Con este mismo título, La cabaña de Heidegger, la editorial Gustavo Gili, GG, ha publicado un hermoso libro escrito por Adam Sharr. Tiene un subtítulo: Un espacio para pensar. Puestos a ello, lo primero que me viene a las mientes es que si para pensar necesitas un determinado espacio, malo. Pues no lo dirá Ud. por Heidegger, al que parece que la mente le discurría con bastante soltura. Pues sí, lo digo por él, que fue un gran y a la vez nefasto pensador. Personalmente, cuando me encuentro con exaltaciones exageradas del espacio, me echo a temblar. Me pasó por ejemplo en el Chillida-Leku. Lo visité con mi amigo Adam Zagajewski. Nuestro guía, un hombre muy educado por lo demás, insistía en la antiguedad de los árboles, de las piedras, en que siempre habían estado allí y en el modo en el que el escultor había querido perpetuarse en su tierra. Todo muy vasco y muy heideggeriano. Adam y yo nos confesamos después que habíamos estado a punto de salir corriendo en varios momentos de la visita. Desde luego si me pierdo no me busquéis por allí. El libro es precioso, materialmente hablando. El autor es incapaz no obstante de establecer la crítica a la idolatría del lugar. Peor para él.
Se recoge, en el sexto capítulo, Los habitantes de la cabaña y sus relatos sobre ella, la visita de Paul Celan a la cabaña de Todtnauberg. Se cuenta de forma sesgada, sin querer entrar en el fondo del asunto (yo lo he contado en otro post). No me extraña porque, probablemente, si lo hiciera, el autor hubiera escrito otro libro, con los mismos materiales. Peor para él: hubiera sido un libro mucho mejor.
Recuerdo, y comparto, la frase de Steiner según la cual el hogar era cualquier sitio en el que hubiera una mesa, una lámpara y un libro. Algunos no necesitamos casas de diseño, cabañas en el bosque ni templos aptos para el sacrificio. Preferimos la gente a los lugares. Preferimos lo feo a lo aparentemente perfecto. Hemos aprendido a quedarnos allí donde nos planten. A la espera de que algún bárbaro idiota nos arranque de cuajo. El viento de la historia y del espíritu nos irá llevando de aquí para allá.
(La foto de arriba es de la cabaña de Heidegger en la Selva Negra alemana; la de abajo recoge otras cabañas, muy chulas también, sobre las que Heidegger guardó un ominoso silencio)
2 comentarios:
"Wherever I lay my hat, that's my home" (Marvin Gaye)
pues eso… estamos de acuerdo
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