domingo, 24 de junio de 2012

Verano 2012: algunas propuestas de lectura


Me quedan pocas cosas que hacer ya antes del verano. Pienso zambullirme en la lectura en cuanto pueda, y la verdad es que este año tengo una ilusión especial en los libros que esperan que les llegue su turno pacientes, silenciosos, atractivos. Con grande esfuerzo por mi parte, he postpuesto como si se tratara de una promesa religiosa la lectura de Aire de Dylan de Enrique Vila-Matas (Seix Barral) hasta estos días o semanas. No sé porqué lo he hecho pero no quería leerlo en medio de la agitación del curso lectivo. Será el punto de partida de todo lo demás.
Hay dos novelas cortas que quiero leer después: Liberación de Márai (Salamandra) y Los enamorados de Alfred Hayes (La Bestia Equilátera, Argentina); conviene no confundir éste con Los enamoramientos de Marías.
Mi amiga Esther Bendahan tiene dos libros nuevos que también había reservado para el mar de la tranquilidad: su ya famoso Pene (Ediciones Ambulantes) y su nueva novela, El tratado del alma gemela, flamante XXIII Premio Torrente Ballester de este año (en Ediciones del Viento). Hablando de libros de amigos, me llevo con mucho gusto tres libros más: Donde la eternidad envejece, el quinto tomo de las memorias de ficción de César Antonio Molina (Destino), Night Falling, el último trabajo (es prosa poética en estado puro) del grandísimo John Taylor (B.O.P), y Mis postales de Barcelona de Isabel Núñez (Triangle). Hablaré de todos ellos con la pausa que se merecen.
De mis editoriales familiares, Minúscula me ha tentado con dos obras extraordinarias, que conozco pero que reeleré con entusiasmo: Silencio en Milán, de mi adorada Ana María Ortese (es el número 50 de la ya histórica y ahora anaranjada colección Paisajes narrados) y las Cartas de verano de 1926 de Tsvietáieva, Pasternak y Rilke. Siruela ofrece el último libro de Steiner, La poesía del pensamiento. Del helenismo a Celan, y la selección de textos que, con ocasión de su setenta y cinco cumpleaños, Rüdiger Safransky ha realizado de la obra para mí decisiva de Cees Nooteboom. De Sexto Piso leeré las memorias de la ilustradora libanesa Lamia Ziadé (Bye Bye Babilonia) y un libro al que le tengo muchas ganas, Revolución en mente. La creación del psicoanálisis, de George Makari (ochocientas páginas dedicadas a la historia y la interpretación de esa para mí todavía misteriosa disciplina). De Lumen tengo ya en mi mano El mar de coral de Patti Smith. Y, por último, quiero leer Mentira y sortilegio de Elsa Morante. Cerca de mil páginas que me obligan a dejar este año en casa a Proust y a Joyce aunque en el fondo sé que entrelíneas me reencontraré con ambos.
Me gustaría intentar leer el estudio que Lila Azam Zanganeh realizó sobre la vivencia de la felicidad en Vladimir Nabokov (Duomo). Y la biografía Calderón de la Barca de Cruikshank que ha editado Gredos. Un clásico publicado en Inglaterra hace tres años y que por fin podemos leer en castellano.
Me queda la poesía, pero antes una referencia a la poesía visual. Ví en Madrid el show Hopper. Yo no me lo perdería. Pasé allí varias horas durante tres días seguidos y no me he recuperado de la impresión que me ha dejado su pintura. Necesito saber más de ese artista, buscarle (él solía responder, cuando le preguntaban qué pretendía en su trabajo, I´m after me). Para eso, además del catálogo (que contiene un escrito de Tomàs Llorens sobre la recepción crítica en los Estados Unidos), quiero leer las anotaciones de sus cuadernos de trabajo (lo ha editado La Fábrica con un texto de Brain O´Doherty) y sus escritos personales (editados por Elba).
No renuncio a cargar con la antología de e.e. cummings que me acompaña allí donde voy. Y algunos libros de Claude Esteban sobre los que espero trabajar un poco. De los recién editados hay tres cosas que he embolsado: la poesía completa de Edward Thomas (traducida por mi amigo Insausti) y Bajo la tierra, las Elegías de Jirí Orten (04 Poesía). No sé si se puede decir que sea poesía o no, pero quizás nada me hace tanta ilusión como poder hojear a placer el álbum que James Valender ha preparado de Manuel Altolaguirre.
Si uno es lo que lee, creo que con un poco de suerte hasta mejoraré un poco.
(Por si alguien se hubiere olvidado, le recuerdo la posibilidad de leer en Alfabia mi novela La tercera persona o la traducción de El Viajero sobre la tierra que he realizado para Automática)


