miércoles, 21 de septiembre de 2011
Auden/Milosz
La Colección Visor de Poesía ha publicado Poemas, una antología bilingüe del poeta inglés Wystan Hugh Auden (2011, 16 €), en edición y traducción de Margarita Ardanaz. Algo más de trescientas páginas que contienen una selección inteligente de sus poemas con un criterio cronológico. Personalmente no echo de menos casi ninguno, teniendo en cuenta que no era el lugar para los poemas más largos (Gracias Niebla, For The Time Being, etc). Pienso que es un lujo necesario poder llevar en el bolsillo este libro compacto, ir en el metro o andando, abrirlo y leer cosas como esta: “El amor no tiene fin/Te amaré, amor mío, te amaré/Hasta que China y África se junten,/Y el río salte sobre la montaña/, y el salmón cante en la calle…”. Pocas semanas antes, Galaxia Gutenberg había ofrecido a sus lectores un libro de características similares, Tierra inalcanzable (2011, 23,90€), una amplia antología del Premio Nobel polaco Czeslaw Milosz. En este caso la traducción no menos límpida, rigurosa y delicada ha corrido a cargo de Xavier Farré. Éste ha optado también por los poemas breves, o al menos no largos, recorriendo libro a libro la aventurada biografía del poeta de Vilna. Más difícil de llevar con uno por la calle, pero más cuidada en lo material, al abrir esta edición encontraremos la lucidez irónica de uno de los espíritus más finos de nuestro tiempo: “Cuando hay luna y pasean las mujeres con vestidos floreados, /Me sorprenden sus ojos, sus pestañas y toda la armonía/del mundo/ Me parece que de un afecto mutuo tan grande/Podría finalmente surgir la verdad definitiva”. Margarita Ardanaz, de quien conocía su trabajo en autores tan difíciles como Dylan Thomas o Emily Dickinson, me ha sorprendido por la breve pero sustanciosa introducción con la que presenta el libro; no conozco una mejor de ese tamaño. Termina su ensayo con una referencia al cristianismo de Auden. Pensaba que algo no muy diferente podía decirse de Milosz. Para ambos religión y arte son tan inseparables como inconfundibles entre sí. En ambos el hombre que reflexiona sobre la fe judeocristiana no se confunde con el artista, y éste no se cree tampoco omnipotente, un mago por encima del bien y del mal. Tan sólo es alguien que prepara o allana el camino. No es lo único en su arte, la religión, ni acaso lo esencial, pero su modo de enfocar ese ámbito de la vida, con sus limitaciones, sus estrecheces y su oculta inmensidad, ha sido para cada uno siempre un polo, un imán al que no han querido (o no han podido) ofrecer excesiva resistencia.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario