domingo, 8 de febrero de 2009

Edgar Allan Poe

El viernes por la mañana estaba bien. Por la tarde, tuve que meterme en la cama con una rara especie de gripe. El sábado lo he pasado mal: con fiebre, delirando, dolorido… Desde ayer por la tarde, hasta esta mañana, he dormido doce horas seguidas. Entraba y salía de mis sueños con suma facilidad. Me daba cuenta de que la enfermedad, tras haber realizado su macabro trabajo, me estaba por fin abandonando: lo que normalmente se toma una semana en pasar, en este caso sólo iba a necesitar un día. Muy intenso, pero sólo uno. En efecto, esta mañana de domingo me he despertado casi como nuevo.
Entre el viernes y el sábado he leído una buena biografía de Poe. El pasado día 19 de enero se cumplieron 200 años de su nacimiento. Poe. Una vida truncada (Edhasa, 2009). Poe, A Life Cut Short. No es exactamente lo mismo, ¿no? Significa más bien una vida terminada a destiempo o antes de tiempo. No sé. La empecé porque conocía otros trabajos biográficos de su autor, Peter Ackroyd. Sobre todo, su Eliot. Aún sin traducir, siendo la mejor monografía sobre la vida y la obra del autor de Los cuatro cuartetos.
Pues sí, lo que me faltaba, en plena debacle física, era zambullirme en el mundo de Poe. Como si fuera un borracho, que va bebiendo, además de su copa, los restos de los vasos que van dejando inacabados los colegas de farra, he releído, al hilo del sobrio relato de Ackroyd, Ligeia, Berenice, Ulalume, El cuervo, y después los ensayos de Cortázar, de Baudelaire y de Borges sobre Poe.
Me he vuelto a reencontrar con el genio de Richmond. Si eso es una vida truncada, yo quiero una así. Sin dinero, sin amor, sin salud, cierto, pero dentro de sí mismo. Borracho sempiterno, afecto al láudano y al opio, pero pleno de un talento visionario. Moralista, como toda su generación (Hawthorne y Melville le siguieron en esto), nadie como él sabía lo que era la tendencia al mal que nos destroza: yo obligaría a los niños, en las famosas clases de Educación para la Cuidadanía, a leer y copiar, palabra por palabra, su relato titulado El demonio de la perversidad.
He aquí un resumen, del propio Poe, sobre aquello en lo que consistía su vida, y que a mí no me costaría demasiado suscribir: "Las realidades terrenales me afectaban como visiones, y sólo como visiones, mientras las ideas extrañas del mundo de los sueños se tornaron, en cambio, no en pasto de mi existencia cotidiana, sino realmente en mi sola y entera existencia".

2 comentarios:

paisajescritos dijo...

Vaya vida... realmente fascinante. "Pero dentro de sí mismo": eso es, el mundo auténtico de Poe asoma al exterior -y es la aproximación a él que tenemos- a través de su obra, casi la única puerta. Leí a propósito de la "relectura" de Poe hace unos dos años -voy a ratitos- la introducción de Cortázar en la edición que tengo. En la línea de lo que comentas y sobre los datos que aporta Cortázar, me resultó sorprendente la facilidad y maestría de reconstruir lugares y ambientes que no conoció. Dice Cortázar (creo recordar) que nunca viajó a Europa. La capacidad visionaria de Poe no sólo tendría así una dimensión temporal, también espacial. Una última cosa: gracias por recordarme lo de Baudelaire, que siempre estoy para leerlo y nunca me pongo. Prometo hacer los deberes.

Alvaro de la Rica dijo...

Cortázar es uno de los grandes: en efecto, Poe no salió del, relativamente estrecho, triángulo marcado por las cuidades de Boston, al Norte (y donde nació), Nueva York, en el medio, y Richmond al Sur. Peregrinaba de una a otra como un sonámbulo en una caja cerrada, pero le bastó para hacerse una visión completa del mundo. ¡Cómo escribió sobre París! Con una precisión absoluta, y nunca estuvo. Mentía sobre sus viajes, pero cuando escribía literatura decía la verdad.