martes, 19 de junio de 2012

El viajero sobre la tierra



Un joven decide estudiar en la gran Universidad del Sur, del Sur de la Confederación derrotada y humillada por los yankees. La vieja institución que Jefferson fundara para educar a los hijos de las grandes familias terratenientes en el espíritu clásico y europeo. En medio de ese maridaje explosivo e imposible de cultura y naturaleza, de paganismo, sensualidad contenida y rigor protestante, camina torpemente un ser atribulado, un personaje en el que Green consiguió la proustiana hazaña de trasponer su yo más profundo. Bajo la fría belleza de la arquitectura jónica acabará muriendo, ahogado en las aguas turbulentas del río de la vida, incapaz de asumir su realidad afectiva y sexual.
Esos son algunos de los trazos principales de la primera novela de Julien Green, la que contiene en germen todo el universo narrativo que desplegará, a lo largo de seis décadas de incansable producción, en un corpus novelístico fascinante.
Emboscada en una novela de género (gótico) que no sirve en modo alguno para explicar ni su complejidad psicológica ni su inmensa riqueza espiritual, aquejada aún de la inexperiencia de un novelista hasta entonces inédito, Green maneja con asombrosa naturalidad, en paralelo con autores como Schnitzler o el propio Kafka, la noción freudiana de lo unheimlich: algo más o menos indefinible que va ascendiendo desde lo irreconocible a lo no familiar y a lo abiertamente siniestro.

jueves, 14 de junio de 2012

Nikolái Gumiliov, por fin


Cuánto me alegra que por fin se haya editado en castellano, y muy bien editado, una amplia antología de la poesía de Nikolái Gumiliov (El tranvía extraviado, Linteo Poesía, 2012). Gumiliov fue el padre del acmeismo, también denominado adanismo, un movimiento de la poesía rusa de las primeras décadas del siglo XX que nos ha dado poetas de la categoría de Mandelstam, de Ajmátova, de Blok o, porqué no, del propio Josef Brodsky (a mí no cabe duda de que fue un epígono de esta pléyade, pero ¡qué epígono!). Frente a los simbolistas y futuristas de entonces, los acmeistas, impulsados por Gumiliov, pretendieron recuperar en su propia creación las fuentes primeras (en un sentido cronológico y también en un sentido de jerarquía poética) de la poesía universal. Les interesaba toda la tradición viva. Gumiliov por ejemplo tradujo el Gilgamesh, entre otras cumbres poéticas. Acmé en griego significa altura y esplendor, claridad, luz; es una palabra próxima al origen de la palabra caridad, xáritas, que significa algo así como cabalgata de luz, estruendo luminoso. A Gumiliov lo fusilaron los soviets y después lo silenciaron durante sesenta años, prohibiendo la edición de su obra (¡ojo! nostálgicos del glorioso comunismo y de su difusión de la cultura de la muerte). Sus amigos, sus colegas de profesión, y los descendientes de éstos y aquellos lo han devuelto a su lugar propio: en el centro mismo del torbellino poético que nunca se detendrá, pese a quien pese.

miércoles, 13 de junio de 2012

Notas para un diario 237


Días de tarea intensa en la que se mezclan las emociones, los reencuentros con amigos medio olvidados, la auto-promoción (algo sin duda embarazoso), el conocimiento de otras personas, y el enorme cansancio acumulado de meses, e incluso de años de trabajo invisible. Lo que no querría perder nunca es la capacidad de vivir hacia dentro, no en contra ni enfrente, no hacia fuera desde luego, sino solo hacia dentro. Curiosamente cuando se vive hacia adentro es cuando más abierto se está a lo claro, a lo valioso y a lo auténtico. Una apertura interior es compatible, o mejor dicho es el resultado de una actitud contemplativa. Cuanto he pensado estos días en el poema de e.e. cummings: en tu gesto más frágil están las cosas que me cierran/, o aquellas que no puedo tocar porque están demasiado cerca/  tu mirada más leve fácilmente puede abrirme/, pese a que he cerrado mi ser como si fuera unos dedos/, tú me abres siempre pétalo a pétalo/, como la Primavera abre, 
(tocando hábilmente, misteriosamente)/ su primera rosa/  o, si deseas cerrarme/, yo y
 mi vida se cerrarán hermosamente, repentinamente…

viernes, 8 de junio de 2012

La tercera persona




Mercedes Monmany (ABC) y Javier Gomá (El País) presentarán esta tarde a las 20:30 en La Buena Vida/El Café de los Libros (c. Vergara 10) La Tercera persona, la novela de Álvaro de la Rica que el sábado firmará ejemplares en la Feria del Libro.

