jueves, 31 de marzo de 2011

miércoles, 30 de marzo de 2011

Notas para un diario 199


A la tercera la vencida. Eso espero, sobre todo por la salud de Jaime Puig, que ha ido resolviendo todo lo que le proponía con su acierto habitual, y lo que es más impresionante: con una sonrisa. ¡Qué paciencia ha tenido! Pero me alegro del resultado, al que también algunos han contribuido con sus comentarios críticos con la versión segunda. Ahora he introducido más cambios aún, además de intentar mejorar la visibilidad de las letras. El cambio más importante es el del logo, que es la imagen y el anagrama del blog. El caballo de la foto de Anna Alejo ha dejado que otro rocín, de mi amiga argentina Eleonora Arroyo, le tome la delantera. Nada se pierde con este cambio: al contrario, ambos son mi hobby horse y a los dos les gusta aparecer y desaparecer a turno de rol. Una nueva etapa requería cambiar de caballo. El de Eleonora me representa muy bien, no está claro si sube o si baja, yendo hacia arriba en una carreta-vagón que desciende y, sobre todo, su ojo está más que abierto a todo. Yo me limitaré a seguir leyendo y escribiendo lo que veo.

martes, 29 de marzo de 2011

lunes, 28 de marzo de 2011

Notas para un diario 198 (Estar en el mundo)


Leía anoche (Gª Morente) este pasaje deslumbrante: "Nosotros vivimos, estamos viviendo. Y, ¿en qué consiste nuestro vivir? Nuestra vida consiste en que estamos en el mundo. Y, estar en el mundo, consiste en tener más o menos cosas – diré– a la mano, una porción de cosas, una porción de objetos, una porción de objetos materiales, de objetos de toda clase, que constituyen el ámbito donde nos movemos y donde actuamos. Nuestra vida, pues, consiste en tratar con las cosas que hay. Y las cosas que hay, las hay en nuestra vida y para nuestra vida. Y ese trato con las cosas es enormemente variado. Nosotros hacemos con las cosas – para vivir y viviendo– una multitud de actos: comemos frutas, plantamos árboles, cortamos madera, fabricamos objetos, trasponemos los mares, es decir, estamos constantemente actuando con y sobre todo lo que hay en nuestro derredor. Y una, una de las cosas que hacemos con las cosas, es pensarlas. Además de encender el fuego, podemos preguntarnos: ¿qué es el fuego? Pero nuestra actitud primera y fundamental no es pensar, sino que pensar es algo que en el curso de nuestra vida se nos impone. Pues bien; si nosotros tomamos esa actitud, si nosotros tomamos esa actitud reflexiva del pensamiento (que repito no es la primaria, sino ya una actitud derivada o secundaria) entonces empieza el conjunto de las cosas a adquirir, de pronto, un matiz, un aspecto completamente distinto".

N.B. La foto está tomada en la famosa librería parisina Shakespeare´s & Co.

sábado, 26 de marzo de 2011

Notas para un diario 197 (on Kafka)


Hay muchos Kafkas. Incontables. El último que he visto con admiración es el Kafka de Peter Mendelsund, que ha diseñado para Schoken Books las nuevas portadas de las obras principales. Aparecerán a lo largo de este año 2011. El tema recurrente es la presencia del ojo que todo lo ve. Sin duda alguna otra variante de la gran cuestión kafkiana. También hubo, en la lectura de los tres primeros párrafos de La Metamorfosis que hicimos anteayer en clase, un Kafka vivo: nunca había caído hasta entonces (se lo debo a los alumnos) en la importancia del movimiento que allí se describe y que va de dentro (la mente de Grégor, el nuevo cuerpo en el que está preso, la habitación como una segunda piel, el mundo laboral y familiar en que vive encerrado) hacia afuera. Como el gusano quiere salir de la larva, Grégor ansía estallar en la salida final de la muerte. Por eso la panza también es convexa y prominente, tanto que hace que hace que la colcha se escurrra en dirección al suelo. Alguien me hizo ver que no se dice ni una sola palabra de la ropa de dormir del protagonista. Del cuerpo se pasa directamente a las sábanas. ¿Dormiría desnudo Grégor Samsa? Desconozco siquiera si Kafka tenía la costumbre de dormir en pelotas. Lo que sí sé, como casi todo el mundo, es que le gustaban los sanatorios nudistas. Alucinante lo que se ve leyendo con otros. Todo esto me hace pensar que ese libro tiene mucho de autorretrato. Quizás el más fiel que nos dejó el soñador de Praga.

