Llevo semanas leyendo y memorizando el cuarto de los Cuatro salmos de W.S. Merwin (en la foto) que ha publicado, en su colección de poesía, Vaso Roto. Te lo podría recitar par coeur. Es un poema bellísimo que se titula Las mortajas (The Cerements), y en el que alguien habla a la muerte, al trabajo que la muerte hace en cada uno de nosotros desde el momento mismo en el que nacemos (viejo tema del que ha hablado aquí varias veces, por ejemplo a propósito de un poema de John Donne). Se dirige a la muerte y le dice cosas tan increíblemente justas como esta: Ella hizo un techo para sus manos/de la voz de él tejió los muros/para detener el viento/pinto las ventanas con sus sueños/cada una con su reino/y las puertas eran espejos diseñados/desde sus ojos, o esta: Ella hizo para él una caja de cierta madera dulce/que sabía que él añoraba desde su niñez/en las esquinas se alzaron las columnas que ella pintó como humo/diseñó una estrella en el interior de la tapa. Y así algunas imágenes más en las que la muerte se le acerca, va rodeando al personaje, rondándole a esa voz que no tiembla, y va deshaciendolo todo. Está compuesto como una escalera cuyos místicos escalones ni suben al cielo ni bajan hasta el infierno. El final es grandioso, y lo copio en inglés: Law of the hands gone/night of the veins gone/gone the beating in the temples// and every face in the sky. Qué no podríamos decir de la sutileza de esos versos finales: cómo, en el terceto, la ley que ha guiado el actuar cede antes que la noche que circula por el interior, socavando íntimamente el sistema circulatorio, hasta que las sienes dejan de batir por último,; qué inmediatez consigue con el hiperbatón y la repetición de ese gone, que además de un referente de la huida es un sonido, una gota final que cae y se disuelve en la nada. No hay rostros en el cielo, aunque a veces se nos aparezcan como ensoñaciones o fantasmas en los momentos más inesperados. Queremos, queremos ver un rostro, pero no está… ¿No me decías, el otro día, que nos preocupamos demasiado por el más allá? Yo sólo sé que hay algo que nos trabaja por dentro, y me resisto a creer que sea sólo la muerte.
3 comentarios:
Entonces no vivimos la vida, sino es la muerte la que nos vive... eso quiere decir? Una muerte que nos va penetrando, a través del cordón umbilical, hasta que nos atrapa por completo.
Y entonces?
me pone Ud. siempre en un aprieto, me obliga a descubrir mis cartas, más allá de lo que yo deseaba en un principio: pues creo que es algo así, en la vida o nos vive la muerte, que nos vive de todos modos, y fuera, y entonces, como Ud. dice, entonces nada, nada de nada, o, por el contrario, como creo yo, junto a la muerte, en la vida, como el trigo y la cizaña en el campo, crece otra cosa, que no es la vida, sin más, porque ésta está destinada a la muerte, por vigorosa que se presente, otra cosa que se puede llamar sobrevida, que está en lo más adentro, más incluso que la muerte que corre por las venas
mucha gente cuando oye el flamenco, a Camarón, por ejemplo, le estremece porque ve ahí la fugacidad de la vida, el lamento por la vida, yo veo también una llamada a esa sobrevida, que pasará por delante o por encima de la muerte, como la mariposa surge del gusano… comprende Ud. ahora porque es tan importante para mí la imagen kafkiana de la metamorfosis?
Querido colega: Esta mañana te escuche en radio Cinco hablando sobre Tolstoi. Fue breve, pero interesante. hace pocos años, lei la traduccion inglesa de Guerra y Paz. 1300 paginas en Penguin books. Candidamente el locutor te pregunta por tu personaje favorito: Andrés. La psicología está ausente en San León Tolstoi . En andaluz tolmundo e gueno. El hombre no quizo hacer obra de historiador , pero la hizo. La documentación sobre Napoleón , sus generales y batallas es exacta. Hay materia para una tesis doctoral sobre Napo. Si conoces otros profesores como blog indica por favor
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