No me puedo olvidar de una cosa que me sucedió en Cracovia. Acudo a la Basílica de Santa María, en la Lonja de los Paños, con la necesidad imperiosa de confesar. No tengo tiempo: mi avión sale para Bruselas apenas dos horas más tarde. Entro agobiado y acudo a un sacerdote joven que se haya entregado al Libro de Horas en un confesionario. Hablamos en inglés con toda fluidez, pero se niega a confesarme. Lo dice sonriendo, sin inmutarse. Le pregunto que porqué. Me dice que no habla inglés. "Pero si estamos hablando, será una confesión tan sencilla como necesaria". Sí, no lo dudo, añade, pero no puedo hacerlo. "¿No puede o no quiere?" Me sonríe con una pizca de maldad. La maldad de quien, teniendo en su mano las llaves, se niega a abrir la puerta. Me quedo muy tranquilo, pero triste al mismo tiempo por ese sacerdote que desconoce la carga tremenda que se echa sobre sus espaldas.
8 comentarios:
Urgencia misteriosa para mí, y una pregunta: una vez confesado lo que te abruma, ¿desaparece para siempre la culpa con la absolución o el efecto es limitado, momentáneo? O cuando te absuelven, ¿te absuelves tú también?
Me gusta la foto.
Debió verte inocente, libre de toda culpa... bueno, vale, cara de buena persona. El recuerdo es muy emotivo. Gracias por compartirlo.
Buena pregunta.
Perdona que no te haya contestado antes, pero no he podido. Últimos días de clase.
A los que les perdonéis los pecados, les serán perdonados (Jn 20,23; Mt, 16,19 y 18,18).
La dimensión temporal de la absolución, si viene de Dios a través de Cristo, es eterna, o mejor, está fuera del tiempo, en el tiempo de Dios, en la lógica de Dios, en su palabra creadora.
Esa palabra, a la que el sacerdote presta sus labios (éste en concreto no quiso hacerlo y me pregunto porqué), opera lo que dice; esa es la diferencia entre nuestra palabra (inconsistente e ilusa) y la Dios (firme y creadora).
Ego te absolvo. No sólo se anuncia el perdón, sino que se produce en efecto.
La urgencia tenía que ver con dos cosas, pero sólo debo hablar de una de ella: la mañana anterior había estado en Auschwitz y tuve la convicción radical de que aquello había ocurrido también por mi culpa.
Dicho sea todo esto desde el corazón del mysterium fidei.
Comprendo el sentimiento de culpa de la visita a Auschwitz; son cosas que he sentido a veces. Y en cuanto al resto, me maravilla esa fe, pero ya te dije que yo siempre me sentía como el protagonista de Graham Greene en The End of the Affair al final del libro...
Muy bien, Álvaro, dé caña al clero... cada vez está más claro que necesitamos que nos zarandeen, hasta ponernos en nuestro sitio.
QUERIDO JOSE ANTONIO: NO ERA MI INTENCION DAR CAÑA AL CLERO; ESO SE LO DEJO A OTROS. YO REVERENCIO LA FUNCION SACERDOTAL Y PRECISAMENTE POR ESO ME PARECÍA IMPORTANTE CONTAR ESE HECHO DOLOROSO Y AL MISMO TIEMPO CIRCULAR, O AUTORREFERENCIAL, MEJOR DICHO
MAGDALENA: GRACIAS PERO NO CREO QUE FUESE ASÍ, TU LECTURA ES BENEVOLA PARA MÍ, COSA QUE TE AGRADEZCO, PERO ME TEMO QUE NO FUE ASI LO OCURRIDO
Álvaro. Ya sé que reverencia a los sacerdotes y que los trata muy bien. Por esa razón, agradezco un post como el de ayer. Me fío de su visión. Creo que puede ayudarnos mucho y desinstalarnos bastante.Un día -quizás en el irrumpir escatológico haya alguno sin exámenes- le preguntaré qué espera de los levitas del 2009. Buen fin de semana,
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