Me doy perfecta cuenta de que, cuando viajo a Madrid, me confino en un territorio extraño, en una parte de la ciudad que no es, en principio, a la que pertenezco. Uno de los límites (que no son sólo físicos, sino más bien psíquicos, y morales, quizás también) está marcado por la Puerta de Alcalá, convertida por mi caprichoso imaginario en una frontera, hoy por hoy infranqueable, entre el Madrid preterido (el del Barrio de Salamanca), el Madrid burgués, de buen tono, el financiero y aislado, el del ocio caro y el negocio turbio, y un Madrid distinto que, poco a poco, he ido reconociendo como propio y familiar. Gracias a un guía invisible, que me ha llevado a veces literalmente de la mano, voy recuperando un Madrid nada convencional, extranjero en muy buena medida, el Madrid del Barrio de las Letras, de Atocha y la Plaza de Santa Ana, el Madrid del oriente austria y tabernario, cuyo centro neurálgico es el Museo del Prado (el de Goya, Tiziano, Velázquez y Patinir). Ese Madrid, que comparto con los turistas chinos, se parece bastante más al de mi infancia, al de la calle Zurbano, que el que hoy puedo encontrar a ambas orillas de la Castellana (más arriba de Colón, se entiende). Si yo viviera en la capital, cosa que espero que no ocurrirá nunca, pasaría los fines de semana entre el Retiro y el Café Gijón. Sin necesidad de huir de nada. Y menos que nada de la ciudad, cuyo acogimiento a buen seguro encontraría. Procuraría que el tiempo pasase lo más lentamente posible. Me estaría más quieto que un Molinos. Entre la gente. Bebiendo un carajillo o mirando desde una ventana. Aburriéndome, a ojos vista, pero disfrutando de la luz, por dentro, de la brisa, de un poema leído y meditado en un lugar público. El Madrid de Zuñiga y de Baroja, y el que sale una y otra vez en lo que escribo. Puede que se trate de una ciudad que me he creado yo en la mente, y que acaso no exista. Mejor en ese caso. Como dice Philip Roth, en el último libro suyo traducido al castellano (Engaño, Seix Barral, 2009), llegados a una edad, un escritor "no traduce su experiencia en una fábula, sino que impone su fábula a la experiencia". Yo vivo así desde hace años. Lo mismo, exactamente lo mismo, que señala, en su artículo de ayer, Enrique Vila-Matas: "Ya veo que mañana actuaré según el designio de lo escrito y lo pensado aquí mismo…"
domingo, 29 de noviembre de 2009
miércoles, 25 de noviembre de 2009
Guerra (in)civil, literatura y memoria
Naturalmente, en un blog como éste tan sólo aparecen retales. No hay apenas elaboración. Llevo toda la vida garabateando algo así, aunque antes lo hacía en unos cuadernos negros que se amontonan en las estanterías de mi casa. ¿Sirve todo esto para algo? A mí me sirve, desde luego, pero dudo de que estas briznas puedan ser útiles a nadie más. Es lo más parecido a entrar en la cocina de otro a media mañana, cuando todo está siendo apenas despiezado. A mí me gusta cocinar bebiendo vino (os podéis imaginar mi estado a mediodía, tras un plato un poco elaborado), y con música, y me gusta tenerlo todo limpio (no sé cocinar sin pinche, además, así me siento un poco menos solo que de costumbre). Pero no creo que nadie pueda alimentarse seriamente con algo así. Empeñado como estoy en un libro sobre "la guerra nuestra" (por cierto, me parece que lo más trascendente de la política española actual es, sin ningún género de dudas, la sentencia, anunciada y eternamente postergada, sobre el Estatuto de Cataluña: empieza a resultar escandaloso este retraso, que está dando pábulo a todo tipo de excesos y salidas de pata de banco; desde aquí pido que la publiquen de una puñetera vez, y eso por decirlo finamente), no puedo por menos que interesarme por la nueva novela de Antonio Muñoz Molina. 1000 páginas. Bueno… Lo que no me gusta es el tono paternalista de las entrevistas. Me dicen que el libro está siendo un éxito. Pues me alegro por él. ¿Se trata de un éxito fácil? Tal vez. Por ahora, me quedo con el final de la reseña de Jorge Carrión (Letras Libres), cuya idea de fondo puede tener que ver tanto con el disgusto que me produce el paternalismo aludido, como con el "éxito" del libro: La posible aportación de La noche de los tiempos al cansino subgénero de la guerra civil se encuentra en la voluntad de llevar a cabo un retrato sin maniqueísmo, en que las barbaridades de la guerra sean atribuidas por igual a los responsables de ellas, miembros de cualquiera de los muchos bandos que la protagonizaron. Aunque Abel tenga una mirada un tanto machadiana, aunque defienda una visión contra-esencialista del paisaje español, aunque sea un declarado socialista, no es un fanático. Es capaz de ver, gracias a un espíritu crítico forjado en el estudio y en una experiencia determinante en la Bauhaus. No sólo sufre la violencia de las facciones conglomeradas en el bando republicano, también es capaz de analizar sus causas, para comprenderlas, no para maquillarlas. Su formación germánica, su amistad con un profesor ruso exiliado en España y su amor por una judía norteamericana amplían, además, el marco de reflexión y sitúan el caso español en el mapa global. Estilística, técnica y conceptualmente, La noche de los tiempos es una novela superior a Sefarad. Más equilibrada; con un mejor acabado. Pero ésa no es la cuestión de fondo. Porque la lectura de la novela no consigue apagar las preguntas que, (im)pertinentes laten en el fondo de la literatura de esta primera década del siglo XXI. ¿Qué sentido tiene escribir otra novela sobre la guerra civil? ¿Son necesarias esas mil páginas? ¿Tiene en cuenta La noche de los tiempos la existencia previa de Lefeu o la demolición, de Austerlitz, de Las benévolas, de Zona, de Europa Central? Si lo hace: ¿por qué apuesta por un lenguaje propio del cambio del siglo XIX al XX en vez de hacerlo por un lenguaje propio de nuestra época? Y sobre todo: ¿dónde han quedado el ejemplo de Jean Améry y de Primo Levi? Testigos directos del horror, se negaron a perpetuar la noche del realismo decimonónico para retratarlo. Por eso inventaron un idioma personal. Ésa es la única opción del arte.
