domingo, 29 de junio de 2008

Notas para un diario 36

Llevo días sin escribir, sin pararme en realidad, casi sin sentarme. Con mil cosas por terminar, por pagar, por rematar, por presentar, escribir, entregar. Acosado, agobiado, atribulado, atragantado… cualquier participio que describa alguien metido en medio de muchas cosas, ocupado en despejar como puede balones fuera, con mil preocupaciones, sin llegar a atender de verdad a ninguna: así estoy yo desde hace dos semanas. Sin tiempo suficiente, sin dinero, sin la necesaria energía, me parezco bastante al tipo de la foto, enterrado entre papeles en su apartamento del bajo Manhattan. Me he acordado mucho estos días de la época, muy feliz por cierto, en la que teníamos cuatro niños muy pequeños y no dábamos a basto para atenderles. Muchas días a lo largo de muchos años me he acostado a las diez u once de la noche, por supuesto sin ver siquiera el telediario, sin haber digerido una cena espasmódica, exhausto pero con una sonrisa de felicidad, pensando que no había tenido ni un segundo para pensar en mí. Mi estado actual, motivado por circunstancias diferentes, algo más dramáticas en el fondo, se parece en que el orden de nuestra vida nos viene impuesto desde fuera. Podemos aceptar la realidad a regañadientes o a coeur ouvert, rechazarla, rebelarnos, vivir en fuga o considerar todos estos cabos y riscos como parte de la travesía, de nuestro largo y entrañable, aunque a ratos espantoso, viaje a Ítaca. Cara a cara con Medusa, se hace más necesario que nunca agarrarse a algo, o a alguien para ser más exactos. Alguien que nos abrace y sostenga, que no nos juzgue, que haya pasado en alta mar por las grandes tormentas nocturnas (en mi caso estoy agarrado como un niño de pocos años, los dedos de la mano entrelazados y la mirada fija en quien me sostiene). Si lo hacemos, como por un milagro, cuando van pasando los días, nos damos cuenta de que seguimos a flote, de que hemos sacado adelante las cien mil cosas que nos abrumaban y que con la ayuda de los demás hemos mantenido el rumbo. That´s life: "Me muero de risa cuando recuerdo que pensaba que uno puede hacerse un pequeño mundo dichoso y honrado en el que con tranquilidad y sin errores, sin arrepentimiento, se vive despacito, haciendo sin prisa y a conciencia sólo lo que es bueno. ¡Es ridículo! No se puede. Lo mismo que no se puede estar sano sin movimiento, sin gimnasia. Para vivir honestamente, hay que bregar, perder el camino, luchar, equivocarse, empezar, abandonar, de nuevo empezar y de nuevo abandonar, y luchar y perder eternamente. La tranquilidad es una bajeza del espíritu". No sé vosotros pero yo suscribo este pensamiento encontrado en la correspondencia de Tolstoi.

sábado, 28 de junio de 2008

El mar de Adam Zagayewky




Una vez leí que los marineros, cuando están felices, cantan canciones tristes…

Adam Zagayewski

martes, 24 de junio de 2008

Wenn einer fortgeht de Ingeborg Bachmann

Cuando uno se marcha, debe tirar al mar
el sombrero con las conchas,
que recogió durante el verano
e irse con el cabello ondeante,
debe arrojar al mar la mesa
que puso para su amor,
debe verter al mar el resto
del vino de la copa,
debe dar a los peces su pan
y mezclar una gota de sangre en el mar
debe hundir su cuchillo en las olas
y echar a pique su zapato
corazón, ancla y cruz,
¡e irse con el cabello ondeante!
Entonces volverá.
¿Cuándo?
No preguntes.

(La foto es de André Kertesz, Buceador de fondo, 1912)





Notas para un diario 35

Nunca he dudado de que Material memoria era el mejor libro de Valente, de largo. Lo escribió entre 1977 y 1978, y consta de una docena de poemas breves, unos en verso y otros en prosa. El hilo conductor, quizás por eso me gusta tanto, no es otro que el pleito matrimonial del alma y el cuerpo: la inteligencia sentiente de la que hablara Zubiri. Por cierto, uno de los mejores poemas del libro se lo dedica Valente a la Zambrano: unos versos hirsutos y luminosos como jacintos en los que se intenta no decir diciendo: "Ala sin pájaro/Vuelo, sin ala". Creo que tiene un contenido teológico evidente y me gustaría saber si Valente no había leído (quizás vía Zambrano) a Cristina Campo. Yo pienso realmente que el alimento eucarístico está detrás de la mayor parte de las metáforas de ese pequeño gran libro. Alimento, devoración, cuerpo, muerte, memoriales, vida, descenso, peces, limo, resurrección, trinidad. Tiempo habrá de ponerlo todo negro sobre blanco.
No me resisto a copiar entero un fragmento, ante el que me han dado ganas más de una vez de arrodillarme:

La repentina aparición de tu solo mirar en el umbral de la puerta que ahora abres hacia dentro de ti. Entré: no supe hasta cuál de los muchos horizontes en que hacia la oscura luz del fondo me absorbe tu mirada. Nunca había mirado tu mirar, como si sólo ahora entera residieses en la órbita oscura, posesiva o total en la que giro. Si mi memoria muere, digo, no el amor, si muere, mi memoria mortal, no tu mirada, que este largo mirar baje conmigo al inexhausto reino de la noche.


