lunes, 3 de agosto de 2009

Leszek Kolakowski (1927-2009)

El pasado día 17 de julio ha muerto en Oxford, Inglaterra, uno de los grandes filósofos del siglo XX: Leszek Kolakowski. Polaco, marxista inicialmente, liberal, occidental, después, católico siempre, Kolakowski representa, acaso como nadie, la tragedia del humanista europeo del siglo pasado, su travesía en el oscuro bosque ideológico de una centuria vertigionosa. Yo he leído, con fruición, a un Kolakowski, no el más conocido y apreciado, el de los tres tomos de Las grandes corrientes del marxismo (quizás lo lea el verano que viene, éste estoy metido de lleno en el Ulises de Joyce), sino el del historiador de las ideas religiosas: sus obras Dios no nos debe nada (en el que estudia las polémicas sobre la Gracia en el Gran Siglo francés, o sea Port-Royal), y su enciclopédico Cristianos sin Iglesia (un tocho que me ha servido de almohada en no pocas ocasiones), pero también el Horror Metaphysicus, La presencia del mito, Las conversaciones con el diablo, en aquellas viejas (venerables) ediciones de Amorrortu y de Monte Ávila (Chávez, gañán, sal huyendo, y llévate a toda la tropa de tiranezuelos, incluido a Zelaya, la razón y la historia no van a dejar de vosotros ni las raspas).
Tuve la inmensa suerte de conocer personalmente a Kolakowski. En Gerona. Durante una semana asistí a las lecciones magistrales que dictó en la Cátedra Ferrater Mora, hace ya algunos años. Fueron diez lecciones inolvidables: sobre la libertad, sobre el juicio (intelectual), sobre la responsabilidad, sobre el marxismo, etc. Diez grandes tópicos revisitados cada uno en una hora y media de discurso. Estábamos pocos. Una docena larga, creo recordar. Yo no me lo creía. Aquello ha sido uno de los grandes regalos de mi vida. Pasar una semana escuchando a un genio, en aquella Facultad de Letras, en pleno barrio judío, era para no creérselo. Guardo un moleshkine entero con las notas tomadas aquellos días, pero desgraciadamente no lo tengo a mano. Recuerdo que en algún sitio describí físicamente al viejo profesor. Me recordaba (ver la foto) a una bella figura de Giacometti. No ya delgado sino adelgazándose por momentos, para dejar espacio al resto. Elegante, mordaz en ocasiones (recuerdo sus comentarios tras una visita al Museo Dalí de Figueras), diáfano siempre. Yo no soy filósofo, así que no entendí mucho de lo que iba diciendo. Pero disfruté un montón, y me hubiera quedado un mes a su lado, escuchando, observando, escribiendo, dejando la mente en blanco. Lo había leído sí, sin tener ninguna seguridad de haberle comprendido tampoco en su escritura. Pero me dejó una huella profunda que no sabría muy bien decir en qué ha consistido. Una lección ética supongo, más que nada. El valor de la verdad, siempre. El valor de lo complejo. De la tradición occidental, la de Aristóteles, Platón y Pablo de Tarso. La de los mil años de Edad Media, con Agustín y Boecio a la cabeza. La de los heresiarcas también. La de la Ilustración. Que las cosas hay que repensarlas, sobre todo. Que ya está bien de papanatas intelectuales que no saben de lo que hablan. Que el cristianismo no es un invento de los curas para meternos miedo. Que es un mensaje, una noticia, un evangelio. Así me lo dijo al terminar una clase. Fue una de las últimas. Yo le había formulado una única pregunta. Le dije si, aquellos diez asuntos, no eran otros tantos preambula fidei. Lo dije así, en latín. Me contestó con una media sonrisa y un "supongo". I suppose… Lánguidamente, de una maniera muy inglesa, o muy polaca y delicada. No lo olvido. Después, al final de la clase, cuando pasé a su lado, añadió lo del miedo y la noticia. Entonces fui yo quien sonrió. Nos entendimos con mirarnos. Fue una mirada llena de cariño, o de amor, porqué no decirlo, de amor al prójimo.
Cuando muere un hombre como Kolakowski nuestro mundo es más pobre, aún. Pero yo me consuelo pensando que morir se me hará más leve. Por dos razones que ya están implícitas en lo que acabo de escribir: porque dejaré un mundo empobrecido y, mucho más importante, porque iré a reunirme con él. Así lo espero.

5 comentarios:

Icíar dijo...

Precioso, conmovedor lo escrito. ¿Y sabes lo peor? se va.... y yo ni siquiera lo había oído. Lo de yo es simbólico, aunque sea cierto. Es un ejemplo del paso desapercibido para tantísimas personas de estas personas tan interesantes. Buscaré alguna entrevista de él.

Este blog me ha picado. Leeré el cuento de Melville, el de Bartleby El Escribiente, y algunos de Chesterton

Adelarica dijo...

las hay muy buenas, por ej. y en castellano, http://www.letraslibres.com/index.php?art=13640

Belnu dijo...

Imaginas entonces esa otra vida como un lugar donde seguir conversando con esos interlocutores preferidos, filósofos, escritores, gente con estrella a la que has ido encontrando en este mundo, en otro plano, un plano desposeído de ataduras del ego, sin necesidades del cuerpo, un plano de la luz? Si fuera así...

Adelarica dijo...

eso es una parte de la oración, a part of speach, como diría Brodski (nada desdeñable, en absoluto): no imagino un más allá sin Eliot o sin Mantegna, sin mis abuelos, sin ti

Belnu dijo...

Oh gracias, Álvaro, aunque no fuese verdad valdría. Es verdad que un cielo sin Eliot o sin Mantegna no sería tal...