Animado por una larga conversación, literaria y vital, con una amiga escritora, releo País de nieve de Yasunari Kawabata. Me emociona la escena en la que, tras su encuentro, pleno de deseo y de tensión, Komako le confiesa a Shimamura que lleva un diario íntimo desde hacía años. No me parece baladí el hecho de que comprara su primer cuaderno en el momento justo en el que había partido para Tokio a aprender el oficio de geisha. Existe una relación estrecha entre ambas realidades de la vida. "Tengo la costumbre de ponerme a escribir el diario antes de acostarme, cuando vuelvo a casa, y a veces me quedo dormida escribiendo. Ocurre que aquí, en la montaña, las salidas son bastante parecidas. Y una no sabe qué decir". Más tarde, le confiesa a su amado señor que, desde hace algún tiempo, anota con esmero los detalles de cada una de sus muchas lecturas. No puede comprar libros, pero toma prestados y lee todos los que caen en sus manos, los que olvidan los clientes en las habitaciones por las que deambula. Kamako anota el nombre del autor (en su mayor parte desconocidos creadores de obras de circunstancias), los personajes y sus mutuas relaciones. "¿Y para qué tanto esfuerzo? ¿Qué provecho sacas de ello?", le pregunta Shimamura. "Ninguno. Ninguno en absoluto".
1 comentario:
País de Nieve son tres palabras muy importantes que son casi una: País-de-Nieve.
El libro favorito del primer adulto que me trató como una igual. Qué distintos son los libros cuando los leemos por recomendación de alguien.
Publicar un comentario