El fragmento es impresionante por lo que dice, por lo que calla y por lo que sugiere.
A esta cuestión, el cuerpo resurrecto, está dedicado entero mi libro de Kafka.

¿Cabe  mayor incomprensión sobre una obra que la que se perpetró en España con la de José Ángel Valente?

Sólo en España se tiene este miedo cerval a hablar del cuerpo. Por eso no se entendió nada de lo que dijo Valente, y me temo que muy poco del misterio eucarístico: no nos da la gana de entenderlo. No pienses, no pienses. La oscura fe del carbonero.


(La foto contiene un cuadro de Palazuelo (otro gran incomprendido) llamado Omphale y que pertenece a la colección Vidal-Huarte donada a la Universidad de Navarra. Si se pica encima, se abre como una flor)

domingo, 22 de junio de 2008

Notas para un diario 34

Mi amiga Cecilia Dreymüller (recuerdo una cena ¿memorable? con Roswita en el Suquet: y no me refiero a la monja) ha publicado en Galaxia Gutenberg su visión de la literatura narrativa alemana contemporánea, con el handkeano título de Incisiones ("Yo vivo en los intersticios…"). Es la bellísima historia de un comienzo auténtico (so sorry Adorno: wir sind nicht die letzten, non siamo gli ultimi: no aceptamos ninguna victoria póstuma; nos va demasiado en este siniestro juego con la muerte). Lectura obligada y que iré comentando poco a poco, como se merece. Cecilia es la que más sabe (sobre la Bachmann, sobre Handke, sobre Sebald y sobre tantas otras cosas. ¿Y sobre Magris? Et pour quoi pas?) Obsesionado con Van Morrison (Melancholia, melancholia… desde que me ha despertado hace dos horas la he escuchado aprox. treinta y cinco veces, en efecto soy un neurótico redomado) y con otras cosas: tiempo de despedidas. ¡Philip Roth ponte la bufanda! Suites 5 y 6 de Bach por Thomas Demenga: el sonido más puro. Ayer primera comunión en la Virgen del Soto: atiendo con emoción al rito. ¿No era Kafka quien dijo, en un bautizo en Planà, que sólo en el rito católico oía el eco de lo sagrado? No me lo invento, lo puedo documentar. Bueeeeeeeno, ¿y qué? No te vayas, no te vayas. ¿Se puede echar mortalmente de menos a alguien antes de que se vaya? ¿Por qué me quedo siempre out of Africa, out of you? Just once you letted me in for a second; I´m still astonsihed, you really are a most complex kind of person; believe it or not, in fact I had the intuition that such kind of episodes (I´m talking about the four kisses tango) might have happened in your life. "Vale, si quieres me quedo a vivir en un portal. Vuelvo a la ciudad mágica, a la ciudad de los símbolos". Allí me enteré de la elección del Papa polaco. Otra casualidad. Uno de los viajes que tenemos pendientes: una semana en el Hotel Copérnico de Cracovia (es de la cadena Relais Chateux: una pasada y además de ladrillo rojo; si no te lo crees, míralo por internet). Te prometo que te lo cuento todo: incluso lo que no quieres oír. Con una condición: que recemos en cada uno de los conventos de la ciudad y frente a la dama del armiño. Nos vamos a hartar porque los hay a cientos. ¿Quién se anima a hacer algo parecido a lo de Cecilia con la poesía polaca: Herbert, Szymborska, Zagayewski, Milosz, the Krakow school, the first, the second and the last avant-guard, bla, bla, Watt, Rózewicz, ¿sigo? pues son, como decirlo de forma original, eso, la punta del iceberg, sólo la punta del iceberg… Poesía polaca y prosa alemana: la prosa diaria y la poesía para los días de fiesta. Venga ya! Por cierto, nuevos países se incorporan al blog: de Rusia a Coslada y de Suecia a l´Hospitalet. Tiene su gracia la cosa. No os preocupéis, no descanso en verano, así estoy. No pienso ir a la playa. ¡Qué ordinariez, con tanta gente alrededor! Cada vez me parezco más a quien no quiero parecerme. No eres tú, no seas tan egocéntrico, coño, que no todo gira entorno a ti, bastante tienes con lo que te has llevado, menuda lotería: no te lo crees ni tú, tururú. ¿Qué prefieres? ¿Cien años de pedrea o que te toque el gordo una sola vez? Y yo que sigo pensando que no te has enterado de nada. ¿Quién es el egocéntrico ahora? La prosa diaria y la poesía para los días de fiesta. Hay un tiempo para todo. Para morir sobre todo. Por qué te vas y por qué te lo llevas todo, ladrona, ¿te acuerdas del beso de la Kelly en AAUL?, qué pasada, que cosa más friki. ¿Se escribe así? Pues te confieso que prefiero a Marnie, a Marnie, la Ladrona. Mucho más interesante: no quiero a nadie que no tenga problemas, y además de los serios. Y si no que lo diga su yerno (el de Philadelphia, la peli del video de antes de ayer)


(La foto es de Pamplona, de la muralla que cerraban por las noches con llave hasta hace bien poco (si no os lo tragáis, leed las memorias del bueno de Baroja): el día que se dejó de mantener a la gente en el redil se fue todo a la porra, ¿no creéis?)

viernes, 20 de junio de 2008

We are all passing by…

Alguien que me quiere mucho me manda este recordatorio y no me lo quiero quedar para mí solo:

¿El miedo?

