El diario de un yuppie
"Oh, sí, tengo el claro presentimiento de que esta crisis no pasará así como así". Con estas palabras comienza el segundo capítulo de un libro que he cogido hoy nada más levantarme. Es el Diario de un yuppie de Louis Auchincloss. Es una novela que leí por primera vez hace veinte años, pero que no he olvidado en absoluto. No es nada original: la historia de un triunfador que naturalmente sabe íntimamente que es un desgraciado. No obstante, a mí, con veinte años me causó una honda impresión, y cada vez que he vuelto a ella he descubierto que refleja cosas que he conocido desde niño, y que el tiempo, y una relativa mayor experiencia de la vida no han hecho sino confirmarme.
El insomnio
La culpa de que haya vuelto a Auchincloss la tiene la entrevista que tuve el honor de escuchar ayer por la radio mientras me dormía. En general, la radio me seda y al poco rato caigo como un muerto. No fue el caso de ayer: a las tres de la mañana seguía dando vueltas entre las sábanas, angustiado con el miedo a despertar a Paula y con lo que había oído. ¿Y qué provocó semejante insomnio? Una entrevista, como digo, con el nuevo aspirante a dirigir los destinos de esa multinacional (el término lo empleó él) que es o debería ser el Real Madrid.
El hombre con atributos
Me quedé más estupefacto que los niños de la foto ante los muñecos del guiñol. Se trata de un hombre al que no sé como calificar: en su caso ignoro si carece de atributos, como el androide musiliano, o si en realidad le sobran tantos que el tipo ya ha optado, ¡en plena crisis!, por no cortarse un pelo y mostrarnos a tumba abierta su superioridad. Su discurso, de cara a presentar su candidatura por medio de esa entrevista, era fundamentalmente de tipo económico y societario. No se le veía demasiado interesado por el fútbol propiamente dicho, al menos en ese momento. Sus ideas venían avaladas por el argumento de autoridad, una forma discursiva particularmente odiosa, como sabían ya los primeros rétores griegos. Se calificaba a sí mismo de "especialista en generar valor". Échate a temblar. Yo no hacía más que pensar en los que compraron en su día acciones de Terra. Pero no quiero ir al caso concreto ni al argumento personal. A mí ese señor la verdad es que me cae muy bien, tiene un rostro simpático y varonil
Monetarizar los sentimientos
Su tesis fundamental es que la marca Real Madrid (como sonaba todo aquello a otro superman) podía incrementar su valor económico seis o siete veces. ¿Y para qué? Bueno pues sí, ese es el objetivo. El medio, muy fácil: las nuevas tecnologías permiten "monetarizar" la relación del club con todos sus simpatizantes repartidos por el globo terráqueo. Por ejemplo: si un esquimal de seis años es fan de Raúl, le mando por el ipod un video de éste contando su dieta a base de pescado azul, el niño manda a paseo a las crías de foca y yo le cobro 20 euros a su padre esquimal (o mejor que los caprichos del niño los pague el abuelo). Es facilísimo. No sé como la gente no se ha dado cuenta antes, menuda panda de besugos. Cambiar sentimientos por moneda. Y por qué no hacer lo mismo con todo: la religión, la patria, la familia (cualquier día pongo a mis cuatro niños a trabajar; espera que hecho la cuenta: 4 niños a 3 euros la hora, ¡jode, me puedo forrar!: qué tontos somos Paula, sufriendo para acabar cada mes, nos está bien empleado). Pues eso, monetarizar el sentimiento. La fórmula mágica, la piedra filosofal, el bálsamo de Fierabrás y el número aúereo, todo junto, y nunca mejor dicho.
El reino de la cantidad
¿Díganos cual es el perfil de los miembros de su futura Junta?, le pregunta el locutor con ganas de avanzar en el elaborado pensamiento del candidato/generador de valor: "La primera condición es que sean personas que hayan tenido éxito en su vida profesional: que tengan su vida resuelta". Amigo. ¿Cómo no? Viva el éxito y muera el fracaso. Viva el rico y muera el pobre, viva el lobo y muerte al cordero. Y ¿qué es el éxito entonces? Tener la vida resuelta, y eso incluye tener pagadas las velas del velorio y la hornacina con las cenizas. Me suena eso del éxito. Cuántas veces lo he visto formulado en reuniones sociales y hasta familiares. Y sin escuchar ninguna palabra al respecto, no seamos ordinarios. Eso se dice con los ojos, cuando en vez de prójimos tenemos clientes a los que monetarizar. ¿Exagero? Puede ser. Exito, dinero, ideas, posición, lo tienen todo. A mí me parece que a ese señor y a muchos otros que pululan por ahí pavoneándose de manera indecente, le falta una cosa: principios. Por ejemplo el principio de que no todo se mide por la cantidad. Que no podemos adorar la cantidad, como dijo el bueno de Guénon en su magistral "El reino de la cantidad y los signos de los tiempos". Mira, se lo voy a mandar de regalo, aunque a falta de efectivo tenga que mangarlo de la tienda. Ay, no, que el librero es amigo mío y está también pelado. Mierda, que miserables somos.
Un consejo
Me va a permitir el señorito que le de un consejo (me siento como David ante Goliat): por favor, hágase con un asesor de imagen para su campaña. Sólo si quiere ganar. Al españolito medio, gente envidiosa que no le hemos perdonado que sea amigo de ese otro gran triunfador que fue Aznar, no nos gusta la gente que va de sobrada. Cambie un poco el disco o al menos la manera de presentarse. No sé da cuenta de que no estamos preparados para tanta brillantez. Aprenda de Florentino, que por lo menos iba de humilde. Sólo se engolaba cuando hablaba de "la institución del Real Madrid". ¿No fue aquel que cambio a Del Bosque, tras ganarlo todo, porque no daba la imagen dinámica y triunfadora que una multinacional se merece? Y a mí que me cae cojonudo, me parece un señor y hasta le dejaba que diese un paseo con mi señora. Sí, sí, le echaron por que parecía un bedel resfriado o un sastre casposo, algo insufrible en el mejor club del mundo.
1 comentario:
Sé que me repito, pero alucino contigo.
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