martes, 24 de noviembre de 2009
Lugares donde se calma el dolor
Sigo leyendo, con entusiasmo, el nuevo libro de César Antonio Molina. Me permite ir, de ciudad en ciudad, por todo el mundo, con la boca abierta y el corazón caliente: increíble la cultura de César, es decir, la tolerancia con la que observa todo cuanto le rodea. Yo ya sabía del conocimiento que tiene de la Italia meridional, y de Roma, pero he descubierto que conoce aún más a fondo un lugar como Trieste. Si en Sicilia persigue de cerca la sombra de Lampedusa y Visconti por cada una de las piedras, salas y estancias desconocidas de mil y un palacios, en el norte serán Rilke (al que dedica unas páginas extraordinarias) o el Joyce triestino y hebraico. Como Schliemann, lo que hace es regresar a aquellos lugares y reconstruir, como el que no quiere la cosa, los estratos del proceso creativo de obras como El gatopardo, Las Elegías o el Ulises. Me atrevo a sugerir que esa puede ser la tesis de fondo de este libro, o al menos una de ellas: que el dolor (de la vida) se calma con la creación, con la entrega, la honestidad y la concentrada exposición que exige la creación artística genuina. Me he dejado, para el final, el viaje a Praga. Retraso la lectura de esa parte con delectación. De hecho, lo primero que leí no fue el paso italiano. Al contrario, me sumergí en lo más lejano: en China. Me pareció lo correcto. Recordaba la experiencia de Magris, en la segunda parte de El Danubio, para mí la mejor, en la Panonia magiar, en la que el viajero, lejos de la seguridad de la bibliografía "diligentemente consultada", deja de moverse con la desenvoltura de quien se encuentra en una tierra familiar; quería ver si, en el caso de César, aparecía la "prosa en tejanos" de la que hablaba nuestro común amigo triestino. No me parece casual que, el cuaderno de China, esté precedido de una corta, e inesperada, visita al cementerio de Montmartre. Ni me parece casual que, en el país asiático, en varios momentos, ante lo más desconocido y lejano, aparezca el recurso a la comparación con la tierra natal gallega. Ya lo había hecho en un poema escrito en el aeropuerto de Pekín, y que no me canso de recordar:Una densa niebla y una gran ventisca impiden despegar./Donde quiera que vaya: peligro y dificultades./Haga lo que haga: complicaciones y fracasos./Al igual que en Madrid pierdo el Metro,/ ahora en este otro continente/me detienen aires adversos./Envejezco en cada terminal./Envejezco en cada sala de espera./¿Adónde van a parar estas horas?/¿podré reclamarlas al final de mis días?/Como nimbo vagabundeo a merced de los altavoces./Como nimbo vagabundeo a merced de las pantallas./La azafata de información me sonríe/y me entrega una rama de sauce./T´u Lung escribió esta máxima: un buen viajero es el que no sabe a dónde va./Un viajero perfecto es que no sabe de donde viene./El el aeropuerto de Pekín el río humano de pasajeros perdidos/también se llama Eume".
lunes, 23 de noviembre de 2009
Notas para un diario 142
Trabajo. Trabajo. Trabajo. Mientras preparo, para La Vanguardia, un artículo sobre las consecuencias, en la literatura española moderna y contemporánea, de la expulsión de los judíos de España (menudo temita: a ver por donde salgo), voy pensando en lo que diré en la presentación de Algunos hombres y otras mujeres…, el magnífico libro de cuentos de Isabel Nuñez, que tendrá lugar en Barcelona el 11 de diciembre. Poco después, terminaré un escrito sobre la obra fotográfica de Anna Malagrida para el catálogo de la exposición antológica que la Fundación Mapfre prepara para el comienzo del mes de mayo. A continuación debo entregar dos textos largos para la edición de sendos libros de actas de congresos en los que participé (uno sobre la literatura de la Guerra incivil y otro sobre un pintor norteamericano). Los tengo hechos, pero hay que realizar la versión escrita. Lo mismo me ocurre con otro, tercero, sobre John Ashbery, y su Autorretrato sobre un espejo convexo, que yo mismo editaré en primavera, en forma de libro, con contribuciones de otros cuatro colegas/amigos. Prepararé estos textos a partir de enero, metido en pleno curso universitario, un curso que recomienza con el plan Bolonia (por fin se llamará tan solo Literatura) y que tengo que redefinir y perfilar. Hay tres reseñas mías pendientes de publicación en dos periódicos nacionales. A raíz de mi libro, dos fundaciones, una en Madrid (March) y otra en Niza (Treilles), me han pedido (o aceptado) dos conferencias sobre Kafka y una ponencia en un seminario de profesores que tratará sobre el sentido de culpabilidad en la obra kafkiana, respectivamente. Pero eso será para el otoño de 2010. Ahora, en cambio, me concentro en preparar la presentación, a primeros de febrero, del libro en el Call de Gerona, y también las propuestas de traducción al alemán y al francés. Ambas van por buen camino. También estoy traduciendo un ensayo sobre la autobiografía de Zagajewski, que salió hace un año en la revista Turia, y que se publicará en los Estados Unidos de América. He mandado hace poco un cuento a la revista Sibila, de Sevilla. Y estos días, varias