Yo, a mí vez, le mando este otro, en agradecimiento profundo por su gesto


jueves, 19 de junio de 2008

Hallelujah

El amor es como el frío
El amor es como un aleluya roto…



Notas para un diario 33

Después de la patética reunión de la FAO en Roma, de hace dos semanas, en plena crisis alimentaria mundial debida al alza del precio del cereal, y de la que no salió nada en claro, leí unos pasajes de La mujer eterna de Gertrude von Le Fort, un libro inencontrable que ojalá alguien se anime a reeditar. Hablando del final de los tiempos, dice: "Al Apocalipsis final le anteceden los apocalipsis de los distintos círculos de la cultura, y sólo de estos puede hablarse aquí. No debe imaginarse su iniciación en medio del fulgurante esplendor de una trascendente tempestad de ángeles; sólo la anunciación de los últimos tiempos es de grandeza visible, pues su anunciador se encuentra aún en las uniones eternas; precisamente éstas le permiten la visión profética. La consumación de las profecías, si concerniera a nuestro propio círculo de cultura, sólo expondría en gran cantidad y masa una ruina de extraordinarias dimensiones, pero internamente expondría toda la grandeza y la carencia del ser aniquilado. El mundo de los jinetes del Apocalipsis no es la guerra como destino masculino heróico, ni tampoco el hambre como negación de la naturaleza, o la enfermedad y la muerte como el imperio de las fuerzas elementales, sino que también puede ser la obra de la irresponsabilidad ideológica comercial y del espíritu investigador ateo. Sabemos hoy que estos son capaces de destruir cosechas enteras y de envenenar a pueblos enteros."

(Este texto profético tiene ya casi un siglo de antigüedad. La foto es de la serie de Sudán, 1995 de Sebastiao Salgao)

miércoles, 18 de junio de 2008

Un premio merecido

Hoy se ha concedido a Tzvetan Todorov el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 2008, y no se puede sino reconocer que se trata de un premio merecido. ¿En la categoría de las Ciencias Sociales? ¿Por qué no en la de Humanidades? Al gran estudioso de Montaigne, de Rousseau o de Benjamín Constant, seguramente le habría convenido y satisfecho más esa otra categoría, pero, como dicen en el país que supo retenerle, y ofrecerle durante cuarenta años las condiciones idóneas para desarrollar una fascinante aventura intelectual, “peu importe”.
Cuando algunas mentes decimonónicas se empeñan en desgajar las ciencias sociales de su fundamento humanístico, abriendo brechas de ignorancia en nuestro sistema universitario, la obra de Todorov demuestra en la práctica la unidad radical de todo el pensamiento sobre el hombre.
En el magnífico libro-entrevista que realizó con Catherine Portevin, titulado Deberes y delicias, una vida entre fronteras, Todorov recuerda los hitos principales de su larga investigación. Imposible rastrearlos todos, pero no puede olvidarse ahora que los frutos que ha cosechado en campos tan diversos como la antropología, la historia, el análisis de la pintura o de la guerra, la historia literaria, se deben principalmente a su formación filológica. Fueron los años de trabajo en torno a la revista Poetique (una de las grandes señales luminosas de la Francia de 1968, que contuvo mucho más que eslóganes y algaradas callejeras), al lado de pensadores tan extraordinarios como Gérard Genette, Hélène Cixous, Oswald Ducrot y un largo etcétera.
Que nadie se engañe: en aquel proyecto común, de naturaleza eminentemente literaria, nace la figura de Todorov. De un conjunto de obras de teoría y crítica literaria, de retórica y semiología, entre las que cabe destacar Poética de la prosa o Simbolismo e interpretación.
Junto a Figuras III de Genette, esta obra de Todorov, marca una vuelta imprescindible a la concepción simbólica de lo literario, con una voluntad inteligente de amar el logos, de logos philein o filología. Como George Steiner, que también recibió el Príncipe de Asturias, Todorov es sobre todas las cosas un maestro en el arte de la lectura. En concreto, rescató la teoría medieval de los cuatro sentidos de la escritura y la puso a la disposición de una nueva generación de lectores europeos, abriéndoles de ese modo el camino para pensar con libertad.

Notas para un diario 32

Una amiga judía, hermana espiritual mía desde hace muchos años, me cuenta una conversación con su hija:

Mi hija me pregunta, cuando va a hacer su examen de selectividad, qué pensar de Dios si el examen le sale mal.

Ella quiere ser médico. Tiene muy buena nota del bachiller. "Es mi ilusión", me dice, "el sentido de mi vida", y "¿qué pasa si Dios no me ayuda?"

Finalmente añade: "Es que por un lado creo, pero mi cabeza racional no me lo explica"

Yo le digo:
"Mi reina –así le hablo–. Para nosotros los judíos, Dios es la Torá también, y esa Torá ayuda a formar una idea de hombre con la que yo estoy de acuerdo y que me salva. Hablamos con Dios, luego ese diálogo es Dios."
No creo que ella se quede muy convencida, pero al menos a mí me sirve, porque sus dudas me interrogan allí donde siempre lo he hecho yo.


P.D. Espero hablar pronto de algunas de las muchas cosas que esta anécdota me inspira. La finura de espíritu de mi amiga me recuerda que los hijos son también padres de los hijos. Es un movimiento circular. Los niños limpian los los ojos de los padres como si fueran cristales.

domingo, 15 de junio de 2008

The Answer is Blowing in the Wind





Esta canción planeta nueve preguntas: de las respuestas que demos a esas preguntas depende el futuro de esta generación.

