jueves, 30 de abril de 2009
Diccionarios
Me gustan los diccionarios; estoy convencido de que son una herramienta imprescindible en el trabajo intelectual y artístico. En realidad es el único contacto que tengo con los eruditos, un tipo humano que me aburre bastante. En cambio, con los diccionarios, obra de los eruditos en los más diversos campos, en cuanto te cansas de tanto dato, casi siempre sin alma, lo dejas sobre la mesa o en la estantería y sigues respirando a tus anchas. He incorporado dos diccionarios a mi biblioteca: el primero, Diccionario del Dandi (Antonio Machado Libros, 2009), escrito por Giuseppe Scaraffia, ofrece una cincuentena de voces acerca de ese fenómeno humano y social que es el dandismo. Está muy bien hecho, y hablaré de algunas de las ideas que contiene en una próxima entrada. Incluye al comienzo una historia o genealogía del dandi que merece la pena leer. El otro diccionario, publicado por Adaba, se titula Diccionario de conceptos de arte contemporáneo. Obra colectiva, alemanoide, un tanto pesada pero rigurosa y bastante completa. Se trata de aproximarse o definir los conceptos reinantes en la escena artística contemporánea. Lo último de lo último, pero sesudamente tratado. Del Body Art al Camp, de la Queer Culture a la teoría de la recepción pasando, por supuesto, por la performance, la instalación, etc, etc. ¿Una moda más? No lo creo, aunque tampoco pienso, más bien me inclino por lo contrario, que todo ese despliegue conceptual represente una página especialmente brillante de la tradición artística en Occidente. Hay más metafísica que arte en todo ese mundo. Y en la parte crítica, mucho más ideología que talento o empatía. Poca emoción, o ninguna, y lo que es peor, poca ilusión, algo sin lo cual no merece la pena vivir. Pero el volumen tiene su interés, si uno no quiere andar completamente despistado en los saraos culturales y en los pseudoculturales que tanto les gustan a algunos.
miércoles, 29 de abril de 2009
Paul Celan-Gisèle Lestrange
La publicación en España de la Correspondencia de Paul Celan y su mujer, la pintora y grabadora francesa Gisèle Lestrange (Siruela, 2008), es un acontecimiento editorial, al menos para los que cada vez tenemos menos dudas de que la obra poética de Celan representa la cima de la poesía occidental de los últimos cincuenta años del siglo XX. No ignoro que una afirmación de este tenor no sólo es discutible sino que puede parecer absurda: el colmo del error que significa, en el terreno de las artes, comparar y, peor aún, establecer rankings. Pero permítaseme decir en qué sentido veo la obra del poeta judío elevarse hasta una altura que casi nadie más alcanza: cuando se estudian otras obras coetáneas uno se da cuenta de que, de una manera real y tangible, lo mejor de cada una de ellas está en germen en la poesía de Celan. Por ejemplo, si se lee a Valente, a René Char o a la Marçal, uno se queda atónito al descubrir que todos están ya en aquél. Celan es el poeta más hospitalario de todos los otros poetas, es el lugar o ámbito común, el topos de una época.
La publicación de la correspondencia con su adorada mujer viene precedido y acompañado de otras ediciones que pienso que resulta obligado reseñar. Primero, las correspondencias de Celan con dos mujeres importantes en su vida, dos “grandes amistades” de muy distinta naturaleza: las cartas con Nelly Sachs (Trotta, 2007), y la correspondencia que sostuvo con Ingeborg Bachamnn (Suhrkamp Verlag, 2008). Tampoco se puede ignorar el catálogo de la exposición Gisèle Lestrange-Paul Celan. Desde el puente de los años, celebrada en el Círculo de Bellas Artes de Madrid hace sólo cuatro años.
En aquella exposición memorable era posible comprender, por medio del diálogo entre dos personalidades complementarias, una parte decisiva no sólo de la dimensión humana de Celan, sino también de su peculiar faceta creativa. La parte más significativa de esa conversación tenía lugar por medio de sus cartas. Cartas de amor, primero entre novios y prometidos, pero después epístolas, notas o misivas que evolucionan de manera imperceptible en una permanente metamorfosis del amor conyugal, cruzando el puente del dolor y de la enfermedad mental, de los celos y la comprensión, de la admiración y del cuidado mutuo. Una belleza. No se lo pierdan.
(Esta nota ha aparecido en el número 358 de Culturas de La Vanguardia de hoy, 29 de abril de 2009; la foto que acompaña el texto es del fotógrafo ruso Alexey Titarenko)
lunes, 27 de abril de 2009
L´appuntamento (Ornella Vanoni)
Para ti, que me quisiste con un amor incondicional y entrañable y que cada vez que oías esta canción llorabas de melancolía.
Notas para un diario 104
Cuántas cosas han pasado desde la última carta. Todo un mundo entero dentro de mí. Estoy viviendo con una intensidad que cada día de estos últimos pasa lento como una vida. Hacía mucho que no sentía así, cada momento, cada instante. Cuando llega la noche, tengo tal agotamiento que no puedo ni siquiera rezar. Me duermo pensando que el sueño de quien no puede más es la mejor plegaria. Una oración que parece pasiva pero a la que me entrego plenamente; antes de caer en el sueño, cuando puedo, dispongo mi cuerpo en la postura de un niño que se tiende confiado en unos brazos que le acogen. Sé que el día que me muera haré exactamente el mismo gesto, y esperaré con calma a que llegue el momento final. Sin miedo y sin ansiedad. Llevo varios días sola en casa. Las niñas están con unas primas en el campo. J. no viene hasta la noche y apenas me habla. Por primera vez desde hace años tengo un poco de tiempo para pensar. Es como si me hubieran separado de todo (en ese todo te incluyo a ti) y alguien quisiera decirme algo. Pero el qué. Eso sí que me da miedo. Empezar, otra vez, a recibir todo tipo de impresiones de afuera. Son cosas que veo y que me duelen. ¿Por qué soy así? ¿por qué he sido así desde niña? ¿por qué estoy todo el tiempo viendo y sintiendo cosas que para los demás no significan nada? Te juro que preferiría morirme que empezar de nuevo con esto: un accidente de coche, un descuido en la playa, un jaleo en la calle. Sería mucho más fácil todo. Pero yo no soy quien para recoger una vida que no he sembrado. No sería una muestra de amor. Sé que mi destino es ahogarme en la vida, siendo nadie, siendo borrada por los demás. Esa es mi libertad, aunque a veces la rechazo con las pocas fuerzas que me quedan. La rechazo y me quedo completamente vacía. No reconozco ni mi cuerpo. A veces dudo hasta de que me haya sido concedido un cuerpo. Un cuerpo que ya nadie mira ni acaricia como antes. Un cuerpo que es mi tumba anticipada. Como estas cartas que te escribo y que nacen muertas y que son hoy por hoy mi única vida. Sólo ruego para que me sea concedido el don eterno de la oración. Vivo en medio de problemas que no tienen salida. Ninguna solución. Cuantas más vueltas les doy, veo las posibilidades más agotadas; entonces hay un momento en que lo acepto todo y me veo a mí misma ahogándome en el dolor, comprendo que las cosas se podrían solucionar pero que por alguna razón no será así… y con sorpresa descubro que en todo eso hay una sabiduría. Ves, no sé como explicarme. Pero necesitaba compartir esto contigo. Al, perdóname por escribirte. Gracias por dejarme escribirte. Si te parece muy fuerte o muy indiscreto lo que te cuento, rompe la carta. No te lo podría reprochar. Yo no sé nada y no puedo hacer nada: soy muy débil y sólo sé que a veces me encuentro llorando y pienso que mis lágrimas caen vacías para que alguien las llene con su voluntad. Me gustaría que tú fueses ese alguien. Tú también eres débil; eso es lo que me atrae de ti. Que en ti encuentro una hospitalidad que todo lo demás me niega. Tú no me juzgas. Ni siquiera me analizas. No te quepa duda de que el mundo será de los débiles; que algún día pasará la soberbia y el desprecio, y entonces el mundo vivirá en paz. La paz de los débiles y de los que no juzgan.
