Hay algo que distingue a Jorge Herralde del resto de los editores literarios en activo en España: su valentía. Nadie como él ha apostado por la gente que empieza, y será recordado por eso, más incluso que por el resto de su labor editorial. ¿Hacemos la lista sólo del dominio hispánico? Si alguien me dice que Herralde ha moldeado el gusto de una generación de lectores con sus traducciones de literatura extranjera y del pasado, yo le respondo que eso lo hacen otros tan bien como él (Acantilado o Salamandra hoy, Mario Muchnick o las gentes de Taurus en tiempos, con Jesús Aguirre a la cabeza). Pero un editor, lo que se dice un editor, como lo fueron Barral o Vergés por ejemplo, Feltrinelli en Italia, Christian Bourgois o Jerome Lindon en Francia, Sigfried Unseld o Kurt Wolf en el mundo germánico, aquí sólo lo es Herralde. Por eso su tarea es la más apasionante. Por eso pasará a la historia de la literatura.
Todo esto viene a cuento, no obstante, de una edición que me ha llenado de alegría: la Gran Trilogía de Gregor Von Rezzori (Un armiño en Chernopol, Memorias de un antisemita y Flores en la nieve), ahora en un único volumen de la colección Panorama de narrativas, y en tapa dura.
Para mí no hay duda de que, cuando Herralde trae a los grandes escritores en otras lenguas (de Rezzori a Magris, de Carver a Auster, de Bernhardt a Sebald), su objetivo, aquel sin el que en el fondo se sentiría frustrado, no es sino el de formar y descubrir a varias generaciones nuevas de autores en el idioma español. No le interesa la fuga que se esconde detrás de una erudición más o menos sofisticada. Herralde tiene un agudo sentido del tiempo en el que vive.
2 comentarios:
Anagrama está de celebración, veía el otro día un coleccionable para conmemorar los 40 años. Felicitaciones: aunque sólo fuese por traernos a Bukowski ya estaba justificado. Y a Walter Mosley (de éste prácticamente tengo todos). Digo esto con estas palabras porque pasé un rato mirando la selección de títulos en el cartón de la primera entrega, con ese placer infantil del que cuenta los cromos que le faltan, y ve que no son muchos. (Íbamos a otra cosa, pero era en la Collector de BCN, en Pau Claris).
Magdalena: yo también pienso hacerme con los que me faltan, que tampoco son demasiados. Viva la literatura!
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