jueves, 25 de septiembre de 2008

Kjell Askildsen


Un mundo inagotable
El mundo de la literatura (como el de la pintura, la música, la mística, y tantos otros) es inagotable. Inmenso. Una de las cosas buenas que tiene dedicarse a él es que es inabarcable: uno podría vivir tres mil años y disponer de todo el tiempo libre del mundo y jamás llegaría a conocer ni una décima parte de lo que se escribe. De hecho, aunque tuviera noticia de todo ese material, jamás conseguiría hacerse con él, asimilarlo, hacer una sola lectura completa. Aunque lo hiciese, y se forjase un criterio valido para conocer y juzgar esas obras, sólo sería eso, un criterio particular, personal y limitado. No descubro nada especial si afirmo que la literatura nos redescubre nuestra limitación esencial y a no ser que seamos imbéciles (cosa que ocurre con frecuencia), nos enseña a ser humildes.
¿Cuántos libros lees?
Soy profesor de literatura, de teoría literaria para más señas, y me sigue asombrando que la gente me pregunte: "Pero, bueno, ¿tú cuánto lees?". Suele ser una de las preguntas más habituales cuando conozco a alguien de nuevas y me pregunta por compromiso que a qué me dedico. Otra es: "¿Pero se puede vivir de eso?". "Pues más o menos aquí estoy", suelo responder. En una ocasión, en la que debí quejarme de que en efecto no es una profesión para hacerse rico, alguien me contesto: "¿Cómo? ¡Qué te pagan poco! Lo increíble es que por hacer eso te paguen". Creo que tenía más razón que un santo.
Volviendo al factor cuantitativo, nunca me había parado a calcular cuanto leía (¿qué mas da?), hasta que me dio por apuntar todas y cada una de mis lecturas de un año. Eran alrededor de setenta (todavía me acuerdo también que un amigo mío abogado quiso convencerme una noche de que leía trescientos libros al año; reconozco que le seguí la corriente, al fin y al cabo nunca se sabe). Yo sólo soy capaz de leer alrededor de setenta libros/escritos al año. Conste que no todo fueron libros de 300 páginas. A veces se trataba de un ensayito de 10 páginas, pero que tenía que estudiarlo más o menos a fondo.
Dos grandes corrientes
¿A qué venía todo esto? No lo sé muy bien, pero creo que quería decir algo sobre la situación de la literatura actual, me refiero a la que se está escribiendo ahora, hoy día, o en los últimos años, teniendo muy en cuenta las limitaciones de mi criterio a las que antes aludía. Hablo más bien de la literatura narrativa: novelas y cuentos. O sea que dejo la poesía aparte, por ahora. Pues bien, diría que hay dos grandes ramas literarias a las que presto atención. Una la llamaría epigonal y la otra realista. Ambas me parecen interesantes; hay una tercera de la que hablaré otro día.
Epígonos de la literatura
La epigonal es la literatura que se escribe mirando a esa etapa dorada de la historia artística que fueron las tres primeras décadas del siglo XX. Para mí Magris, Manganelli, Calasso, Consolo, Sebald, Chatwin, Henry o Philip Roth, Paul Auster, Vila-Matas, Pitol, Margo Glantz, Piglia, Florence Delay, Silvie Germain, Juan Eduardo Zuñiga, Noteboom, Handke, Imre Kertész o Steiner son epígonos de un época pasada, intérpretes, lectores y relectores de los grandes escritores de entreguerras y en parte sondeadores de ese misterio del mal que fue el totalitarismo y la Shoah. Nada tiene de peyorativo este calificativo de epígono: son los que mantienen la gran tradición y ojalá pudiera yo asomarme a ese mundo en lo que escribo.
Los realistas
Después están los que yo llamo realistas: los que se enfrentan más directamente con la realidad, la que sea (a veces es una realidad muy espiritual), y la reflejan como pueden, sin quedar tan condicionados como los otros por la literatura anterior. No es que no la conozcan o no la hayan asimilado. Al contrario. Corre por sus venas y líneas con toda naturalidad. Lo que ocurre es que miran a la realidad más directamente, no están todo el tiempo leyendo la literatura del pasado. No ignoran las consecuencias morales del Holocausto pero de alguna manera han intentado mirar a las cosas con ojos nuevos. Estos autores son pocos, pero muy valiosos. Son los que mejor nos ayudan a mirar lo que tenemos delante hoy, algo dificilísimo. No voy a enumerarlos. Solo mencionaré como ejemplos a Rulfo, a Carver o a Cheever, pero también a Clarice Lispector o a Natalia Guinzburg. Todos han muerto. Hay bastantes más, por ejemplo unos cuantos cuentistas españoles de primera que escribieron después de la guerra.
Como veis, mi criterio es profundamente parcial y limitado.
Sólo añadiría, para echar más leña al fuego, que ambas familias tienen un santopatrón en común: naturalmente hablo de Franz Kafka, que vale igualmente para los dos.
Un realista vivo
Hay un realista vivo, que a mí me fascina: se llama Kjell Askildsen y es noruego (en la foto). Se han publicado cuatro volúmenes de cuentos suyos en la editorial Lengua de Trapo. Hace pocos meses, los tres primeros volúmenes se han recogido en uno, de bolsillo, muy asequible: Todo como antes. No me lo perdería.

1 comentario:

molinos dijo...

Yo no soy profesora, y menos de teoría literia aunque me gustaría saber de eso. Llevo años apuntando lo que leo, y son unos 50 libros al año..sobre qué me gussta más, me decanto más por los autores que has englobado en "epígonos de la literatura".
Apuntado el de Kjell Askildsen.