martes, 29 de abril de 2008

Inolvidable

Notas para un diario 8

Reconozco que siempre me ha golpeado la frase del Evangelio de Mateo que tanto se ha repetido: "Sed, pues, perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto" (5,48). Pienso que el versículo debería incluir algo así como un "imitándole en cuanto podáis". Casi nadie añade nada a la conocida frase y sin embargo para mí fue un auténtico alivio el encontrarlo allí oculto hace ya muchos años en la versión de Carmelo Ballester, editada en Barcelona en 1934 (¡qué momento de la cultura española!), y que leo cotidianamente. Dicha coda nace de la profunda comprensión que el bueno de Don Carmelo tenía de la frase, y de su dominio del castellano: en un sentido estricto, la perfección (atributo de Dios) es radicalmente inalcanzable para el hombre, de manera que lo máximo que éste puede hacer es "imitarle cuanto pueda". Dios es Amor y no cabe la menor duda por tanto de que la perfección a la que se refiere el evangelista es la del amor y la misericordia (cf. Lucas 6,36), compatible con la imperfección humana.
Pensaba en esto esta madrugada a solas en la cocina delante de un Nescafé. Cuantos más años pasan más consciente soy de necesidad de la paciencia y la tolerancia con uno mismo. Hemos insistido demasiado en la perfección como algo positivo: un cúmulo de virtudes y de realizaciones. Para mí es mucho más importante la aceptación de la imperfección, o sea, de lo que somos. Con los demás, no digamos: sabemos que amamos a alguien cuando le amamos conscientes de sus defectos. De otro modo es imposible convivir.
El taoísmo comprendió el carácter negativo de la perfección: "Lo más tierno en el mundo, domina lo más duro. Sólo la nada penetra en lo que carece de intersticios. Por eso reconozco la eficacia del no hacer. La enseñanza sin palabras, la gracia de abstenerse. Nada en el mundo se les puede comparar" (Libro del Tao, nº 43)
Un día, no hace mucho, alguien me regalo un montón de nada. No podía darme más, pero para mí lo fue todo.

(Lo mismo que hay miradas que matan, hay miradas de amor que resucitan a un muerto. Caravaggio, La vocación de San Mateo, en la Capilla de San Luis de los Franceses de Roma)

domingo, 27 de abril de 2008

Notas para un diario 7

Primeros calores en Pamplona. Un aire tibio nos rodea desde hace dos días. Mi primera reacción fue desear que pasara lo antes posible; no se me ocurrió nada mejor que decirle a P. que esperaba la llegada del mes de noviembre, que pensaba que estos meses no nos iban a aportar nada. Después lo he pensado mejor y me doy cuenta de mi error. El verano está ya cerca. Los niños empiezan a estar cansados. Los colegas de la universidad, las personas que nos ayudan en casa, amigos, hermanos, todos vamos necesitando un tiempo de descanso. Aún faltan dos meses largos de trabajo y nos va a costar acabar todo lo que tenemos pendiente. Pero hay que aprovechar cada minuto de los meses que vienen por delante. Hará calor y con frecuencia estaremos al borde del desquiciamiento. Habrá cambios. De casa. De actividad. Habrá que tratar a personas a las que no vemos durante el invierno. Soportar colas, esperas en restaurantes atestados, más de una barbacoa, gentes con bermudas y mucha chicha al aire. Por mi parte prometo ahorrar a los demás ese espectáculo. También es verdad que habrá otras cosas: tardes de puro y toros (José Tomás, espero), mañanas a primera hora en la playa con Inés, paseos por la Nive, partidos de trinquete o de paddle, larguísimas siestas, horas para escribir y leer, algún que otro mus, alguna conversación con Fernando a la fresca de la madrugada, escapadas a librerías por donde vaya, tormentas, por lo menos un maigret bajo la parra de Arcanges, … Espero ver a unos buenos amigos polacos. Y alguien a quien quiero mucho me ha prometido un paseo en barco por Menorca.
La mejor actitud es en todo caso la del más absoluto abandono.

