miércoles, 9 de noviembre de 2011
Hiroshima
“Mi historia es un muy breve”, señala Kenzaburo Oé al comienzo de su Cuadernos de Hiroshima (Anagrama, 2011). “Me eduqué en el Japón democrático de la postguerra y después continué mis estudios de lengua y literatura en la universidad, para especializarme en literatura francesa contemporánea. Toda la sensibilidad, la moral y la ideología que había en mi bagaje quería pasarlas por el cedazo de Hiroshima para examinarlas de nuevo bajo el prisma de esta ciudad”. Y en efecto así fue: un licenciado en la universidad de Tokyo, un joven de apenas treinta años se ha de enfrentar a lo que supuso el lanzamiento , el 6 de agosto de 1945, de la bomba atómica sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. Una conferencia política conmemora los hechos y el joven escritor cubre los actos descubriéndonos como a través del intento de institucionalizar el mal se oculta la verdadera medida de la catástrofe. En la línea de los mejores reportajes o crónicas periodísticas, el libro comienza con el relato de aquel primer y desconcertante viaje a la ciudad el 6 de agosto de 1963. Con rigor y capacidad de observación, Oé cuenta los entresijos de una reunión que sin quererlo desplazaba el foco de atención de lo esencial: la atroz inhumanidad de aquella experiencia. Al año siguiente se produce un segundo viaje con un esquema similar: de una parte la conmemoración oficial, de otra el dolor de tantos. Oé tiene que enfrentarse al hecho de que sus interlocutores, aquellos a los que había conocido y preguntado doce meses atrás, ya no están. No queda nadie. El cáncer o el suicidio se los han llevado por delante. Prosiguen las sesiones de la conferencia anual y prosigue el trabajo incansable de médicos y enfermeras. La lucha política esconde una perversa falta de sensibilidad que Oé denuncia abiertamente. A su vuelta de este segundo viaje, y a los largo de los meses siguientes, Oé se pregunta sobre el alcance de la acción criminal, lee los testimonios que se han recogido y los contrasta con su propia investigación sobre el terreno, reflexiona sobre las consecuencias físicas y morales para las víctimas, para los supervivientes y para la condición humana en general. El resultado es un escrito duro y de una honestidad intelectual ejemplar.
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