Para Lourdes y Andrew, con profundo agradecimiento.
"Todas las familias felices se parecen; las desdichadas lo son cada una a su modo". Me fui a Viena, a las pocas horas de correr la media-marathon de San Sebastián. Me fui obsesionado con esa frase con la que comienza Anna Karénina. La verdad es que no tengo ni idea de por qué me taladraban la mente esas palabras, leídas y meditadas mil veces, pero así era. Creo que tiene que ver con una obsesión por la verdad, por la autenticidad, que me ha rondado siempre. ¿Qué es, si no, la escritura? Dar vueltas a la muralla de Jericó, durante seis días, en silencio, para, al séptimo, tocar la trompeta y esperar a que los muros se derrumben, de una vez y para siempre. He transcrito la versión que mi amigo Víctor Gallego acaba de publicar en Alba (2010). El original ruso repite la palabra "desgraciada", de modo que una traducción literal, que él ha preferido evitar, rezaría así: "Todas las familias felices se parecen una a otra, cada familia desgraciada es desgraciada a su manera". Yo, que no soy traductor, lo hubiera dejado de ese modo: me parece un acierto (menuda palabra, después de la frase de marras) el que se repita la palabra "desgraciada", y no la palabra "felices". Al fin y al cabo, esta forma apuntaría a la idea de fondo: felicidad (una), desgracia (varias). Pero, bueno, ¿a quién le importa esta cuestión de la felicidad y la desgracia íntimas, familiares? A mí, por ejemplo. ¿Hasta qué punto pensaba Tolstói en la frase de Aristóteles según la cual hay muchas maneras de errar y una sola de dar en el clavo? Esto será o no así en el plano ético, ¿y en el estético? El arte no tiene que ver con el mito, sino con los mitos, en plural; con lo múltiple y lo diverso. En el plano espiritual, el mal es la división, pero una cosa es no provocar la división y otra no ser capaz de realizar distinción alguna. La inteligencia se ocupa de distinguir las cosas, pero qué fácilmente, al intentar ver claro en la propia vida, al comparar con el fin de elegir, producimos ese "parto montruoso" que es el error moral, la equivocación que nos conforma y que se proyecta más allá de nuestro ser, sobre todo aquello que no controlamos y sobre aquello que nos trasciende.
Llegué a Viena atenazado con estos pensamientos. No hay mejor lugar en el mundo para plantearse el problema de la felicidad psicológica. ¿De qué, si no, hablan las novelas de Schnitzler o Zweig, los ensayos de Adler o Freud, los cuadros de Schiele y de Klimt? A mí me fascinan esas obras, cada vez más, y no tardé mucho en plantarme delante de ellas. Cuando subía por los jardines del Belveredere, seguía pensando en el laberinto de la intimidad. Quizás influyera el hecho de haber tomado café y charlado durante dos horas con el poeta Carlos Ortega. Le llamé nada más llegar. Apenas nos conocíamos personalmente, pero yo lo admiro desde que leí, hace muchos años, su traducción de Las ensoñaciones de un paseante solitario de Rousseau. Se lo dije, en cuanto pude: lo mucho que me había aportado su trabajo. Hablamos de la obsesión del ginebrino por la felicidad, y por la verdad sobre sí mismo. Sobre la búsqueda de la transparencia y los obstáculos que nos impiden mostrar lo que somos y lo que llevamos por dentro. Coincidimos en que era eso lo que nos lo hacía tan cercano. Cuando me encaminaba hacia el Upper Belvedere, al ver todo aquel esplendor, se me hizo patente la dimensión política e histórica del asunto. ¿Qué tipo de sociedad había podido hacer aquel despliegue de armonía y sentido estético? ¿qué clase de valores se encarnan en un palacio en el que los establos eran de mármol? ¿qué príncipe dedica ese lujo a su yeguada, manteniendo al pueblo en el subdesarrollo? ¿en el nombre de qué Dios se vivía así en la monarquía que se enfrentó políticamente con la modernidad representada por la Revolución francesa?