(Foto de la Nive a su paso por Bayona, Francia)

sábado, 26 de abril de 2008

El Papa, cristiano y judío

En el último y reciente viaje de Benedicto XVI a los Estados Unidos, en medio de sus numerosos compromisos oficiales, encontró tiempo para acudir a la Sinagoga de Park East en Nueva York. Era el día 19 de abril. Quiso estar allí con sus hermanos hebreos para desearles lo mejor para la Pessah (la Pascua) que se iniciaba justamente al caer de esa tarde.
¿Cómo no recordar a propósito de ese breve encuentro el paso por Auschwitz que hizo al comienzo de su pontificado?
Aquella visita al Läger de Oswiezim tuvo lugar el 28 de mayo del año 2006. Fue, si no recuerdo mal, su primer viaje. Sé que había estado antes en Alemania, pero esa cita la había concertado Juan Pablo II. Benedicto XVI quiso que su primer destino fuese Polonia (cuna de su predecesor), y acaso el propio campo de exterminio. En el avión de ida, comentó a los periodistas que acudía como hijo del pueblo alemán, con toda la dificultad que eso le suponía. Pronunció un discurso fuerte y contenido. Entre otras cosas, lanzó al cielo negro de Auschwitz dos preguntas que aún resuenan en mí: "¿Por qué Señor permaneciste callado?, ¿cómo pudiste tolerar esto?"
Acabo de leer el último libro del Papa publicado en español. Se titula "La Iglesia, Israel y las demás religiones", y en el primer escrito dice lo siguiente: "Desde Auschwitz la tarea de reconciliación y aceptación se ha hecho totalmente inevitable". Me preguntó si se refiere a la reconciliación y mutua aceptación de cristianos y judíos. En realidad yo creo que no. Que se refiere a la reconciliación de ambas religiones pero sobre todo a la aceptación de los judíos por parte de los cristianos. Al menos eso es lo que me gustaría creer que plantea en el fondo.
La cuestión no es intrascendente. Se trata, para mí, de la más importante en el plano personal: la necesidad de un planteamiento no excluyente del judaísmo por parte del cristianismo, o, dicho de otro modo, la plena aceptación de las raíces judías del cristianismo.
Pienso que esta es para Benedicto XVI una cuestión abierta y que él es muy consciente de que todavía hay mucho que hacer para allanar el camino que pueda llevar a esa reconciliación. Después de su discurso en Polonia fue duramente criticado por el Rabino de Roma. Al Papa le afectaron esas críticas. Al poco tiempo el Rabino suavizó sus palabras pero el Papa no se quedó del todo tranquilo. Puede que reconociese un fondo de verdad en quienes opinaron que debía de haber ido más lejos en un planteamiento como el suyo que nace de un deseo de auténtica catársis.
La gran cuestión, que por supuesto no se puede reducir a unas pocas ideas y que no puedo siquiera resumir aquí, no es otra que la que se enuncia al comienzo del libro citado: "¿Deriva esta enemistad de la fe los cristianos, de la esencia del cristianismo, de modo que, para que pueda darse una verdadera reconciliación, haya que apartarse de este núcleo y renegar del contenido central del cristianismo?"
Se me ocurren unas cuantas cosas: para los que no están en el ajo de los tecnicismos filosóficos y teológicos os diré que la expresión "esencia del cristianismo" la toma el Papa del libro de un teólogo italo-alemán que se se llamaba Romano Guardini, cuya vida y obra son para él una referencia. Pero, por eso mismo resulta paradójico que la traiga aquí a colación: ambos saben que el cristianismo no tiene una esencia sino que su núcleo duro es una persona viva en una relación trinitaria. Una persona que como es bien sabido era judío, descendiente directo de los reyes y patriarcas de Israel (cf. el inicio del Evangelio según Mateo) y, al mismo tiempo, "encarnación del Verbo" (cf. el inicio del Evangelio según Juan).
He dedicado siete años a escribir un libro sobre esta cuestión que espero que aparezca pronto publicado y que se titulará Apocalipsis secundum Kafka. Es tan sólo un inicio, un intento de dar vueltas a algo que me obsesiona. Como ha obsesionado antes a Heidegger (cuyo principal error vital fue su aceptar que Auschwitz era lo Innombrable) y a Celan y a Rothko (que se suicidaron porque no pudieron entenderlo por más que lo intentaron), o por supuesto a Kafka (que lo vio todo por adelantado).
Creo honestamente que la cuestión obsesiona también al Papa hasta el punto de que no le deja respirar. Hay que llevar ese peso con él. Estoy convencido de que tiene todavía mucho que decir al respecto y deseo con todo mi corazón que el Espíritu Santo le inspire con un viento suave que limpie las cenizas de una historia muy oscura.

