Una promesa cumplida, por fin
Prometí que iría consignando algunas perlas de Negro sobre Negro de Leonardo Sciascia. Y voy a hacerlo, antes de irme una semana a Gerona, donde no sé si tendré los medios, el tiempo y las ganas para escribir en este blog. Quede por tanto esta entrada y su espléndida secuela musical como una breve despedida.
Las mujeres
Sciascia, que era un hombre profundamente familiar y, que se sepa, poco dado al nihilismo amoroso, escribe esta frase que suscribo al cien por cien, y que nadie se ponga nervioso, no dudéis en dar vuestra opinión contraria que aquí somos muy tolerantes con las boutades de todo el mundo, incluido como no las del pequeño/gran Leonardo:
Aunque la mujer consiga en su interior y por sí misma cambiar en relación a lo que de nuevo y diferente va justamente conquistando, nunca llegará a cambiar en el hombre, para el hombre, el hecho de ser en el amor, la puerta de la nada.
Una experiencia de otra cosa
Sciascia, que era un racionalista ilustrado, y que se sepa, nada propenso a hablar de ninguna forma de trascendencia (algún día contaré como fue su muerte en este sentido), describe una experiencia maravillosa de anámnesis, reminiscencia o recordación, que le emparenta más con Marcel Proust que con su adorado Stendhal (¿o no?, no olvidéis del famoso síndrome de stendhal del que hablaré pronto), y que confirma la regla excepcional según la cual cuantas más contradicciones mantiene un artista más interesante resulta (¿a quién le interesa la coherencia en ningún plano de la vida?: ¡vivan la paradoja, la contradicción y el oxímoron!)
Anoche, mientras en torno a mí se hablaba de cosas sin importancia y yo, aunque escuchándolas, pensaba en otras, dolorosas, he sentido dentro del pecho un revoloteo, una fuga: como si el corazón hubiera encontrado una salida y se lanzara a un vuelo alto, lejano. Un desvanecimiento, según el Tommaseo; un decaimiento, según el uso corriente. Y de repente, todo lo que estaba a mi alrededor se había desvanecido para la percepción de lo que tenía a mi alrededor. Las voces se convirtieron en un zumbido y luego se apagaron, las personas y los objetos se aplanaron como sobre una pared opalescente y se disolvieron en ella. Por un instante todo fue claro y todo era indoloro. Luego advertí una ligera zambullida, y que la brecha se cerraba. Volvió el zumbido y volvieron las voces. Volvió el mediocre discurso. Retornaron a mío los dolorosos pensamientos (Al escribir estoy intentando revivir y dilatar aquel momento de felicidad. No lo consigo. Y la prueba está en la palabra absolutamente inadecuada con la que no habría debido tropezarme y abatirme: la felicidad)
La reminiscencia (¿imposible?)
¡Qué maravilla de escritor! No sobra nada, no falta nada. Qué capacidad de evocación. Me entusiasmo cada vez que leo este fragmento, más ahora que lo he recopiado. Ni Agustín en Ostia Antica. ¿De qué se trata ahí? Que alguien me lo diga por favor. De otra cosa, sin duda. Nada de lo que se puede contar, nada que se pueda provocar ni esperar. Es trabajo perdido querer evocarlo, e inútiles todos los afanes de nuestra inteligencia. Ocúltase fuera de sus dominios y de su alcance, en un objeto material (en la sensación que ese objeto material nos daría) que no sospechamos. Y del azar depende que nos encontremos con ese objeto antes de que nos llegue la muerte, o que no lo encontremos nunca (Proust, Por el camino de Swann). Todo fue claro y todo era indoloro. Por un instante, todo lo que nos rodea, vemos, oímos, muestra su insustancialidad y su inconsistencia. Volvemos a lo esencial, en un punto de tiempo. Despertamos del sueño que es la vida. Caemos en la cuenta (¿no habla justo de decaimiento, o sea de una caída?). Conocemos por fin o, mejor habría que decir, de nuevo.
Tres preguntas
¿Se puede decir, por tanto, que vivimos en medio de realidades y fenómenos que tienen dos tipos de consistencia opuestos? ¿Se puede hablar de una consistencia del origen y de otra consistencia de la falta de origen o raíz? ¿De la consistencia del sueño terrestre y de la del despertar, del soplo o de la inspiración?
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