miércoles, 23 de marzo de 2011

El recurso a la comparación

Parmigianino, Retrato de un joven, c. 1523 (Louvre)

“Parece que el hombre verdaderamente práctico, ese buen hombre no ama sin reservas la realidad ni la toma en serio. De niño se esconde bajo la mesa para hacer de la habitación de los padres – cuando estos no están en casa– el lugar de todas las aventuras; de adolescente, sueña con un reloj; de joven con un reloj de oro, y con la mujer apropiada; siendo un hombre, ya con el reloj de oro y la mujer, sueña con una buena posición; y cuando por fin ha conseguido cerrar este pequeño círculo de deseos, y oscila apaciblemente entre uno y otro como un péndulo, su provisión de sueños insatisfechos no parece haberse reducido un ápice. Si quiere elevarse, a partir de entonces tendrá que recurrir a un símil. Por lo visto, cuando la nieve llega a disgustarle, la compara con relucientes senos femeninos; y cuando empiezan a aburrirle los pechos de su mujer, los compara con nieve reluciente; quedaría espantado si un buen día los pezones de ella se viesen transformados realmente en picos de paloma o en coral engastado en la carne, pero esto poéticamente lo excita. Es capaz de transformarlo todo en todo – la nieve en piel, la piel en pétalos, los pétalos en azúcar, el azúcar en polvo y el polvo otra vez en nieve temblorosa– porque, al parecer, su única preocupación es ver en una cosa otra distinta, lo cual es prueba de que no puede resistir mucho tiempo en ningún lugar en que se encuentre”.

Robert Musil, Der Mann ohne Eigenschaften (1930-1943), citado por Philippe Jacottet, El paseo bajo los bosques, pp. 78-79 (Cuatro, 2011). Traducción de Rafael-José Díaz.