jueves, 24 de abril de 2008

Notas para un diario 6


Recuerdo aquel día en Tiergarten. ¿Cómo lo iba a olvidar? Había llovido toda la tarde, pero hacía más bien calor. O al menos eso era lo que yo sentía. Primavera en pleno invierno. Una luz azul inspiraba el intenso verde del jardín. Me parecía estar cerca de un océano gris. A pesar de estar rodeados de aquella masa de árboles vivos, hablamos sin tapujos de la muerte. Y del amor que por fin veíamos despuntar en el horizonte de nuestras vidas, ya casi cumplidas, frustradas, efímeras. Cuando te pedí perdón, me cogiste de la mano, como solía hacerlo mi hija pequeña. Me sentí más sólo que nunca, pero ya no me importaba tanto. Me reconfortaba la sencillez de la situación. Pensé entonces en aquellos años lejanos en los que habíamos luchado tanto por mantenernos de pie. Yo no creí en el camino que emprendías pero no podía retenerte. No se puede cambiar la decisión de una mujer cuando la ha tomado. Me lo habías repetido cien veces. No con palabras sino con tu actitud. Digna. Fría. Hasta cuando me parecías estar más cerca, en realidad te alejabas. Si yo apuntaba en otra dirección, te enfadabas conmigo. No tenía ninguna lógica pero qué le vamos a hacer. Conozco todo lo tuyo menos tu corazón. Ha sido la única puerta que no he conseguido abrir. Y sin embargo era la única vía de acceso. Después pasó el tiempo y nos introdujimos en otras tinieblas, aún más oscuras. Nuestro paseo berlinés había liberado en un instante todos esos demonios. No lo queríamos reconocer pero allí estaban alrededor nuestro, entre las sombras tibias de los árboles verdes. Desprendían un aroma azul. El aroma de la muerte.

(La foto de Tiergarten esta tomada por Anna A.)

El fuego y la rosa de T.S. Eliot

Hay tres situaciones que a menudo parecen semejantes
pero difieren completamente, florecen en un mismo seto vivo;
apego a uno mismo y a cosas y a personas, desapego
de uno mismo y de cosas y personas; y, creciendo en
tre ambas, indiferencia
que se parece a las otras como la muerte a la
vida,
estando entre dos vidas  –sin florecer, entre
la ortiga viva y la muerta. Esta es la utilidad de la me
moria:
para la liberación más allá del deseo, y así liberación
respecto al futuro igual que al pasado. 

El pecado es lo oportuno, pero
todo irá bien, y
toda clase de cosas irán bien.

No cesaremos de explorar
y el fin de toda nuestra exploración
será llegar adonde arrancamos
y conocer el lugar por primera vez.
A través de la puerta desconocida, recordada
cuando lo último de la tierra por descubrir
sea lo que era al comienzo;
en la fuente del río más largo
la voz de la cascada escondida
y los niños en el manzano
no conocida, porque no buscada
pero oída, medio oída, en el silencio
entre dos olas del mar.
Deprisa, ahora, aquí, ahora, siempre–
una situación de completa sencillez
(costando no menos que todo)
y todo irá bien y toda
clase de cosas irán bien
cuando las lenguas de llamas estén plegadas hacia dentro
en el coronado nudo de fuego
y el fuego y la rosa sean uno.

(Trad. José María Valverde)

domingo, 20 de abril de 2008

Notas para un diario 5

Alvarete cumple 16 años. Recuerdo como si fuera ayer su nacimiento. En el instante en el que le vi, mínimo, envuelto entre las sábanas blancas y azules de la Clínica, sentí que bajaba del cielo un rayo y me rompía el corazón en dos. Un auténtico coup de foudre, acaso el más auténtico que haya sentido nunca. Algo palpable, intenso, más verdadero que yo mismo.

(La foto está tomada por J.A. a las afuera de Pamplona hace hoy una semana)

