lunes, 30 de abril de 2012

Seguir un rastro


Observando a Brako me he dado cuenta de que mi manera de trabajar, cuando escribo, no es tan distinta del modo en el que él se deja llevar en sus correrías por el campo. Con frecuencia, algo me dice que en algún sitio hay algo que me interesa, y normalmente no lo veo hasta mucho después de estar husmeando entre las páginas y las ideas de un libro o por alguna zona que secretamente me atrae y me llama. Sigo y sigo, a veces con una lentitud desesperante, olvidándome de todo lo que me rodea, y aunque me gustaría irme de allí, no puedo dejarlo. Es puro instinto, inexplicable. Casi nunca encuentro lo que no sé que busco, pero en todo caso mi tendencia natural se cumple. Hozando. Se cumple generalmente en la frustración. En veinte años he encontrado dos, a lo máximo tres, trufas. No es fácil explicar lo que se siente en esos pocos casos. Por lo demás casi nadie se ha enterado. Pero lo importante es desarrollarse como uno es, vivir o cumplir la función que llevamos inscrita en nuestro ser.

sábado, 28 de abril de 2012

Sueño


Sueño con dar alguna vez un curso que consista en una lectura comentada de Joyce, de Proust y de Kafka. Entre los tres lo contienen todo: todos los géneros, los registros y las posibilidades de la literatura. Toda la tradición y ningún tradicionalismo. Toda la vanguardia sin asomo de papanatismo. Si no puedo dar ese curso, escribiré un libro con este título: JOYCE-PROUST-KAFKA.

viernes, 27 de abril de 2012

Más lecturas no obligatorias (Wislawa Szymborska)


Tengo que reconocer que para mí Wislawa Szymborska es adictiva. Cuando leí la primera entrega de estas Lecturas no obligatorias (Alfabia, 2009) me dieron ganas de escribirle a la editora y preguntarle si habría más. No lo hice pero en cambio sí que había más: acaban de aparecer editadas de nuevo por Alfabia y se titulan Más lecturas no obligatorias (2012). Lo que más me gusta de la prosa de esta escritora es cuando descubro en ella una historia. Me fascina como las cuenta y la calidad de las mismas. Recuerdo una del primer libro: un anticuario refinadísimo está casado con una señora maravillosa, elegante, sutil, doña perfecta, pero no es feliz. Un día entra una mujer mal vestida, deslabazada, en su tienda y para colmo rompe un valioso objeto. Como además es pobre, la mujer se echa a llorar pensando que no podrá pagarlo. ¿Para qué habré entrado yo en un sitio así? Pero el anticuario, al ver como sus lágrimas caen por sus mejillas, se enamora perdidamente de ella: necesitaba desesperadamente su debilidad. En esta nueva entrega hay otro cuento dorado: dos mensajeros son enviados a un obispo pero en el camino se dan cuenta de que se les ha olvidado el mensaje que debían entregarle. Mientras caminan, angustiados, tratan en vano de recordarlo, y no contaré las peripecias y las reflexiones a las que el olvido da lugar. Szymborska tiene el don de contar cuentos, y también lecturas. Lo hace con la misma pasión y agudeza con la que cuenta una historia. Es breve y divertida. Sus juicios son certeros, da igual de lo que esté hablando. A un diccionario de escritores universales, realizado por cien especialistas, con más de mil quinientas voces, dice que está muy bien cada entrada pero que al conjunto le falta un director de orquesta. Del "libro de los gatos" de Eliot señala que, por ser jocoso, justifica la gravedad de sus grandes poemas: nadie que no esté dispuesto a escribir algo tan ligero debería atreverse a escribir cosas serias. ¡Qué razón tiene! Safo y Baudelaire, Mickiewicz, Bonnefoy, Kurosawa, y un largo etcétera, y al fondo, discretamente, esta gran dama, este espíritu suave, irónico, casi me atrevería decir genial.