Despedida



desde que nos separamos
la tristeza del adiós
me destroza poco a poco el corazón

he olvidado incluso si,
al brindar por tu partida,

nuestras copas tenían
poco o mucho vino

lo mejor
es que entregue este poema
a las ocas salvajes que atraviesan el cielo

en realidad, Donglai
no está tan lejos como otros paraísos



Notas para un diario 31

La primera noticia que tuve del "vuelo mágico" fue cuando leí la historia de Daniel O´Donnovan en El Viajero sobre la tierra de Julien Green, su primera nouvelle y posiblemente lo mejor que hizo en sesenta años de carrera literaria. No se dice de una manera explícita pero en el sueño del protagonista (tres sueños para ser exactos) se narra un vuelo mágico mezclado en su caso con una experiencia de desdoblamiento.
La razón por la que sentí curiosidad por ese aspecto del relato de Green, y de que leyera unas cuantas cosas sobre ese fenómeno, no era otra que el hecho de que desde siempre he tenido, mientras dormía, la sensación física de que volaba. No se pueden controlar los sueños, pero no sé como, con el paso del tiempo, esa experiencia en mi caso se ha ido haciendo más perfecta y con frecuencia me he preguntado que papel ha jugado en este hecho mi deseo de volar, mi voluntad de disfrutar del vuelo, al menos en mis sueños.
Siempre he pensado que la foto de Klein no refleja tanto un salto al vacío, como su título indica, cuanto dicha experiencia del vuelo nocturno, común a muchas personas. El artista se ha esforzado en mostrar un movimiento de ascensión física (no se va a caer, va a alzar un vuelo), aunque se pase rozando el muro. Los que volamos en sueños sabemos que pasamos a menudo rozando las cosas en un alarde de disposición sobre nuestro cuerpo. El mayor placer es sentir como cuerpo y mente están aunados: basta una ligera mueca mental para que el cuerpo suba o baje, pase rozando ligeramente la piedra o el agua, inicie una fuga o baje cientos de metros contra el viento planeando como un halcón inmóvil. 
Los teóricos se han hartado a hacer conjeturas sobre el significado de este fenómeno psíquico. Hay alguna cosa interesante, entre las que dicen: la principal es que se trata de algo que pertenece al mundo de lo real. El sueño no es irreal, en absoluto. Es sueño pero nos conforma psíquicamente tanto como lo pueda hacer la vida diurna. En cambio, no comparto la obsesión que tienen en afirmar que se trata de hechos que expresan simbólicamente la dimensión ascensional (ascenso a realidades superiores, el cielo, bla, bla) o el desdoblamiento alma y cuerpo (ambas realidades estarían relacionadas: el primer paso en cualquier "ascensión espiritual" pasaría por abandonar el cuerpo). En mi caso, lo extraordinario, lo que me hace estar siempre ansioso de emprender el vuelo, es precisamente que siento la más profunda unión alma y cuerpo, y que disfruto como un loco del mundo físico: el aire, el mar, las montañas, las calles, los árboles, sobre todo los árboles en los parques de las ciudades.
Hablaré otro día un poco más de todo esto.

viernes, 13 de junio de 2008

La voz de tus ojos de e.e. cummings


en algún lugar al que nunca he viajado, gozosamente más allá
de cualquier experiencia, tus ojos tienen su silencio:
En tu gesto más frágil hay cosas que me abarcan,
o que no puedo tocar porque están demasiado cerca

tu mirada más leve me abrirá fácilmente
aunque me haya cerrado como dedos,
siempre me abres pétalo tras pétalo como la Primavera abre
(tocando hábilmente, misteriosamente) su primera rosa

o si tu deseo fuera cerrarme, yo y
mi vida nos cerraremos muy bellamente, súbitamente,
como cuando el corazón de esta flor imagina
la nieve cayendo cuidadosa por doquier;

nada que hayamos de percibir en este mundo iguala
la fuerza de tu intensa fragilidad: cuya textura
me domina con el color de sus campos,
trayendo muerte y eternidad con cada respiro

(yo no sé qué hay en ti que puede cerrar
y abrir; apenas algo en mí comprende
que la voz de tus ojos es más profunda que todas las rosas)
nadie, ni siquiera la lluvia, tiene manos tan pequeñas




somewhere i have never travelled, gladly beyond
any experience, your eyes have their silence:
in your most frail gesture are things which enclose me,
or which i cannot touch because they are too near

your slightest look easily will unclose me
though i have closed myself as fingers,
you open always petal by petal myself as Spring opens
(touching skilfully, misteriously) her first rose

or if your wish be to close me, i and
my life will shut very beautifully, suddenly,
as when the heart of this flower imagines
the snow carefully everywhere descending;

nothing we are to perceive in this world equals
the power of your intense fragility: whose texture
compels me with the colour of its countries,
rendering death and forever with each breathing

