Los primeros siete minutos de este vídeo contienen una versión impresionante de un área para soprano (a. 35) del final de la Pasión según San Juan, de J.S. Bach (BWV 245). Jesús ha muerto. La cortina del Templo se ha rasgado. El pueblo quiere acabar pronto con la ejecución. Deciden romper las piernas de los reos. A Jesús, al que ven muerto, no le tocan. La Escritura se cumple de nuevo, al pie de la letra. Primero la letra, después el hecho proclamado por ella. Es Pesaj, la fiesta de la Pascua. Día de fiesta y liberación nacional. Comienza por fin la vida en libertad. Una vida nueva: la esclavitud en tierras egipcias ha quedado atrás. Los judíos han sido salvados por la sangre de los corderos. La han rociado por las jambas de las puertas. El exterminador de los primogénitos pasa de largo, no entra en las casas hebreas. Qué difícil de entender esta lógica sacrificial. Ahora se derrama la sangre de otro cordero y se lucra otra clase de liberación, la del pecado individual. O todo o nada. O conmigo o contra mí. Para vivir, primero hay que morir. Una mujer (¿la Magdalena?), en este área bachiana, le habla a su corazón y le dice que se disuelva en lágrimas, en fuentes de lágrimas, le pide a su corazón que proclame a los cielos y a la tierra entera su pena porque ha muerto su amado. A la lógica sacrificial se superpone la lógica del amor y hasta la del sentimiento. Aún más difícil de entender plenamente la lógica cristiana, sumida siempre en el misterio y en la oscuridad de la relación de cada uno con sus semejantes y con el Altísimo.
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