personas leen y corrigen mi novela (La tercera persona). Me han anunciado una invitación a un programa de música de RNE (Juego de Espejos). Y he solicitado una beca para irme a Canadá cinco semanas, para después escribir un artículo sobre la Munro. Enrique Vila-Matas ha enlazado mi blog en su web. De hecho, estoy pensando en transformar este blog en una página web (que incluya por supuesto la bitácora, pero que se abra a otras cosas). Pero, con todo, lo que más me ocupa (dejando aparte los 4 niños (3 adolescentes), que más que ocuparme me descansan) es sin duda la puesta en marcha de un grupo de investigación (internacional e interdisciplinar), con más de 30 profesores, sobre el abandono de la figuración en las artes contemporáneas. Además de los siete tipos de actividades distintas que comporta, me ocupo también de no estorbar demasiado en los primeros pasos de una tesis que dirijo dentro de este proyecto. Y, por supuesto, el nuevo libro, que tratará sobre el paso de los exiliados por el Pirineo occidental en la Guerra incivil y en las Guerras Mundiales. Ocioso, lo que se dice ocioso, no estoy. Pero a juzgar por el estado de mis cuentas, tampoco se puede afirmar que esto sea propiamente un negocio. Si no es ocio, ni neg-ocio, será que estoy como siempre en una terra nullius: en un tercer estado indeterminado pero inconcuso. Conste que no me quejo ni del mucho trabajo (no sabría hacer otro), ni de la poca paga (yo mismo lo elegí). Este es mi viaje de regreso a Ítaca, y estoy encantado de que sea así, largo, moroso, humilde, aventurado, lleno de peripecias, de conocimiento y de amor, y con una dosis cierta de impotencia y de caos.
domingo, 22 de noviembre de 2009
Ceguera (espiritual)
Ceguera (espiritual)
La ceguera espiritual no proviene de las imágenes que el hombre se hace de las cosas sensibles, sino de las imágenes sensibles que el hombre se hace de las realidades inteligibles, porque la suplantación en este terreno es imposible de detectar. El peligro de ensoñación y desvarío es más fuerte a medida que las representaciones o imágenes son más perfectas y autosuficientes, es decir, a medida que tienen una mayor coherencia interna, o una mayor perfección formal. La desorientación afecta entonces a la idea que el hombre se hace de sí mismo, en la medida en que orienta su conducta según una representación determinada del bien como si se tratase del bien mismo.
(Fragmentos tomados de la Estética de María Antonia Labrada)
sábado, 21 de noviembre de 2009
viernes, 20 de noviembre de 2009
El mar
Boris, pero hay algo: yo no amo el mar. No puedo. Tanto espacio, y no se puede caminar (23 de mayo de 1926, domingo)
Boris, acabo de regresar del mar y he comprendido una cosa. Constantemente, desde el día en que por primera vez no lo amé (en la infancia lo amaba, como amaba el amor), intento amarlo, con la esperanza de haber madurado, de haber cambiado, o de que sencillamente de repente empiece a gustarme. Exactamente como sucede con el amor. Identificación absoluta. Y cada vez: esto no es lo mío, no puedo. El mismo juego apasionado (¡sin coqueteo!), flexibilidad ilimitada, intento de infiltrarme a través de la palabra (por cuanto que la palabra es más cosa que las cosas: la palabra en sí misma es una cosa, una cosa que es únicamente un signo. Nombrar es materializar (y no encarnar) y– el mismo rechazo.
Y esa inesperada beatitud que olvidas apenas has salido (del agua, del amor) -irreconstruible, inconmensurable (25 de mayo de 1926, martes)
(Cartas de Marina Tsvetáieva a Boris Pasternak, traducción de Selma Ancira. La foto es de un cuadro de Kate Shepherd, que está expuesta en Elvira González hasta el 6 de enero)
jueves, 19 de noviembre de 2009
Tratado de funambulismo
Siempre me ha fascinado la figura del funambulista, como la del torero, como la del poeta, como la del padre, como la del místico. Cuando, hace unas semanas, encontré el Traité du funambuliste (Actes Sud, 1997) de Philippe Petit (en la foto), no dudé en comprarlo. Lo abrí, y leí la siguiente advertencia al lector: No, la cuerda no es aquello que nos imaginamos. No es el universo de la ligereza, del espacio, de la sonrisa. Es una tarea. Sobria, ruda, decepcionante. Y el que no desee llevar a cabo una lucha encarnizada, plena de esfuerzos inútiles, de peligros profundos, de trampas, quien no esté dispuesto a ofrecerlo todo, a cambio de sentirse vivo, ese no tiene necesidad de hacerse funambulo. Además, no podrá serlo. En cuanto a este libro, el estudio de la cuerda no es nada riguroso. Sería inútil. He devorado el libro, y marcado una centena de sus páginas. Paul Auster, en el prólogo, cuenta que se encontró a Petit, en 1971, actuando en una calle de París: Al contrario de lo que ocurre con tantos artistas callejeros, él no se dirigía a la gente. Más bien, parecía que hubiera autorizado al público a asistir al desarrollo de su pensamiento, habernos dado acceso, al fondo de sí mismo, a una obsesión inarticulada. Pero no había nada abiertamente personal en lo que hacía. Todo se revelaba como una metáfora, como en un segundo grado, por la mediación de la representación.