(i do not know what it is about you that closes
and opens; only something in me understands
the voice of your eyes is deeper than all roses)
nobody, not even the rain, has such small hands

jueves, 12 de junio de 2008

Notas para un diario 30

Una vez más, estando apenas veinticuatro horas fuera de casa, compruebo que tengo el "mal de la escritura", una necesidad compulsiva de poner las cosas que me pasan (o cualesquiera cosas) por escrito. Para mí nada alcanza un estatuto de realidad hasta que lo escribo. A menudo paso días, cuando no semanas o años, con algo en la cabeza, sin otro fin que el de llevarlo finalmente al papel. En castellano eso se ha llamado siempre grafomanía (manía de escribir), pero ahora se empieza a hablar de hipergrafía, una especie de hipertrofia de la necesidad de escribir. Tengo entendido que se trata de un término psiquiátrico, admitido al menos en el influyente ámbito de la psicopatología anglosajona. Es decir que ya se reconoce abiertamente que en algunos casos (ciertamente en el mío) la manía de escribir acaba siendo algo obsesivo, cuando no claramente enfermizo.
El problema de fondo, el más agudo, es que cuando esto va cobrando cuerpo en uno, con el tiempo, se hace cada vez mayor la necesidad de escribir para poder vivir, llegando después a otro límite mucho más peligroso aún: el de vivir para escribir. La manía genera un montón de problemas prácticos (al final no se quiere hacer nada más que estar delante del papel, alcanzado un agotamiento mental que provoca todo tipo de desórdenes), y se considera que en realidad todo lo de nuestro alrededor es superfluo, cuando no un estorbo para esa actividad que se hace totalmente dueña de nuestro ser. No se necesita nada de fuera (se nos puede caer la casa encima, dejamos para el último instante  cosas tipo la dichosa declaración de la renta y, lo que es mucho peor, podemos llegar a no atender a los demás como se merecen), salvo una mesa, una lámpara y cuanto más tiempo por delante mejor (véase la maravillosa foto de Henri Zerdoun). No concebimos siquiera la muerte: el único hecho del que no podremos escribir (acaso la liberación definitiva de este mal). A lo mejor viene de ahí la unión mental, por lo demás absurda, entre escritura e inmortalidad.
Orate pro me, fratres!

martes, 10 de junio de 2008

Nada




Estás en el centro de mi ser
Y eso significa
nada.

lunes, 9 de junio de 2008

Notas para un diario 29

Fin de semana en el mar. Llegamos a Denia el viernes por la tarde, cenamos y dormimos en el barco. A la mañana siguiente navegamos por un mar bastante encrespado y difícil. Con sorpresa, iba comprobando que no me mareaba, cosa que agradecí para no dar el día al resto de los argonautas (cuarenta y ocho horas más tarde, ya en casa, sigue la cabeza dándome vueltas: creo que lo llaman "mareo de tierra"). Recalamos en una bahía protegida del viento donde nos bañamos en una agua azul esmeralda. Con un pequeño bote de remos exploramos algunas oquedades en la roca. Pusimos pie a tierra en una pequeña playa de cantos rodados y blancos. Cogí uno para una persona que lo está pasando mal y que no me podía quitar de la cabeza. Me parecía injusto estar yo disfrutando, dadas las circunstancias. Las mujeres prepararon una comida a bordo que resultó ser un auténtico festín. Después, recuperamos sueño mecidos lánguidamente por las olas en aquella cala. Dormí dos horas enteras. La vuelta fue tranquila. El mar estaba en calma. Ya en tierra, me extasío ante la montaña que protege el puerto. Imposible no pensar en la Sainte Victoire, la gran mole de piedra de las afueras de Aix-en-Provence que obsesionó a Cézanne de por vida. Con Paula feliz y guapísima a mi lado, mis queridos hermanos empeñados en atendernos con una hospitalidad de otro tiempo, pensé lo mismo que Peter Handke ante aquella montaña con la que el Montgó está estrechamente emparentada. Fascinado por los tonos malva de la piedra dolomítica, pensé sólo en una cosa: "¡Cuántas posibilidades en el momento presente! ¡Cuántas personas a las que amar! ¡Cuánto que entregarse y aprender de los demás!"


(Fotos: el Montgó al atardecer y Paula en Maitía, con el Montgó al fondo. La foto la tomé yo)

