La noticia de la restauración de El triunfo del amor de Tiziano, que se expone estos días en una pequeña sala de National Gallery de Londres (qué no daría yo por plantarme allí, esta tarde, y contemplar contigo ese azul veneciano de las riberas y las montañas del fondo), y a la que por lo visto, a pesar de las riadas de gente que visita el Museo, casi nadie entra, me trae a la mente una cosa de la que hace tiempo quería hablar. Según Catherine Whistler, curator del Ashmolean, el museo del que procede la obra, Tiziano pintó El triunfo del amor hacia 1540 por encargo del patricio veneciano Gabriel Vendramin. En un principio, la pieza fue utilizada como "tímpano" o cubierta para ocultar otro cuadro. Se trataba del retrato de una hermosa mujer con la mano derecha en el pecho. La posibilidad más verosímil es que Vendramin quisiera mantener así sólo para sus ojos el rostro de la que quizá era su amante, o su amor platónico. La tela de Tiziano, que representa a Cupido con arco y flecha, de pie encima de un león, con un paisaje veneciano al fondo, podría ser un mensaje elegido por el patricio veneciano: el amor y el ideal de belleza imponiéndose a las pasiones bestiales; naturalmente, un mensaje que se desvanecía tan pronto el buen señor sucumbía a la tentación de retirar el tímpano y enfangarse en la tela de sus pecados. He hablado aquí de mi pasión intelectual por Tiziano, a propósito de un libro deslumbrante escrito por los Berger, padre e hija. La cosa que me llama ahora la atención, en la obra de ese gran pintor, es el hecho de que llamara a sus pinturas mitológicas, y a muchos de sus retratos y desnudos de mujeres, que a su vez eran alegorías de temas clásicos tomados especialmente de Ovidio, que los llamara digo poesie y pittura di fabulosa inventione. Tiziano se las estuvo enviando durante una década a su regio mecenas, cuando aún éste era un alma libre, el Príncipe de España, entre ellas, según el inventario de Gil Sánchez de Bazán, de 1552, una Venus mirando al espejo sostenida por Cupido, cuadro que desapareció de España en la Guerra de Independencia (el cuadro de la foto de abajo sería su primo hermano: la Venus con un espejo de la Andrew Mellon Collection de la National Gallery de Washington). Un ejemplo bien conocido es el famoso cuadro Venus y Adonis que Tiziano envió a Londres en 1554 al "nuovo gran Re d´Inghilterra" para festejar la boda con María Tudor. Aquella es una pintura que he visto mil veces en el Prado (aunque odie los museos, no soy tan tonto como para no acudir siempre que puedo) y que muestra, cómo no, justo el momento del alba en que los amantes se despiden (ese momento inmortalizado también por Shakepeare en su versión del mito venusiano: Con esto rompe el abrazo dulce/que le une al hermoso seno/, y corre presuroso a esconderse en su oscura cueva en el campo/; deja al Amor tumbada sobre su espalda, en aflicción profunda/Atiende, como una estrella brillante disparada desde el cielo/así se desliza él en la noche a la vista de Venus; por cierto, en la noche oscura de Juan de la Cruz, al final, al alba, los amantes no tiene porqué separarse… nunca le daremos suficientes vueltas a este hecho de una pasión- ¿acaso no sea humana?- sin fin). Como siempre, me estoy desviando. Sólo quería apuntar una intuición, para que el que quiera me machaque. Recapitulemos de un modo abrupto (me han entrado las prisas, como a Adonis, y esto no son textos pensados, ni conferencias, son tan sólo unas vulgares notas de trabajo, unas notas para algún día, a lo peor, escribir algo de verdad, como un diario/espejo claro de mi alma turbia): el tímpano del triunfo del amor esconde una pintura erótica que el pintor denomina fabula, poesie y que, es el paso que da Tiziano respecto de Botticelli, por ejemplo, muestra a una dama/venus/amada frente al espejo/objeto, con un tocado, más que salida de las aguas/naturaleza/melena mojada y al viento. Pues era sólo eso, que me fascina la relación eros/secreto/reflejo/composición/arte poético. Son las aguas profundas de las que procuro sin éxito beber cuando escribo, también en este blog infernal. Pero estoy seco.
4 comentarios:
Jajajaja, 'aunque odie los museos no soy tan tonto para no ir siempre que puedo'
Magnífica contradicción, aunque rendición, al fin y al cabo. Rendición a lo evidente. Creo, que precisamente cuanto más conocimiento adquiere una persona, más se disfruta de un museo. Se puede seleccionar. Cuando vi el Museo Británico ó el National Gallery, pensé: esto es como una enciclopedia visual, te puede dar por algo, y venirte aquí a vivirlo. Y encima gratis.
Me parece muy interesante esta entrada. Me encantaría poder machacarte, pero no puedo. De momento sólo puedo escuchar.
La leeré varias veces más.
Todo se andará
Tampoco yo tengo ninguna objeción, sobre todo con fuentes tan compartidas, y qué bonita pintura luminosa
gracias Bel por tu comentario; a eso es a lo que llamo precisamente una luz negra.
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