jueves, 26 de abril de 2012

The inner ring

El trabajo de años en alguien como Kafka te marca de por vida. Pasaría lo mismo con Dante, con Shakespeare, Cervantes y Calderón, con Joyce o con Proust. Quizás no ocurra lo mismo con los demás. ¿Son entonces un mero resto? No exactamente, pero no te marcan así, no tienen esa fuerza de conformación interior. Esos autores se te instalan en el tuétano y acabas viéndolo todo bajo su especie. El otro día me escribía una amiga argentina que, gracias al amor de una persona, había descubierto dentro de sí un espacio de libertad que ni siquiera sospechaba que existiera. Enseguida pensé que Kafka toda su vida buscó eso precisamente. Sus historias son el intento frustrado, imposible, de acceder a lo que se puede llamar el círculo interno, an inner ring. En ellas queda patente que, detrás de lo que vemos, de lo que tocamos, de las estructuras de las cosas, hay algo más, otro orden, otros poderes que condicionan fatalmente lo exterior. La realidad es un conjunto de círculos de poder inverso al tamaño de los mismos: cuanto más grande es el círculo, cuanto más externo, más insignificante resulta ser. Lo que ocurre es que cada círculo (de personas, de ideas, de sentimientos) te encierra y no hay manera de salir de él y de su ámbito de influencia. Todo son obstáculos para coger con la mano un aro menor, más restringido y esencial. Sería liberador. Acceder a los anillos del centro de las cosas queda descartado, por muy pequeño que uno se haga, por mucho que se mengue. The inner circle es un mero ideal. Creo que Kafka acertó en mostrar que esta lógica cambia radicalmente si se trata de aplicarla a aspectos externos de la vida o a la existencia más íntima y personal. Se trata de la gran paradoja kafkiana, que yo entiendo así: en la vida social, en las relaciones de poder, los círculos internos (que desde luego existen, todos lo sabemos: basta con que se junten media docena de personas para que se generen de inmediato) son tan inevitables como odiosos. Con frecuencia las personas más libres los detestan, no quieren saber nada de ellos y mucho menos participar en su lógica conservadora y hostil. Pensemos en un campamento de verano, en una universidad, en un sindicato o en la sociedad entera. Pasa siempre lo mismo. Sería extraordinario saber por ejemplo quién coño esta mandando en este momento en el mundo capitalista. Desde luego yo dudo de que sean los que aparecen en el horizonte político. Hay círculos internos que determinan la política. La peor de las corrupciones. En la vida íntima ocurre lo contrario: una persona libre quiere encontrar esos círculos internos, acercarse cuanto más mejor a la verdad, a la transparencia, a la realidad en suma. En el centro mismo, en el centro minúsculo del anillo más pequeño está el amor, eso para mí está claro. Por eso para ser libre, como mi amiga, hay que amar mucho y hacerse muy pequeño. Melville, Robert Walser, Hawthorne, Leskov, Azorín y algunos otros lo sabían. Y Kafka lo explicó como nadie.

domingo, 22 de abril de 2012

El hombre de la alpargata


A mi amiga Cristina W.

