viernes, 16 de diciembre de 2011
Giotto (Casimiro, 2011) es un breve pero sustancioso ensayo de Roger Eliot Fry, uno de los dos tres críticos de arte más influyentes de la modernidad. Fry era una figura destacada del llamado grupo de Bloomsbury, del que participaban personalidades tan extraordinarias como Virginia Woolf (que de hecho le consagró una biografía), el filósofo Bertand Russell o el economista John Maynard Keyness. Fry fue un genio de la crítica de arte, una mente abierta, analítica, de una honestidad y una lucidez que se dan muy pocas veces. Después de una juventud volcada en la ciencia, dedicó muchos años a ver sobre el terreno el arte italiano. Fue amigo e interlocutor de Bernard Berenson, al que conoció poco después de que este publicara su revolucionaria trabajo sobre los pintores del Renacimiento italiano. La obra de Berenson enseñaba a mirar a los cuadros directamente, a privilegiar los criterios formales en el arte y a establecer relaciones significativas entre la forma y el sentido de las obras. Fry aplicó de un modo inteligente y flexible estos principios, comenzando por estudiar la obra de los pintores del primer renacimiento, Duccio, Cimabue, y sobre todo el Giotto, cuyos frescos fueron para él una referencia permanente. Poco a poco fue recorriendo los siglos posteriores del Renacimiento y se dio cuenta de que la elipse que conectaba a aquellos primeros pintores del entorno de San Francisco y de Dante con los autores que estaban pintando entorno a 1900, especialmente en Francia (Cézanne, Matisse, etc). Esa fue la gran aventura vital de Fry, establecer ese lazo de unión que a nadie se le había ocurrido (¡cuántos disgustos y enfrentamientos le trajo con tanta estructura anquilosada, y eso incluye a museos, universidades y revistas!) y con él revolucionar la visión artística para varios siglos. Todo este momento áureo del pensamiento y la creatividad se refleja serenamente en un escrito como Giotto. Escribe Fry de manera memorable: “Sin restar valor alguno al genio superlativo de Giotto, debemos convenir que el momento de su advenimiento fue propicio. La óptica de la imaginación es, en efecto, variable: en una época como la nuestra, los hombres y los acontecimientos se engrandecen en la medida en que se pierden en la niebla del pasado; pocas veces vemos a un hombre realmente grande hasta mucho después de haber recibido la consagración de la muerte. Hay, sin embargo, períodos en los que los hombres tienen mayor confianza en los propios juicios, períodos de tal actividad creativa que los hombres pueden atreverse a sopesar las reputaciones de su generación con las del pasado; ; entonces el efecto magnificador y mitopoético, que para nosotros sólo llega con el tiempo, se da al instante y engrandece a los coetáneos a proporciones heroicas. Así vio Dante a los de su tiempo – hasta pudo verse a sí mismo–: en las proporciones que aún hoy tienen”. La grandeza inmensa de Roger Fry está en que pocas décadas más tarde, “vio” a sus coetáneos (nunca a sí mismo) como los genios que realmente fueron.
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3 comentarios:
Álvaro, no sabía que Bertrand Russell conocía al grupo de Bloomsbury. Muchas gracias por el dato. Tengo que hablar sobre Russell a las alumnas de Segundo de Bachillerato y me resulta bastante complicado de entender... A lo mejor tirando de este hilo, veo un poco más de luz. Muchas gracias y enhorabuena por la noticia de tu novela. Estoy deseando que llegue a las librerías! Un abrazo.
Álvaro, no sabía que B. Russell conocía al grupo de Bloomsbury. Muchas gracias por el dato. Tengo que hablar de la filosofía de Russell a las alumnas de 2 de Bachillerato y es un autor complicado... A ver si tirando de ese hilo veo algo de luz... Enhorabuena por la próxima publicación de tu novela! Qué título llevará? Estoy deseando que llegue a las librerías! Un abrazo.
gracias María Eugenia, y ánimo con esas clases
un beso!
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