lunes, 30 de agosto de 2010

Notas para un diario 171

Animado por una larga conversación, literaria y vital, con una amiga escritora, releo País de nieve de Yasunari Kawabata. Me emociona la escena en la que, tras su encuentro, pleno de deseo y de tensión, Komako le confiesa a Shimamura que lleva un diario íntimo desde hacía años. No me parece baladí el hecho de que comprara su primer cuaderno en el momento justo en el que había partido para Tokio a aprender el oficio de geisha. Existe una relación estrecha entre ambas realidades de la vida. "Tengo la costumbre de ponerme a escribir el diario antes de acostarme, cuando vuelvo a casa, y a veces me quedo dormida escribiendo. Ocurre que aquí, en la montaña, las salidas son bastante parecidas. Y una no sabe qué decir". Más tarde, le confiesa a su amado señor que, desde hace algún tiempo, anota con esmero los detalles de cada una de sus muchas lecturas. No puede comprar libros, pero toma prestados y lee todos los que caen en sus manos, los que olvidan los clientes en las habitaciones por las que deambula. Kamako anota el nombre del autor (en su mayor parte desconocidos creadores de obras de circunstancias), los personajes y sus mutuas relaciones. "¿Y para qué tanto esfuerzo? ¿Qué provecho sacas de ello?", le pregunta Shimamura. "Ninguno. Ninguno en absoluto".

sábado, 28 de agosto de 2010

Eclipse (de Dios)




El sol que fertiliza las campiñas no lo hace siempre con los calores del verano o del mediodía. Hay noches que lo ocultan, inviernos que lo alejan, brumas que lo oscurecen. Parece entonces que nos ha abandonado y que no volverá más; sin embargo, estas noches, estos inviernos, estas brumas, estas heladas, estas nieves y estas escarchas son ventajosas: abonan la tierra, fortifican los árboles, ahondan las raíces y los disponen para producir frutos y flores.

Claudio Frassen
Retrato de Giovanna degli Albizzi Tournabuoni, de Ghirlandaio (detalle)

jueves, 26 de agosto de 2010

Notas para un diario 170

El otro día leía un ensayo de Zweig sobre la desaparición del célebre Hôtel Schwert (Requiem pour un hôtel), en la cuidad vieja de Zurich. Lo leí en la playa, rodeado de personas que se bañaban alegres, y que gritaban, ajenas por completo al carácter peculiar de mis humores y melancolías. Esa lectura me recordó de inmediato a la Teoría del café central, de Polgar (está en la misma longitud de onda) y me llevó a releer las páginas de Valery Larbaud sobre el Adria Palace de Trieste (en la foto): "El hotel también es de civilización melée: grandes corredores de luz con baldosas a la italiana, habitaciones vienesas con decoración sobria y blanquinegra al estilo de la escritura cuneiforme o los pentagramas musicales, y criadas demasiado alegres y demasiado educadas para no ser húngaras". ¿Queda algo de ese mundo de ayer? ¿En qué momento se estropeo, afeo y vulgarizó la cosa? ¿No será, por el contrario, que lo tenemos delante todo y no sabemos ver el hilo que une, que liga, que explica? Intento encontrar alguna respuesta en el ensayo que Hermann Broch le dedicó a Hugo von Hofmannsthal (Hofmannsthal und seine Zeit). También en el texto de Larbaud sobre la traducción (Sous l´invocation de Saint Jerôme). Me alegra que Acantilado anuncie, entre sus novedades para la rentrée, los ensayos de literatura de Victor Kemplerer (Literatura universal y literatura europea). Para el 24 de septiembre estará en la librerías. Y yo correré a por él. Ojalá pueda ponerlo como manual de la asignatura. ¿Sigue siendo posible leer y aprender a leer en el sistema Bolonia? Ojalá que sí.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Periodistas


El otro día, en un comentario, acaso precipitado, hablé de mi escepticismo respecto de la prensa actual (el problema no es, en absoluto, sólo español, aunque desde luego el mundo anglosajón, de tradición liberal, es otra historia, como también es diferente el ámbito alemán). Dije que en España quedaban periodistas, y señalé un blog concreto. Ahora quiero ampliarlo con una breve lista de blogs de periodistas que consulto a diario. Como veréis, hay personas de diversas tendencias políticas (yo diría que en el fondo son todos liberales), pero tienen en común algo que me parece imprescindible para ejercer este noble oficio: la mesura y la prudencia.
P.S. Por favor, si alguien quiere sugerir otras voces, yo estaré encantado de agregarlas a mis favoritos

lunes, 23 de agosto de 2010

El aficionado (sin comentarios)