Me cuenta alguien que conoció de primeras al Pla, Josep, que llegada una edad él no se quitaba nunca la alpalgarta/espardeña. Entraba a cenar con el equinodermo a la Gavina y todos los presidents (entonces Presidentes), de Aguas de Barcelona, de la Diputación y del Ateneu, de todo lo que se movía en aquella España inmóvil, se levantaban cuadrados como un solo ente a saludar al hombre de la alpargata. Por cierto el tío no pagaba nunca, es más no llevaba peseta en el bolsillo roto del pantalón azul. El único maître à penser de los últimos cincuenta años en España (y quizás también en Europa). El amigo que me lo contaba iba él mismo a los consejos de ministros con una cuerda de sirga a modo de cinturón para escándalo de los democristianos y centristas de marras. Me he acordado de ti al ver esta maravillosa foto del gran Quim Gomis al que por fin le dedican una antológica no sé donde (sorri, no tengo esa visión global del arte, yo soy un paysanne que sólo quiere vivir solo en el pequeño rincón vasco, ponerme la alpargata azul celeste para siempre y dejaros en paz a todos, menos mal que no te diste cuenta de que tenía no sé cuantas manchas de los cojinetes de mi perro el único que de verdad me quiere y me da más de lo que yo le doy a él de largo). Conste que todo esto que te digo es un secreto: private jokes que te digo en público. Pero a lo que voy, me encantó tu historia de la biblioteca virtual esa que han hecho unos arquitectos madrileños y marmóreos en la que algún hortera se ha gastado tanto en el inmueble que para los muebles, los movibles-bailables-entregables, les volailles, oseasé los libros no queda un solo euro-duro: entonces a algún inasequible al desaliento se le ha ocurrido decorar las paredes, asín se ahorran las estanterías, con unos papeles pintados, trompe-l´oeil, con miles y miles de imágenes de libros de todas las formas y colores. Oyes, dí que sí, que pa algo está de moda lo virtual y lo icónico. Si alguien quiere un libro, rellena una ficha y se lo traen al tiro de otro sitio. Ja, ja, ja. Menudo descojono de país. Si Larra levanta la cabeza se vuelve a suicidar. Y aquí es donde viene la pedantería esa de la hybris, la desmesura y la impureza democristiana todo eso junto. Claro que sí Cristina, sé un montón de etimología y sé, que te quede claro, que virilidad, además de significar transparencia, tiene la misma raíz que la palabra virtud, es decir fuerza, energía potente de la buena como la tuya, qué bendición de madre que se pasa el día pensando si el tono del saludo matinal ha sido o no el adecuado, te parece poca virtud, rectitud, bonanza, a las tres de la mañana seguía pensando en la calidad del paño. Bueno, pues eso que me contaste de la flamante biblioteca lo vemos todos los días en todas partes. Grandes edificios de arquitectos cargantes llenos de vacío. Es un problema de mesura, de medida, de gusto, como tantas cosas en la vida esa que vives con toda la pasión y la inteligencia que saltan a la vista y que para mí será un honor, de ahora en adelante, compartir contigo si tú me dejas. Firmado: tu amigo el hombre de la alpargata.

miércoles, 18 de abril de 2012

Emily Dickinson



Tenemos la imagen de Emiliy Dickinson como una mujer frágil, cuando no apocada, obsesa por su propia persona, cuando no con sus pequeñeces, una mujer neurótica que sufría agorafobia y que se recluyó entre cuatro paredes mutilando absurdamente su vida en varios aspectos. Emily Dickinson fue una mujer fuerte, increíblemente dotada para la creación poética e hiperconsciente de lo que quería en la vida para sí misma. Pocas mentes han horadado con mayor agudeza y profundidad el muro de las apariencias, de los brillos y la corrupción de una sociedad industrial y postindustrial en la que estamos inmersos. Dickinson fue en el mejor sentido de la palabra una personalidad, con sus máscaras y bergamascas desde luego, un espíritu auténtico y contemplativo que, consciente como pocos de la brevedad de la vida (no hay casi ningún poema suyo que no contenga alguna referencia central a la muerte), no quiso perderse ni un sólo instante de su existencia. En unos versos memorables, recogido en este libro, dice que lo que nos duele es vivir, no morir. Su producción poética constituye una cumbre de la creación artística por la capacidad de observación y de expresión, por su dominio de la rima y la versificación, por su oído, por el rigor lógico, intelectual y ético que despliega siempre, y por la originalidad de cuanto apuntó con sus certeras palabras. La poesía de Emily Dickinson ha sido vertida muchas veces al castellano, con desigual fortuna. Los de Victoria Ocampo, Ernestina de Champurcín, Mariá Mannent, Carlos Pujol, Nicole D´Amonville o Margarita Ardanaz son algunos de los intentos que yo prefiero. Ahora, Nórdica (2012) nos presenta El viento comenzó a mecer la hierba, uno de sus volúmenes ilustrados (es una serie notable ya de textos la que ofrece esta editorial), en este caso realizada por Kike de la Rubia, con veintisiete poemas en edición bilingüe. Me gusta la traducción de Enrique Goicolea, y la selección de Juan Marqués (menudas angustias ha debido de pasar con los descartes). El volumen constituye una magnífica introducción al frío, duro y a la vez bellísimo mundo de Emily Dickinson; De la Rubia ha captado bien ese difícil equilibrio. Pongo un ejemplo, el más evidente: el título, tomado del primer verso del poema 824: "El viento comenzó a mecer la hierba", The Wind began to rock the Grass, en el original. El comienzo suave del poema se dispone en paralelo con el comienzo de la acción del viento sobre la roca. Una acción delicada (está sólo comenzando) pero destinada a un fin terrible. Naturalmente que dice "rock" en el sentido de mecer, mover una cosa hacia delante y hacia atrás, pero también expresa que esos elementos, el Viento y la Hierba, reforzando su dimensión sustantiva y hasta personal con el uso de las mayúsculas, en un diálogo cósmico y genésico, se petrifican ("a rock" es también una roca). Es un ejemplo mínimo pero elocuente de la bella dureza de la poesía de este genio de la humanidad.

