sábado, 25 de octubre de 2008

Alexia

Hace unos años escribí una nota sobre la biografía que mi amigo Pedro Antonio Urbina publicó sobre Alexia González Barros (Un regalo del cielo, Alexia y su familia). Decía esto, más o menos:
Creo que era Péguy quien repetía aquello de “pedid a los verdaderos escritores que escriban las vidas de los santos”; eso es precisamente lo que ha ocurrido con la vida de Alexia González-Barros escrita por Pedro Antonio Urbina. Con este telón de fondo he leído este libro admirable. Relata la historia de Alexia -una niña madrileña que muere de cáncer a los catorce años- y de su familia y, desde la primera página, se percibe hasta que punto la vida de la que ya muchos consideran santa (su proceso de beatificación se ha iniciado recientemente) está unida a unos seres que, desde antes de su nacimiento, la han querido. Nadie puede querer sin la experiencia previa de haber sido querido, y seguramente que por eso Dios precisa en la Escritura que Él nos amó primero.
Alexia no ha salido del paraíso, de la bienaventuranza, aun en medio de un sufrimiento físico y moral que recuerda significativamente al mismísimo Calvario. Niña que se hacía niña, dice Urbina. Con qué gozo se leen esas páginas, a mi juicio las mejores del libro, en las que la madre le reza al oído, y en las que le habla de una niña que se llama Alexia, que vive en Belén, con José y con María, cuidando de un pequeñín con los ojos azules que responde a su cariño con una sonrisa. Se revela, a través de la madre, un poco de lo que debió ser la vida interior de Alexia, tan normal y a la vez tan extraordinaria.
Alexia acepta su enfermedad y, gracias a ella, madura como persona hasta alcanzar una cima de amor impresionante. Insiste muchas veces en que Dios le ayuda, y no podía ser de otra forma para quien estaba entregándose absolutamente a un designio tan recio. En eso consiste la santidad, tan fácil y tan difícil. Y por cierto, tan irresistiblemente atractiva” (Nuestro tiempo, Junio de 1993)
Quince años después no tengo nada que rectificar, ni sobre el libro ni sobre mi opinión de la vida de Alexia. No he visto la dichosa película. No pienso verla, además. Pero si quiero decir que hace falta ser tamaño hijo de puta para meterse en la vida y en las creencias de los demás, con un niña de catorce años que muere de cáncer como motivo principal. Y quiero añadir una cosa: tengo el suficiente sentido civil para decir que si yo fuera de la familia de la niña, y alguien se ciscara en mi hermana y en mi madre de esa manera, me pasaría la vida persiguiéndole en los tribunales de justicia que, y no hace falta ser Savigny para saberlo, estoy seguro que me darían la razón sin dudarlo.

2 comentarios:

E. G-Máiquez dijo...

Bueno, también los verdaderos escritores tienen que escribir sobre los verdaderos escritores que escriben sobre la vida de los santos. No me extraña que no tengas nada que rectificar en tu reseña. Es perfecta. Magnífica entrada. Muchas gracias.

Jesús Sanz Rioja dijo...

Me alegra que hayas puesto el calificativo justo para ese individuo. Hasta ahora, que yo sepa, nadie se había atrevido, aunque todos lo tuvieran in mente.