miércoles, 18 de noviembre de 2009
FlashBacks
1. En pleno debate sobre la autoría de El Coloso de Goya, Valeriano Bozal ha tenido el buen sentido de reeditar, en la Balsa de la Medusa (2009), su espléndida monografía sobre las Pinturas negras de Goya. Al corpus de la edición previa, de TF, además de algunos añadidos y de una introducción, Bozal, y es sin duda lo más sobresaliente de este acontecimiento editorial, ha redactado de nuevo (tras varios trabajos previos en el mismo sentido) una parte final sobre la influencia de Goya en los orígenes del arte moderno (entiéndase contemporáneo). No me lo perdería. Bozal estrena, o casi, en el ámbito de la plástica, un nuevo concepto de influencia, que tiene que ver con la apertura de horizontes, o de mundos, y con lo que él llama la intención (no del autor, sino de las pinturas mismas). Un ejercicio interesante de comparatismo, lo más parecido a las relaciones de intertextualidad, tal y como las entiendo. En una palabra, se trata de asociar unas cosas con otras por elección afectiva y significativa. Estoy de acuerdo en que la aportación de Goya tiene más que ver con el modo en el que despliega esos mundo (un modo inmanentista, con una visión nihilista del tiempo), que con la originalidad de esos mundos.
2. Por cierto, de las dos atribuciones de autoría recientes, y más sonadas, aludidas en este blog, además de la que se refiere a El Coloso (Bozal dice que a su juicio la cuestión no ha hecho más que comenzar), parece descartada la del autorretrato de Miguel Ángel.
3. Veo con alivio que Gredos sigue publicando nuevos volúmenes de la Biblioteca Clásica (¿para cuándo la edición de las Confesiones de San Agustín?). Acaba de aparecer Las leyes de Cicerón (es el número 381). En estos tiempos en los que el desprecio a la ley es manifiesto (hay piratas en el Índico, y en el seno de las más altas instituciones también), yo les daba a los diputados un cursillo de 10 días (que es lo que han empleado en formar a los nuevos guardatuneros) y les hacía copiar a mano el texto de Marco Tulio. Tiempo les sobra. Y, en un plano aún más decisivo, y para los que no se dan cuenta de que nuestro sistema jurídico es inseparable de un sistema material de valores, o sea que las leyes de la mayoría pueden ser radicalmente injustas cuando tocan los fundamentos de la vida humana, les copio dos frases tan breves como elocuentes, ambas del Libro I: "Lo más absurdo es considerar que es justo todo lo que se ha sancionado en las instituciones y en las leyes de los pueblos". "Si la naturaleza no va dar firmeza al derecho, se suprimirían todas las virtudes… porque no existe ninguna justicia en absoluto sino lo es por naturaleza, y la que se establece por mera utilidad será pronto echada abajo por otra utilidad de signo contrario". Para la tranqulidad de las mentes laicas (como es la mía, por cierto), hay que señalar que la defensa de una determinado concepto de naturaleza humana, en el que se fundamenta cualquier posibilidad objetiva de defensa de la dignidad inherente a todo hombre, no es propiamente un invento cristiano.
4. Una persona me sugería, a propósito de la distinción (sucesiva, no excluyente) entre conocer y reconocer de la que hablaba hace pocas entradas, la importancia del des-conocer. Y lo hacía, claro (?), aludiendo a la Nube del Desconocimiento. The Cloud of The Unknowing. El tratado anónimo del siglo XIV. La primera vez que me encontré con este texto inglés fue estudiando los Cuatro Cuartetos de Eliot (nadie como él ha asociado textos e imágenes en sus obras; yo querría ser un mero aprendiz del viejo gato). And you see behind every face the mental emptiness deepen/Leaving only the growing terror of nothing to think about;/Or when, under ether, the mind is conscious of nothing–/I say to my soul, be still, and wait without hope (Burnt Norton, III). La caída, el vaciamiento nunca suficientemente reforzado, el terror ante la nada, y el tipo de consciencia, pasiva, que se desprende, cayendo, de ese terror. L´autore de la Nube sa dunque andare al cuore delle cose. Nella dimensione dell´esere, ma anche, dell´esistere. Conocer, reconocer y des-conocer se funden en la noche. Apenas se entrevé algo que no es. Recuerdo (a propósito de la bellísima foto que encabeza esta entrada) una frase de un místico del XX, que te la dedico a ti: La nebbia è l´opposto dell´astratto. E´l´ogetto totale.
5. A primeros del mes de agosto hablé, con ligereza, de un escritor al que admiro. Recientemente me lo encontré y me afeó la conducta. El modo en el que lo hizo, el valor de sacarme el tema sin ningún rubor, y sin la menor violencia verbal, todo lo contrario, pero queriendo que la verdad prevaleciese, revelaban las formas inequívocas de la inteligencia y de la humildad. Mi admiración no ha hecho sino crecer, desde entonces.
6. Estos días no he parado de dar vueltas a la frase de Agustín, según la cual Dios que nos creó sin nosotros, no nos salvará sin nosotros. Nunca la había entendido. No me entusiasman las paradojas. Pensaba que se refería a una especie de opción fundamental final, del concurso necesario de la voluntad propia, por muy inspirada que ésta deba de estar, según el dogma católico, por la Gracia. No digo que no tenga que ver con eso, pero creo que se refiere a otra cosa de modo principal. Dios que te ha creado sin ti: que te ha hecho así, por temperamento, que ha permitido unas circunstancias conformadoras en tu vida, no te salvará sin tenerlo todo en cuenta. Es más, te salvará desde ese modo de ser tuyo (en el que no has participado más que como un mero actuante entre muchos otros), por ese modo de ser tuyo, con todas sus debilidades e imperfecciones, amadas por Él, queridas por Él, para ti. Eso es lo que puede querer decir que no te salvará sin ti. A eso me refería, Isabel.
martes, 17 de noviembre de 2009
lunes, 16 de noviembre de 2009
Notas para un diario 141
Para Menchu G.