Notas para un diario 4


Conversación frente a un gin-tonic
-No te entiendo…– dice L.
-No me extraña en absoluto.
-Me da la impresión de que rechazas lo que tienes.
-Supongo que en parte es así.
-Y ¿te parece justo?
-Digamos que no lo puedo evitar.
-No estoy segura de que de verdad te lo creas.
-Me temo que cuando tengo lo que deseo, no deseo lo que tengo.
-Me parece el colmo de la inconsciencia.
-No te lo niego.
-Y no te da miedo perderlo.
-Terror.
-Explícate por que cada vez te entiendo menos.
-No pretendo llegar a una auténtica explicación, pero al menos te haré una pequeña confesión: ¿sabes uno de mis miedos más recurrentes? uno de esos miedos que al mismo tiempo es como una gran tentación, algo que no me atrevería a reconocerle a casi nadie.
-Díme, díme.
-Cuando paseo por París, cosa que hago siempre que puedo desde hace más de veinte años, suelo perseguir a los mendigos. A veces lo hago durante varias horas. Los observo. Los describo en un cuaderno. Me quedo extasiado mirando sus caras, sus gestos, los cuatro objetos que acarrean, sus abrigos costrosos, sus ojos enrojecidos por la absenta, sus muecas dementes, sus dientes negros.
-¿Por qué lo haces?
-Por que creo que algún día seré uno de ellos.
-No te lo crees ni tú.
-Pues no lo sé. Lo que te aseguro es que me atraen con la fueza de un imán.
-Y, ¿qué es lo que te atrae?
-El abandono, la soledad, el que son auténticos, la desnudez interior, el anonimato… siempre he amado a las víctimas.
-Te olvidas del frío, del desprecio, la conmiseración, la enfermedad y el hambre.
-Y el desamparo, lo peor es el desamparo.
-¿Entonces?
-Entonces no sé qué decirte: lo único que deseo es ser totalmente libre; ya dijo alguien dijo que "la mayor comprensión de la libertad era darse cuenta de que no existe".
-Me acuerdo del resto de la frase: "Una facultad que apenas nacida se da de narices consigo misma". Era Gil-Albert el que lo escribió, ¿no es cierto?
-Da gusto hablar con gente culta.
-No me tomes el pelo. Sabes que no lo soy.
-Ahora eres tú la que te haces la víctima. Pero, volviendo a nuestra conversación, ¿te convence la versión católica de esa frase? Algo que más o menos sería "la mayor libertad consiste en darse cuenta de que hay que hacer la voluntad de Dios"?
-¿Por qué me lo preguntas? ¿sabes que no practico?
-Me da igual. Me pareces inteligente y honesta y quiero saber tu opinión.
-Pues eso son palabras mayores… Ya hablaremos otro día. Veo que tienes tendencia a querer agotar los temas.
-Vamos que soy un pesado.
-No he dicho eso.
-¿Entonces?
-Entonces déjame hacerte una última pregunta: Si piensas así, como has insinuado, ¿por qué no lo mandas todo a la mierda?
-Por que siento agradecimiento hacia los que me rodean. No puedo fallarles porque tengo mucho que agradecerles.
-Eso sí que lo entiendo bien. El agradecimiento es la forma más alta de la amistad.
-Creo que contigo me está empezando a pasar eso: que te agradezco mucho que me escuches y que intentes comprenderme; esta tarde lo necesitaba.
-Ya me he dado cuenta…

(Foto titulada "Joseph", de la serie L´autre de Luc Delahaye)

Desinformación

(Foto de soldados chinos obligados a disfrazarse de monjes tibetanos para provocar disturbios en Lasa y de ese modo engañar a la opinión pública mundial)