(La foto que acompaña este nuevo fragmento de carta, se titula Nel metro y fue tomada en 1963 en París por el gran fotógrafo italiano Mario Dondero)
sábado, 25 de abril de 2009
Premios del Observatorio D´Achtall (2009)
En la nota que sobre el Observatorio D´Achtall escribí hace un tiempo, y en exclusiva para los seguidores de este blog, se decía entre otras cosas lo siguiente: Fieles al principio de que lo esencial no es el poder sino la influencia, desarrollamos todo un conjunto de propuestas dirigidas a la elevación del nivel intelectual del entorno. Estamos profundamente convencidos de que a las personas hay que medirles por lo que hacen y no por lo que tienen. No obstante, no es preciso que se expliciten ahora mismo las distintas series de propuestas que se están implementando desde hace meses: además de un gesto contrario a la humildad, y por tanto a nuestro ánimo fundacional, sería algo inútil ya que, antes o después, todos vais a notar en el día a día esa ola de bienestar del que somos en buena parte responsables. Por otra parte, y roto el hielo, no tengo el menor inconveniente en ir informando a los lectores de este blog de lo más significativo y relevante de lo que vayamos proponiendo en el futuro. Aviso de antemano de que se está gestando una pequeña revolución que podría modificar para bien el curso de muchas cosas a un plazo digamos medio.
Pues bien, después de un tenso debate interno entre inmanentistas y trascendentalistas (son los dos grandes grupos que, tras años de debates, se han ido perfilando en el seno del Obs: ya hablaré otro día, cuando las aguas se hayan serenado del todo, y con la debido respeto al secreto de unas sesiones que no son secretas strictu sensu pero sí de rigurosa observancia presencial, de las posiciones de ambos conjuntos) que, no obstante, se ha saldado con una voz única, y con la decisión inquebrantable, casi castrense, de mantener prietas las filas, hemos decidido arrancarnos con una primera actuación ad extra, y dar a conocer, urbe et orbe, la relación de premiados en la primera edición de los Premios Observatorio D´Achtall, cuya reproducción del acta final tengo el honor de reproducir para los lectores de este blog:
El observatorio
D´ACHTALL
Grupo de observación y reflexión independiente, atento a la cultura y las nuevas tendencias en la vida española e iberoamericana en general, tiene el placer de invitarle a la entrega de la:
1ª edición de los Premios Observatorio
D´ACHTALL
Los premios fueron otorgados por el siguiente jurado:
Jorge Benavides, Esther Bendahan, Carlos Franz, Mercedes Monmany, Guillermo Corral, Álvaro de la Rica y Blanca Soto.
Artes Plásticas y Diseño: Alberto Corazón
Arquitectura: José Mª Peridis
Gestión Cultural: Delfina Entrecanales
Ensayo: Fernando García de Cortázar
Cine: Jaime Rosales
Fotografía: Valentín Vallhonrat
Literatura: César Antonio Molina
Intercambio cultural entre España e Iberoamérica: Revista Letras Libres (edición española dirigida por Julio Trujillo)
Premio Especial del Jurado: Miguel Angel Aguilar
El fallo del Jurado es inapelable. A la entrega de los premios, que tendrá lugar el próximo Jueves, 7 de Mayo en D-14, sito en la Calle San Blas nº4, en un sencillo acto que constará de Ceremonia (19:30) y copa de vino chileno (20:00), los lectores de Hobby Horse, simpatizantes, amigos y personas interesadas en general estáis formal y cordialmente invitados.
Colabora: Cátedra Chile (Universidad de Salamanca) y Entremigas
N.B. Se agradecería especialmente a los queridos amigos blogtenientes que difundan por favor esta noticia en sus respectivas bitácoras.
viernes, 24 de abril de 2009
Pierre Le Tan
¡Qué extraño es el mundo de "un artista"! Hay que ganarse la vida, alimentar a la familia. Los encargos se suceden. Siempre se trabaja con urgencia. Nunca se tiene la oportunidad de mantener el más mínimo distanciamiento con lo que se hace. A veces nos gustaría tener tiempo para dedicarnos a un proyecto más personal: un libro, un cuadro o, simplemente, un dibujo que nos apetecería hacer. Y esto sucede, claro, pero elaboramos tantísimos proyectos que no llegamos a realizar, que siempre nos quedamos insatisfechos.
A menudo pienso que nos gustaría hacer otra cosa, o ser más libres. Luego pienso en los grandes artistas, y mucha veces veo vidas muy laboriosas: Picasso y su obsesión por estar siempre "a la moda", Balthus, fabricando meticulosamente su propio misterio, Dubuffet, clasificando metódicamente hasta el último de sus garabatos, o estos contemporáneos, cuyo éxito es tal que se convierten en una especie de hombres de negocios, rodeados de todo un equipo. Al que admiro sin reservas es a Giacometti, constantemente insatisfecho, viviendo sólo para su arte, sin preocuparse por el reconocimiento, ni por el éxito material. Para mí, es un santo en el mundo del arte.
Más modestamente, el otro día estuve pensando en Jean Oberlé, un artista totalmente olvidado de lo años treinta cuyas memorias estuve releyendo: La vie d´artiste. Tenía el mismo oficio que yo, hacía dibujos para la prensa y la edición, y a veces exponía unos cuadros llenos de frescura. Era amigo de Pascin, Derain, Bérard, de gente corriente y de gente famosa. Ganaba poco dinero pero tenía una vida maravillosa en la que se sentía libre y sin ataduras. Imagino con nostalgia la ligereza de una existencia así. En nuestros días, los artistas tienen que ser también contables y preocuparse por unos problemas que ni siquiera existían en tiempos de Oberlé. Entonces me digo que, más que otra cosa, esa despreocupación es la que me falta en esta época tan dura y desprovista de encanto. Pero, ¿acaso la despreocupación, por muy tentadora que sea, no se encuentra en el extremo opuesto a las preocupaciones de un artista?
