Desde el pasado mes de julio, en la Casa de América de Madrid, se ha podido ver la exposición retrospectiva de los treinta años de trabajo de Daniel Mordzinski, un fotógrafo argentino que vive en París y que se ha especializado en retratar a escritores. Fotógrafo entre escritores, se llama la muestra y el libro que se ha editado por Casa de América y La otra orilla.
Tuve la ocasión de conocer a Daniel este invierno en París. Me pareció una persona sencilla, amable y sumamente delicada. Un poco como sus fotos: si tuviera que señalar, rápidamente, mi impresión sobre los retratos diría que éstos son el fruto de un diálogo. A diferencia de otros autores, Mordzinski no se impone a sus modelos. Me parece que les deja mostrarse como ellos creen que son. Hasta un límite, claro. Pienso que es un método cargado de una fina ironía. Una forma de prolongar el baile de máscaras que es siempre el mundillo literario. Algo que sin duda tiene que ver con lo que decía Aristóteles de situar al personaje en el plano del deber ser antes que en el del mero ser. El fotógrafo entra en ese juego por lo demás con elegancia y hasta con bondad. Y siempre con una comprensión profunda de la persona que hay detrás.
Entre los grandes fotógrafos
Hay fotos maravillosas en ese libro, comparables a los mejores retratos de escritores de Ferdinando Scianna o de Cartier Bresson, como las que hizo al viejo Octavio Paz de barba tolstoiana (me pregunto si la foto la tomó en el último viaje a Madrid), a Juan Gelman en una boca del metro madrileño, a un Westphalen con la mirada en el otro lado del espejo (esta foto es sencillamente venerable), Margo Glantz en la terraza de un bistrot, Bolaño enredado entre arbustos,… y tantas más. Me permito, ahora que lo pienso y escribo, hacer la siguiente ecuación: cuanto mejor es el escritor, mejor sale la foto.
Biarritz, Mutis y la joie de vivre
De todas formas, mi favorita es la foto de Alvaro Mutis en la Grande Plage de Biarritz. Imposible no pensar en algunas estampas hopperianas en las que el mar lo preside todo sin aparecer en absoluto. Me he recostado junto a esa misma roca muchas veces, delante del Palais, acaso en una postura idéntica a la que mantiene el autor del Diario de Lecumberri. Quelle immense joie de vivre! Conozco esa luz y esa paz vespertina. En realidad más bien sueño con ella. Allí el tiempo se estira, como el mar verde que no se muestra en la foto pero que te mece secretamente. Hay un silencio que parece de otra época, y que sin embargo allí sigue siendo real. El pastor vasco atisba el paso de algo muy sutil y fugaz, de algo que se pierde al pasar: The langour of eternal Youth, how unique and quintaessential it is! How quickly, how irrecoverably lost!
7 comentarios:
Álvaro:
Gracias por mantener este blog. Es, con mucha diferencia, mi preferido.
Pues muchas gracias. Me anima mucho, la verdad.
Sí,la verdad es que es una suerte que podamos seguir leyéndote... No me cansaré de dar gracias por haberte conocido.
Gracias a ti también, amigo anónimo; me lo voy a acabar creyendo
Apreciado Álvaro, hace poco menos de un mes también le dediqué un post a Daniel en Inventario. Tuve la suerte de acompañarlo junto a otros amigos escritores en la inauguración de la exposición en Madrid. Es una gran fotógrafo y una gran persona.
Leí tu post sobre José. Muy buen tema. Un abrazo
P.S. También quería agradecerte la entrada que me dedicas y casi me voy sin hacerlo. Me gustó mucho.
Gracias a ti por todo. Tu inventario me encanta.
Álvaro, que buena foto, veamos si este fin de semana somos capaces de hacer algo parecido un bx
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