sábado, 12 de abril de 2008

Notas para un diario 3



El lenguaje del amor
Así habla Adonai: "En cuanto a tu nacimiento, te diré que el día que naciste no fue cortado tu cordón umbilical, ni fuiste lavada con agua ni desinfectada con sales ni cuidadosamente envuelta en pañales limpios. No hubo ojos que se apiadaran de ti para hacerte ninguna de esas cosas, compadeciéndose de ti, sino que fuiste arrojada sobre el haz del campo por la repulsión que infundías el día de tu nacimiento.
Pero yo pasé junto a ti y te vi revolcándote en tu sangre, y te dije: "En tu sangre vive y crece". Creciste como una amapola en una cuneta, te desarrollaste salvaje, alcanzaste la pubertad: crecieron tus pechos y tu vello creció, y eso podía verse porque estabas desnuda y a la intemperie. Y pasé junto a ti y te vi, y he aquí que estabas en tu esplendor, en el esplendor del deseo, y extendí mi sombra sobre ti y cubrí tu cuerpo, te tomé y te amé, estableciendo contigo un vínculo. Te lavé con agua y te limpié la sangre menstrual y te ungí con óleo; te vestí con ropas hermosas, te calcé con piel, te ceñí con seda y el mejor lino; te adorné con joyas, puse pulseras en tus muñecas, coloque un anillo en tu nariz, cercillos en tus orejas y una corona en tu cabeza. Estabas bellísima y te hice mi reina"
Cuando leo la Biblia me pregunto porque no se habla así desde los púlpitos, y porque los libros "de espiritualidad" no dicen estas cosas. A mi sólo me interesa el lenguaje del Amor.
Juan de la Cruz conoció este paso de Adonai y lo expresó en el Cántico: Un pastora pregunta a bosques y espesuras si por ahí ha pasado el Amado y las criaturas contestan que mil gracias derramando, pasó por estos sotos con presura y, yéndolos mirando, con sólo su figura, vestidos los dejó de hermosura. La pastora anhela ese amor, lo busca, lo cerca y no se conforma con nada que no sea El. Por fin Adonai la encuentra, se enamora de su piel morena y yacen debajo de un manzano, en un lecho florido, beben en la interior bodega de Adonai, la pastora se entrega de hecho a sí misma, sin dejar cosa, y le promete ser su esposa, perdidiza, enamorada…
Teresa de Lisieux lo dice así: "Estaba en la edad más peligrosa para las chicas. Pero Adonai hizo conmigo lo que cuenta Ezequiel en las profecías: Al pasar junto a mí vio que estaba en la edad del amor. Hizo alianza conmigo y fui suya… Extendió su manto sobre mí, me lavó con perfumes preciosos, me vistió de bordados y me adornó con collares y con joyas sin precio… Me alimentó con flor de harina y aceite abundante… Me hice cada vez más hermosa a sus ojos y Adonai me hizo su reina… Podría repetir estas palabras que acabo de escribir y demostrar que todas, una por una, se han realizado en mí"

miércoles, 9 de abril de 2008

Alejandra Pizarnik


Todo sustituible. Todo reemplazable. Todo puede morir y desaparecer: detrás están los sustitutos, como en los parques de diversiones esos muñecos que caen a cada tiro de escopeta y son súbitamente sustituidos por otros y otros. Es decir, que no hay nada que obligue a vivir, ni nada que desobligue. Todo, o casi todo, es mentira porque cae o puede caer. Lo único que es fiel es esta sed de algo por lo que vivir. Pero tampoco lo es absolutamente puesto que está entre otras sedes y hambres y se alterna con ellas, y puede desaparecer por varios años y reaparecer.

Del Diario de Alejandra Pizarnik
(La foto está tomada en la librería Centra del carrer Mallorca)

domingo, 6 de abril de 2008

Once de Glen Hansard

Dublín. Una calle comercial del centro histórico. Un músico canta y se saca unas monedas. Canta su tristeza. Tiene el corazón destrozado por un amor imposible. Está lleno de talento y de rabia. Vive con su padre viudo. Los dos arreglan pequeños electrodomésticos. Un día conoce a una chica que le ha oído cantar. Ella vende rosas por el centro de la ciudad. Trabaja limpiando casas. Tiene una hija y una madre a las que sostener. Es checa y vive en un cuarto de un suburbio. Es música, pianista y reconoce de inmediato el talento del cantante callejero. Se conocen, se caen bien. Algunos días tocan juntos en una tienda de instrumentos en la que les dejan ensayar. Poco a poco se hacen inseparables. Comparten mucho dolor: ella también ha sido abandonado por su esposo, el padre de su pequeña niña. ¿Se enamoran? ¿Qué quiere decir eso? Se aprecian, se consuelan mutuamente, se respetan (no se acuestan ni a la primera, ni a la segunda, …) Cada uno tiene su vida, sus obligaciones, su camino más o menos trazado. Se quieren, eso desde luego. Son grandes amigos. Él llega a decir en una de sus canciones que ella le parece caída del cielo (lo mismo que Dante escribió de Beatriz en la Vita nuova: parece un milagro del cielo acá a mostrar). Cada vez se quieren más; cada vez se hacen mejores, el uno para el otro. Entre ellos hay tensión erótica. El músico le propone que se quede una noche con él; ella se enfada. No pasa nada. Ella quiere que su hija tenga un padre. Él le propone que se vaya a Londres con él. Vivirán los tres. ¿Y qué hago con mi madre?, dice ella. En ese momento hubiera deseado por encima de todo poder ser más libre, carecer de ataduras. Graban un disco maravilloso con las canciones de ambos. Cada vez se quieren más. El futuro no está escrito. Lo determinarán ellos con su elección.
Este es el argumento de una película que se llama Once, o sea, "una sola vez". Se ha mantenido el título en inglés y está ya en los videoclubs. Una película irlandesa. Los actores son los músicos. Él se llama Glen Hansard y recibió el Oscar a la mejor canción por el tema principal de la banda sonora, Falling down. Es increíble, como el resto de las canciones de la película. No os cuento el final para no destriparos nada. Yo que vosotros me apresuraría a verla.
Nosotros la vimos con Alvarete y Victoria (Poli no estaba). A la mañana siguiente los chicos me obligaron a ir corriendo a por el CD con la banda sonora. Victoria ha copiado las letras de internet y Poli ya las ha sacado a la guitarra. Llevamos dos días oyéndolas a todas horas. En el camino hacia la tienda de discos les invite a un mosto. Soy tan tonto que quise aprovechar para explicarles algo muy abstracto: lo grande que me parecía la película y en concreto en qué sentido reflejaba lo que significa Europa. Los dos miraban al techo como diciendo: vale papi pero vámonos ya a por el disco. Bueno, no sé, yo no desisto. Lo siento.