Diciembre 2003
jueves, 23 de abril de 2009
Notas para un diario 103
Mi amigo Danilo di Marco me había prometido que el domingo haríamos una excursión a Cividale, en el alto Friuli. Cuanto más le conozco, y a pesar de una ligera apariencia de caos que cultiva con esmero, veo que se trata de una persona muy formal y seria para todo aquello que merece la pena serlo. En realidad lo que me había dicho se resumía en lo siguiente: iremos a comer a una granja y te presentaré a mis amigos y beberemos mucho. Pues yo feliz. Son dos cosas que me encantan. Teniendo en cuenta los antecedentes familiares y vitales de Danilo, estaba deseando conocer a su gente. Y de la bebida, pues, no nos engañemos: a los vinos blancos del Fruili (especialmente un maravilloso tocay) también estaba deseando conocerlos.
Salimos en coche a las once de la mañana de Pordenone y nos dirigimos al norte, hacia las estribaciones de los Alpes austroitalianos: el paisaje en el camino es verde y plano, con tierras de cultivo, algunos pequeños asentamientos presididos por torres y campaniles que son los auténticos puntos de referencia de una tierra bellísisma. El río Natisone y una red de canales bajan caudalosos de la montaña y los sauces y castaños crecen poderosos en sus riberas. Hicimos una parada técnica (con un primer trago incluido) en Spilimbergo, una villa medieval que guarda algunos tesoros admirables: especialmente los frescos del siglo XIV de su iglesia-fortaleza. Nunca había visto una representación tan vívida de la escena de Susana y los viejos que aún hoy, cuatro días después, no logro quitarme de la cabeza.
Por fin llegamos a Cividale. Las vistas sobre las viñas del valle y la inmensidad de las montañas te dejan boquiabierto. Realmente se trataba de una granja: una casa de una sola planta con paredes encaladas, rodeada de animales de toda especie con pequeños espacios dedicados al cultivo de frutas y verduras. Un comedor sencillo empanelado de tablas de madera y con un inmenso hogar en el centro donde se asaban enormes trozos de carne. Las dueñas eran dos mujeres fuertes, rudas y muy de mando. Tenían la casa a reventar y nos habían preparado una mesa como para unas cuarenta personas. Había dos grupos, inicialmente: los amigos de Danilo de la zona de Udine, Gorizia, Treviso, antiguos luchadores contra el nazismo, partisanos e hijos y nietos de partisanos, y por otro lado los que veníamos del homenaje a Magris del día anterior. Fundamentalmente las gentes del Corriere della Sera y después algún profesor pimpollo tipo yo. A los diez minutos, no exagero, los puentes se habían tendido y nadie sabía quién era quien. Todos hablábamos, bebíamos y reíamos con la más absoluta naturalidad. A mi lado tenía un camionero de 1,90, pelo y barba rojiza, grandes ojos verdes y unas manos con las que podía haberme hecho picadillo, de nombre Vassili Pérez con el que hice amistad inmediatamente. Se pasó las cuatro horas que duró la comida sirviéndome de todo, especialmente vino, y contándome historias de partisanos y sus propias aventuras con el camión por el norte de Europa.
El menú fue tan exquisito como interminable. Voy a ver si me acuerdo de todo: empezamos con unos fritos de maíz con jamón, después unos tortellini con virutas de foie, luego unos gnocci como no he comido en la vida (las patatas las cultivaban allí), a eso le siguió solomillo de cerdo, unas chuletas con canónigos y, cuando creíamos que nos iba a dar algo pero veíamos un poco de luz al final de tunel, sacaron unas diez o doce bandejas llenas de salchicas de carne recién asadas con leña, con otros tantas fuentes de patatas fritas y de polenta (unos maravillos tacos de maíz batida típicos de la zona). En realidad todo era como un gran aperitivo para el plato estrella: los caracoles. ¡Nunca olvidaré esa salsa de trufa! Como os podéis figurar, y habiendo dicho que veníamos de Navarra, y que allí se comía bastante, tuvimos que emplearnos a fondo. Yo me había metido en el bolsillo interior de la chaqueta la imagen de un icono que había cogido en la iglesia de Santa María Formosa en Venecia: es la Virgen de la Consolación de Lepanto. Me sentía protegido contra cualquier clase de peligro. Era de esas situaciones en las que dejar algo en el plato es visto con muy muy mala cara. Con deciros que a pesar de que creo que bebí por los menos dos botellas de vino, apenas noté sus efectos.
El curso de la comida fue, digamos, irregular. Aquellas mujeres se multiplicaban para atendernos pero evidentemente estaban desbordadas. Si les pedías algo (más vino, agua, pan, queso para la pasta) te caía una bronca fenomenal. ¡Qué carácter! La gente se iba levantado y cogía las botellas de tapadillo. A uno que lo pillaron casi lo corren a gorrazos. Pero todo se desarrolló en un ambiente de gran cordialidad. Creo que a los partisanos les daban bastante más miedo aquellas dos que todo el ejército alemán. Por lo demás la gente pasaba el tiempo, entre plato y plato, haciendo cosas de todo tipo. Se podía uno levantar, ir a echar un cigarro con uno o con otro. Mi vecino de enfrente se pasó media comida leyendo, sin hacer caso a nadie. Vassili no paraba de hablar (me pidió perdón por una locuacidad que por lo visto se debía a las muchas horas que pasaba solo en el camión y a lo mucho que esto le daba para pensar en un sinfín de cosas que me transmitió una por una), así que yo mismo me levanté agotado varias veces. Paula ya no sabía como esparcir la comida por el plato para que no se notara que había dejado más de la mitad de cada ración. Como en el cole. El grupo del Corriere, casi todos eran de la sección de arte y fotógrafos, sacaron sus pinceles y se pusieron a pintar y retratar la escena a la acuarela.
Yo, además de bien comido y bien bebido, estaba feliz. Soy muy sensible a los ambientes y en aquel caos organizado percibí desde el primer momento una gran sencillez y un cariño fraterno.
Lo mejor de todo vino al final. Sacaron varias guitarras y todo el mundo se puso a cantar. Eran canciones de la guerra. Algunos se emocionaban al recordarlas, una vez más. Daba cosa ver a uno de esos tipos (como el de la foto de abajo) cantando con lágrimas en los ojos. Pero qué voces. Os aseguro que no desafinaban en una sola nota. Poco a poco los más jóvenes fueron integrándose en aquel coro y proponiendo canciones más recientes. Yo la gocé cuando empezaron con el repertorio de Francesco de Gregori y de Fabrizio de André. La verdad es que se quedaron asombrados de que Paula y yo nos supiéramos todas las letras de memoria. Fue lo que acabó por unirnos a todos en un ambiente increíblemente familiar.
