jueves, 24 de noviembre de 2011

Notas para un diario 219


Para mi hija Inés y todas las niñas de ocho, nueve y diez años
Cuando, en víspera de Navidad, te llamaron y te dijeron que te quedaras con los mayores, dando por sentado que estabas en "el secreto" juego de los adultos. Cuando no te dejaron acostarte con los pequeños y seguir "creyendo" o al menos "querer seguir creyendo", cuando cortaron de golpe con un cuchillo envenenado tu infancia, ¿qué sentiste?, eh, dime, ¿qué sentiste?: la tristeza por todo lo que dejabas atrás, por la inocencia de un país perdido o la alegría y la excitación – el élan– de descubrir un nuevo mundo lleno de posibilidades futuras, incluida la de velar como otro guardián entre el centeno por la inocencia de los más pequeños…

1 comentario:

schaus dijo...

Quién no ha sido víctima de la precipitación de los adultos. Dar por hecho que uno quiere salir de su mundo infantil, sin tenerle en cuenta.

Esto encajaría en F&C, 700 palabras de ternura.