P.S: Se ruega picar sobre la foto y contemplar en silencio toda su belleza.

viernes, 20 de agosto de 2010

Adolfo Bioy Casares

En una pequeña librería, de esas en las que venden periódicos, goma de pegar y mapas de la zona, veo que tienen, en un estante bien alto, casi inaccesible, algunos de los primeros números de la colección de Alianza Bolsillo. Rebusco un poco y encuentro dos cosas interesantes: un libro sobre los navegantes españoles del siglo XVI, en el océano Pacífico (lo compro inmediatamente para mandárselo a un amigo italiano que está escribiendo sobre esa gran historia marina), y una antología de cuentos argentinos, de entre 1900/1970 (es el número 267 de AB). Menuda colección de escritores, de Güiraldes a Arlt, de Horacio Quiroga a Rodolfo Walsh, pasando entre otros por los Borges, Cortazar, Mujica Láinez, etc. Me pregunto si la antigua gesta española tuvo algo que ver con esta magnífica cosecha de talento artístico. No está Sábato (vaya, debe de ser que al antólogo le pareció innecesario incluirle). Yo me he lanzado, en primerísimo lugar, a releer a Bioy Casares, de quien se destaca el memorable En memoria de Paulina. Por unos instantes, en sus frases acortadas y precisas, en el complejo y bien articulado mecanismo que es esa pieza literaria, he recuperado, con el placer de la lectura, el recuerdo de la primera vez que lo leí (y que lo expliqué en clase), y, sobre todo, el deseo, el deseo irrefrenable de ponerme yo mismo a escribir.

jueves, 19 de agosto de 2010

Claude Esteban

Leo, maravillado, Le partage de mots, de Claude Esteban. Renuncio a traducir ese título. Ninguna lectura podría haber sido más oportuna, más adecuada para mí en estos momentos de refundación. Bajo el espejo roto de la claridad francesa (en la expresión), late la pasión por la verdad, pero la de verdad, la no-oficial, la no convencional, la no estúpida, la que está pegada a los tuétanos del hombre que habla en singular, y que no obstante expresa y manifiesta la raíz de lo humano. Esteban era un intuitivo, un apasionado, un ser para la muerte. Pero sólo tenía, para semejante naufragio, el instrumento de la palabra (de las palabras, en su caso, la palabra española que desconocía y quería conocer; de la palabra francesa que sabía, pero que no le aportaba aquello que había intuido oscuramente desde niño y que buscaba como el ciervo busca los manantiales en los claros de los bosque). Extranjero delante de la puerta, de la puerta del sentido, de la puerta de sí mismo. Creo que pocas veces he leído un texto en el que la voluntad de no engañarse ni conformarse con simulacros sea tan patente. Un texto, por tanto, en el que haya una tan abierta y franca aceptación de sí mismo. Esa convicción de que lo esencial se juega en lo incierto, me lo hace próximo, familiar, y aún más, me lo hace interior o íntimo, en una identificación que va más allá de la mera empatía. Dice, en uno de los muchos círculos sobre los que va presentando majestuosamente sus incertidumbres y sus dudas: "He vivido poco, es cierto, y no sé gran cosa de los movimientos del alma cuando esta afronta, más allá de nuestras categorías, toda clase de vicisitudes históricas o pasionales. Aún así, he experimentado suficientemente la soledad y el abandono personal para desconfiar de las razones que uno se da después y que iluminan con un fulgor demasiado indiscutible, con una luz demasiado cortante, el nacimiento siempre oscuro en nosotros de una decisión de la que, en gran medida, nuestra vida va a depender. Con tales elecciones, que solemos denominar, un tanto apresuradamente, "racionales", sucede lo mismo que con el amor, al que a menudo se parecen. Buscamos fuera de nosotros los motivos de un afecto concreto, juzgamos las cualidades o los afectos de un ser, como si sólo eso, y con la mayor claridad del mundo, fuese lo que nos hubiere seducido, mientras en realidad nos lanzamos, sin duda, a la búsqueda de nosotros mismos para curarnos una herida que sólo nosotros conocíamos, o para ahondarla aún más." Dicho sea de paso, no conozco una definición mejor de los motivos por los cuales, en paralelo, un escritor elige el tema de un nuevo libro.