Nadie quería marcharse de allí. Alguien se despedía y al cabo de una hora te lo encontrabas cantando de nuevo a voz en cuello con un whiski en la mano. Reinaba entre todos nosotros una sensación de plenitud y abandono. La inmensa alegría de sentirse vivo, de haber luchado por aquello en lo que crees, la alegría de querer limpiamente a alguien. Casi se hizo de noche y aún seguíamos allí, hablando o en silencio, fumando, las parejas se abrazaban, mirando a las montañas, con la sensación en todo caso de haber participado en una gran fiesta improvisada e inolvidable.
miércoles, 22 de abril de 2009
La Alemania de Weimar
Hace ya unos años leí, en el curso de una investigación literaria, un libro sobre el París de 1900 que se llama Francia, fin de siglo, y que está escrito por el historiador Eugen Weber. Me apasiona ese momento concreto, inmediatamente anterior a la Gran Guerra, en el que se cambió de siglo y en el que floreció, especialmente en París, uno de los períodos de creatividad artísitica más impresionantes de la historia. El libro de Weber es una especie de recuento y de mapa de unos pocos años, en el que se habla de todos los aspectos de la vida social, política y cultural, de los usos y costumbres laborales, eróticos, funerarios, un repaso por las modas, por los miedos, por las obsesiones de las gentes en un determinado momento y en un lugar determinado. Está tan bien hecho que, con frecuencia, al leer o releer algún capítulo (hay algunos increíbles, por ejemplo el segundo en el que se habla de las transgresiones de la época), uno se encuentra literalmente transportado a cualquier calle del París de entonces. Un libro para soñar despierto y para comprender muchas cosas. Desgraciadamente esta descatalogado tanto en España como en Francia, pero se puede comprar de segunda mano.
Hace tiempo que buscaba un libro equivalente que hablara de la República de Weimar (1918-1930), es decir para la Alemania que sale completamente deprimida tras la Guerra y se acaba entregando, una década más tarde, en los brazos asesinos del partido nazi. También me gustaría leer algo así, pero escrito en serio, sobre la Segunda República española. Por el momento, creo que para Weimar lo he encontrado, se llama La Alemania de Weimar (Eric. D. Wietz) y lo acaba de publicar Turner en su espléndida colección Noema. La historia y la intrahistoria, la política y las costumbres, la arquitectura y el urbanismo, la economía doméstica, las migraciones, los ideales y los resentimientos, el amor, el sexo, la moda y las innovaciones del arte (Bauhus y expresionismo incluidos), todo, lo grande y lo pequeño tienen cabida en este nuevo libro-mosaico. También me ha transportado a aquel tiempo mágico sobre el que tanto habría que decir; también tiene capítulos memorables de los que iré hablando.
martes, 21 de abril de 2009
Venecia
La perspectiva inmensa que se abre sobre la laguna, cuando llegas desde el aeropuerto en barco; creo que es imposible acostumbrarse a esa vista deslumbrante. La primera vez que estás ahí, te quedas en silencio y no puedes decir nada. Da lo mismo si llegas en un día de niebla o en un día brillante: te quedas asombrado igualmente. Y todas las veces son una primera vez. El agua llega en Venecia hasta el límite de la piedra. El agua es el límite. La piedra es el límite. Una marca que llena la línea del horizonte y que hace que la ciudad quede suspendida sobre un elemento cambiante. Venecia permanece viva sobre las aguas, como Cristo anduvo sobre las aguas en el lago Tiberíades. El límite se hace tanto más patente cuanto más andas entre las sombras de las calles, sobre los puentes y bajo los soportales innumerables; todo está rodeado de agua. Parece que la piedra (roja, blanca o negra) se hunde y realmente se hunde; pero en ese anegarse, al ritmo de las mareas, resurge y vive en todo su esplendor decadente. El verde y el morado de las plantas que crecen entre las grietas no pueden hacer nada para evitarlo. La vida se hunde en Venecia. La vida tiene un carácter doble: hundirse y resurgir constantemente en el agua de la vida y de la muerte. Venecia no pertenece a nadie. Venecia vive y muere en las transfiguraciones del mundo.
miércoles, 15 de abril de 2009
The Last Day Of Our Acquaintance (Sinead O´Connor)
Mañana muy de mañana estaré volando hacia Italia, y no vuelvo hasta el martes. No podré escribir en este blog, pero estaré pendiente por si suceden cosas. Os dejo con esta canción de Sinead O´Connor. Ojalá que os guste.
Etty Hillesum
Nos queda tanto de lo que hablar: tantos escritores, tantos artistas, santos, tantos paisajes, tantas cosas de los adentros… Cuando pienso que todavía, después de un año entero, ni siquiera he mencionado a Etty Hillesum!!!! No me lo creo. Pero es así. He puesto su nombre en el chisme ese que busca cualquier cosa en el blog, y nada. ¿Me perdonará? Supongo que sí: a veces, y en contra de lo que se dice con demasiada facilidad por la gente superficial que habla de las cosas del espíritu (son las espinas de la corona de gloria que todos llevamos sobre la cabeza), cuando amas mucho una cosa te la callas y te la guardas para ti. Sí, sí, ya les estoy oyendo, que si el bien es difusivo y no sé cuantas cosas más; pero, frente al frío principio racional, yo te doy un argumento bíblico: la Virgen María permanecía en silencio y guardaba esas cosas en su corazón. O sea, que como mínimo admitamos que hay un tiempo para cada cosa: a veces hay que callar y otras hay que decir lo que llevamos dentro, pero sólo si queremos hacerlo, sólo en ese caso. Ya nos lo indicarán. Y además, las cosas buenas se transparentan en quienes las llevan dentro: en los gestos, en la acogida, en la apertura, en la pobreza, en la sonrisa con la que esperamos a los demás y al mundo entero. De todos modos, os diré que estos han sido días de enormes descubrimientos y luces. Por ejemplo, os puedo confirmar que en principio este blog durará cuatro años más o menos. Ahora lo tengo claro. Así que tranquilos: los que os aburrís, en cuatro años os podéis olvidar completamente de mí (si no lo habéis hecho ya). Y los que os