En el curso de un intercambio de correos, terapéutico, o, mejor aún, catártico, mi amiga M. me envía con esta foto un texto de la poetisa sueca Brigitta Trotzig. Enseguida me doy cuenta de que no puedo guardármelo para mí, a tal punto refleja a un mismo tiempo su capacidad de comprensión y el estado exacto de mi alma: Se puede vivir como si no existiera nada. El tacto y el sentimiento se petrifican. Las caras desaparacen. El instinto de la muerte es muy fuerte. Del olvido. Sobre "el país del olvido"–una comarca muy peculiar. Allí el otro ya no existe, su cuerpo ya no está, las sombras ya no están. Como si todo existiera a medias, una alteración de la mirada. Ahora se vive bajo la dulce luz de la no-memoria, el espejismo de la inmutabilidad, infancia, aquí se hace tanto silencio y todo es tan irrevocable, una dulzura y una falsedad pero una dulzura. El cuerpo y el país del instinto de la muerte. Pero de una forma incomprensible un rostro vivo de la muerte se libera del caos de las sombras, es el Angelus Novus que según Walter Benjamin viene con los vientos del paraíso. "El terror es la primera forma de revelación de lo nuevo". Sólo una cosa más. Supongo que no hace falta aclarar con cuál de las dos figuras de la foto me identifico plenamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario