. Pero el traje/se va cosiendo en silencio). A eso sí que le tengo miedo, además porque en el fondo estoy completamente perdido, aunque tus palabras me estén llevando de la mano, al menos por un rato. Me pregunto a cada paso, al pisar las hojas muertas, y oler la esencia de su vida que muere, que he hecho yo para merecer tus palabras. Unas palabras que me abren, dedo a dedo hasta abrir del todo mis puños, a pesar de que mi miedo tiene que ver con la belleza. Todo es muy raro, pero en esa música de Strauss de la que hemos estado hablando hay algo que, en su belleza, me desconsuela. No hay escrúpulo. Hay directamente un miedo a lo "demasiado" bello, a lo que no mide y contiene su belleza. A lo que no se recata y se cuestiona a sí mismo en un constante dudar. Miedo a que asome, como de hecho así fue, en el tercer reino, entre el ser y el tiempo, el rostro de Medusa. ¿Es la polifonía? Quizás. El terreno de la infinita sensibilidad universal, del que hablaba Wagner. Yo, que no he salido, ni quiero salir, de la retama de Mambré. Hay más cosas, ya lo sé, pero… ya las iremos hablando poco a poco, porque espero que no se te ocurra dejarme ahora, en lo mejor/peor, sólo de nuevo en el bosque. "Nosotros en realidad no lo sabemos, pero lo sospechamos: hay una vida que es como un barco gemelo a la nuestra, que sigue una ruta totalmente distinta. Mientras el sol arde tras las islas" (T.T).
Y gracias por la foto. Sólo tú me podías haber mandado esa foto, plena de belleza y contención. Gracias también por hablarme de tu madre. Al final, vas a empezar a conocerme…
7 comentarios:
A veces me da la sensación de que conoce mi ''mini'' blog
Por si no es así:http://www.homeinthewood.blogspot.com/
pues me pongo a seguirlo desde ahora
Gracias.:)
Siempre ese bosque en el que nos perdemos. El bosque carrolliano donde todos olvidaban sus nombres y su identidad. Y al llegar al límite el ciervo huía de Alicia, al darse cuenta de que ella era humana y él un ciervo. El bosque de la Ginzburg, donde todos están perdidos durante el fascismo, el bosque donde los padres pobres de los cuentos abandonaban a los niños sin piedad, el bosque centenario y espinoso de la bella Durmiente y el bosque de verano de shakespeare y el mozartiano y el de Dracula y el bosque de abedules de Wajda, cuántos bosques
Un texto bellísimo, Álvaro. Estás tocado por la Musa. Un abrazo,
¿conoces a Tranströmer?
http://bookshop.blackwell.co.uk/jsp/display_large_jacket.jsp?isbn=9780811216722
No sé a quién le preguntabas, pero por si acaso te contesto: yo no lo conozco, pero lo buscaré
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