viernes, 6 de junio de 2008

Un auténtico escándalo ante el que no se puede callar


Aunque la noticia es de hace dos semanas, yo me he enterado ahora, de donde se deduce que no estoy muy al día, qué le vamos a hacer. El Consejo de Administración de la cadena COPE ha decidido renovar el contrato de FJL y CV al frente de sus respectivos programas matutino y vespertino en esa cadena de radio. Cuando empecé este blog, hice el propósito de no hablar de política, y pienso mantenerme en esa línea. Pero esta noticia trasciende la política y supone una inmensa mancha en la vida de la Iglesia católica. Personalmente me parece un escándalo que alguien como FJL pueda conducir (nunca mejor dicho) un programa de radio en una emisora cuya propiedad pertenece a la Conferencia Episcopal de España. No me lo explico, por más vueltas que le doy. Me atrevo a afirmar que el gran valedor de ese "señor" no es otro que el Presidente de la Conferencia Episcopal española, el Arzobispo de Madrid, Monseñor Rouco Varela. He leído suficientemente sus escritos para darme cuenta de que mantiene una idea de España en la que la religión debe jugar un papel político. "La unidad de España es un bien moral", afirmó sin pestañear hace pocas fechas. Como ocurrió en la guerra incivil. Se trata de una incursión de la Iglesia en los asuntos temporales. Algo injusto y nefasto, como se ha demostrado a lo largo de la historia de España, sin irnos más lejos. De nuevo se pisotea de manera ciega el principio áureo: "Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios", que San Pedro reformuló de esta manera: "Temed a Dios, honrad al Rey" (1, II, 17). El problema no es tanto, como puede parecerlo, que se niegue al César lo que se le debe (no creo que ninguna de las personas citadas carezcan de convicciones democráticas, y liberales, según ellos mismos afirman, aunque sus actitudes con frecuencia recuerden estrechamente la ética autoritaria). El problema, como tantas veces, es de autenticidad de la fe: se niega el temor de Dios y se le niega a Dios lo suyo: el terreno de las almas todas, la libertad religiosa de las almas que nunca deben de ser constreñidas políticamente. Hay un dosis enorme de miedo a la libertad de los fieles, a la libertad más radical me refiero, o sea la libertad de las conciencias. Y es muy triste que sea así.
A mí no se me ocurre pedirle a FJL que comprenda esto o nada parecido a esto. Carece de la más elemental formación religiosa. En cambio, yo defendería a muerte su libertad para expresarse como mejor le pareciese (con todo el desprecio hacia los demás con el que se manifiesta habitualmente, incluido) en cualquier otra emisora. Pero no en la que pertenece jurídicamente a la Iglesia. 
La Iglesia no puede tomar partido políticamente. Lo hizo, no hace muchas décadas, en la guerra del 36. Lo ha vuelto a hacer ahora, en defensa de una falsa idea esencialista de España. La posibilidad de que España pase (como pasará todo menos la Ley) les horroriza, les deja huérfanos por adelantado. Que tristeza me da esa falta de fe. Pasará España y pasará el mundo: la propia Iglesia es esencialmente testigo de esa fugacidad cuyo reverso es la eternidad de Dios. También eso es lo que significa católica, es decir, que no se asienta ni radica en ningún lado, que está de paso en todas partes, con un espíritu de desprendimento.
Una derivada que me preocupa de esto es lo siguiente: me pregunto que información sobre este particular maneja el Papa. No querría saber el "arte" con el que, a pesar de las visitas a Roma de los representantes de la Conferencia, se le escamotea la verdad.
Ellos verán lo que hacen. Como fieles laicos sólo podemos denunciar este grave escándalo en la Iglesia y por supuesto rezar para que quienes deben hacerlo caigan en la cuenta de la injusticia que todo esto representa.

jueves, 5 de junio de 2008

Aquel día la nada de Zagayewsky





Aquel día la nada
como para llevar la contraria
se convirtió en fuego
y quemo los labios
a los niños y a los poetas.

miércoles, 4 de junio de 2008

Notas para un diario 28


No entiendo nada. ¿Cómo has llegado a mi vida? Ha sido de repente y para recordarme todo lo mejor. La verdad es que llevaba tiempo rezando para salir de una situación angustiosa. ¿Eres tú la respuesta? Creo que sí. Te veo bajando las escaleras, despacio, dos inmensos ojos verde-agua acercándose a mí. Me tiendes un papel, casi en blanco. Está lleno de amor y de sabiduría. No me hace falta leerlo, lo veo en tus ojos de niña. Con el papel en blanco me lo das todo, sin pensarlo. Me hablas y me metes dentro de ti. No lo dudo un instante y entro por la puerta. Me encuentro un espacio luminoso y azul. Me coges de la mano y me das varias vueltas alrededor. Nunca me he sentido tan tranquilo, aunque veo que sufres y eso me acongoja. ¿Puedo hacer algo? Me pones un dedo en la boca para que me calle. No quieres que te ayude. Me haces sentir que lo importante soy yo y solamente yo. Sólo quieres estar bien, estar conmigo en silencio, compartir un instante de plenitud. Me hablas despacio y me lo cuentas todo. En unos pocos segundos, te conozco desde siempre. Juntos celebramos una infancia. Azul. Empezamos a hablar en bajo, no sé porqué. Quizás porque nadie más entendería todo lo que queremos decirnos. En ese instante, deseo ser mejor, ser lo mejor que pueda ser. Serlo para ti y poder permanecer a tu lado, sin mirarte. Un milagro. Nos cogemos de la mano, para siempre. Siempre! Cruzamos una playa por la tarde y seguimos sin mirarnos. No nos hace falta. Estamos ahí, juntos, con los ojos bien abiertos, mirándonos con todo el amor del mundo. Nunca nada ha sido tan fácil. Y todo gracias a ti.

(El cuadro de la foto es de María Perelló y se llama Azul)

martes, 3 de junio de 2008

Notas para un diario 27



Unas cuantas copas de vino suave
no bastan para resistir
el fuerte viento de la noche

Han pasado las ocas,
mensajeras del amor
hiriendo mi corazón


(Poema de la más melancólica de las poetisas, Li Qingzhao. Foto de Anna Malagrida, una de la más melancólicas de las fotógrafas)

Notas para un diario 26

Día gris, genial para estar en casa leyendo o escuchando música. Me gustan los días grises, aunque los prefiero sin lluvia.

¿Sabes? He estado a punto de llamarte. Espero que no me mates... Tenía muchas ganas, pero no lo he hecho. Y no te voy a decir el motivo para que el día que nos veamos no me esperes con un cuchillito, soga, maza... whatever!

Ayer por la tarde fui a comprar un libro y aquello fue una pequeña odisea; se me estropeó el paraguas cuando la lluvia empezó a caer con más fuerza, lo intenté arreglar y me hice heridas en las manos. Pero no me importó mojarme. Nunca me había pasado eso.