martes, 22 de marzo de 2011

lunes, 21 de marzo de 2011

Notas para un diario 196

Como muy bien dice E.H. Gombrich al comienzo de su Historia del Arte, “we do not know how art began any more than we know how language started”. Yo en cambio sí sé dónde comienza para mí el Arte: precisamente en las páginas de esa historia escrita de memoria, en el exilio de Londres, por el sabio judeovienés, páginas que leí en un tórrido verano parisino a mis diecisiete años. En realidad no fui consciente hasta mucho más tarde, una mañana en la que, paseando por los pasillos alargados del Kunsthistorisches Museum, al observar algunos de los cuadros a partir de los cuales iba remontando una corriente de conocimiento histórico-artístico, se apoderó de mí una extraña forma de anamnesis. Peasant wedding, de Bruegel; Virgin in the meadow, de Raphael; los autorretratos de Rembrandt o Rubens; Prince Philip Prosper of Spain, de Diego Velázquez… Llegué por fin hasta uno de los extremos del ala correspondiente en el que, en una sala muy pequeña, un lugar de paso con forma de esquinero, me encontré delante del Autorretrato en el espejo de Francesco Mazzola, il Parmigianino. Fue un instante único y pletórico en el que reconocí todo lo que aquella lectura realizada años atrás, en la que se iban trenzando sabiamente los avances formales que han ido posibilitando una evolución en las distintas épocas y en las distintas tradiciones, había supuesto para mi formación, es decir, para la búsqueda dentro de mí de mi imagen propia. Al volver a las páginas del libro, ya en la habitación del Hotel Wandl, pude comprobar con sorpresa que la imagen del espejo, la gota que había colmado el vaso y había hecho rebosar mil y una sensaciones lentamente incoadas, no obstante no estaba entre las que Gombrich comenta del museo de su ciudad natal, tal y como yo hubiere en ese momento perjurado. Dí una y mil vueltas a mi viejo ejemplar, miré con estupefacción la imagen de Villa Medicis de la portada, intentando averiguar el quid de tan extraño suceso; casi se me ocurrió sacudir el libro como si esperara que de sus páginas se desprendiera un billete de papel con la imagen del joven de la mano envolviendo el invisible espejo en el que su rostro blanquecino quedaría fielmente reflejado. Pero nada caía del libro, ni subía a mi cabeza la resolución de aquel enigma que aún hoy continúa inquietándome. Yo sabía que había visto antes aquel cuadro, creía que había leído sobre él en el libro del viejo sabio; me había deleitado con la explicación del manierismo y sus formas extravagantes, alargadas, retorcidas se habían incrustado en mi mente para siempre. Si había ido reconocido en el paseo matinal varias obras aludidas en el libro, al llegar a aquella pequeña tabla por la que desde la "primera lectura" había experimentado una honda predilección toda la historia del arte se me había revelado súbita y oscuramente presente. Y ahora, en el momento de la escritura, no encuentro otro modo mejor de abordar un acercamiento al poema homónimo de John Ashbery que el relato de mi propia experiencia con el cuadro objeto de esa larga meditación poético-filosófica, un nuevo poema parmediano sobre el tiempo, el cambio y la incertidumbre; al fin y al cabo, si en algún comentario cabe un exceso narcisista no puede serlo en otro que en el estudio de un poema sobre un autorretrato.

P.S: Extracto del comienzo de un ensayo sobre Autorretrato en espejo convexo de John Ashbery que aparecerá próximamente en revisones 05.

domingo, 20 de marzo de 2011

Notas para un diario 195

A las seis de la mañana me he despertado y confeccionado esta entrada en mi cabeza. Proust pensaba que "un hombre que se despierta está rodeado por el hilo de las horas, el orden de los años y de los mundos". En el último libro publicado en España de George Steiner, El silencio de los libros (Siruela, 2011), el maestro se plantea entre otras una pregunta que se puede formular así: ¿se puede seguir leyendo después de algo como lo ocurrido recién en el Japón? ¿tiene algún sentido? ¿algún valor? Steiner arma la pregunta y apunta la respuesta. Para hacerlo tiene que superar unos cuantos dictados a priori y recurrir a su propia experiencia de vida, a la intuición no demostrable de que leer poesía, escuchar música, estudiar filosofía merecen la pena. La negación del valor de la vida del espíritu es un esencialismo que, como lo demuestra la historia, surge del y conduce directamente al fanatismo. Hablando de Proust, Jean Cocteau decía que el genio parisino había sido capaz de percibir en su obra "el tiempo verdadero, las falsas perspectivas que presenta y nuestra posibilidad de imponerle unas nuevas…" O sea que el arte sirve al mismo tiempo para distinguir lo verdadero de lo falso (la finalidad sempiterna de la filosofía) y para abrir la realidad a todas sus posibilidades (en otras palabras, para huir de eso que llamamos "realismo" y que no obstante se opone frontalmente a lo que Freud llamaba "el principio de realidad"). Es esencial la presencia azul de la lectura en todo el comienzo de A la búsqueda del tiempo perdido. Lectura y sueño. Sueño y lectura, esa es la distancia más corta entre dos puntos. Después de la visita al show Chardin fui corriendo al catálogo. Demasiado realismo en cada uno de los textos. ¡Ay…! Recordé que Steiner dedica en Pasión intacta un bellísimo ensayo a analizar el Philosophe lisant de Chardin: "El lector infrecuente". Pero ni una palabra sobre el color azul sobre el que se construye también ese cuadro. ¿Por qué? En Errata cuenta la influencia que, en el mismo comienzo de su vida espiritual, tuvo un librito que reproducía los escudos heráldicos del viejo imperio. Ni una palabra real sobre los colores, a pesar de que precisa que el volumen tenía las tapas azules. El narrador proustiano, en cambio, parapetado al fondo del jardín, oye cada vez más lejanas las horas en el reloj de Méséglise y dice: "Algo que había ocurrido no había ocurrido para mí; el interés de la lectura, mágica como un sueño profundo, había engañado a mis oídos alucinados y borrado el reloj de oro en la superficie azulada del silencio". Yo me pregunto que pensaría el maestro Hokusai (?), al envolver en azul la escena de un muchacho leyendo en una rama, mientras el río baja rugiendo sobre la superficie del tiempo.

