miércoles, 4 de mayo de 2011
Notas para un diario 208
Corto e intenso viaje a Barcelona la semana pasada. Encuentro la ciudad preciosa, especialmente a primera hora de la mañana. Había llovido los días anteriores y el ambiente se había limpiado un poco. Me gustaría tener el don de la amistad. La luz, a esas horas brillante y suave al mismo tiempo, me aviva. Me cuentan que uno de los intelectuales que yo más admiro (poeta, sabio extraordinario, acaso el mejor crítico de arte de nuestro país en el siglo pasado) cada vez que le rechazaban un libro las editoriales lo quemaba. ¿Cómo es posible, pensé de inmediato, que alguien con un prestigio entre los mejores estudiosos y artistas del mundo, con un bagaje de trabajo de décadas impecable, propio, indiscutible, se venga abajo porque un editor quelquonque le rechace (por las razones que sean) un manuscrito, y lo haga hasta el punto de destruir su trabajo? La verdad es que no podía pensar en otra cosa mientras hablaba de esto y lo otro con esa persona que tan de cerca había conocido a aquel hombre de genio. En otro recodo de la conversación, más adelante, volvemos inseperadamente sobre el mismo tema. En ese punto ya no me resisto a hacerle una pregunta directa: "¿Cómo es posible que sufriera tanto en su moral por un rechazo así? "¡No!, me contesta, ¡no lo has entendido! Quemaba ese libro porque para escribir el siguiente necesitaba desembarazarse del anterior. Sólo era por eso". Al salir de su casa en un barrio alto de la ciudad pensé que los dos únicos destinos dignos para un libro son el fuego o el papel, y que son dos formas más parecidas entre sí de lo que se cree, dos formas de sacrificio para el escritor, de incondicional ofrecimiento.
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4 comentarios:
Estimado Álvaro, no me resisto a preguntarle por el nombre de tan admirado e Ilustre personaje.
"El fuego o el papel"... una reflexión muy interesante.
Gracias y un saludo,
JPLT
Preferiría no hacerlo. Un saludo muy cordial
siempre te ha gustado quemar libros en nuestra amada Barcelona
muy bien visto, J.G.
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