(La foto es del cuadro "La llamada" de Alejandra Caballero)

sábado, 5 de abril de 2008

Notas para un diario 2


Aforismos de la atmósfera

Entre dos personas que se aman, se crea una atmósfera

Para que exista una atmósfera, hace falta un espacio pero también hace falta tiempo; excepcionalmente, basta un instante, un punto de tiempo.

El aire de una atmósfera es la libertad

Entre dos personas, cuando viven en la misma atmósfera, se suspende el juicio moral: sólo prevalece la aceptación y el amor

Para que pueda haber poesía y juego tiene que haber una determinada atmósfera

Cuanto más intensa e íntima es una manifestación de amor, por ejemplo en el sexo, más necesario es que se cree un atmósfera

La condición para crear una atmósfera, entre dos personas que se quieren, es la desnudez

Un exceso de deseo destruye la posibilidad de crear una atmósfera

¿Puede alguien compartir una atmósfera si antes no se acepta a sí mismo?

El ámbito de una verdadera atmósfera es lo increado

¿Se puede crear una atmósfera interior sin aceptar la realidad de un Ser personal?

Las atmósferas de Peter Zumthor



He pensado mucho en qué es lo que admiro en mi amiga fotógrafa de Barcelona. Y el otro día encontré, en un libro del arquitecto suizo Peter Zumthor, una idea que me iluminó a ese respecto. El libro se titula Atmósferas (Gustavo Gili, 2008) y, entre otras cosas, dice lo siguiente: "Entro en un edificio, veo un espacio y percibo una atmósfera, y, en décimas de segundo, tengo una sensación de lo que es. La atmósfera habla a una sensibilidad emocional, una percepción que funciona a una increíble velocidad y que los seres humanos tenemos para sobrevivir. No en todas las situaciones queremos recapacitar durante mucho tiempo sobre si aquello nos gusta o no, sobre si debemos salir corriendo de allí. Hay algo dentro de nosotros que nos dice enseguida un montón de cosas: un entendimiento inmediato, un rechazo inmediato. Naturalmente, conocemos bien la respuesta en el ámbito de la música. En el primer movimiento de la sonata para viola de Brahms (Sonata nº 2 en mi bemol mayor para viola y piano), cuando entra la viola, en un par de segundos ya está ahí, y no sé bien por qué. Y algo parecido ocurre en el ámbito de la arquitectura. No tan poderosa como en la más grande de las artes, la música, pero también está ahí".
Las fotos de mi amiga consiguen reflejar una atmósfera que me acoge. Yo querría crear en este blog una atmósfera, nada más que una atmósfera.

miércoles, 2 de abril de 2008

Donación de la Colección Vidal-Huarte


Como sabéis, María Josefa ha donado su colección de arte contemporáneo a la Universidad de Navarra. Nace así un museo y un centro de investigación en arte. Rafael Moneo está trabajando en el proyecto de un edificio que albergará la colección. Una buena parte de las obras que se donan (Picasso, Rothko, Kandinsky, Tápies, Palazuelo, Chillida, Oteiza), colgaban hasta hace poco de las paredes de la casa de María Josefa y Javier en Madrid. No han dudado en donar la colección, a pesar de que les ha acompañado toda una vida. Me decía María Josefa que quiere comprar obra de artistas jóvenes para llenar las paredes de su casa. Está desprendida de las cosas. Y prendida a lo esencial. Alguien que ha pasado la vida pensando en los demás.