Ha muerto hace dos semanas escasas
Fernando Pérez Ollo (F.P.O). Yo (que soy extraterritorial y jamás leo un periódico local) me enteré ayer. ¿Era mi amigo? Con
Fernando nunca se sabía, nunca se podía dar nada por supuesto. Y conmigo tampoco, la verdad, de modo que nos habíamos juntado el hambre con las ganas de comer.
Simone Weil decía que la distancia era el alma de la bondad y pocas veces lo he visto encarnado como en mi relación amistosa desde luego con
Fernando. Durante años, y no exagero un pelo, coincidimos a diario ( eso de la una de la tarde) en
El Parnasillo y he aquí una lista incompleta de las cosas que compartimos: la lectura de autores como
Artemidoro, Sidonio Apolinar y
Sinesio de Cirene, el piano romántico (nos fascinaba a los dos el último
Beethoven y él me descubrió al pianista ruso
Sokolov, en el genio alemán y en
Brahms o en
Schuman; yo le apunté el
Liszt de
Volodos), compartimos nuestros descubrimientos acerca de un personaje tan fascinante como
María Luisa Elío, la lectura admirada de todo
Caro Baroja y del último
Tony Judt, las visiones abiertas sobre la política y sobre
España, la pasión por las interpretaciones del
Libro…
Fernando tenía el gran estilo, el que que te está diciendo con su distancia nada desdeñosa que no le preguntes más de la cuenta porque "la cosa te concierne sólo a ti". Era un maestro y yo he aprendido muchas cosas de él. Dejaba espacio y su amada
Pamplona será mucho más pobre sin alguien como él. Un día me lo encontré en plenos
San Fermines. Me dijo que eran los únicos días en los que la ciudad parecía una ciudad. Él la amaba cada día, como amaba a
Navarra y al mundo entero: su curiosidad era literalmente universal. He sentido su muerte como algo personal. Debe de ser que sí era mi amigo mío. Hasta eso lo dejó en suspenso…
2 comentarios:
¡Qué bonita entrada!
gracias, how ´r u?
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