viernes, 18 de marzo de 2011

Japón ha entrado en una nueva era

"La importante lección que debemos extraer del drama de Hiroshima es la dignidad del hombre, tanto de aquellos y aquellas que murieron al instante como de los supervivientes, afectados en carne propia, y que durante años tuvieron que soportar un sufrimiento extremo que espero haber podido plasmar en algunos de mis escritos. Los japoneses, que conocieron el fuego atómico, no deben plantearse la energía nuclear en función de la productividad industrial, es decir, no deben tratar de extraer de la trágica experiencia de Hiroshima una receta para el crecimiento. Al igual que en el caso de los seísmos, los tsunamis y otras calamidades naturales, hay que grabar la experiencia de Hiroshima en la memoria de la humanidad: es una catástrofe aún más dramática que las naturales porque la provocó el hombre. Reincidir, dando muestras con las centrales nucleares de la misma incoherencia respecto a la vida humana, es la peor de las traiciones al recuerdo de las víctimas de Hiroshima"

P.S. De una entrevista a Kenzaburo Oé.

jueves, 17 de marzo de 2011

miércoles, 16 de marzo de 2011

Notas para un diario 194

Anoche, tras un día fatigoso e ingrato, me dormí oyendo las noticias alarmantes del Japón. Fukushima, Hiroshima. Los nombres. ¿Estaba ya dormido cuando me figuraba los escenarios del desastre? ¿o estaba aún despierto y los mecanismos del sueño ni siquiera habían comenzado a hacer su honda tarea? A primera hora de la mañana debería explicar el primer párrafo de A la búsqueda del tiempo perdido. Apagué la luz naranja de la lámpara que envuelve mis terrores nocturnos. Naturalmente que he soñado con Samuel Beckett. Lo puedo afirmar, no sólo porque me acuerdo de todo lo que hacíamos juntos (ver en vídeo October Sky, una película sobre unos niños que aprenden por su cuenta a hacer cohetes espaciales y que acaban en la NASA con el nazi von Braun), sino sobre todo por lo encantador y entrañable que me ha parecido el genio irlandés. Daba gusto estar frente a la tele con él, oír sus comentarios acertados, verle imitar los gestos los protagonistas de vez en cuando, contemplar su delgadez y la elegancia con la que caía sobre su cuerpo delgado el grueso jersey de cuello alto color beige. En el sueño, atento siempre a lo subsidiario, me jactaba de que iba a poder consignar en mi diario el encuentro con una personalidad así y estaba decidido de antemano a subrayar lo simpático que era. Luego apareció mi amigo muerto con un niño pequeño en brazos al final de una misa de domingo en la que yo no había comulgado porque no había nadie para confesarme. Con un panorama como el que nos están pintando, desde luego vivimos un tiempo en el que lo mejor que podemos hacer es regodearnos en el momento de acostarse. No estamos para ningún despertar, yo al menos. Pienso todo el rato en los cuadros de Hopper, en esas naturalezas muertas (still lifes) de gente viva. ¿Cómo llegan hasta allí esa banda de personajes? Sobre todo en sus cuadros nocturnos, como este Soir Bleu (1914). Siguiendo la certera taxonomía del maestro Pitol, Hopper más que un vanguardista es un raro. Un raro afortunado: el primer cuadro que compró el MOMA fue un cuadro suyo. Pero aún nadie ha sabido ver lo que hay ahí, en esos cuadros que atraen como polos magnéticos, y yo menos que nadie. Hopper es un pintor de síntesis, trabajaba de memoria, tendido