domingo, 12 de octubre de 2008

Notas para un diario 64

Parliamo dunque di Alberto Savinio.
Y para empezar, antes de adentrarnos en el proceloso mar tirreno, penetremos en otro mar, no menos venturoso, el de las mujeres, el amor y la literatura, no en plan sociológico, ¡qué horror!, sino como debe ser siempre la poesía, con un fin expiatorio. Me explico. Conocí a Savinio, uno de los mejores (¿cinco? ¿diez?, dejémoslo que esto no es un concurso de belleza, ¿o si?) escritores del siglo veinte, o al menos uno de los de mi canon particular, valga la expresión contradictoria, lo conocí, digo, gracias a Sciascia, otro pez en mi red, y bien, el otro día, copie una frase del siciliano sobre las mujeres que lo menos que se puede considerar es desconsiderada: la mujer es en el amor la puerta de la nada. Frase fatua donde las haya pero que quise copiar para poner a prueba la paciencia de algunas gentes a las que me tocaba hacerles cosquillas. En realidad a mí lo que me interesa es el viejo tema kafkiano de la ley y de las puertas, como ha quedado de manifiesto en este blog más de una vez, y por tanto me molaba la sucesión terminológica: mujeres-puerta-nada. Pues bien, quiero ahora reparar esa falta de tacto, copiando otra frase de Savinio (maestro aventajado del pequeño/gran Leonardo) sobre las mujeres y la literatura, una frase que me parece magnífica y que suscribo al mil por mil: "No sé, pero parece que la amistad en otro tiempo debía de ser un sentimiento vivo entre los hombres. Ya no es así. Al menos, para mí no lo es; yo no encuentro en mis contemporáneos más que dureza, hostilidad y sospecha. ¿A quien más, sino a las mujeres, diremos entonces ese género de palabras, profundas, esas palabras que nacen de lo más íntimo, de ese ámbito secreto con las que Jesucristo se dirigía a los niños, aquellas que "las personas mayores no podían entender"?".
Por más que busque, no encontraré nunca una explicación mejor a la ratio essendi de este blog y de tantas otras cosas que de verdad me importan.
Esa frase de Savinio, que sólo puede nacer de la más inspirada capacidad de observación del tiempo propio, se encuentra en un libro maravilloso que se llama Nouva enciclopedia, título de ecos viquianos y volterianos y que, aunque se publicó en tiempos en español, sólo se encuentra, gracias a Calasso, en el sin par catálogo de Adelphi (en concreto es el número 7o de la Biblioteca Adelphi, 6ª ed., 2005). Sin ser para mí un catecismo (con 1 me basta y no me sobra), sí constituye una especie de alfabeto literario, un diccionario que me aleja cuando lo leo, al menos mientras dura la lectura, de la estupidez que me caracteriza. Os lo recomiendo vivamente, o si no, mejor no lo compréis (22 €) que ya os lo voy ofreciendo yo aquí en píldoras y traducciones libres.
El Capri de Savinio, ahora en Minúscula
Todo este largo rodeo, lo estoy dando para dar noticia (la actualidad hegeliana debe de prevalecer siempre) de un acontecimiento (después de una semana en Gerona oyendo, que no escuchando, al inefable Vattimo, me sale Heidegger y su ereignis por todos los poros de mi cuerpo en decadencia), de un acontecimiento editorial debido de nuevo al buen sentido de mi amiga Valeria Bergalli, que en la colección Paisajes narrados de la editorial Minúscula acaba de ofrecer al público lector el pequeño (¿póstumo?) volumen que Savinio dedicó a la isla de Capri.
Esto del ser y el tiempo no es ninguna tontería, y cómo no esta nueva joya editorial me llega en el momento más oportuno, el instante, der augenblick, para mi ser y mi pensar, es decir cuando vuelvo de un paso de muerte por el mediterráneo gerundés, calella incluida, un segundo de tiempo puntual en el que mi enfermiza capacidad de enamorarme de lugares, cosas y personas está completamente a flor de piel. Nada más oportuno que este viaje sentimental saviniano, pues, a la isla de las cabras para aquietar esta fase de mi espíritu casi siempre atormentado y melancólico.
No perdería ni un momento para acudir a la librería más próxima y comenzar la lectura de estas setenta páginas en las que se puede aprender mucho, viajar sin salir de la cámara de uno (tenga o no camarera) y apreciar unas gotas de la, como he dicho ya, mejor literatura del siglo del que ni salgo ni pienso salir mientras viva. Si lo leéis, os pido por favor que os fijéis en lo mejor de este libro, y de toda la literatura saviniana, y de la literatura tout court, la capacidad de establecer enlaces, transiciones, secuencias, lo que Aristóteles llamaba el logos o la lógica del relato. El mundo "de memoria, de incidencias, de coincidencias, de refracciones, de correspondencias" (Sciascia) que un escritor como Savinio sabía sabiamente establecer.

1 comentario:

molinos dijo...

Me ha costado 2 horas conseguir oir y leer todo, pero ya está. Apuntado queda el libro.