¿Qué es más importante: conocer o reconocer? Seguramente lo primero es más difícil pero lo segundo más decisivo. Con muchas cosas ocurre así. Sólo un golpe de inspiración permite el primer acercamiento, el paso imposible del 0 al 1. Después puede bastar con la atención: el canal está dragado, la antena dispuesta, el disco duro instalado. Eso me ha pasado con algunas de las intuiciones de las que hablé en el libro de Kafka, que después he podido reconocerlas aquí y allá. "El redentor, el que lleva en sí la culpa, regresa a través de la nada; el proceso de metamorfosis hacia lo grotesco, lo desfigurado; la palabra-cara tartamudeando, lo contorsionado; regreso al niño, a la piedra; a la nada-objeto nulo". Impresionante texto de La sentencia de Brigitta Trotzig (en la foto). El arte del intertexto es un arte difícil también, pero ahí está todo, lo esencial de la lectura, la posibilidad de la asociación significativa. En un sistema, como el nuestro, de coherencia textual, no hay muchos más caminos. Redención/culpa, regreso/nada, metamorfosis/lo grotesco/la desfiguración, palabra/rostro, voz/desfigurada, regresión ontológica. La mera enunciación de la materia sustantiva nos pone directamente frente al Sacrificio. Ajmátova lo vio, Kafka lo vio. Y Bacon, y Music, y otros. Lo que nunca sabremos es cuantos de entre ellos lo reconocieron. Es el secreto de los secretos, bastante tiene uno con lo propio. Eso ya es el rito, que supera el texto, o mejor, que implica su cumplimiento. La Trotzig lo ha visto, ha sabido enhebrar la gramática de la transfiguración, que está en la base de toda la teología (y de la metafísica) judeocristiana. Me pregunto estos días si ésta es también la forma oculta de la decisión moral: primero la inspiración luminosa y después la acción negra/sangrante/aniquiladora. Conocimiento y reconocimiento, o sumisión a la cosa (que es el amor). Reducción a la condición inanimada (la planta que no se sabe si está muerta o viva, la semilla), al despojo. Y después, quizás, el paso, el cambio de gusano a mariposa. Y a vivir, pero sólo un día, como mucho dos.
domingo, 15 de noviembre de 2009
Notas para un diario 140
En la edición de El País (Babelia) de ayer, leo (además del artículo de Enrique Vila-Matas sobre el último Joyce: yo no tengo la menor duda de que Enrique es el "mejor lector" y que nadie, al menos en España, habla de literatura, y de libros, como él) esta frase: "El psicoanálisis nos ha convencido de que nuestra identidad es el drama eternamente representado de unas cuantas desgracias de nuestra infancia más lejana. Revivimos quejumbrosamente agravios del pasado con la misma mezcla de complacencia y masoquismo con que un nacionalista invoca el ultraje de las batallas perdidas hace unos cuantos siglos". ¿Complacencia? ¿Masoquismo? Así como suena, y de la mano de Muñoz Molina quedan hermanados (y descalificados) el piscoanálisis y el nacionalismo, en lo que para mí es un ejercicio de todosofía (nótese que la frase está escrita, si yo lo entiendo bien, en una suerte de estilo indirecto libre, y que no se sabe si el articulista glosa el pensamiento de alguien, o, como así realmente lo parece, además de resumirlo, lo propone como ejemplo de pensamiento salutífero). Con dicha asociación de ideas (psicoanálisis-nacionalismo) estaríamos ante un ejemplo de lo que mi amigo Javier Gomá ha estudiado como la contradicción moderna que consiste en unir, de un modo fatal, la tendencia al individualismo subjetivista con las estructuras colectivizantes que han finalizado históricamente en las formas políticas totalitarias. Algo de eso trató Javier de explicar en un "programa de libros" de la televisión que tuve que ver hasta el final (por lealtad, ¿o fue solidaridad?, hacia Javier) en el que había un señor empeñado en afirmar, una y otra vez, que él detestaba a Proust (¡y nosotros sin saberlo!: en realidad, aunque el Occidente europeo no se había enterado, el escritor de verdad, entre los de nombre Marcel, es Schwob, y no ese latoso que (se entiende que a diferencia del propio señor que lo anatemizaba) no sabía lo que lo hacía con la pluma). Otro, no menos encantado de haberse conocido, condescendió con Rousseau, al que Gomá procuraba sin el menor eco encuadrar en el sitio que le corresponde, y con toda solemnidad eufónica (era un señor de esos que sabe idiomas y que le encanta dejarlo bien patente), salvó, de toda su obra (y nosotros sin enterarnos tampoco de esto), una frase, dadá según el prócer, referida al futuro de los pueblos que comen pescado. Con el resto de la obra del pensador ginebrino se podía muy bien hacer un hatillo y tirarlo al mar. Pero no voy a esos pormenores, que me aburren profundamente, sino a otra parte del artículo de Muñoz Molina en el que hace un elogio de un tipo de libros que pertenecen "a un género admirable, tan poco cultivado entre nosotros, que mezcla la autobiografía y la erudición, el amor por la literatura y por la divulgación científica, un dejarse llevar por la materia que lo entusiasma a uno con franca curiosidad y puro deseo de saber, sin ir cargado con el fardo verboso de la egolatría". Buena definición. A mí también me entusiasman esos libros. Se refiere a dos de ese "género": Rapt. Attention and The Focus Life de Winifred Gallagher, y Book of Silence de Sara Maitland. Voy a por ellos a La Central. El valor del silencio (cuando lo que nos rodea son espectáculos televisivos y journaliers como los que me he referido), de la atención al presente y al otro, a lo que merece la pena, fuera y dentro de nosotros, la persuasión, en una palabra. Precisamente, Xavier Pla me dejó hace poco una obra maestra que responde a esas características de un modo ejemplar, y que estoy leyendo estos días: The Dominion Of The Dead, de Robert Pogue Harrison. Y me ha llegado también (a ver si esta semana puedo zambullirme a placer en sus 700 densas páginas) el nuevo libro de César Antonio Molina, Lugares donde se calma el dolor (Destino, 2009). Pienso de antemano que también se le pueden aplicar al libro de César los elementos de la definición propuesta más arriba: amor a la sabiduría y a la literatura, un franco dejarse llevar, una mezcla de autobiografía y erudición, carente de egolatría.