domingo, 15 de agosto de 2010

Notas para un diario 169

El primer baño en Santander ha sido en realidad el último. He recordado otras zambullidas últimas en la que deseaba conservar, para todo el invierno, la sensación de comunión con el mar: todas ellas pretendían ser el primer paso de una trayectoria renovada. El agua fría y limpia, hecha de hojas verdes. Pero acogedora. Francia, mi infancia, todo se ha disuelto por un instante en la profundidad del esmeralda, en el blanco de la espuma de las olas. ¿Reaparecerán como los huesos sobre la tierra de la tumba de mi madre? ¿Habrá algún perro ávido que los rebusque con sus fauces sangrientas?

P.S. La foto es de la Playa de Merón, en San Vicente de la Barquera, en la que me he bañado esta tarde.

sábado, 14 de agosto de 2010

Notas para un diario 168



El valor del libro tiene aún más que ver con la memoria que con la imaginación. Una memoria de las cosas sin la cual la felicidad no es posible. Como tampoco es posible la felicidad, para mí, sin la aceptación del presente, es decir, del deseo de vivir, en todas sus dimensiones, o sin la apertura al futuro (incluida, cómo no, la dimensión trascendental del futuro). Es el círculo mágico, ¿el círculo cuadradro?, que lo recoge todo en una semilla. Mi escritura (desde el principio, desde Inglaterra) surge en el ensayismo autobiográfico. Me interesa la dimensión formal de la literatura (sin duda es una de las vías de progreso de todo proyecto literario); el juego, sí, pero a la vez la seriedad de la vida. Mi vida y la literatura (la de los otros, las palabras de los otros): esa es mi materia prima, y quiero explotarla a fondo.

P.S. No se me ocurre una explicación mejor de la felicidad, a la que yo me refiero, que la que se puede intuir escuchando las notas de esta sonatina bachiana, en la interpretación de Gyorgy Kurtag.

jueves, 12 de agosto de 2010

La intuición del libro




Hay en todo libro una zona de oscuridad, una espesura de sombra que no sabríamos evaluar y que el lector descubre poco a poco. Le irrita, pero siente efectivamente que ahí es donde se sitúa el verdadero libro, alrededor del cual se organiza el libro que lee. Este libro no escrito, enigmático y revelador a la vez, se escapa siempre. No obstante, únicamente la intuición que el lector ha podido tener de él le permite abordar la obra en su verdadera dimensión; es también gracias a esta intuición por lo que puede juzgar si, efectivamente, el escritor se ha acercado o, por el contrario, se ha alejado del libro que ambicionaba escribir. (Edmond Jabès)

miércoles, 11 de agosto de 2010

Isak Dinesen (lecturas de verano)

Me paso el día leyendo, en las terrazas de Biarritz, deslumbrado por el sol de septentrion, y he encontrado dos perlas entre las cartas de la baronesa Blixen, la única, y digo bien, la única que ha venido en mi auxilio en estos días de tinieblas que he pasado. Mucho antes de los actos, cuando ni siquiera han surgido las palabras que los preparaban, y sólo los pensamientos, los más tiernos, los más inocentes y amorosos se iban conformando en su mente, de repente, muy enferma y arruinada, un día del final de la Gran Guerra, exhausta por su trabajo en la granja cafetera y, sobre todo, por la brega con los niños que morían de hambre a su alrededor, le escribe a su amado hermano Thomas: "Porque -quand même– tengo la convicción de que la vida es bella y rica y grande; y lo seguiría pensando aunque acabara muriendo en un basurero". ¡Qué mujer! Y eso que entonces no estaba todavía "enferma de amor" por F.H; todavía creía "estar segura de haberse casado con un gran hombre (Bror)" (20-5-1918). Otro día, pocas semanas más tarde, le escribe esto a su madre: "Cuando se lleva tanto tiempo fuera de casa, el futuro y el pasado se confunden de una manera extrañísima, se piensa que la diferencia entre la vida y la muerte es una ilusión… Hay sin duda muchas cosas que se ven mejor a distancia, como en el mejor arte impresionista. Hay siempre –casi todos los días– algo que se va de la vida; de esta manera se puede decir que todos los días se experimenta la muerte: si yo muriera aquí, estoy segura de que me sentirías mucho más cercana, e igual de viva, incluso si no recibieras ni un solo trozo de papel y tinta como prueba de ello".