gusta-os entretiene-os ayuda tenéis garantizado ese tiempo por delante. Ya os contaré en otra ocasión porqué sé esto con certeza. Lo único que os puedo adelantar ahora es que no tengo ninguna duda al respecto. Estaba mirándolo en el plano equivocado, pero eso se acabó. Ya os lo he dicho y al menos por lo que a mí respecta, y salvo nueva orden, así será. Además, el olvido (que no preterición) de mi amada Etty demuestra lo mucho que nos queda por hablar. En buena medida hasta el momento nos hemos andado subiendo por las ramas. No importa. He estado emborronando las primerísimas hojas. No os quepa duda tampoco de que esto es un viaje al corazón del asunto, to the heart of the matter del que habló increíblemente Graham Greene: allí donde las hojas son cada vez más pequeñas pero también más tiernas y jugosas. La cosa irá lenta: al fin y al cabo el primer afectado soy yo que escribo. Cada día me arrancan una hoja y poco a poco me voy a quedar más en pelotas que Francesca Woodman en la extraordinaria foto que os mostré el otro día. En todo caso, nos queda mucho por hablar. Bueno, pues, ayer comí con mi amigo Fernando los famosos huevos con morcilla de La Corralada, y a la vez que mojábamos el pan de pueblo en la yema convenientemente salpimentada, y bebíamos un vino de Rioja que nos encanta a los dos (yo bebí poco, no por virtud sino porque me tenía que conducir hasta Pamplona), me dijo que por fin habían publicado la obra integral de Etty Hillesum. En la mesa de enfrente teníamos a José Tomás y al ganadero Vitorino hablando acaloradamente; en la de detrás comían juntos, con la pulcra elegancia de dos viejos poetas, Enrique Vila-Matas y Álvaro Mutis (si no os lo creéis, peor para vosotros), pero yo no tenía ojos ni oídos más que para lo que me estaba contando mi amigo. ¿Sus diarios y cartas en la versión completa, sin censuras "bienintencionadas"?. ¡Qué alegría me das! El primero que me habló de la Etty fue José Jiménez Lozano. Tenía su foto (la que veis arriba) en su escritorio del pabellón de Alcazarén. Ví a esa brown eyes girl nada más entrar y sentí de inmediato que me estaba mirando. Cuando horas después me despedí de Don José no pude menos que preguntarle quién era ese bellezón que no me había quitado los ojos de encima ni un segundo durante todo el día. Es Etty Hillesum. Pues no para de mirarme. Ya, ¿no la ha leído? No pierda más tiempo. Llévese este libro y empiece cuanto antes. Llegué al hotel en Tordesillas donde pasé la noche y sin cenar siquiera me sumergí en la lectura del libro. Veo en mi ejemplar que tengo delante que había subrayado estos dos párrafos que os he recopiado:
La edad del alma es otra que la edad que se encuentra inscrita en el registro civil. Creo que el alma ya tiene una determinada edad al nacer, y que ya no cambiará. Uno puede nacer con un alma que tiene doce años y cuando tiene ochenta, ese alma aún sigue teniendo doce años y no más. También se puede nacer con un alma de mil años y a veces hay niños de doce años, en los que se aprecia que su alma tiene mil años. Considero el alma como aquella parte del ser humano de la que se es menos consciente, sobre todo los europeos occidentales. Creo que el oriental "experimenta" mucho más su alma. Una persona de occidente no sabe muy bien qué hacer con ella y se averguenza como si fuera algo inmoral. El alma es, a su vez, otra cosa diferente a lo que llamamos "ánimo". Es verdad que hay gente que tiene mucho "ánimo", pero poca alma. Un alma es algo que está hecho de fuego y de cristal de roca. Es algo que es muy severo y muy duro, siguiendo el Antiguo Testamento, pero también tan tierno como los gestos con los que las yemas de los dedos me acarician cuidadosamente las pestañas.
Vuelven otra vez esos momentos, en los que la vida es tan desoladora y difícil. Entonces me encuentro impetuosa, intranquila y cansada al mismo tiempo. Esta tarde he tenido momentos de una muy fuerte vivencia creadora. Y ahora me encuentro en una situación de agotamiento como después de un orgasmo. En este momento no tengo otra cosa que hacer que estar inmovil bajo mi manta y ser paciente hasta que el abatimiento y el aturdimiento se alejen de mí. Antes me ponía a hacer cosas raras en una situación como esta: beber con amigos o reflexionar sobre el suicidio o durante noches enteras leer cien libros distintos a la vez. Pero, también hay que saber aceptar que se tienen momentos estériles. Cuanto más honestamente se acepte, más rápido pasa un momento así. Hay que tener valor para hacer una pausa, y atreverse a estar vacío y abatido.
Como os podéis figurar, si para estas alturas sabéis algo de mí, que desde aquella noche no me he separado nunca de Etty. Forma parte de mi familia. Como cada uno de vosotros.
martes, 14 de abril de 2009
Peter Zumthor
Ayer se conoció la noticia de que habían otorgado el Premio Pritzker de arquitectura (el máximo galardón en ese arte, algo comparable al Nobel de Literatura) al arquitecto suizo Peter Zumthor. Me he alegrado muchísimo. Hablé de él varias veces cuando comencé este blog, a propósito del concepto de atmósfera, algo que yo quería conseguir aquí y que ha sido la idea rectora de su arquitectura. Un espacio humano, a la vez abierto y recogido, personal, de todos, cálido, luminoso, sombreado, amplio pero también ajustado, efímero y permanente. Hijo de un ebanista, y formado inicialmente como tal, a Zumthor le gusta recordar que sólo es un carpintero que intenta decir la verdad. Enamorado del pasado, ha procurado siempre respetar y recrear los elementos dados, proyectándolos a una dimensión intemporal. En la foto de arriba, aparece la sala del Museo Kolumba de Colonia (2007), en la que ha recompuesto las ruinas de una capilla gótica bombardeada durante la Segunda Guerra Mundial. En la foto de abajo aparece su rehabilitación de la termas romanas de Vals, en Suiza (1996). A Zumthor le gusta repetir con William Carlos Williams que no hay más ideas que las que se concretan en las cosas. Yo añadiría que las únicas cosas que valen la pena son las que facilitan y propician las acciones humanas; así veo yo su espléndida arquitectura.
