El primer baño en Santander ha sido en realidad el último. He recordado otras zambullidas últimas en la que deseaba conservar, para todo el invierno, la sensación de comunión con el mar: todas ellas pretendían ser el primer paso de una trayectoria renovada. El agua fría y limpia, hecha de hojas verdes. Pero acogedora. Francia, mi infancia, todo se ha disuelto por un instante en la profundidad del esmeralda, en el blanco de la espuma de las olas. ¿Reaparecerán como los huesos sobre la tierra de la tumba de mi madre? ¿Habrá algún perro ávido que los rebusque con sus fauces sangrientas?
P.S. La foto es de la Playa de Merón, en San Vicente de la Barquera, en la que me he bañado esta tarde.
1 comentario:
He tenido la suerte de pasar unos días en esa playa. Y de nadar en ese mar, y pasear por esa arena tan fina...
Disfruta,disfruta,disfruta.
Un beso fuerte!:)
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