sábado, 14 de noviembre de 2009
viernes, 13 de noviembre de 2009
Parábola/Distancia
Parábola (Enseñanza en parábolas)
Esencia de la parábola: palabra espaciosa, acogedora, en la que se puede entrar, de la que se puede salir. "Si alguien entra por Mí, será salvado; entrará y saldrá, y encontrará pastizales" (Jn, 10,9). Palabra no parcial, sino habitable: palabra-paraíso. "Si permanecéis en Mi, y mis palabras permanecen en vosotros" (Jn. 15,7).
Distancia (Amor y distancia)
No amamos bien sino a distancia. No amamos bien sino con la distancia adecuada. Demasiado cerca, nos ahogamos. Demasiado lejos, sucumbimos. La distancia del amor es el infinito: aquella en la que Dios mismo se mueve, y en la que nos movemos entre nosotros cuando nos amamos en Dios. Por que las Tres Mismidades se aman a Distancia, y esa Distancia en ellos es infinita, de ahí que Ellos sean Infinitos.
(De François Cassingena-Tréverdy, Étincelles, Ad Solem, 2004. La foto es de un tapíz de la cultura Nasca, de los Andes Centrales, del 200-440 d.C).
jueves, 12 de noviembre de 2009
Ludwig Wittgenstein
Leo, en La familia Wittgenstein (Lumen, 2009), el espléndido ensayo biográfico de Alexander Waugh (de casta le viene al galgo; su libro sobre los suyos, Fathers and sons es otra joya: ¿nadie se anima a publicarlo en castellano?), el episodio de la trouvaille que hizo el filósofo de la idea de Dios, en plena estadía en el frente polaco, a través de la lectura del Evangelio abreviado del conde Tolstói. Impresionante relato. Lo que yo no sabía, o en lo que no había caído, es en el paralelismo que existe entre el prólogo del Tractatus y el opúsculo del ruso (de la que por cierto existe una edición impecable en castellano de KRK del año 2006). Lo más relevante, eso lo sabe cualquiera que haya tenido que componer de verdad un libro, es la forma, y aquello a lo que la forma lleva misteriosamente de la mano, en este caso el hecho de que ambos libros estén compuestos de una serie numerada de aforismos, unidos según una lógica estricta y esencial. Waugh propone como ejemplo del paralelismo formal, los comienzos de ambos libros:
Evangelio abreviado:
1.1. El entendimiento de la vida se ha convertido en fundamento y principio de todo.
1.2. El entendimiento de la vida es Dios.
1.3. Todo lo que vive vino a la vida por el entendimiento. Y sin él no puede haber nada vivo.
1.4. El entendimiento da la verdadera vida.
1.5. El entendimiento es la luz de la vida.
Tractatus:
1. El mundo es todo lo que es el caso.
1.1. El mundo es la totalidad de los hechos, no de las cosas.
1.11. El mundo viene determinado por los hechos, y por ser estos todos los hechos.
1.12. Porque la totalidad de los hechos determina lo que es el caso y también todo cuanto no es el caso.
1.13. Los hechos en el espacio lógico son el mundo.
Y, ahora, el centro de una misma lógica esencial:
Evangelio abreviado:
7. La vida temporal, carnal, es el alimento de la verdadera vida.
8. Y por eso la verdadera vida no está en el tiempo, sino en el presente.
9. El engaño de la vida está en el tiempo: la vida presente y futura oculta a los hombres la verdadera vida, la auténtica.
Tractatus:
6.4311 Si por eternidad se entiende no una duración temporal infinita, sino intemporalidad, entonces vive eternamente quien vive en el presente. Nuestra vida es tan infinita como ilimitado es nuestro campo visual.
(La foto de una parte de la familia Wittgenstein está tomada hacia el año 1917, tras la transformación del genio austríaco)
miércoles, 11 de noviembre de 2009
Fritz Zorn
En el libro de Manguel sobre Borges (Chez Borges), una pieza maestra y boswelliana, se cuenta que el maestro tenía en su dormitorio, un aposento espartano, una reproducción de Ritter, Tod und Teufel, el grabado de Albert Dürer. "¿En qué borrada/noche o mañana antigua descubrieron/mis ojos la fantástica epopeya,/el perdurable sueño de Durero/El héroe y la caterva de sus sombras/Que me buscan, me acechan y me encuentran?", escribió después en uno de los dos sonetos que dedicó al cuadro. Pocas figuras, de nuestro imaginario colectivo, han dado tanto juego ecfrástico como el grabado de 1513. Dürrenmatt lo menciona en La Sospecha y Leonardo Sciascia le dedica un libro entero (Il cavaliere e la morte), el último de los suyos, acaso el más logrado de entre su extraordinaria producción. A Sciascia lo que más le impresionaba, como a mí (kafkianos ambos), era el castillo inalcanzable que asoma en lo alto. El hecho de que un personaje femenino de esta sotie se llame Zorni, aunque no sólo eso, ha hecho pensar que Sciascia conocía bien el libro titulado Bajo el signo de marte (Mars en alemán), publicado en 1977 en el ámbito germánico. Este último volumen, firmado con un enigmático pseudónimo, Fritz Zorn, se editó en Italia años más tarde con el título de su tercera parte: "El caballero, la Muerte y el Diablo". ¿Lo tuvo en cuenta el de Regalpetra a la hora de componer su roman noir? ¿Quién sabe? Personalmente así lo creo. Bajo el signo de Marte. Recordaba tales coincidencias al tener entre mis manos esta obra maestra del malditismo que acaba de reeditar Anagrama, ahora con dos textos de Conte y Azúa, además del historial de libro (yo pienso que forma parte indisociable del texto) del escritor alemán Adolf Muschg.