lunes, 13 de abril de 2009
Notas para un diario 102
Llevo días retrasando esta carta y no me parece justo. Después de los meses que llevo quejándome, y haciendo que te preocupes por mí. Y cuando por fin veo un poco de luz, no te digo nada. Quizás quería entender antes el sentido de lo que he recibido estos días antes de decirte nada. Perdóname Al, pero por otro lado pensaba que la luz que he recibido ha sido tan fuerte que quizás te había llegado a ti también. Empecé a ver algo una noche, en casa. Habíamos salido a cenar. Fue la típica cena, igual a otras miles a las que hemos asistido (recuerdo algunas en las que tú y yo nos mirábamos sintiéndonos fuera del mundo). No conseguí que se hablara de nada durante la cena. Lo mismo de siempre: los mismos temas, las mismas pullas a los ausentes, la misma desconfianza, los chistes fáciles. Llegué a casa derrumbada. Las niñas dormían. Creo que la mayor tenía algo de fiebre pero no quise despertarla. J. se había ido a dejar a la canguro en su casa. Tardaba y tardaba. Puse la tele y me dispuse a esperarle. No ponían nada pero yo pensé que era mejor así. Me sentía totalmente vacía. Empecé a pensar en ti, en que tú tienes tanta o más necesidad que yo de consuelo, después de todo. Tú eres pobre, elegido pobre, concebido pobre: débil, inútil, impotente. Yo también soy pobre, elegida pobre, concebida pobre: débil, inútil e impotente. Somos tan pobres los dos que el evangelio para nosotros es una pura necesidad. Y entonces supe que esa era nuestra mayor riqueza, un tesoro incalculable. Me di cuenta de que, durante los años que hemos pasado cerca, Alguien ha ido desnudando nuestras almas; nosotros queríamos vestirlas, pues conocemos la vergüenza de nuestros pecados, pero lo necesario es desnudarlas para que la semilla llegue a lo profundo de nuestro polvo, a lo más hondo del alma. Al, no temas desnudar tu alma, no temas mirarla, libérate del miedo que te quede, dándoselo todo a él directamente, y si no puedes, dámelo a mí, que se lo daré a él en tu nombre: dáme todo el miedo que te surja. No es fácil caminar en el alma, hay lugares muertos y ateos, otros lugares sin paz, en los que luchan el espíritu del mundo y el mal, pues están divididos; también encontrarás lugares vacíos y desiertos, en los que no sientas su presencia. No te enfades conmigo por lo que te digo: créeme, creo que daría mi vida por ti. Si no desnudamos el alma no se puede sembrar. Para ello hay que dejar que penetre su luz; cuando nuestras faltas estén en la luz, él nos dirá que hacer. Siempre mendigos. Esto es verdad y yo sé que tú entiendes esto que te digo, sin claridad, sólo balbuciendo…
(La foto que acompaña el fragmento de esta carta es otro autorretrato romano de Francesca Woodman, de los años 1977-78)
sábado, 11 de abril de 2009
Claudio Magris
Ayer día 10 fue el 70 cumpleaños de Claudio Magris. El próximo día 18 se celebrará en Pordedone, en el Friuli occidental, una exposición sobre su obra. También se presenta un libro en el que han colaborado cincuenta escritores (entre ellos George Steiner, John Bainville, Drago Jankar, Predrag Matvéjevic, Nadine Gordimer, Michael Krueger, Maurice Nadeau, Peter Hallberg, Giorgio Pressburger, Enrique Vila-Matas, Javier Marías, Mercedes Monmany, César Antonio Molina y así una larga lista). Lo han organizado, con una dedicación y un sentido fraterno de la amistad increíbles, Jose Ángel González Sainz y Danilo di Marco (que ha realizado un retrato de cada uno de los participantes en el homenaje; suya es la foto de arriba y la nueva foto que he puesto en el blog). A mí me pidieron un texto sobre la obra de Magris y escribí lo siguiente:
El viaje interior de Claudio Magris
He creído percibir en los libros de Claudio una clara tendencia a una retracción (retractio, reductio, regressio), por mucho que ésta sea más aparente que real. ¿Un viaje a la semilla? Tal vez, pero no sólo. Cada libro, desde El Danubio hasta Lei dunque capirà, narra la experiencia de un viaje: sea por el río que atraviesa Europa o en el ámbito minúsculo de un parque triestino, sea a la Patagonia o al Gran Sur oceánico, sea por las salas de un sanatorio o a las fronteras mismas de ultratumba, del otro lado del espejo, en la última novela magrisiana. El viaje es la estructura narrativa primera de Claudio Magris: el eje sobre el que se desarrolla un universo poético, el punto fijo, la ficción suprema que permite desplegar un mundo, dar cuenta de una búsqueda y muchos descubrimientos, contarnos los hitos de su formación inacabada e imposible.
Creo que son pocos los que han peleado tanto como Claudio contra el ángel de la negatividad (ha sido el más valiente, teniendo siempre el coraje de huir de alguien tan apuesto e interesante). Pocos han buscado con tanta pasión y lucidez la posibilidad de ceñirse a lo bueno y lo correcto, a lo visible y a lo externo. Quién no recuerda el pasaje de El Danubio en el que el narrador se enfrenta a la increencia de Ferdinand de Céline con estás sentidas palabras: “ No es necesaria la fe en Dios, basta la fe en las cosas creadas, que permite moverse entre los objetos persuadido de su existencia, convencido de la irrefutable realidad de la silla, del paraguas, del cigarrillo, de la amistad. Quien duda de sí mismo está perdido, al igual que quien, temiendo no conseguir hacer el amor, no lo consigue. Se es feliz junto a las personas que hacen sentir la indudable presencia del mundo, así como un cuerpo amado proporciona la certidumbre de esos hombros, de ese seno, de esa curva de las caderas y de su onda que se sostiene como un mar. Y quien no tiene fe, enseña Singer, puede comportarse como si creyera: la fe vendrá después”.
¡Voilá el universo magris en estado casi casi puro, con maestro talmúdico incluido!
Entonces cabe preguntarse por qué aparece tarde o temprano ese movimiento, al parecer ineludible entre los más grandes (cómo no pensar en Kafka o en Canetti), que consiste en un viraje hacia adentro: de las playas del imaginar y las grandes extensiones australes a la clausura de los pasillos de un manicomio, a los dibujos minúsculos de Timmel o a la mente rota de los últimos protagonistas, pero antes, de la inmensidad del río de la vida que se abría sobre el delta del mar grande a los espacios reducidos de una cotidianeidad siempre insuficientemente explorada.
Se ha dicho que hay un Magris nocturno y uno diurno, y a él no le ha disgustado esa distinción. Yo no estoy seguro de que las cosas sean así. Prefiero ver un Magris único, dinámico e intermedio, que se mueve como pez en el agua en un inquietante claroscuro: al fin y al cabo nadie lo ha manejado nunca como los pintores del norte de su país (a los españoles nos lo quisieron enseñar pero sin demasiado éxito: nos lo tomamos todo a la tremenda, somos incapaces de jugar con la luz y las sombras, estamos demasiado dispuestos siempre a convertirlo todo en un cuento de buenos y malos).
Toda retracción contiene el deseo más o menos larvado de escapar de la opresión del poder: Canetti y Calasso lo han visto muy bien en la metamorfosis kafkiana y en la increíble historia del campesino menguante ante el portón de la Ley. Ese gesto doble de transformación en algo más pequeño y en principio menos valioso, aparece con claridad en las requisitorias de Job, en el De profundis de David que Tomás Eliot recitaba cada noche con la boca en el piso, en los cristos retorcidos de Grünewald o de Francis Bacon, y hasta en el toro bravo cuando humilla, morro al suelo.
Personalmente veo al maestro Magris (sí, lo siento Claudio, eres un maestro para nuestra generación), sobre todo después de haber leído y releído su última historia, apostado ante la puerta. ¿Menguante? Quizás, ¿por qué no? Cuántas veces nos has hablado de la vieja y vituperada virtud de la humildad, del humus, de la horizontalidad que sirve para descansar, entregarse y hacer el amor. Pero no sólo menguante. Veo a alguien instalado provisionalmente en un estado intermedio, con la mano extendida, dispuesto a penetrar en la tierra ignota detrás del espejo. Como sólo lo han hecho unos pocos en la Europa de los últimos cincuenta años: Bergman, Milösz, Rothko, John Ashbery. Jugando, sí, pero sin abandonar ni por un instante el horizonte del arte.
