Hace ya unos meses, dediqué una entrada a Patrick Modiano, en concreto a su libro Un pedigrí, que acababa de leer. No pude ser muy incisivo en aquella ocasión. La lectura había despertado mi interés pero no supe, entonces, bien porqué. Me daba perfecta cuenta de que se trataba de un texto que se refería a cosas que estaban fuera de él, encadenadas con él, y que no obstante yo desconocía. Aún así el libro me intrigó, y supe que en algún momento se rellenarían los huecos y se completaría el mapa. Lo que no sospechaba era el modo, tan fulminante e intenso, en el que eso había de ocurrir. Cuando, este fin de semana, he leído Dora Bruder (Seix Barral, 2009), he comprendido algunas cosas. La primera, que la obra de Modiano es una novela por entregas, en la que unos textos se refieren a los otros. Segundo, que se trata de una novela sobre su vida: la de un judío, un paria, un niño abandonado a su suerte en el París del final de la Ocupación. Tercero, que Modiano realiza la indagación más impresionante que quepa imaginar sobre un único hecho: a saber, cómo es posible que cualesquiera otros tuvieran que morir, del modo más abominable y cruel, para que él pudiera vivir en paz. Cuarto, y último, por ahora, que la escritura (su escritura) es el medio idóneo para salvar a esas gentes del olvido sistemático en el que la historia ha decidido sumirles.
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