en su estudio durante días. Tardaba muchos meses en acabar un cuadro. Pero qué voy a decir yo si ha habido una exposición de Matisse en la Alhambra y no he ido a verla. ¿Quieres "abandono de la figuración"? Pues toma un poco: tras su paso por allí, la pintura miró a oriente, se volvió cada vez más figura, signo, y signo caligráfico. Y, ¿a qué viene todo esto? No tengo la menor idea, desde que parezco más serio en el nuevo HH (más, ¿como me dijiste?, "pareces más catalán, con ese diseño en gris y todo, como las camisas oscuras de los líderes del extinto tripartit") sé cada vez menos de por donde me da el aire. Pero, eso sí, hoy de madrugada, creo que ya despierto, he ido a repasar antes de la clase lo que escribió Joseph Czapski sobre Proust. Las clases que les daba a sus compañeros en el campo de concentración. Impecables. Lúcidas como pocas cosas se han escrito sobre Marcel… Me ha emocionado leer al comienzo del curso la cita de Rozánov en la que dice (naturalmente Czapski no contaba con ningún libro a mano para reconstruir el mundo proustiano y también lo reconstruyó todo de memoria) que sólo tienen valor aquellas citas que se reinventan, que para citar literalmente ya están los libros, que lo difícil es asimilar una idea y reescribirla con fidelidad dinámica. Totalmente de acuerdo. Siempre me pareció enorme Rozánov, el gran poeta del apocalipsis ruso. ¿No ha hablado ayer el Comisario europeo de la energía de "apocalipsis" en Japón? Sí, pero es que quería tranquilizar a los mercados.

lunes, 14 de marzo de 2011

Notas para un diario 193

El climax de la tercera temporada de In treatment llega a mi juicio en la quinta semana, en la sesión de terapia que Paul Weston mantiene con Adele, su nueva terapeuta. La charla se va poniendo más y más tensa, Paul está hecho polvo: acaba de dejar a Max, su hijo pequeño con el novio de su mujer en la casa que ellos van a compartir en el futuro, se encuentra solo, muy solo y no soporta la idea de hablar en serio con su novia Wendy, veinte años más joven que él; no avanza gran cosa con los pacientes que está llevando, casos difíciles que interfieren de mil modos con su propio dolor, y ahí está el bueno de Paul, convencido de que tiene Parkinson, de que va a morir pronto y abandonado por todos, incapaz de reaccionar ni de tomar ninguna decisión, tampoco en el plano profesional, alargando como un doble de Kafka su agonía y los eternos tormentos del morir. Al menos ha encontrado a Adele, su terapeuta, fría, inteligente, elegante, que le ha demostrado ya que le entiende, que ve en su vida mejor que lo hace él mismo. Paul desea su cercanía, la admira y desea compartirlo todo con ella, el trabajo que les une profesionalmente, la vida, sin más, la larga experiencia que ambos han acumulado de la vida. Se lo ha dicho en la sesión de la semana anterior y ahora se lo repite, la necesita, eso es todo. No es capaz de afrontar los restos del naufragio sin ella a su lado, y no sólo como terapeuta. Ocurren muchas cosas en esa corta sesión de la quinta semana. Mucha mucha nada. Paul está tan paralizado que, como le dice Adele, que quiere cumpla el horario establecido y que se marche y vuelva la semana siguiente, "no es capaz siquiera de levantarse del sofá". El único problema de Paul es que ha llevado su individualidad tan lejos que no se parece a nadie, sólo a él mismo, y por eso mismo ya nadie, nadie, le reconoce.