Gracias, Claudio. Por todo. Y perdona por estas palabras demasiado privadas que te digo en público.
viernes, 10 de abril de 2009
Notas para un diario 101
Creo recordar que en una ocasión le preguntaron a Azorín cuál era el sentido de su escritura, y contestó que en realidad se había pasado toda la vida escribiendo un único libro, y que si tuviera que titularlo no habría dudado en escribir encima "España y Francia, o Francia y España". No fue algo muy distinto lo que hizo Pla desde Cataluña, con Francia y acaso también con España; al menos así lo veo yo. O Miguel Torga, en este caso con el iberismo hispano-portugués. No me refiero a lo que le ha ocurrido a Antonio Tabucchi con Portugal. No se trata sólo de conocer sólo un país a fondo, de dejar que nos adopte, de vivir en su lengua y su literatura (sin perder la nuestra) con plena libertad y satisfacción. Esto es mucho, una gran riqueza para quien tiene esa vivencia. No es eso. Se trata de vivir permanentemente en la frontera de dos ámbitos o territorios diferentes, de vivir casi casi para que estos se unan, siendo como son diferentes. De dedicar la vida a estudiar el modo en el que ambos se han ido vinculando en el tiempo y conformando mutuamente. Magris (que hoy cumple 7o años: vaya desde aquí mi felicitación más cariñosa al amigo entrañable) o Florence Delay (¿cuándo voy a poder hablar de ella a fondo?) lo han conseguido con Italia y el mundo germánico o precisamente con Francia y España en el caso de Florence. Creo que si con el tiempo esos cinco escritores conforman mi canon particular, si me siento cada día más unido a ellos, es por esta razón de fondo: por que han vivido en la frontera entre dos mundos que a la vez están íntimamente vinculados (dos mundos que son mi propio mundo). Yo procuro seguir sus pasos y creo que mi próximo libro podría llevar el título con el que Azorín pensaba coronar su inmensa obra.
Ayer, tarde de jueves santo, me encontré nuevamente en esa frontera franco-española (en la foto, España vista desde Francia en el Col de Benteartea) en la que siempre he vivido. Acudimos a la colegiata de Roncesvalles a participar en los oficios (en la foto de abajo). Llevo años haciéndolo. Había peregrinos de al menos quince países y en la Misa se habló en español, francés, italiano, alemán, inglés, latín y vasco (el Padrenuestro se cantó en esa lengua vieja y noble). Me gusta la atmósfera que se crea: te encuentras en un lugar en el que se está de paso y al mismo tiempo querrías permanecer ahí siempre, bajo el oro y la plata, entre las piedras y la luz azul de las vidrieras, oliendo a incienso y oyendo el dulce sonido del órgano. Me gusta que se cuide el culto. Me ayuda a rezar (cosa que buena falta me hace). Se me metió muy dentro, hace muchos años, las palabras de la antigua bendición de los peregrinos con las que acaban allí las misas: ¡Oh Dios que sacaste a tu siervo de Ur de los Caldeos… Sé para nosotros/compañero en la marcha/guía en las encrucijadas/aliento en el cansancio/defensa en los peligros/albergue en el camino/sombra en el calor/luz en la oscuridad/consuelo en los desalientos/ y firmeza en nuestros propósitos. Ayer pensaba que yo asocio todas esas cosas con Paula. Como soy más lento para todo que una mula, iba pensando en todo esto mientras bajábamos el puerto de Ibañeta camino de Biarritz. Sobre un mar de verde se destacan los rojos, morados y blancos de algunos cerezos en flor, tilos y almendros que crecen en las cunetas o en los jardines de los caseríos. La luz sin embargo permanece azul y dorada. Los niños tienen cada uno su ipod. Yo no necesito nada. Si no fuera porque voy conduciendo, en esos momentos, me hubiera bastado con cerrar los ojos.
miércoles, 8 de abril de 2009
César Antonio Molina
La última remodelación del Gobierno de España ha traído como consecuencia el relevo, en la cartera del Ministerio de Cultura, de César Antonio Molina. Cuando lo oí ayer por la radio no daba crédito. CAM había sido nombrado ministro al final de la pasada legislatura. Tuvo apenas ocho meses para ejercer su ministerio. Ahora, en un período no mucho más largo ha sido sustituido por voluntad del Presidente. Uno de los lemas que se han coreado ayer y hoy es el de que hacía falta un cambio de ritmo. Supongo que en este caso lo que se le va a pedir a la nueva ministra es que lo baje. Acelerar el ritmo de trabajo de CAM, créanme, es poco menos que imposible. En otras palabras, que al menos en lo que afecta a este pequeño (espero que no insignificante) Ministerio, lo del ritmo no tiene nada que ver con el cambio del titular. ¿Habrá sido la causa del relevo la cuestión sexista de las cuotas? Puede, pero sin tener ni idea yo pienso que hay algo más. La entrega definitiva de Zapatero en manos de los mandases del mundo del cine no me parece un buen presagio. Quizás CAM había pisado alguna mina, o algún callo, en el proceloso mundo del poder político. Lo ignoro. Lo tengo por un hombre equilibrado y pacífico, pero tiene criterio y honradez como para haberse ganado unos cuantos enemigos. No lo sé y la verdad es que no me importa.
Me puedo equivocar de plano pero, intentando ir de la anécdota a la categoría, creo que hay una incompatibilidad profunda entre CAM y el proyecto político de Zapatero. Se trata de una de esas grietas (en apariencia mínimas) que, sin embargo, hacen que dos trayectorias sean en el fondo incompatibles. Me explico. El cambio en el gobierno ha estado presidido por una idea obsesiva: los nuevos ministros, el nuevo equipo, nos va sacar de la crisis. Se van a poner en juego todos los recursos del Estado para que la situación de dificultad por la que atravesamos dure lo menos posible. Esta idea, respetable por lo demás, refleja una mentalidad profundamente socialista o estatalista. Fomento promoverá, Sanidad atenderá, Administraciones Públicas y Economía distribuirán y redistribuirán. Veremos, pero en el fondo late la convicción de que el Estado puede conseguir el bienestar de la sociedad. No conozco a fondo el pensamiento político de CAM pero mi impresión es que piensa algo sustancialmente distinto: el papel del Estado no es primariamente el de proveer, sino el de facilitar las cosas. El Estado debe actuar de forma subsidiaria con la sociedad, y nunca suplantar a ésta. Un pensamiento (en el fondo más cercano al liberalismo clásico) que hunde sus raíces en la Escuela de Salamanca y que exige al gobernante, además de todas las virtudes que se le suponen, la de la medida y la autocontención. El papel del Estado se contrae, a la vez que se hace imprescindible y significativo, y las energías de la gente se liberan. Personalmente estoy convencido de que la modernidad política, más después de esta crisis a escala universal, irá por ahí.
