jueves, 12 de noviembre de 2009

Ludwig Wittgenstein


Leo, en La familia Wittgenstein (Lumen, 2009), el espléndido ensayo biográfico de Alexander Waugh (de casta le viene al galgo; su libro sobre los suyos, Fathers and sons es otra joya: ¿nadie se anima a publicarlo en castellano?), el episodio de la trouvaille que hizo el filósofo de la idea de Dios, en plena estadía en el frente polacoa través de la lectura del Evangelio abreviado del conde Tolstói. Impresionante relato. Lo que yo no sabía, o en lo que no había caído, es en el paralelismo que existe entre el prólogo del Tractatus y el opúsculo del ruso (de la que por cierto existe una edición impecable en castellano de KRK del año 2006). Lo más relevante, eso lo sabe cualquiera que haya tenido que componer de verdad un libro, es la forma, y aquello a lo que la forma lleva misteriosamente de la mano, en este caso el hecho de que ambos libros estén compuestos de una serie numerada de aforismos, unidos según una lógica estricta y esencial. Waugh propone como ejemplo del paralelismo formal, los comienzos de ambos libros:
Evangelio abreviado:
1.1. El entendimiento de la vida se ha convertido en fundamento y principio de todo.
1.2. El entendimiento de la vida es Dios.
1.3. Todo lo que vive vino a la vida por el entendimiento. Y sin él no puede haber nada vivo.
1.4. El entendimiento da la verdadera vida.
1.5. El entendimiento es la luz de la vida.
Tractatus:
1. El mundo es todo lo que es el caso.
1.1. El mundo es la totalidad de los hechos, no de las cosas.
1.11. El mundo viene determinado por los hechos, y por ser estos todos los hechos.
1.12. Porque la totalidad de los hechos determina lo que es el caso y también todo cuanto no es el caso.
1.13. Los hechos en el espacio lógico son el mundo.
Y, ahora, el centro de una misma lógica esencial:
Evangelio abreviado:
7. La vida temporal, carnal, es el alimento de la verdadera vida.
8. Y por eso la verdadera vida no está en el tiempo, sino en el presente.
9. El engaño de la vida está en el tiempo: la vida presente y futura oculta a los hombres la verdadera vida, la auténtica.
Tractatus:
6.4311 Si por eternidad se entiende no una duración temporal infinita, sino intemporalidad, entonces vive eternamente quien vive en el presente. Nuestra vida es tan infinita como ilimitado es nuestro campo visual.
(La foto de una parte de la familia Wittgenstein está tomada hacia el año 1917, tras la transformación del genio austríaco)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo que más admiro de Wittgenstein es que fue capaz de rectificar toda su obra.

Adelarica dijo...

tenía un instinto por la verdad, a cualquier precio, que le mantuvo alerta siempre