domingo, 13 de marzo de 2011

In treatment (Tercera temporada)

Acabo de ver la tercera temporada de In treatment. Mañana o pasado hablaré de ella.

sábado, 12 de marzo de 2011

Japón, 11 de marzo de 2011

Durante más de treinta años
Me he esforzado por anularme.
Salto ahora al abismo de la muerte.
El suelo se deshace,
El cielo gira.

Epitafio de Rankei Doryu (1278), en Poemas japoneses a la muerte, DVD, 2000.

Carta urgente (Rosana)

viernes, 11 de marzo de 2011

Kikí Dimulá, Ewa Lipska y Andreu Vidal: tres libros de poesía

He estado leyendo estos días tres volúmenes de poesía, a cual más fascinante. La poeta griega Kikí Dimulá ha publicado, bajo el título Símbolos solubles, una antología de su obra en Linteo Poesía. Los versos claros, rotundos, vienen precedidos de una presentación de Juan Antonio González Iglesias, filólogo clásico y uno de los poetas españoles actuales más interesantes. Tampoco conocía de nada a Ewa Lipska, poeta polaca, de la última de los dos grandes generaciones de polacos del siglo XX. Lipska nació en Cracovia en 1945 y hunde sus raíces con fuerza en el siglo presente. Su poesía me parece que tiene una radicalidad y una valentía que no había visto ni siquiera en Baranczak o en Zagajewski. La naranja de Newton, editado en Trea, contiene dos poemarios: Astilla y La naranja de Newton. Ambos espléndidos, cortantes, un tanto altivos en el modo de decir. Autocríticos hasta la crueldad. Pero qué intuiciones, que ráfagas de luz y de viento soplan por sus páginas. Un ejemplo. Se llama ENVIDIA: "No me dices todo/lo que dicen tus ojos//Bebamos ginebra y martini/con una rodaja de limón//Mi guardián se sintió mal estando de servicio/durante esta noche/en la que tu mano acariciaba al perro//Mas yo sabía/que no se trataba de eso". Y por último Andreu Vidal, Huesos de sol. Poeta de culto, traductor de Celan, orfebre de una obra desatendida en gran parte. Las Ediciones de la Rosa Cúbica, que tantas alegrías nos ha dado, lo traduce ahora al castellano, manteniendo las versiones originales en catalán. Es tan solo una muestra de poemas y aforismos, de lo mucho que debe de haber inédito en castellano. Me quedo con un aforismo poemático que da fe de su genio y que me golpea como un martillo en medio de la cara: "El dios de mi infancia era un dios familiar, próximo, tan de andar por casa que acabó pasando totalmente desapercibido".

P.S. La foto está tomada en la librería anticuaria Umberto Saba, cerca del puerto de Trieste.