El caso es que, una vez en la librería y con mi ejemplar del libro en la mano, listo para ser cobrado, me di cuenta de que no tenía dinero. La tarjeta de crédito , en números rojos. En fin...

Entonces, me acordé de la tarjeta cliente de la librería central. Pobre, mi padre.
Fui y compré el libro...Y vi el Diario de Katherine Mansfield y también lo cargué a la cuenta. No quería empezarlo pero lo hice. Craso error: ¡Virginia Woolf me ruega que lo lea ya! Ahora se encuentra de cara a la pared, junto con tu libro, castigados hasta la noche.

Por cierto, si algún día tienes una librería, me gustaría que me contratases... Me gustaría que me enseñases a leer y aprender de ti ¿Serías mi mentor cultural? No quiero que esto suene pretencioso pero...
Yo no tengo mucho que ofrecer a cambio, alguna payasada y sueños que compartir.

¿Sabes? Desde que los "días rojos" (Holly Golightly, Breakfast at Tiffany´s de Capote) se suceden en mi vida me es cómodo no ver bien (soy miope). No llevo lentillas y me pongo poco las gafas: ¿Por qué será?

¿Por qué las personas tenemos miedo de compartir nuestros sentimientos, pensamientos...? ¿Acaso no se puede mejorar y aprender mucho si así se hace?

Me gustaría escribir mejor. Si no escribo más a menudo es precisamente porque me veo limitada lexicológicamente(?) Y sé que leer ayuda mucho, pero soy un poco impaciente. Me gustaría haber leído más. Sé que aún soy joven pero...

Bueno, no voy a seguir hablando de mí. ¿ Qué tal estás tú?

(La foto es de Cualladó)

Sobre Hopper

Dos libros recientes nos han venido a recordar lo increíblemente íntimos que se nos han hecho a todos los cuadros de Edward Hopper. Empezando por el último, Mark Strand, acaso uno de los cinco poetas vivos más grandes del mundo, hace una larga meditación pictórica en Hopper (Lumen, 2008) Recorre casi todos los cuadros del pintor neoyorquino con una lentitud llena de vida. Busca las líneas de fuga, los encuadres, los motivos auténticos de la composición y armonía pictóricas. Precisamente acaba con una reflexión sobre Sol en una habitación vacía, un cuadro tardío, de 1963. Dice que es "una visión del mundo sin nosotros. La luz, un amarillo desteñido contra las paredes en tonos de sepia, parece estar representando los últimos episodios de su fugacidad, su escueta narración llegando a su fin. Es como si fuésemos testigos de un acontecimiento que somos incapaces de nombrar. Sentimos la presencia de lo que permanece oculto, de lo que sin duda existe, pero sin llegar a mostrarse".
Pocos meses atrás, Cees Nooteboom, el escritor holandés, publicó en Siruela (2007) El enigma de la luz. Otra belleza. No habla sólo de Hopper, pero le dedica buenas páginas a quien ha sido uno de sus maestros en el arte de aprender a mirar el arte. Nooteboom cuenta historias: un encuentro en la Frick le sirve para comparar a Vermeer y Hopper con una bella mujer de la que se enamora sobre la marcha. "Un poeta que ama a un pintor no puede remediar ver los cuadros de éste como seres vivos, como personas incluso, o, cuando menos, como objetos con un universo propio que el cuadro permite visualizar". ¡Qué gran verdad, acaso no sólo para los poetas! Para él la gran pregunta en Hopper no es otra que la que evoca la procedencia de la luz. ¿De dónde viene la luz? De la ventana, diríamos sin pensarlo. Pero ¿sólo? Yo creo que no: es una luz inventada, esa luz es "lo que Hopper piensa acerca del mundo, es su manera de ver el mundo". La luz no sólo se une sino que se identifica con el pensamiento: una idea que procede por supuesto del judaísmo.
No me olvido del artículo sobre Hopper en la revista Revisiones 03 (2007). Bonnefoy recordaba lo que dijo el pintor después de realizar Sol en una habitación vacía: "I am after ME". Casi nada: lo primero, lo último, lo que ha pasado. Para Hopper no hay eso que Aristóteles llamaba "el medio". Por eso, L.F. recordaba en su artículo que "la vida avanza mientras nos repetimos concienzudamente que da igual, que no pasa nada. Y sí pasa. Sobre todo el tiempo"

lunes, 2 de junio de 2008

Un león rosa








Un regalo para ti
Al

domingo, 1 de junio de 2008

If you are down, and troubled…




A todos mis amigos, y especialmente a ti!
Al

(Atención al oído de Carole King)

Notas para un diario 25




Las manos
tendidas hacia abajo
como un general
derrotado
apenas sostenidas por la vida… (que eres tú)




O einer, o keiner, o niemand, o du







(A una amiga a la que quiero mucho, que cumple treinta añazos y que sigue siendo la misma preciosa niña de la foto)