Los últimos años de CAM han debido de ser frenéticos. Me consta que ni por un instante ha renunciado a su vocación literaria. En medio de trabajos sin cuento, ha habido algunos frutos memorables. Recuerdo un bellísimo poema suyo escrito, cómo no, en un aeropuerto a miles de kilometros de España; un homenaje filosófico al río Eume y a su querida patria gallega: Una densa niebla y una gran ventisca impiden despegar./Donde quiera que vaya: peligro y dificultades./Haga lo que haga: complicaciones y fracasos./Al igual que en Madrid pierdo el Metro,/ahora en este otro continente/me detienen aires adversos./Envejezco en cada terminal./Envejezco en cada sala de espera./¿Adónde van a parar estas horas?/¿podré reclamarlas al final de mis días?/Como nimbo vagabundeo a merced de los altavoces./Como nimbo vagabundeo a merced de las pantallas./La azafata de información me sonríe/y me entrega una rama de sauce./T´u Lung escribió esta máxima: un buen viajero es el que no sabe a dónde va./Un viajero perfecto es que no sabe de donde viene./El el aeropuerto de Pekín el río humano de pasajeros perdidos/también se llama Eume".
Releyéndolo, al tiempo que lo copio, me doy cuenta de cuán elocuente resulta en esta circunstancia. En cierta ocasión le preguntaron a César por el modo en el que había nacido este poema, y con toda sencillez respondió lo siguiente: Pensé que tal vez estaría también lloviendo allí y sentí que, a pesar de que era un río humilde, ajeno al tránsito de la vida y sin participación en los grandes acontecimientos de la historia, como yo mismo -aclara-, sí que había manado desde los orígenes del mundo y ‘era el río de todos los ríos’.
Como le gusta repetir, con Eliot, a alguien que no sé si conozco, la humildad tiende a lo infinito (perdóname por la licencia de traductor aficionado)
Hirbet Hiza
La primera noticia que tuve del escritor israelí S. Yizhar fue a través de La historia comienza, el magnífico libro de Amos Oz publicado en Siruela. Oz dedica un capítulo a analizar el comienzo de Preliminares, seguramente la obra más importante de Yizhar (por cierto, la edición inglesa, con la traducción de Nicholas de Lange, merece mucho la pena. Podéis leer un extracto aquí).
Hace pocos meses leí una carta al director en El País en la que, a propósito de los episodios recientes de Gaza, se daba noticia de la aparición próxima, en la editorial minúscula, de su relato Hirbet Hiza. Un pueblo árabe. Una carta extraordinaria de inteligencia y ponderación.
Naturalmente, en cuanto ha salido el libro, me ha faltado tiempo para leerlo. La historia es sencilla: un grupo de hombres (o de nombres, habría que decir, puesto que ninguno nos es descrito ni externa ni internamente: son apenas una máscara y conocemos la diferencia entre ellos sólo por la voz) cumple la orden de tomar un pueblo árabe.
La narración pertenece sin duda al realismo; es una muestra más de la inmensa potencia de esa tendencia eterna de la mejor literatura. Nada escapa a la mirada del relator: nada externo y nada del modo en el que la realidad va golpeando con la fuerza de un martillo su fuero interno.
Relato humanísimo, surgido de la épica de la compasión, responde como los textos clásicos al convencimiento de que siempre resulta peor infringir la injusticia que padecerla. La catársis nunca es plena: la sombra de la culpa planea siempre sobre cualquier escrito que se precie. Al fin y al cabo, la literatura tiene entre su fines el de la purificación moral, algo que tiene poco o nada que ver con la mayoría de las conductas políticas por las que se rige el mundo.
martes, 7 de abril de 2009
El significado de la muerte
Me sorprende lo poco que he hablado en este blog de Ananda K. Coomaraswamy (en la foto, junto a su bella mujer, Stella Bloch; éste fue otro matrimonio espistolar del que otro día hablaremos). Desde que lo leí por primera vez hace treinta años (recuerdo lo poco que lo entendía y recuerdo el olor a canela y a brezo en aquella vieja biblioteca del internado), me quedé fascinado por su escritura: no creo que haya habido nadie en el siglo XX con la misma mezcla lograda de conocimientos enciclopédicos y sensibilidad para las diferentes tradiciones artísticas del mundo que tenía él. Indio de nacimiento, de madre inglesa, objetor de conciencia ante el Imperio de su Majestad, el Museo de Boston lo fichó, durante la Gran Guerra, y ya no lo soltó jamás. Desde aquellas tardes de primavera en las que, con la ventana abierta sobre mis libros, entraba el viento suave de la campiña inglesa, no he podido separarme de su pensamiento y de su inmensa obra. He leído, estos días atrás, dos opúsculos –¿Quién es "Satán", y dónde está el "infierno"?, seguido de El significado de la muerte–, recién publicados por Olañeta Editor, y he recuperado la atmósferas de aquellas sesiones del estudio de la tarde, en Inglaterra, y por momentos la intensidad en una lectura tan viva que te saca del tiempo.
El significado de la muerte está inseparablemente unido al significado de la vida. Esa es la primera frase del segundo de los escritos ahora rescatados. Ambos están estrechamente unidos: como todo gran escritor, Coomaraswamy es tan multifacético como orgánico. No puedo, ahora, siquiera resumir las líneas maestras de su pensamiento. Basten tres pinceladas sobre el texto acerca de la muerte: el autor parte, en la línea de la tradición de la Philosophia Perennis, de que el yo es algo parecido a una ilusión perceptiva: "una sucesión de instantes, de los que no hay dos que sean lo mismo; en otras palabras, este hombre (que creemos ser) no es nunca el mismo de un momento al otro". El hombre o la mujer que creemos ser carece de presente, su realidad consiste más bien en un no ser, en puro devenir. Lo que llamamos persona se manifiesta en eso, en una máscara, o sea, en algo apariencial. Todo cambio implica una muerte (imperfección), de modo que la muerte no es sino un punto más en la cadena del flujo de la vida/muerte: como le ocurre a todo lo que comienza, tiene que acabar. Pero eso no es todo. En cada ser, además de la dimensión personal, hay un Otro, una Esencia que es "el único que ve, oye, piensa dentro de mí y actúa a través de mí". Un principio eterno y fijo, enmascarado en una personalidad aparente. Es el Sí inmortal del sí. La cuestión que plantea la muerte es la siguiente: ¿cuándo me vaya, con mi aliento postrero, en quién me iré? ¿En mi sí, o en su Sí inmortal? La decisión dependerá de si hemos vivido para el Sí o para nuestro incierto, cambiante e inconsistente yo. En lo que llamamos tiempo estamos ya fijando nuestra eternidad o nuestra negación, la reversión al polvo de la nada. Por eso la tradición hindú dice que un hombre libre es un hombre muerto que anda, y la cristiana que no debo vivir yo, sino morir y dejar que Cristo viva en mí. El maestro Eckhart decía que el reino de Dios no es para nadie sino para aquel que está muerto, y Angelus Silesius animaba a morir antes de morir. Sólo el que ha muerto a sí conoce por adelantado ambos significados: el de la muerte y el de la vida.
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