martes, 8 de marzo de 2011

El nuevo Hobby Horse

Me da mucha alegría presentaros el nuevo aspecto de Hobby Horse. Antes que nada debo dar las gracias a Jaime Puig, que ha sido el artífice del cambio. En dos o tres encuentros captó al vuelo lo que quería y lo tradujo en unas formas que a mí me encantan porque están llenas de buen gusto. Encanto, gusto, gracia, ese elemento añadido a las cosas creativas que es la misma creatividad. El trabajo de Jaime tiene todo eso. Hay muchos matices concretos que dejo no obstante que cada uno perciba o se imagine. Estaré feliz de oír vuestras opiniones, sean favorables o no, y de introducir más cambios si es menester. En todo caso es otra buena ocasión para daros a todos las gracias por vuestra compañía. Dentro de poco, el 23 de marzo, Hobby Horse cumple tres años y habré introducido casi 1000 entradas. Las visitas crecen (un día no hace mucho llegué a 500) pero si me queréis ayudar a difundirlo, haceros seguidores, mandar las entradas por vuestro Facebook os lo agradeceré también. Creo que era el momento de cambiar, no sé si será para que todo siga igual, o no. Eso sólo lo dirá el tiempo, ce grand sculpteur. Yo sólo pretendo crear un atmósfera, como la de la infancia nunca recuperada, la del juego y la breve felicidad que nunca más volverá, pero, y lo digo con palabras de Kafka, "también algo de la vida activa de hoy, de su limitada, incomprensible, y sin embargo, persistente e inextinguible animación". Un café bien amargo, un pitillo fumado con otro a hurtadillas, hacer el amor y sentirse culpable, sacar al perro como compensación, leer un libro que nos contradice frontalmente, descubrir un rasgo feo en el carácter de un hijo que crece a toda prisa, contemplar en soledad la belleza de la costa vasca. En otras palabras, de Stevenson en este caso, para mi, Hobby Horse es "como el juego para el niño".

domingo, 6 de marzo de 2011

The Red Tenda of Bologna (John Berger)

No hay duda de que John Berger (El toldo rojo de Bolonia, Adaba, 2011) no cae en el peligro que señalaba muy perspicazmente Cees Nooteboom en un artículo brillante publicado ayer en El País. El autor holandés lanzaba al aire esta pregunta: "Tras haber perdido su interés por la Iglesia, ¿se desinteresará la sociedad también por el arte?" John Berger no ha perdido nunca su interés por el arte y por eso le interesa también la Iglesia. En más de un sentido, en nuestra tradición, son algo inseparable. En su último libro publicado en España habla nada más y nada menos que del martirio. Establece una relación entre el martirio y los pequeños placeres de la vida, una taza de café Blue Mountain, por ejemplo. "Su sabor permanece en la boca casi una hora. Le hace compañía al cerebro". La conexión puede parecer extraña pero la Iglesia, desde el comienzo, estableció una relación entre martirio y eucaristía: no sólo porque la eucaristía es la muerte incruenta del Cristo renovada, sino porque para que haya martirio, propiamente dicho, tiene que estar el Cristo realmente presente (como en la hostia consagrada). Para Berger hay una relación entre el pequeño placer, una ingesta del mejor café del mundo, y el martirio. Ha visto la conexión de lo que entra por la boca. Y sabe que se trata de "niveles distintos" (p. 93), y así lo dice con su habitual acierto. Los extremos se tocan y ambos (martirio, búsqueda de placer) son formas de hacer frente a la crueldad de la vida, de poder continuar hacia delante. Según esto el martirio está más cerca del placer que de la renunciación ascética. Yo también lo creo así. Por una parte es cierto que en el martirio hace falta una gracia especial, sin la cual sería puro heroísmo, cuando el martirio, que no excluye el heroísmo, es otra cosa distinta. Por otra, en la vida hay martirios incruentos que se prolongan y al que uno se somete por fe y con la asistencia de la gracia. ¿Qué razón habría para someterse a un determinado martirio cuando además nadie más que el interesado sabe que lo es? El mártir puede ser ahora un testigo mudo. Berger no habla de esto porque no le gusta entrar en la mística (nunca ha podido desprenderse de la tradición empirista que le precede). La razón, si la hubiera, hay que buscarla en el secreto del alma, en la oración. No tenemos ni idea de lo que pasa en un alma que reza. Ignoramos los caminos por los que puede acabar transitando. Sólo ella lo sabe. Es su secreto. De ese modo acaba el libro de Berger hablando del secreto. Del secreto que se esconde en las cámaras detrás de los toldos rojos de las ventanas de la ciudad de Bolonia. Me impresiona en la foto que hayan colocado dos velas en la ventana, como diciendo: aquí detrás está sucediendo algo. Y de otra forma singular de secreto, el fenómeno del "grito susurrado". "Si dos personas se colocan cada una junto a una pilastra en extremos opuestos del octágono, podrán hablar la una con la otra en voz baja y se oirán nítidamente, pero aunque haya mucha gente a su alrededor, nadie más oirá lo que digan. Se invierte la idea del secreto. Aquí para contar un secreto te alejas, las palabras resuenan en público, y sólo las dos personas las oyen". En Pamplona hay un lugar donde gritar susurros. Todo muy bergmaniano. Alguna vez yo lo he hecho, pero en vez de un octógono es un cuadrado. Qué metáfora más ajustada de la oración. Nadie oye nada, más que las dos personas que se comunican y están en el secreto. Rodeadas de gente. Y qué metáfora del martirio incruento. Para contar un secreto te alejas. Y las palabras resuenan en público. Cuando vaya a Bolonia (espero que muy pronto) y me de un paseo por los soportales y pensaré en los grandes que fueron los viajeros que pasaron por ahí.