martes, 10 de noviembre de 2009
Hallelujah (Cohen/Keren Ann)
A estas alturas, ésta debe de ser la cuarta o quinta versión de la canción.
Notas para un diario 139
Yo por mí soy nada, verdadera nada… Es preciso intentar de vez en cuando concebirse y sentirse no siendo. De este horror se saca temor de Dios y esperanza… No seas como los niños, que cierran los ojos para que no se les vea… Si la nada me aterra, he de aprender a conocer mi propia nada para aterrarme de mí mismo, y ponerme a labrar en mi nada el hombre nuevo, el de la gracia, el del ser…
Palabras de otro, palabras exactas, palabras para ti que te ha tocado limpiar todo esto con lejía y muerte.
(Fragmentos del Diario íntimo de Unamuno; la foto es de un cuadro del pintor Luis Marsans)
lunes, 9 de noviembre de 2009
I Shall Be Released (Dylan/Jones)
A veces hay cosas, personas, canciones, que te hacen seguir hacia delante; a veces hay realidades ante las que uno se inclina, a las que uno se agarra para tomar algo de su fuerza y de su profunda belleza. A veces uno va directamente a los fundamentos de la cosa.
État d´âme
En el curso de un intercambio de correos, terapéutico, o, mejor aún, catártico, mi amiga M. me envía con esta foto un texto de la poetisa sueca Brigitta Trotzig. Enseguida me doy cuenta de que no puedo guardármelo para mí, a tal punto refleja a un mismo tiempo su capacidad de comprensión y el estado exacto de mi alma: Se puede vivir como si no existiera nada. El tacto y el sentimiento se petrifican. Las caras desaparacen. El instinto de la muerte es muy fuerte. Del olvido. Sobre "el país del olvido"–una comarca muy peculiar. Allí el otro ya no existe, su cuerpo ya no está, las sombras ya no están. Como si todo existiera a medias, una alteración de la mirada. Ahora se vive bajo la dulce luz de la no-memoria, el espejismo de la inmutabilidad, infancia, aquí se hace tanto silencio y todo es tan irrevocable, una dulzura y una falsedad pero una dulzura. El cuerpo y el país del instinto de la muerte. Pero de una forma incomprensible un rostro vivo de la muerte se libera del caos de las sombras, es el Angelus Novus que según Walter Benjamin viene con los vientos del paraíso. "El terror es la primera forma de revelación de lo nuevo". Sólo una cosa más. Supongo que no hace falta aclarar con cuál de las dos figuras de la foto me identifico plenamente.
domingo, 8 de noviembre de 2009
Beim Schlafengehen (H. Hesse/R. Strauss/Renée Fleming)
Hablábamos ayer, entre otras cosas, de esto. Al dormirse, un poema de Hesse: "Y el alma, borrada/quiere volar con sus alas, libre/para vivir profundamente y mil veces/en el círculo mágico de la noche", que inspiró la tercera de las llamadas cuatro canciones, últimas (la última en realidad es Malven), de Richard Strauss, escritas después de la guerra, canciones que nunca se interpretaron en vida del compositor y que han sido consideradas como su testamento poético. De las muchas versiones que existen (Elisabeth Schwarzkopf, Jesse Norman, Kiri Te Kanawa), yo es la que prefiero.
sábado, 7 de noviembre de 2009
Notas para un diario 138
"Hay en medio del bosque un claro inesperado que sólo puede ser encontrado por el que se ha perdido. El claro está rodeado por un bosque que se ahoga a sí mismo". Éste verso, de Tomas Tranströmer, me vino a la mente ayer, al recibir tu mensaje, ese largo mensaje de una serie que se va prolongando ya, de mensajes que espero como hacía tiempo que no esperaba la palabra de alguien, a pesar de que los últimos parece que se han ido adentrando en lo más profundo del bosque, o sea, en alta mar. Esta otra imagen también pertenece a la poesía de Tranströmer, y yo la usé en el título de uno de mis libros anteriores (un libro del que lo mejor era el título que como te digo no era mío). En cuanto nos hemos querido dar cuenta, nos hemos puesto a hablar del bosque y del miedo. Tú me has hablado del miedo a cosas visibles (la muerte, la violencia, la pobreza, la exclusión, el anatema), pero en el fondo de lo que estamos hablando, en realidad, late otro miedo invisible y de una especie completamente distinta. Un miedo metafísico. Y moral (siento que esta palabra haya caído en el desprestigio, pero no encuentro otra para referirme a la distinción entre el bien y el mal. El mal ese que no queremos pero que sin embargo hacemos; el bien que, aunque lo anhelamos, nunca lo alcanzamos). El tipo de miedo que se puede experimentar cuando te pierdes en mitad del bosque de la vida ("En mitad del bosque de la vida sucede que llega la muerte/a tomarle medidas a la persona. Esta visita/se olvida y la vida parece que continúa. Pero el traje/se va cosiendo en silencio). A eso sí que le tengo miedo, además porque en el fondo estoy completamente perdido, aunque tus palabras me estén llevando de la mano, al menos por un rato. Me pregunto a cada paso, al pisar las hojas muertas, y oler la esencia de su vida que muere, que he hecho yo para merecer tus palabras. Unas palabras que me abren, dedo a dedo hasta abrir del todo mis puños, a pesar de que mi miedo tiene que ver con la belleza. Todo es muy raro, pero en esa música de Strauss de la que hemos estado hablando hay algo que, en su belleza, me desconsuela. No hay escrúpulo. Hay directamente un miedo a lo "demasiado" bello, a lo que no mide y contiene su belleza. A lo que no se recata y se cuestiona a sí mismo en un constante dudar. Miedo a que asome, como de hecho así fue, en el tercer reino, entre el ser y el tiempo, el rostro de Medusa. ¿Es la polifonía? Quizás. El terreno de la infinita sensibilidad universal, del que hablaba Wagner. Yo, que no he salido, ni quiero salir, de la retama de Mambré. Hay más cosas, ya lo sé, pero… ya las iremos hablando poco a poco, porque espero que no se te ocurra dejarme ahora, en lo mejor/peor, sólo de nuevo en el bosque. "Nosotros en realidad no lo sabemos, pero lo sospechamos: hay una vida que es como un barco gemelo a la nuestra, que sigue una ruta totalmente distinta. Mientras el sol arde tras las islas" (T.T).