domingo, 15 de abril de 2012

Mesdames


A la vuelta de un pequeño viaje recojo del correo varios libros de personas a las que conozco y quiero, y todas ellas son francesas. Anne Picard me manda su antalogía de Victoria Campo titulada En témoignage (Antoine Fouquet, 2012). Una maravilla la selección, la traducción y el postfacio de Anne. El pasado miércoles Philippe Lanson le dedicaba un artículo encomioso en Libération. Florence Delay ha transformado su libro sobre las pinturas de mujeres de las paredes de Fontainebleau en un volumen de la nrf titulado Il me semble, mesdames (2012), fórmula que le sirvió para comenzar su discurso de entrada en la Academia, y le sirve como anáfora en varios de las treinta y una estampas, nouvelles o cuadros del del famoso castillo, de sus damas, reinas, favoritas o cortesanas, de sus pintores, de "sus amores y sus fiestas" escribe Florence. No hay amor verdadero sin presencia de la muerte, y Laura Bossi me manda un libro titulado Les frontières de la mort (Payot, 2012), del que había leído algunas partes, y que trata sobre los criterios para determinar que alguien ha muerto en efecto. Copio sólo dos frases que dan mucho que pensar: "Parece que ha sido detectada actividad cerebral (con los mismos niveles que se obtienen durante el sueño) mediante el electroencefalograma varias horas más tarde de que un diagnóstico clínico de muerte encefálica se hubiere producido y minutos después de la parada cardiaca y del cese de la circulación… Conocemos mal el proceso de la muerte, y aún menos las vivencias conscientes de los moribundos". Apasionante el estudio de Laura, los análisis que realiza y las conclusiones a las que llega, también en el orden ético y antropológico. Pero a lo que voy: cuando telefoneo a estas mujeres para felicitarlas por sus obras y agradecerles el envío, me quedo pasmado porque en la conversación, no contentas con quitarse cualquier mérito (parece que esos libros se hubieren escrito solos) me anuncian el envío inminente de próximos trabajos. Qué maravilla de laboriosidad, de pasión intelectual, de entusiasmo. Eso es para mí Francia. ¡Qué ejemplo!

