viernes, 30 de diciembre de 2011


No podíamos despedir el año con una noticia mejor que ésta: se publica en un solo volumen la Trilogía de la Guerra Civil de Juan Eduardo Zúñiga (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores), acaso la obra literaria más importante de cuantas se han escrito hasta la fecha sobre el conflicto de 1936. Se trata en efecto de la reunión de tres libros de cuentos (Largo noviembre en Madrid, La tierra será un paraíso y Capital de la gloria). Ahora suman treinta y cinco historias autónomas y a la vez profundamente interconectadas. Historias en minúscula que componen un fresco único sobre aquel conflicto fratricida en el que la historia de España eclosionó tras siglos de decadencia, de incuria, de estolidez. Dos son las novedades principales de este volumen. La primera que incluye dos cuentos nuevos respecto de la edición crítica de Cátedra Letras Hispánicas, la inmediatamente anterior. “Caluroso día de julio” en el primer libro, e “Invención del héroe” en el que cierra el volumen. Y la segunda es justo que los tres libros han sido reordenados por el autor. Hasta hoy se había considerado (en función de su publicación primera y de la edición crítica de Cátedra realizada por Israel Prados) que La tierra será un paraíso precedía a Capital de la gloria. Pero no era así: siguiendo una lógica temporal interna ahora los tres conjuntos se ordenan teniendo en cuenta el período de tiempo que cubren. Al frente los cuentos del primer asedio, desde noviembre del 36 (con los primeros libros) y al final los de la ciudad sitiada, por decirlo con palabras de Herbert, el poeta polaco que visitó Madrid. De ese modo, “El último día del mundo” también será ya para siempre el último cuento de la trilogía, lo que de por sí es razón más que suficiente para un “cambio” que habría que analizar con mucho tiento. Lo esencial claro está no sólo es eso sino la textura de esta obra, el modo en el que Zúñiga narra un tiempo de guerra que él viviera en vivo en plena adolescencia. Labor omnia vincit escribió Virgilio. Pues eso: no sólo es que el autor dejara que décadas de tiempo asentaran en él las vivencias de aquel drama histórico y fenomenal sino que han sido décadas de trabajo exterior (el que le ha llevado a rastrear con pasión e inteligencia varias culturas del mundo) e interior (el trabajo más difícil, el de la comprensión, la compasión y la tolerancia). Se alude a menudo con justicia a la dimensión ética de la cuentística de Zúñiga, pero que nadie se confunda. Su eticidad es su literariedad, o sea la luminosidad de su obra, la ausencia de todo relativismo moral o político y el compromiso con una verdad hermanada con la belleza y con el bien. Palabras mayores que en el caso de Juan Eduardo Zúñiga están más que justificadas. La constante y fuerte apelación a la consciencia con el guante de seda de los artistas más genuinos. No se lo pierdan.

2 comentarios:

Eleonora dijo...

"No se lo pierdan", dices.Y siento que no puedo seguir vivendo sin leer a Zúñiga.Es que esto me pasa con casi todas tus recomendaciones.
¡Socorro,Álvaro!¡Ten piedad de esta lectora con sólo dos ojos!

Adelarica dijo...

ja ja
lo importante como sabes es no perder el sentido del humor
gracias amiga y que lo paséis muy bien mañana