Y gracias por la foto. Sólo tú me podías haber mandado esa foto, plena de belleza y contención. Gracias también por hablarme de tu madre. Al final, vas a empezar a conocerme…
jueves, 5 de noviembre de 2009
Siempre, y para siempre (Francesco de Gregori)
Sempre e per sempre: palabras demasiado grandes, quizás, pero cuando se ha partido de cero, de la desesperanza y hasta de la nada, y en cierto sentido se ha resurgido de las propias cenizas, al soplo de alguien, cuando no se esperaba ya nada, o casi, y de repente se encuentra uno con el todo, con el milagro y la promesa de la plenitud, el agradecimiento, ese giro del alma que nos hace renacer, acaso el más noble de los impulsos que nacen de muy adentro, con el deseo y la necesidad de perdón, entonces, aunque sea en bajo, discretamente, se puede decir, como una oración, como una súplica, esas palabras: siempre, para siempre…
miércoles, 4 de noviembre de 2009
Presentación Kafka hoy en Barcelona
Hoy miércoles día 4 de noviembre, a las 19:30, en laLlibrería Central de la calle Mallorca 237, tendrá lugar la presentación en Barcelona del libro Kafka y El Holocausto(Trotta, 2009). Sergio Vila-San Juan (Culturas de La Vanguardia) moderará un diálogo entre Nora Catelli(Universidad de Barcelona) y Xavier Pla (Universidad de Gerona). Yo también diré algo. Estáis todos más que invitados, es más: os rogaría que fueseis, y que además invitarais a quien creáis que pueda interesarles el acto, y el libro. Al final, se ofrecerá una copa de vino. Creo que estaremos entre amigos.
lunes, 2 de noviembre de 2009
All Souls
El gran escritor de la muerte, en el último siglo, y no sólo en España, para mí es Unamuno. Pero de la muerte en relación con la vida. Con su poderosa mente conceptista, lo dejó sentenciado en estas cuatro fórmulas: a) se nace y se muere vivo, b) se nace y se muere muerto, c) se nace vivo para morir muerto y d) se nace muerto para morir vivo. Ahí hay materia para pensar hasta que te duela la cabeza. Unamuno nunca supo a que carta quedarse. La gran imagen literaria la obtuvo, en pleno destierro parisino, de Balzac (y de su Peau de chagrin). Paseando por un Sena que convierte significativamente en un espejo, su personaje abre un libro, en uno de esos puestos, y lee esta frase: "Cuando el lector llegue al final de esta dolorosa historia se morirá conmigo". Como la piel de zapa, mágica, que procura a de Valentin todo cuanto desea pero al precio de contraerse y ahogarle. La muerte y la vida, y la literatura como un viático, casi una acelerador de la muerte, un anestésico. Es terrible la imagen, y lo que ha influido en tantos, por ejemplo en Borges. Unamuno es coetáneo de Kafka, de Michesltaedter, de Ibsen, de Rilke. Una misma generación poderosa, luminosa y tenebrosa a la vez. Los que habían aprendido a leer en Niezstche, en Kierkegaard, en Schopenhauer, en la Biblia, claro. Personalmente a mí me interesan más los muertos que la muerte. Soy más anglófilo en eso (he seguido a Newman, a Lewis, pero también a poetas como la Dickinson, et tant d´autres) Como al Joyce del famoso cuento inmortal. Me parece una perspectiva mejor, la de los muertos (que la de la muerte) y el mensaje que los muertos, all souls, nos traen en una noche como la de hoy.
domingo, 1 de noviembre de 2009
Islands In The Stream (Dolly Parton/Kenny Rodgers)
Bueno, pues sí, lo confieso, me encanta esta canción. Los de mi quinta, bailamos con ella, como locos, miles de veces, por muy hortera que sea. Mi hija Inés (siete años) dice: "Papá, es horrible, es de los setenta, qué horror, como tú" (eso es lo que pasa por tener otros tres por delante). Lo que me faltaba. Comprendo que él es lo que llaman en mi tierra (de adopción) un buen mozo, alguien para llevarlo del brazo a Misa de 12. Y ella, Dolly Parton, qué decir, es inefable: qué matices en la voz y elsewhere. Pues a mí me encanta. Está llena de vida y quería compartirla CON TODOS.
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