miércoles, 8 de abril de 2009

César Antonio Molina

La última remodelación del Gobierno de España ha traído como consecuencia el relevo, en la cartera del Ministerio de Cultura, de César Antonio Molina. Cuando lo oí ayer por la radio no daba crédito. CAM había sido nombrado ministro al final de la pasada legislatura. Tuvo apenas ocho meses para ejercer su ministerio. Ahora, en un período no mucho más largo ha sido sustituido por voluntad del Presidente. Uno de los lemas que se han coreado ayer y hoy es el de que hacía falta un cambio de ritmo. Supongo que en este caso lo que se le va a pedir a la nueva ministra es que lo baje. Acelerar el ritmo de trabajo de CAM, créanme, es poco menos que imposible. En otras palabras, que al menos en lo que afecta a este pequeño (espero que no insignificante) Ministerio, lo del ritmo no tiene nada que ver con el cambio del titular. ¿Habrá sido la causa del relevo la cuestión sexista de las cuotas? Puede, pero sin tener ni idea yo pienso que hay algo más. La entrega definitiva de Zapatero en manos de los mandases del mundo del cine no me parece un buen presagio. Quizás CAM había pisado alguna mina, o algún callo, en el proceloso mundo del poder político. Lo ignoro. Lo tengo por un hombre equilibrado y pacífico, pero tiene criterio y honradez como para haberse ganado unos cuantos enemigos. No lo sé y la verdad es que no me importa.
Me puedo equivocar de plano pero, intentando ir de la anécdota a la categoría, creo que hay una incompatibilidad profunda entre CAM y el proyecto político de Zapatero. Se trata de una de esas grietas (en apariencia mínimas) que, sin embargo, hacen que dos trayectorias sean en el fondo incompatibles. Me explico. El cambio en el gobierno ha estado presidido por una idea obsesiva: los nuevos ministros, el nuevo equipo, nos va sacar de la crisis. Se van a poner en juego todos los recursos del Estado para que la situación de dificultad por la que atravesamos dure lo menos posible. Esta idea, respetable por lo demás, refleja una mentalidad profundamente socialista o estatalista. Fomento promoverá, Sanidad atenderá, Administraciones Públicas y Economía distribuirán y redistribuirán. Veremos, pero en el fondo late la convicción de que el Estado puede conseguir el bienestar de la sociedad. No conozco a fondo el pensamiento político de CAM pero mi impresión es que piensa algo sustancialmente distinto: el papel del Estado no es primariamente el de proveer, sino el de facilitar las cosas. El Estado debe actuar de forma subsidiaria con la sociedad, y nunca suplantar a ésta. Un pensamiento (en el fondo más cercano al liberalismo clásico) que hunde sus raíces en la Escuela de Salamanca y que exige al gobernante, además de todas las virtudes que se le suponen, la de la medida y la autocontención. El papel del Estado se contrae, a la vez que se hace imprescindible y significativo, y las energías de la gente se liberan. Personalmente estoy convencido de que la modernidad política, más después de esta crisis a escala universal, irá por ahí.
Los últimos años de CAM han debido de ser frenéticos. Me consta que ni por un instante ha renunciado a su vocación literaria. En medio de trabajos sin cuento, ha habido algunos frutos memorables. Recuerdo un bellísimo poema suyo escrito, cómo no, en un aeropuerto a miles de kilometros de España; un homenaje filosófico al río Eume y a su querida patria gallega: Una densa niebla y una gran ventisca impiden despegar./Donde quiera que vaya: peligro y dificultades./Haga lo que haga: complicaciones y fracasos./Al igual que en Madrid pierdo el Metro,/ahora en este otro continente/me detienen aires adversos./Envejezco en cada terminal./Envejezco en cada sala de espera./¿Adónde van a parar estas horas?/¿podré reclamarlas al final de mis días?/Como nimbo vagabundeo a merced de los altavoces./Como nimbo vagabundeo a merced de las pantallas./La azafata de información me sonríe/y me entrega una rama de sauce./T´u Lung escribió esta máxima: un buen viajero es el que no sabe a dónde va./Un viajero perfecto es que no sabe de donde viene./El el aeropuerto de Pekín el río humano de pasajeros perdidos/también se llama Eume".
Releyéndolo, al tiempo que lo copio, me doy cuenta de cuán elocuente resulta en esta circunstancia. En cierta ocasión le preguntaron a César por el modo en el que había nacido este poema, y con toda sencillez respondió lo siguiente: Pensé que tal vez estaría también lloviendo allí y sentí que, a pesar de que era un río humilde, ajeno al tránsito de la vida y sin participación en los grandes acontecimientos de la historia, como yo mismo -aclara-, sí que había manado desde los orígenes del mundo y ‘era el río de todos los ríos’.
Como le gusta repetir, con Eliot, a alguien que no sé si conozco, la humildad tiende a lo infinito (perdóname por la licencia de traductor aficionado)

4 comentarios:

Lauren Mendinueta dijo...

Álvaro, estoy de acuerdo contigo, es un poema bellísimo, un homenaje al Eume como río y al tiempo que como un río que anonimamente nos arrastra.
Me encanta el cambio de tu foto, encuentro esta nueva imagen más interesante. Un abrazo y felices Pascuas,

paisajescritos dijo...

Nunca terminé de ver a CAM (me parece "gente seria")en el equipo de Zapatero. Entre otras cosas creo recordar que se plantó con el tema del bilingüismo. Pero lo que me dejado parada es el relevo. Casi una provocación.

paisajescritos dijo...

Por cierto, también ha habido relevo en tu blog :) la foto ya no es de "a thousand years ago". Dime quíen es el fotógrafo, porque es un retrato en toda regla.

Adelarica dijo...

gracias Lauren y Magdalena
qué gran tipo es CAM. Yo le admiro muchísimo