Por Laura Ferrero.

“Siempre hay una cosa, siempre. ¿Sabes qué? Hay una tercera persona que orienta las relaciones en la buena dirección. Esa es la verdad.” Hay afirmaciones tan contundentes que poco más cabe decir después de que uno las pronuncie. Ésta, sin lugar a dudas es una de ellas, una afirmación que sintetiza, a grandes rasgos La tercera persona, la ambiciosa novela que presenta estos días Álvaro de la Rica (Madrid, 1965). En la que es su primera obra de ficción, el autor, que ha publicado media docena de libros de entre los que destaca Kafka y el holocausto, (Trotta, 2011), aborda de manera singular las relaciones humanas y sobre todo, las complejidades que entrañan relaciones de pareja. Pero lo hace desde una perspectiva desacostumbrada: no parte de los dos integrantes de una pareja sino que construye su discurso desde los márgenes de la pareja, desde un elemento externo y supuestamente necesario para que la pareja exista: la tercera persona. Existen las terceras personas. De eso estamos seguros y De la Rica, ciertamente, no es el primero en hablar de ellas. Sin embargo sí es el primero en ofrecer una tesis que tiene tanto de original como de perversa: hablar de un elemento percibido como una amenaza, como de algo necesario. En su narración, exquisita, llena de referencias literarias, el autor nos adentra en dos historias perfectamente hilvanadas y conectadas entre sí en las que conocemos a unos personajes aparentemente normales. Dichos relatos forman parte de un proyecto narrativo de largo alcance que se extiende en un total de nueve historias conectadas entre sí a través de un mismo protagonista. Aquí se nos presenta a Jacob, un hombre infiel, y a una mujer que le escribe una carta desde un tren, mensaje al que él responde de forma minuciosa. Hasta aquí nada del todo distinto a lo que hemos leído en otras ocasiones. Sin embargo, todo es diferente porque Álvaro de la Rica consigue algo que sólo los grandes novelistas logran hacer: nos atrapa, nos seduce. Y nos convence. Y lo hace porque sus personajes son honestos, tanto que nos olvidamos de que no son más que eso: personajes. Son hombres y mujeres corrientes a la deriva de unas vidas, quizás insatisfechas, que se han quedado atrapados en un vorágine de sentimientos. La fidelidad, las convenciones, la dicotomía entre el deber y el deseo, o ese Dios que nos observa desde arriba juegan un papel importante en una narración que huye tanto de los tópicos como de los dogmas y que afronta sin el menor tapujo los temas más incómodos. La seducción, el sexo, el rechazo en el corazón de una relación que se supone íntima y amorosa. La tercera persona no se detiene en el retrato de ese hombre que le es infiel a su mujer y que se siente incómodo cuando un par de niñas preguntan por papá al otro lado del teléfono. No: la narración afronta los misterios de la seducción, el deseo encubierto en los juegos de complicidades que nos convierten, a veces sin quererlo, otras no, en terceras personas para alguien. O que nos pueden llevar a convertir a los demás en terceras personas. De la Rica se pasea hábilmente por las habitaciones cerradas del corazón y desgrana unos vínculos cuya inconsistencia nos asusta porque en el fondo nos remiten a nuestra propia fragilidad y al final a la imposibilidad de conocer el verdadero sentido de las relaciones humanas más radicales.