sábado, 5 de marzo de 2011

Azul-Chardin

Fui a Madrid a ver y a oír a Florence Delay. Alguien le preguntó que, siendo su libro una obra fronteriza, que mezclaba los géneros, bla, bla, bla, cuál era la mejor forma de leerlo. "Dejándolo de lado (de côté) y viviendo la vida". ¡El gran estilo! Un tipo con-pelos-de-antonio-abad se me acerca al final y me dice con suavidad: "Eso lo ha dicho por ti, que no eres capaz de distinguir nada y que hace tiempo que has apostado por los libros y la muerte". ¿No me creéis? Yo también pensaba estar alucinando pero esas fueron sus palabras exactas, una por una. Incluso me dio su dirección en un papel por si quería irme a tomar un té verde con él a su casa. Me lo garabateo en una hoja sucia que tengo en mi poder y que está a disposición de cualquier incrédulo que desee verla. Detrás de la calle y los número del portal y del piso añadió esto en mayúsculas: "ERES UN COBARDE Y TE PIERDES LO MEJOR DE LA VIDA". Lo que me faltaba: un exceso de retórica y además agresiva; no soporto el énfasis ni en el caso de que uno tenga razón. Reconozco no obstante que me iba para el hotel traumatizado. Y no se me ocurrió nada mejor que parar a cenar en un tailandés que se llama El Carrefour Thai y que está en la calle Fernando VI. Me agarré una buena a base de chupitos. Y entonces la nostalgia me mordió y me hizo una herida negra en el alma. El camarero, un filipino que no paró de sonreírme en toda la noche, se llevó la peor parte: no sé cómo ocurrió pero cuando me trajo la cuenta le juré que si no quitaba la puñetera sonrisa de su cara no le pagaba la cena. A la mañana siguiente, antes de coger el tren de vuelta a Pamplona, pasé por la Expo Chardin en el Museo del Prado. Mi actuación allí fue aún más patética. De nuevo parecía un prejubilado matando el tiempo. Ahora tocaba resolver el juego de los siete errores. Me dediqué en exclusiva a buscar los distintos azules en los cuadros. Los encontré por todas partes, en las jarras, en los lazos del pelo, en los tejuelos de los libros, en el flanco de un cajón de una cómoda china lacada en rojo, en el forro de la famosa tabaquera y hasta, como ocurre en L´enfant au toton, en el forro entrevisto del interior de una casaca color tabaco. Por un momento me creí maravillado. No era capaz de ver nada más allá. No había duda de que había leído las cartas de Rilke a su mujer, pero era patente que no había sacado de ellas la menor enseñanza. La peonza del niño estaba cien veces más viva que yo.

jueves, 3 de marzo de 2011

Porque yo soy desde que tú me miras (Manuela Vellés)

Anoche estaba cansado viendo la tele y …