P.S. También he recibido la edición de Kashtanka de Chéjov (Tres en Línea, 2012) ilustrada por mi amiga Eleonora Arroyo (la autora del hobbyhorse de mi cabecera. Otra persona que trabaja como mil haciendo el ruido de uno). Lo hemos leído Inés y yo entusiasmados con el texto y con las imágenes de Eleonora. Es una maravilla que guardo como un tesoro).

viernes, 13 de abril de 2012

Christopher Domínguez Michael


Oí hablar por primera vez de Chistopher Domínguez Michael a Enrique Vila-Matas. Le hice caso e intenté, sin demasiado éxito, encontrar algún escrito suyo en librerías de España. Todos sus trabajos estaban editados en México: tuve que contentarme con sus colaboraciones en la revista hispano-mexicana Letras Libres. Por eso cuando vi que la editorial Sexto Piso publicaba (El XIX en el XX) un volumen de ensayos del gran crítico, además centrados en el siglo XIX (¿su especialidad?), y en autores franceses, rusos, hispanos, de lengua portuguesa, leídos por alguien del siglo XXI, no paré hasta tener el volumen entre manos para leerlo con la calma que sin duda merece y el deleite que yo había anticipado. No resulta fácil presentar brevemente un libro que a su vez habla de cientos de ellos. Domínguez Michael, además, lo hace de forma diversa, adaptándose al espacio que tiene, a las características del autor o a su propio estado anímico. Unos pocos puntos fragmentados le sirven para introducirnos magistralmente en Balzac (acaso sea el mejor ensayo de todo el libro), allí hace la descripción de una figura histórica o de una polémica teológica entre calvinistas y puritanos, al hilo del comentario crítico, aquí se enfrenta con una serie de novelas o se centra en una obra entera o en una sola frase de otra narración. Decir que está suficientemente informado, que a la vez es prudente y arriesgado en sus juicios (en literatura no queda otra solución), tenaz en sus elecciones, que escribe claro y ameno, que no habla de sí mismo ni es pedante y que no antepone sus prejuicios a la hora de leer (liberalisme oblige), ya es decir mucho de un crítico, pero no es lo esencial en Chistopher Domínguez Michael: a mí me ha parecido un maestro de la crítica porque tiene el don, mucho más raro de lo que la gente cree, de la admiración ilusionada. Eso se nota cada vez que habla de alguien, sea o no autor predilecto suyo. Hasta de los más lejanos sabe sacar algo bueno, no digamos de aquellos otros que le han acompañado siempre (Chateubriand, especialmente, pero también Sainte-Beuve, Nerval, etc). Por eso alguien tan apasionado intelectualmente como él, tan inquisitivo, no se rompe, ni se vuelve dogmático, frente la famosa encrucijada modernismo-clasicismo que ha sobrevolado el paso del siglo XIX al XX, y que reaparece con nuevas formas al comienzo del XXI . Le interesa todo, y sabe como lo saben los más sutiles, que ambas dimensiones o facetas están íntimamente ligadas entre sí. La querelle es ante todo una cuestión de familia. Da gusto por eso leerle, a diferencia de lo que ocurre habitualmente con tanto sabihondo que no para de descubrir la pólvora, esos loros de repetición de los que se mofaba Kant. Lector asiduo de Béguin y de Bénichou (qué bien sabe donde está lo bueno), pero también de Barthes o de Bloom, entre muchos otros que no cita porque no vienen al caso y porque él no juega a epatar a nadie, Domínguez Michael no hace otro distingo que el de la agudeza crítica: la sensibilidad crítica es la sensibilidad crítica sea quien sea quien nos la brinde. Falta el siglo XX, y en realidad también el XXI. Yo espero que él componga pronto esos otros libro, que Sexto Piso se lo edite con el primor y el acierto acostumbrados y que con eso se "cierre" el círculo de estos tres siglos que definitivamente son los nuestros.

miércoles, 11 de abril de 2012

¿Filosofía sentimental?

El ensayo es de por sí un género proteico: admite y hasta reclama mil variaciones, una constante experimentación con las formas de religar las ideas, los recuerdos, los sentimientos. Schiffter (Filosofía sentimental, 2012, 451 documentos) ha comprendido esto a la perfección, en parte por una propensión natural, en parte debido a las lecturas y afinidades elegidas a lo largo de una vida mucho más activa (al menos intelectualmente hablando) de lo que él está dispuesto a hacernos creer.