Fuente: http://www.teinteresa.es/cultura/

lunes, 4 de junio de 2012

La Feria del libro en su recta final


Se acaba la Feria. Queda sólo una semana larga, con su fin-de incluido que hay que aprovechar como sea. Me gustaría ofrecer brevemente un puñado de sugerencias que me hago a mí mismo porque es lo que voy a procurar comprar en estos últimos días y, sobre todo, lo que voy a leer y reseñar en los próximos meses de verano en estas mismas páginas. Comienzo con Seix Barral, que últimamente anda publicando una parte de lo mejor que se escribe en España y fuera de España: por una parte Aire de Dylan, la nueva novela de Enrique Vila-Matas, algo que yo no me perdería por nada del mundo. También me interesan mucho los escritos de Hans Fallada, un autor alemán de los importantes por fin recuperado con su novela estremecedora El bebedor y su no menos abismal diario En mi país desconocido. De paso diré que ahí están publicados los Cuentos completos de William Goyen, una auténtica joya. De lo que presenta Siruela me parece que el ensayo de Steiner (La poesía del pensamiento. Del helenismo a Celan) es con mucho lo más interesante. Entre otras muchas novedades interesantes en el terreno de la filosofía y de la teología, Ediciones Trotta lleva este año un libro, publicado meses atrás, que me parece indispensable: se trata de Testigos del futuro. Filosofía y mesianismo, del profesor francés Pierre Bouretz. Es el relato más completo que conozco sobre el gran pensamiento judío moderno (Cohen, Rosenzweig, Benjamin y Scholem, Buber y Bloch. Leo Strauss, Hans Jonas y Lévinas). La nómina resulta impresionante y el tratamiento es tan esclarecedor como impecable. Sándor Marai (Liberación) e Irene Nemirowsk (Jezabel) reaparecen gracias al buen hacer de Salamandra. Duomo por su parte ha publicado una obra a la que sin duda le echaré el guante, El encantador. Nabokov y la felicidad, el libro que la escritora franco-iraní Lila Azam Zanganeh le ha dedicado a Nabokov y en particular a su visión más íntima del mundo. Tampoco me pierdo la escritura original y sutil de César Antonio Molina que publica en Destino su último tomo de lo que él llama "memorias de ficción" y que luce este bello título, tomado de unos versos de Paul Celan, Donde la eternidad envejece. En este terreno de la literatura, la vida y la memoria me parece una oportunidad única esta Feria para adquirir el Album que las Publicaciones de la Residencia de Estudiantes, bajo la magistral batuta del hispanista James Valender, le ha dedicado al inmortal Manuel Altolaguirre.
Tengo que terminar. Hay muchas más cosas que merecen la pena. Paseen por las casetas de Alfabia, de Gallonero, de Nórdica, de Impedimenta, de Demipage, de Automática, de Sexto Piso, de KRK, de Bartleby y de tantas otras casas de edición que poco a poco se van haciendo señeras. En este mundo plagado de Goliats, yo buscaré denodadamente lo pequeño o, para ser más exactos, lo que está bien medido y dimensionado.
Sólo me queda recordar que la Feria está dedicada este año a la literatura italiana, y que como colofón se prepara, en el centenario de su nacimiento,  un homenaje a esa escritora inmensa que fue Elsa Morante. Lumen se ha atrevido a editar las casi mil páginas de su novela Mentira y sortilegio, que será presentada por Mercedes Monmany el sábado a la una de la tarde.

domingo, 3 de junio de 2012

Notas para un diario 236 (Sobre los malos entendidos)


Hace dos días un grupo de amigos estábamos disfrutando de los cuarenta grados a la sombra en una terraza de la calle Válgame Dios de Madrid. Para colmo, el sector masculino de la tertulia fumábamos un puro. Mientras, dos chicas hablaban entre sí, un poco lejos de nuestras humaradas. De repente, una le pregunta a la otra: "Y tú, ¿qué piensas?". Antes de que pudiera contestar, un viandante que pasaba en ese instante por ahí mismo se considera aludido por la cuestión y no duda en responderle: "Que qué pienso… ¿sobre qué?". Cuando nos quisimos dar cuenta el paisano se había sentado con toda naturalidad con nosotros y puedo afirmar que no fue precisamente el primero en abandonar la reunión. A la vuelta del viaje capitalino, me paro en el bar de un pueblo en la carretera y comienzo a oír un relato estremecedor. A la vista de las primeras frases me apresto a escuchar con atención: "Sí, en efecto. Ha muerto en apenas una semana. La pobre, con sólo tres añitos. Cuando la llevaron al médico ya no había nada que hacer. El tumor tenía el tamaño de una pelota de tenis dentro de su cabeza. Ya le habían notado rara, ya, pero claro, como acababa de tener una hermanita, pensaron que serían celos. Decían que la tenía envidia y que por eso se quejaba. A los pocos días de entrar en el hospital entro en coma y dos días después se murió la pobre".