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Anoche, tras un día fatigoso e ingrato, me dormí oyendo las noticias alarmantes del
Japón. Fukushima, Hiroshima. Los nombres. ¿Estaba ya dormido cuando me figuraba los escenarios del desastre? ¿o estaba aún despierto y los mecanismos del sueño ni siquiera habían comenzado a hacer su honda tarea? A primera hora de la mañana debería explicar el primer párrafo de
A la búsqueda del tiempo perdido. Apagué la luz naranja de la lámpara que envuelve mis terrores nocturnos. Naturalmente que he soñado con
Samuel Beckett. Lo puedo afirmar, no sólo porque me acuerdo de todo lo que hacíamos juntos (ver en vídeo
October Sky, una película sobre unos niños que aprenden por su cuenta a hacer cohetes espaciales y que acaban en la
NASA con el nazi
von Braun), sino sobre todo por lo encantador y entrañable que me ha parecido el genio irlandés. Daba gusto estar frente a la tele con él, oír sus comentarios acertados, verle imitar los gestos los protagonistas de vez en cuando, contemplar su delgadez y la elegancia con la que caía sobre su cuerpo delgado el grueso jersey de cuello alto color beige. En el sueño, atento siempre a lo subsidiario, me jactaba de que iba a poder consignar en mi diario el encuentro con una personalidad así y estaba decidido de antemano a subrayar lo simpático que era. Luego apareció mi amigo muerto con un niño pequeño en brazos al final de una misa de domingo en la que yo no había comulgado porque no había nadie para confesarme. Con un panorama como el que nos están pintando, desde luego vivimos un tiempo en el que lo mejor que podemos hacer es regodearnos en el momento de acostarse. No estamos para ningún despertar, yo al menos. Pienso todo el rato en los cuadros de
Hopper, en esas naturalezas muertas (
still lifes) de gente viva. ¿Cómo llegan hasta allí esa banda de personajes? Sobre todo en sus cuadros nocturnos, como este
Soir Bleu (1914). Siguiendo la certera taxonomía del maestro
Pitol,
Hopper más que un vanguardista es un raro. Un raro afortunado: el primer cuadro que compró el
MOMA fue un cuadro suyo. Pero aún nadie ha sabido ver lo que hay ahí, en esos cuadros que atraen como polos magnéticos, y yo menos que nadie.
Hopper es un pintor de síntesis, trabajaba de memoria, tendido en su estudio durante días. Tardaba muchos meses en acabar un cuadro. Pero qué voy a decir yo si ha habido una exposición de
Matisse en la
Alhambra y no he ido a verla. ¿Quieres "abandono de la figuración"? Pues toma un poco: tras su paso por allí, la pintura miró a oriente, se volvió cada vez más figura, signo, y signo caligráfico. Y, ¿a qué viene todo esto? No tengo la menor idea, desde que parezco más serio en el nuevo
HH (más, ¿como me dijiste?, "pareces más catalán, con ese diseño en gris y todo, como las camisas oscuras de los líderes del extinto
tripartit") sé cada vez menos de por donde me da el aire. Pero, eso sí, hoy de madrugada, creo que ya despierto, he ido a repasar antes de la clase lo que escribió
Joseph Czapski sobre
Proust. Las clases que les daba a sus compañeros en el campo de concentración. Impecables. Lúcidas como pocas cosas se han escrito sobre
Marcel… Me ha emocionado leer al comienzo del curso la cita de
Rozánov en la que dice (naturalmente
Czapski no contaba con ningún libro a mano para reconstruir el mundo proustiano y también lo reconstruyó todo de memoria) que sólo tienen valor aquellas citas que se reinventan, que para citar literalmente ya están los libros, que lo difícil es asimilar una idea y reescribirla con fidelidad dinámica. Totalmente de acuerdo. Siempre me pareció enorme
Rozánov, el gran poeta del apocalipsis ruso. ¿No ha hablado ayer el
Comisario europeo de la energía de "apocalipsis" en
Japón? Sí, pero es que quería tranquilizar a los mercados.
3 comentarios:
Alvaro ,con todo cariño como bien tu sabes, no puedo acabar de leer las entradas si no son muy breves. El problema para mi es el color blanco de las letras. se que me hago mayor y veo cada vez peor, he intentado agrandando la letra , pero se me acaba nublando la vista.
Un abrazo y si le pasa a más gente dale una vuelta a otro formato.
Hola Alfonso (y disculpa, Álvaro, si me entrometo). Un consejo: léelo en Google Reader, que es negro sobre blanco y fácil de usar.
gracias a los 2
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