La primera noticia que tuve del escritor israelí S. Yizhar fue a través de La historia comienza, el magnífico libro de Amos Oz publicado en Siruela. Oz dedica un capítulo a analizar el comienzo de Preliminares, seguramente la obra más importante de Yizhar (por cierto, la edición inglesa, con la traducción de Nicholas de Lange, merece mucho la pena. Podéis leer un extracto aquí).
Hace pocos meses leí una carta al director en El País en la que, a propósito de los episodios recientes de Gaza, se daba noticia de la aparición próxima, en la editorial minúscula, de su relato Hirbet Hiza. Un pueblo árabe. Una carta extraordinaria de inteligencia y ponderación.
Naturalmente, en cuanto ha salido el libro, me ha faltado tiempo para leerlo. La historia es sencilla: un grupo de hombres (o de nombres, habría que decir, puesto que ninguno nos es descrito ni externa ni internamente: son apenas una máscara y conocemos la diferencia entre ellos sólo por la voz) cumple la orden de tomar un pueblo árabe.
La narración pertenece sin duda al realismo; es una muestra más de la inmensa potencia de esa tendencia eterna de la mejor literatura. Nada escapa a la mirada del relator: nada externo y nada del modo en el que la realidad va golpeando con la fuerza de un martillo su fuero interno.
Relato humanísimo, surgido de la épica de la compasión, responde como los textos clásicos al convencimiento de que siempre resulta peor infringir la injusticia que padecerla. La catársis nunca es plena: la sombra de la culpa planea siempre sobre cualquier escrito que se precie. Al fin y al cabo, la literatura tiene entre su fines el de la purificación moral, algo que tiene poco o nada que ver con la mayoría de las conductas políticas por las que se rige el mundo.
3 comentarios:
Dijo Natalia Ginzburg, como judía que había sufrido el fascismo personal y familiarmente, cuando Israel (con Begin entonces) invadió Líbano, y tras firmar un manifiesto de protesta contra la política del gobierno de Israel:
"Yo creo que -más allá de todo miedo atávico– siempre es inaceptable ponerse del lado del Poder, sino que siempre hay que estar del lado de los vulnerables, de los marginados. Así debe expresarse la auténtica naturaleza judía. Lo repito: es horrible ser víctima, yo lo sé bien, pero es siempre, siempre mejor ser víctima que convertirse en perseguidor. (…)"
qué brava, Natalia: recuerdo un artículo suyo (La piedad universal) en el que reconocía la inmensa dificultad que tenemos para distinguir a las víctimas de los culpables, al tiempo que afirmaba que se trata de una distinción esencial. Al final de ese escrito, dice que el único sentimiento al que nos podemos abandonar sin miedo a equivocarnos es la piedad, "el desbordamiento de la piedad que jamás comparece en los hechos del mundo que nos rodea", y añade algo emocionante: "…y no será por la razón de que nuestra piedad universal no esté sostenida por la inteligencia y por el deseo de que el mundo sea mejor, y de que nosotros seamos mejores, sino que ella nace simplemente de nuestra pena y de la confusión en la que estamos sumidos. Como esas crisis de nervios tras las cuales nos quedamos hundidos pero no mejores. Lo único que sabemos es que llorando no nos equivocamos porque el mundo que se nos ha dado es digno de lágrimas"
"Lo único que sabemos es que llorando no nos equivocamos porque el mundo que se nos ha dado es digno de lágrimas". Qué manera tan bella de decir una verdad tan dolorosa.
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