domingo, 30 de enero de 2011

Invitación a la lectura (Notas para un diario 191)

Mientras en casa todos duermen confiadamente, yo velo escuchando los 10 Intermezzi para piano de Brahms interpretados por Glenn Gould; por la ventana entra una luz inquietante, gris y anarajanda, una luz vacía, con una enorme carga de vacío (cargada con un enorme vacío, ¿sería mejor decirlo así?) Yo me entiendo, a ratos al menos. Me vuelvo y recuerdo media docena larga de lecturas recientes que tal vez pudieran aprovechar a algún lector de estas condenadas notas. Primero, cuatro novelas preciosas: el Shumi No Iden (La herencia del gusto) de Natsume Soseki (Sígueme, 2010). Soseki (el autor, entre otras obras maestras de Kokoro o Yo soy el gato) pertenece a la saga de los grandes narradores japoneses del siglo XX, y en este relato me deslumbra una vez más por su capacidad de llegar desde fuera al fondo de las cosas, de la relación amorosa y del miedo a la muerte principalmente. Esos mismos son los temas de otras dos novelas que leí anoche: El hombre sentado en el pasillo y El mal de la muerte de Marguerite Duras. Las había leído en las ediciones francesas de Minuit, pero ahora, al recuperarlas en un solo volumen Fabula de Tusquets (2010), no he podido resistirme a hacerme de nuevo con ellas. Nadie, y creo que no miento, ha escrito novela erótica en este siglo pasado como la Duras. Desde el principio fue excepcional en eso, pero su acercamiento al erotismo en la vejez es una cumbre de la expresión humana. Grande, muy grande y valiente escritora. La cuarta novela que he leído emocionado (¡tengo una suerte con mis lecturas, me guía una mano blanca!) está escrita por Frederic Tuten, un descubrimiento de María Lozano (Catedrática de Inglesa en la Complu, y antigua Directora del Cervantes de Nueva York). El libro se llama Autorretrato con toros, y los que me conocéis entenderéis porqué no pude resistirme a semejante título. La novela es buena (espero con impaciencia el resto de la serie de Autorretratos (Fictions) a la que pertenece, y que se van a publicar en breve), pero con la larga introducción de María Lozano he disfrutado tanto o más que con la narración. Me encanta ese periodo de la vida neoyorquina (el de Rauschenberg, Duncan Grant, Ashbery u O´Hara y, por supuesto, Joseph Cornell), eclipsado abusivamente por los Salinger y los Auster; en España no nos enteramos de que éstos sin aquellos no serían nada. El librito lo ha editado La Residencia de Estudiantes, en una edición bilingüe muy cuidada y vendida al increíble precio de 10 €. Otra edición que recomiendo es la nueva versión del Borges de Bioy. Yo no compré la anterior: sencillamente porque me parecía fea, monstruosa como objeto físico. Contenía cosas interesantes, al menos para mí, pero quién quería un libro así de grande y así de feo que además no era portátil. Cuando vi la nueva edición, expurgada por Daniel Martino, proporcionada y bellamente editada, no he dudado en comprármela. Lo siento, soy así de maniático, pero no me gusta sostener algo berrendo entre las manos. Con el mismo gusto he comprado Las siete edades de Louise Gluck (Pretextos, 2011). La Gluck, con Anne Carson y Jorie Graham, es de las poetisas vivas más admirables. Os reto a que vayáis a una librería y leáis en la página 63 su poema "De un diario" (el que empieza con los versos I had a lover once/I had a lover twice/easily three times I loved …). A que no podéis resistiros a comprarlo. Por último, Trotta ha publicado un volumen con los Poemas y prosas de juventud de Paul Celan. Incluye sus primeros trabajos, los que escribió en Czernowitz, su ciudad natal en la Bucovina, los de Bucarest (no pocos escritos en rumano) y los de su paso fugaz pero decisivo por Viena, camino de París. A mí éstos últimos me interesan especialmente por varias razones, entre otras porque planea sobre ellos la sombra de su amor imposible por Ingeborg Bachmann. Termino ya con dos avisos: el próximo martes día 1, a las 19:30 horas, en el Ateneo de Madrid, presentaremos este último libro. Y el sábado día 12, en la Biblioteca Pública de la Casa de las Conchas de Salamanca, mantendré con Antonio Colinas un diálogo sobre Kafka, a propósito de mi libro. A las 19 horas.

5 comentarios:

María dijo...

¡De verdad que no puedo resistirme a comprarlo!A-lu-ci-nan-te!!! Gracias, Al.
Un abrazo muy fuerte,
Mary.

Anónimo dijo...

Ya estoy finalizando a Duras y estoy buscando a Borges. Mil gracias por tus recomendaciones.

Saludos

Tabucchi

Eidyllion dijo...

I had a lover once, I had a lover twice, easily three times I loved. And in between my heart reconstructed itself perfectly like a worm. And my dreams also reconstructed themselves.

After a time, I realized I was living a completely idiotic life. Idiotic, wasted. And sometime later, you and I began to correspond, inventing an entirely new form.

Deep intimacy over great distance! Keats to Fanny Brawne, Dante to Beatrice.

One cannot invent a new form in an old character. The letters I sent remained immaculately ironic, aloof yet forthright. Meanwhile, I was writing different letters in my head, some of which became poems.

So much genuine feeling! So many fierce declarations of passionate longing!

I loved once, I loved twice, and suddenly the form collapsed: I was unable to sustain ignorance.

How sad to have lost you, to have lost any chance of actually knowing you or remembering you over time as a real person, as someone I could have grown deeply attached to, maybe the brother I never had.

And how sad to think of dying before finding out anything. And to realize how ignorant we all are most of the time, seeing-things only from the one vantage, like a sniper.

And there were so many things I never got to tell you about myself, things which might have swayed you. And the photo I never sent, taken the night I looked almost splendid.

I wanted you to fall in love. But the arrow kept hitting the mirror and coming back. And the letters kept dividing themselves with neither half totally true.

And sadly, you never figured out any of this, though you always wrote back so promptly, always the same elusive letter.

I loved once, I loved twice, and even though in our case things never got off the ground it was a good thing to have tried. And I still have the letters of course. Sometimes I will take a few years’ worth to reread in the garden, with a glass of iced tea.

And I feel, sometimes, part of something very great, wholly profound and sweeping.

I loved once, I loved twice, easily three times I loved.

Eidyllion dijo...

Lo sé... no ha estado bien desvelar el misterio de tu entrada.
Gracias por publicarlo... vale la pena, "worth to reread in the garden, with a glass of iced tea"!

Adelarica dijo...

No se preocupe
Para mí es un placer acoger sus entradas en el blog