La isla de Stuparich

A comienzos del otoño del año 2000, Valeria Bergalli, una editora que vive en Barcelona comenzó Minúscula, una aventura editorial que a mi me atrajo desde el inicio. Recuerdo que escribí entonces que me llamaba la atención el profundo sentido que se intuía en aquella iniciativa. Han pasado ocho años densos y llenos de peripecias, y me alegra poder afirmar que aquellas promesas iniciales han superado cuanto cabía esperar. Si alguien busca un catálogo que sea de verdad una obra literaria, que mire en el de esta magnífica editora. Una isla en el océano editorial español. Valeria ha publicado desde entonces algunos de los mejores libros en español de esta década. Podría hablar del catálogo entero (habrá ocasión) pero me voy a limitar a recordar algunas joyas: en primer lugar Verde agua de Marisa Madieri. Ha sido con toda justicia el best y long seller de la editorial. Las memorias-diario de una mujer que vive y muere en la Trieste de este siglo. El sexto libro de la colección Paisajes narrados fue Raymond Isidore y su catedral de Edgardo Franzosini. Si no lo tenéis os recomiendo que corráis a encargarlo. Nunca había leído una historia que me hiciera comprender el principio interno del arte, de todo arte (empezando por el de la vida) como la que se cuenta en las 150 páginas de ese libro. El undécimo volumen de la colección era de Pushkin: el célebre Relato de su viaje a Arzrum durante la campaña de 1829. ¡Qué traducción de Selma Ancira! No os lo perdáis tampoco.
Ahora ha aparecido otro texto excepcional: La isla de triestino Giani Stuparich. Traducido con mano maestra por mi amigo José Ángel González Sainz, narra la historia de un hijo que acude a la llamada de su padre moribundo. Juntos retornan a la isla que les viera nacer y en unos pocos días intentan recuperar un pasado que les proyectará sobre un futuro imposible. 

Notas para un diario 24


En pleno vuelo leo en la revista que aguarda en la bolsa frente al asiento unos consejos para hacer del viaje aéreo una experiencia placentera; los firma el Servicio Médico de Iberia. Escéptico, estrujado entre dos vecinos de fila que, por una extraña metamorfosis, se han convertido en gigantes cuyos hombros imponentes me amenazan por ambos flancos, me detengo especialmente en uno: “Pequeñas diferencias horarias pueden causarnos jet-lag, y por supuesto cuando éstas son mayores, son claramente acusadas por el “reloj interno” que nos marca las horas del sueño y la vigilia. Desgraciadamente poco se puede hacer para contrarrestar los efectos del cambio de los husos (sic) horarios”. En un primer momento creo reconocer una errata. No puedo afirmar, a estas alturas, si el escritor colectivo, ese servicio médico o quien quiera que haya redactado el vademécum, quería poner “husos”, como ha quedado escrito, o acaso se refiere a la palabra “uso”, con idéntico sonido pero muy distinto significado en nuestra lengua: ¿el uso horario o el huso horario?, ¿está nombrando la costumbre y la forma en la que distribuimos las horas del día o hay en esa expresión una alusión, sin duda metafórica, al instrumento en el que se recoge y devana el tiempo como si se tratara de un hilo?

De vuelta en casa, casi sin saludar a nadie, me lanzo sobre el diccionario deseoso de salir de dudas. Veo que efectivamente existe una acepción, que yo desconocía, según la cual se denomina huso horario a cada una de las partes en las que queda dividida la superficie de la tierra por los veinticuatro meridianos y en las que rige una misma hora. O sea que cambiar de huso horario no es cambiar el modo en que distribuimos las horas del día sino, más literalmente, pasar de un meridiano a otro y, por tanto, cambiar la hora del reloj por la que nos regimos. Me gustaría saber a quién se le ocurrió esa metáfora del mundo de la costura para hablar de un fenómeno que tiene que ver con el paso del tiempo. Es evidente que la forma achatada del globo puede recordar la forma de un huso. Los meridianos son líneas imaginarias que se tiran como si fueran hilos y que deben pasar por ambos polos. Pero todavía me gustaría más saber por qué el paso del tiempo se ha explicado tradicionalmente con metáforas textiles, como por ejemplo la que habla de la vida como de un hilo que se va tejiendo y deshaciendo en el telar de la Historia.

Han sido los griegos quienes han dado las más bellas explicaciones. Penélope, el famoso personaje de la Odisea, espera a Ulises cosiendo de día y destejiendo de noche. Les ha prometido a sus amadores que aceptará un nuevo matrimonio cuando termine de coser un vestido. Parece que se limita a matar el tiempo cosiendo pero en realidad espera fielmente a su marido, rechazando a los pretendientes que la acosan no tanto por amor cuanto para proclamarse reyes. Es una explicación enigmática del paso del tiempo y si lo pensamos nos damos cuenta de que la moda tiene mucho que ver con esto. Homero lo intuyó perfectamente y lo simbolizó en la figura de la mujer que hace y deshace constantemente la ropa. Penélope emplea el tiempo en superar los peligros que le salen al paso; se dedica precisamente a rehacer vestidos, como cualquier modista, mientras aguarda a su marido. Hace algo que parece inútil pero que le sirve para no caer en las peores manos y que además exige una inmensa creatividad. Todo trabajo en la moda tiene el signo de Penélope: el signo de la distracción, la paradójica función de atraer (por la belleza) y repeler a un tiempo. En este sentido podríamos concluir que las creaciones de la moda deben de ser discretas, la moda debe de resultar atractiva pero con un toque de contención. Y es que la moda esconde algo trágico –que el tiempo pasa- aunque también contiene la esperanza de que la solución a la vida se encuentra en un futuro que no se conoce pero que tampoco necesariamente se teme. En la moda se muestra, a través de innumerables recursos, la capacidad que tenemos para el cambio. Pero es preciso darse cuenta de que sólo se trata de lo que podríamos llamar un digno y noble pasatiempo.

(Foto: un cuadro de Peter Hammershoi)