martes, 3 de agosto de 2010

Biarritz, Biarritz

Me he pasado toda la mañana feliz viendo a mi hijo haciendo algo parecido a esto.

lunes, 2 de agosto de 2010

Carrikfergus (Bryan Ferry)

Bonjour tristesse

Sigo profundamente afectado por la prohibición de los toros en Cataluña. Anoche, tras leer a Bergamín, escuché en la radio los programas taurinos de la SER y la COPE hermanados por una causa con causa. ¡Qué sentimiento de traición, de laceración, de crueldad reina en el mundo taurino! Hace falta un poco de imaginación para saber lo que significa el toro para una parte importante de la población española (y qué decir de la hispana). Algo radical y constituyente. Pasar uno mismo, entero, con las fibras más íntimas del ser propio, a la clandestinidad, en un determinado territorio al que se ama, no es cosa fácil de digerir. Yo no sé si volveré a Cataluña mientras la prohibición perdure. No lo tengo claro, aún; creo que es un deber de justicia ante aquellos que han quedado proscritos. Me importan mucho más sus sentimientos, su vida espléndida de autenticidad, que las heridas del toro. Me importa mucho más el arte. La libertad. La humanidad. Toda la inmensa verdad que la corrida hace patente. Su ritmo, sobre todo. La medida del tiempo, el reloj, que es la clave secreta de toda buena faena (el toreo es el arte ultra-rápido del que habla Florence Delay). El rito. El reglamento. La seducción y el éros. La feminidad luminosa del traje. La tradición y el misterio. El concepto. La disputa. El método. Todo un sentido de la vida (y de la muerte) ha sido abolido allí. La literatura como tauromaquia ha quedado prohibida. Yo, aún, no me lo puedo creer: y espero que se lleve al Constitucional, que se decrete la Fiesta como bien de protección artístico y cultural (competencia exclusiva del Estado), y, si no prospera el camino jurídico, deseo que se celebren corridas clandestinas. Yo asistiré, y con la cabeza bien alta.
P.S. La foto, como todo el mundo sabe, recoge la reciente cogida al diestro Julio Aparicio. Ayer, pocas semanas después del lance, Aparicio reapareció (resucitó habría que decir, milagros de la tauromaquia) ante el toro, ante el público y ante sí mismo.

domingo, 1 de agosto de 2010

Gerda Taro


"Con una mujer como Gerda Taro al lado, cualquiera podría ser Robert Capa". Totalmente de acuerdo con esta frase, oída al vuelo, días atrás, en mi librería de cabecera. La foto de arriba, ¿la sacó el bueno del señor Friedman? Parece que no, pero en realidad no se sabe. Lo que yo hubiera dado, en todo caso, por haber pasado aquella noche de finales de julio del 37 en El Goloso (menudo nombre de lugar para estirar la pata). A su lado. Me hubiera quedado en silencio, viéndola morir. Sola. Plena. De vitalidad y de muerte (como en la foto de abajo). De luz. Fue en concreto un 26 de julio, y yo me acordaré mientras viva de esa mujer a la que admiro. Atropellada por una tanqueta republicana. Enajenada por la morfina. Me gustan sus manos. ¿De hombre? De mujer fuerte. Valiente. De las que no se derrumban a la primera. De las que, no obstante, saben hacer teatro. Dice François Maspero que, cuando estuvo en la cárcel, Gerda volvía loco a un carcelero fingiendo que lloraba. Había descubierto que ese tipo (nos pasa a muchos) nos venimos abajo cuando llora una mujer. Nada más natural. Lo que tú quieras, pero en cuanto aparecía el verdugo, la Taro se echaba a llorar como una magdalena y ahí se acababan los interrogatorios y la tortura. Parece que hay una exposición de sus fotos en Madrid. Yo no pienso ir. "Ya, tú prefieres imaginártelo todo. Muy en tu línea".