No sé si para darnos envidia, se presenta a sí mismo como un holgazán que no hace más que leer lo que se le antoja, dormir plácidas siestas y dar paseos por un Biarritz particular, convertido poco más o menos que en parte de la negra provincia flaubertiana. En el perfil de su blog se define a sí mismo como un "nihiliste balnéaire". Incluso llega a afirmar, para pasmo de cualquier lector mínimamente instruido, que no se prepara nunca las clases de filosofía que imparte en un instituto de la villa vasca. No me lo creo: ¿o es que todas esas lecturas, sobradamente asimiladas, no son ya una preparación próxima y remota, para afrontar una clase de filosofía?

A mí me parece que, a pesar de la imagen de sí mismo que dibuja, anclada en el trauma de la pérdida del padre a los nueve años, y la consiguiente incapacidad para dotar de sentido alguno al mundo, lo que él llama a-cosmismo, o sea la imposibilidad de hacerse con algo que se pueda parecer a eso que llamamos un mundo propio ordenado siquiera a la manera de uno, Schiffter, que no me parece nada nada sentimental (salvo, acaso, en asuntos amorosos), tiene un talento extraordinariamente dotado para 1. explicar las cosas, las posturas de otros (especialmente las que admira; pasaré de largo por su lectura, a todas luces injusta, de Derrida), 2. para ofrecerse a los demás de un modo auténtico mediante la escritura, 3. para poner al servicio de los demás sus lecturas, los desarrollos brillantes a los que una simple frase le conduce. Ojalá hubiera yo tenido un profesor tan abierto, claro y honesto intelectualmente como él.

He disfrutado de lo lindo con la lectura de Filosofía sentimental, que no es, lo recuerdo, casi nada sentimental. Su capítulo sobre Montaigne me parece digo de figurar en la mejor antología de lecturas ejemplares que quepa realizar. Una delicia de libro.

lunes, 9 de abril de 2012

Du côté des femmes


Además de mi querida mujer, tengo seis hermanas (de las cuales con dos me crié día a día durante toda mi infancia) y tres hijas maravillosas, distintas, enigmáticas. Cada una de las tres contiene un mundo y mantengo con ellas una relación que va de la ternura a la tensión y la empatía. También tengo tres sobrinas, las tres hijas de mi hermana a las que quiero como si fueran hijas mías; con su madre hablo al menos una vez al día, en ocasiones dos, tres o las que nos hagan falta. Y además tengo otra hermana (ésta no de sangre sino de elección) judía que se llama Esther. A mí me sacó adelante, espiritualmente hablando, es decir como persona necesitada de que le quieran sólo por ser quien es, una mujer de Zamora que se llama Isabel y a la que amo como a una madre, o más aún. Tengo no menos de media docena de amigas íntimas (lo que me parece un milagro que me lleva, como una ola, adelante en mi vida), es decir, personas que me conocen completamente a fondo, que me quieren, me comprenden, no me juzgan ni tampoco me ríen la gracia. Esa lista de oro no está para mí ni mucho menos cerrada. Por cierto confío sólo en ellas también intelectualmente, como lectoras, escritoras, traductoras, comentaristas, correctoras, creadoras y ahora por suerte para mí también editoras. Interiormente he recurrido a la Virgen en los momentos decisivos de mi existencia. María Magdalena, Clara de Asís, Catalina de Génova, Hadewijch de Amberes… son mis ángeles defensores, pero también lo es Antígona, la Catherine de Cumbres Borrascosas y hasta la Bovary y tantas otras figuras femeninas que me emocionan y me inspiran. ¿Qué decir de las escritoras, filósofas y teólogas? ¿De las pintoras olvidadas de la historia como Giulia Lama o Artemisia Gentileschi? ¿Y de las grandes cantantes del siglo XX, de Carmen McRae a la Simone, de Lauryn Hill y Tracy Chapman a Natalie Merchant cuyas voces me acompañan a diario? ¿Y las músicas, las pianistas o por ejemplo la Du Prè? Alguna persona me ha dicho que tengo una sensibilidad femenina, y no sabe hasta que punto eso constituye para mí el mejor de los halagos, casi el único que me gusta recibir. Saben expresar más, se miran menos el ombligo, están más atentas a lo esencial, tienen una capacidad inmensa de acogida. En fin, no sé porqué me ocurre esto, ni si será bueno, malo o regular, irracional seguramente, buscado más o menos de manera consciente cada vez más pero, en todo caso, ya lo aviso desde aquí, si me pierdo, buscadme du côte des femmes…

