martes, 12 de mayo de 2009

Cortázar

Hace poco tiempo traje a este blog un espléndido libro de Fernando Savater sobre Jorge Luis Borges. Es una introducción al genio argentino, y es mucho más que una introducción. Me gustan esos libros, sencillos de leer y difíciles de escribir (hace falta lo que no se ve del iceberg: una vida de lecturas y meditación detrás), en los que alguien se encara con la obra de otro al que admira con inteligencia y conoce con pasión. Libros que están bien escritos y que, si tuviera que establecer en el archivo de este blog una etiqueta precisa, no dudaría en llamar Invitaciones a la lectura. Ahora, cuando acaba de salir Papeles inesperados, un volumen con la obra póstuma de Cortázar, del que habla con su perspicacia habitual en su blog Lauren Mendinueta (os remito a ella), y cuando podemos disfrutar, gracias a la impagable labor que realiza Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg de unas obras completas verdaderamente cuidadas, reaparece en las librerías españolas un libro, pequeño, humilde pero justo y acertado, de interpretación de la obra del no menos genial autor de Rayuela. Se titula Imagen de Julio Cortázar, y lo firma Ignacio Solares (un profesor de filosofía de la Universidad de México). Menos descriptivo que el libro de Savater, el trabajo de Solares ofrece una interpretación completa, matizada y verosímil del conjunto de la poética cortazariana, y lo hace entorno al concepto de otredad. Partiendo, como lo hizo el propio autor estudiado, de la intuición rimbaudiana de que el yo es otro, Solares rastrea en cada rincón de la obra las huellas de una visión que, partiendo del sueño, reconstruye una nueva vida, una ciudad propia, en la que las leyes que la rigen son de naturaleza otra, de esencia estrictamente poética y transcendental. Lo he leído de un tirón, con el mismo placer con el que se lee el mejor relato, y al terminar, eran las tres de la madrugada, no sé porqué, me he visto obligado a releer tres veces aquel último poema de Hesse escrito poco antes de su muerte en el verano de 1962, y que se titula Ein Traum, Un sueño: Salones que cruzamos con timidez/un centenar de rostros que desconocemos/Con lentitud, una tras otra/las luces palidecen./Allí cuando su brillo se hace gris/cuando se niega a atardecer,/un rostro me parece familiar,/la memoria del amor encuentra/conocidos los rostros/que antes fueron extraños./Oigo nombres de padres,/hermanos, camaradas/así como de héroes, de mujeres, de poetas/que yo reverencié cuando muchacho./Pero ninguno de ellos/me concede siquiera una mirada./Con las llamas de una vela/se desvanecen en la nada/dejan entristecido el corazón/sonidos de poemas olvidados,/oscuridad, lamentos/ en torno de los días ya encauzados/en leyenda y en sueño/de una luz disfrutada alguna vez. Sé que a Julio Cortázar le hubiera gustado este poema.

2 comentarios:

Lauren Mendinueta dijo...

A mí también me gusta el poema

Adelarica dijo...

A mí es lo que más me gusta de Hesse, aunque pienso que era realmente un escritor y una persona libre.