He estado leyendo estos días la Correspondencia de Jaime Gil de Biedma (El argumento de la obra, Lumen, 2010). Hay una carta de 1989 (no estamos hablando de los tiempos de Oscar Wilde, no; yo tenía ya veinticuatro años) que me ha dejado pasmado. Estos son los hechos: un crítico le escribe para decirle que está preparando una antología del poeta para Cátedra, y para anunciarle que en la introducción de la misma va a ser muy claro al hablar del erotismo en su obra. Ante el anuncio, Gil de Biedma le manda inmediatamente un telegrama, constatando su preocupación y anunciándole una larga carta al respecto. El 18 de mayo le escribe en términos inequívocos: le pide que ni se le ocurra. Las razones son estas: "Para quién sólo me conoce de la sociedad literaria y de sus mundos afines, donde mi homosexualidad es un hecho universalmente conocido y respetado, le resulta difícil comprender que en los medios familiares y de trabajo en que vivo y he vivido siempre, mi situación es completamente otra, muy peculiar. Muchos, o casi todos, saben a qué atenerse pero jamás se han dado por enterados. Gracias a ello he podido llevar una vida de casi absoluta libertad con discreción. Pero si algún hecho público – una mención en letra impresa– les forzara a darse por enterados, sé que su reacción sería inmediata y feroz, con tal de no pasar por cómplices de una inmoralidad pública, que pensarían que redunda en desdoro suyo. Tengo, además, enemigos en la compañía en donde trabajo (la Compañía General de Tabacos de Filipinas que Gil de Biedma dirigía), que en el pasado intentaron utilizar mi homosexualidad como arma contra mí, y si evité la crisis fue porque se trataba de un asunto privado y nadie quería poner en marcha un escándalo. Una constancia pública ante el hecho me dejaría inerme ante ellos". ¡Qué fuerte! La carta, que no tiene desperdicio desde ningún punto de vista, ofrece otros argumentos respecto de la negativa del poeta a subrayar el dato biográfico específico. Dice que él ha querido mantener, sus poemas, en la ambigüedad, no mencionando el género de los amantes. Añade: "Había en esa ambigüedad algo más que una precaución social. Lo que a mí me interesaba en mis meditaciones sobre las relaciones amorosas y eróticas no era el sexo del ser amado o deseado, sino el juego de ambos, celos, decepciones y nostalgias que configuran el sistema de tensiones que padece una relación de pareja. Es la experiencia de la relación amorosa, no el deseo del ser amado lo que me interesaba expresar. Y creo que esa experiencia es fundamentalmente la misma, sea una pareja homosexual, heterosexual (de lo que tengo también alguna experiencia) o lésbica. Pienso que mis poemas son válidos para cualesquiera de ellas, o por lo menos yo los concebí así". Pero la lectura íntegra de la carta, no deja lugar a dudas: a pesar de la lucidez del poeta, el hombre está enredado, profundamente enredado, en el "encanto" discreto de la burguesía.
3 comentarios:
Tomo nota. Gracias.
¿No eres del 65? en principio en el 89 tenias 24 y no 14. Claro que con 14 el post tiene más morbo
sólo es una cuestión de torpeza en matemáticas
gracias por el aviso, lector atento
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