martes, 3 de abril de 2012

El esplendor y el autodidacta


Dos obras publicadas recientemente por la editorial Siruela nos devuelven de golpe el esplendor del arte y el pensamiento del novecento europeo. Las Lecciones de estética y metafísica de Henri Bergson y Proust contra la decadencia de Josef Czapski. Dos libros por buenos, breves, sustanciosos, ilusionantes. En la serie menor de la colección de Ensayo, en un precioso volumen de bolsillo, 150 páginas, podemos leer un conjunto de lecciones tomadas de entre los numerosos cursos que impartió el filósofo francojudío en esos años. Algunos los daba en Universidades (en la Sorbona, pero también en Clermont-Ferrand) y también en liceos como por ejemplo en el célebre Henri-IV. Leyendo estas páginas, en las que Bergson plantea con sencillez y claridad, pero en términos estrictamente filosóficos, cuál es el terreno (y el tiempo) de lo que llamamos la ciencia de la belleza artística, recuperamos la convicción (por lo demás muy discutida en ámbitos académicos) de que su influencia en la literatura de Proust es más que notable. Yo pienso que el libro de éste ejemplifica sin quererlo el concepto bergsoniano de duración (durée) desde el momento en que trabaja denodadamente para marcar la frontera psicológica y metafísica que existe entre lo que llamamos tiempo y lo que llamamos espacio. ¿No pervive, en toda la grandiosa novela, la infancia, y no lo hace precisamente a través de la materia que actúa como un disparador de la memoria? Lo explica sabiamente Jósef Czapski en Proust contra la decadencia. Son también unas lecciones, en esta ocasión preparadas e impartidas por el artista polaco en el campo de Griazowietz. Para no perder el tiempo y luchar contra la desesperanza, Czapski ofreció a sus amigos un pequeño curso sobre la novela de Proust. De manera clara, completa, plena de sensiblidad, les presenta los rasgos generales, y no pocos matices, de A la búsqueda del tiempo perdido. Nadie podía entonces imaginar que la máquina asesina de los soviets eliminaría a muchos de ellos poco después en la fosas de Katyn.
Alguien me preguntaba el otro día si yo ya había dicho adiós a la Universidad. Se refería a que él pensaba que la Universidad ya no existe. Sí, y no. La Universidad está muerta (son muchos los que se empeñan cada día en matarla, especialmente los burócratas, los que todo lo miden, los obsesos del número, viva el reino de la cantidad, a ver quién la tiene más larga) pero a la vez pervive en libros como éstos dos que presento aquí brevemente. La Universidad es un espíritu (el que lo tiene lo tiene y el que no pues mala suerte para él y para los que caen bajo su mando) y como tal no puede morir. Hoy hay que llegar al esplendor de la Universidad a través del autodidactismo.

domingo, 1 de abril de 2012

Francesca Woodman

Francesca Woodman en el Guggenheim de Nueva York. He hablado de ella al menos en nueve entradas de hobby horse. Cuanto más miro sus fotos, más convencido estoy de que no se puede decir nada sobre ellas. Nada que merezca la pena, me refiero. ¿Será porque es como de otro mundo?, porque es sobrenatural, digamos… no, todo lo contrario, es porque es humana, demasiado de este mundo y la cruda realidad es que no entendemos nada, mortales orgullosos de motores…