El valor del libro tiene aún más que ver con la memoria que con la imaginación. Una memoria de las cosas sin la cual la felicidad no es posible. Como tampoco es posible la felicidad, para mí, sin la aceptación del presente, es decir, del deseo de vivir, en todas sus dimensiones, o sin la apertura al futuro (incluida, cómo no, la dimensión trascendental del futuro). Es el círculo mágico, ¿el círculo cuadradro?, que lo recoge todo en una semilla. Mi escritura (desde el principio, desde Inglaterra) surge en el ensayismo autobiográfico. Me interesa la dimensión formal de la literatura (sin duda es una de las vías de progreso de todo proyecto literario); el juego, sí, pero a la vez la seriedad de la vida. Mi vida y la literatura (la de los otros, las palabras de los otros): esa es mi materia prima, y quiero explotarla a fondo.
P.S. No se me ocurre una explicación mejor de la felicidad, a la que yo me refiero, que la que se puede intuir escuchando las notas de esta sonatina bachiana, en la interpretación de Gyorgy Kurtag.
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