Me fascinan los desnudos de Egon Schiele, esa voluntad de expresar cruda (y bellamente) las exigencias psíquicas del cuerpo (se trata de eso más bien que de su contrario). Hay algunos cuadros increíblemente auténticos. Sexualmente hablando. En esas imágenes, el límite entre cuerpo y mente es mínimo, inexistente e invisible. Me interesa eso. El terreno de "nuestra vida". No obstante, esta vez, me quedé mucho más rato delante de un pequeño paisaje. Cuidad ante el Danubio, creo que se llama (en la foto). Es pequeño. El río es de un azul intenso, casi negro. La ciudad del hombre está circundada por esas aguas profundas, y se amolda a ellas sin saberlo. Como nuestro ser ante las corrientes de éros y thánatos.
La gente apenas sonríe en Viena. Los rostros, magiares, eslavos, panónicos, reflejan una tristeza lacerante. ¿Y nosotros? ¿Acaso estamos mejor? A mí me gustaría pensar que sí, pero no quiero engañarme demasiado. Las cosas no pueden ni deben darse nunca por supuestas. Y menos que nada puede darse por supuesta la felicidad propia y la de aquellos que conviven con nostros, aquellos que hemos elegido para pasar por la vida de la mano. Nos ronda la enfermedad, en todas sus formas. Pasan los años y seguimos en el mismo punto muerto. Sin ilusión, nos atenaza la falta de libertad interior. La falta de admiración y de respeto mutuo. Nos alejamos de la persuasión… ¡Habla por ti! Sí, claro, hablo por mí. Y por ti.
¿Y qué es la persuasión? "Lo contrario de la retórica, de la pereza, del acostumbramiento. Vivir, sentir, escribir la verdad, estar como el primer día." ¿Eso quieres? "Claro que sí". Pues madura, por favor "Si eso es madurar, si me dices que no es posible vivir persuadido, yo no tengo ninguna intención de hacerlo"
7 comentarios:
¿Madurar ?
"Ferdydurke"
PREFACIO PARA LA EDICIÓN CASTELLANA
"Ferdydurke sostiene que es justamente nuestro anhelo de madurez lo que nos arrastra hacia esa inmadurez número dos, inmadurez artificial –y nuestro anhelo de forma el que nos lleva a una forma mala. Parecidos a alguien, que temiese su propia desnudez, echamos mano a cualquier vestimenta a nuestro alcance, aun la mas grotesca, y así se crea ese mundo hecho de indolencia, insuficiencia, no-seriedad e irresponsabilidad, mundo de la subcultura. de las formas caducas, malogradas, desviadas e impuras, donde se desarrolla nuestra vida intima. Allí se fabrican sorprendentes sub-ideales, sub-religiones, sub-sentimientos, y varias otras subcosas muy diferentes de las del mundo oficial. Y lo importante es que todo eso se efectúa por vía formal: para que en tal sentido, dos personas se obliguen a la regresión no hace falta que sean pacientes de Freud y del freudismo, porque aquí se trata de algo tan elemental como que el estilo de ser de una persona influye sobre el estilo de ser de la otra.
¿Cuál debería ser nuestra actitud, en tanto que seres conscientes, frente a aquel infra-mundo? El supremo anhelo de Ferdydurke es encontrar la forma para la inmadurez. Pero esto es imposible. Podemos en forma madura expresar la inmadurez ajena, podemos, por ejemplo, describirla artística o científicamente, pero con eso no logramos nada, porque así no expresamos nuestra propia inmadurez, sino que –de modo maduro– describimos la inmadurez ajena. Aun si nos pusiéramos a analizar y confesar nuestra propia insuficiencia cultural siempre lo haríamos desde el punto de vista de la cultura y en forma madura. Mas para que esta insuficiencia fuera expresada de modo consciente y a la vez directo, sería menester que nos esforzásemos en escribir, no libros sabios sobre el tema de la tontería, sino sencillamente libros tontos –y malos– e indolentes– lo que, claro está, es un disparate. Por eso ni la ciencia, ni el arte, ni ningún otro medio de expresión cultural, permite al hombre manifestar por vía directa su propia realidad inmadura, condenada al eterno mutismo. Mas por otra parte, si todos vamos a seguir con esa mascarada obligatoria e inevitable, la cultura irá convirtiéndose en un juego cada vez más mecánico y fragmentario, y por fin perdería todo contacto con nosotros mismos. Si yo, hablando con Fulano, trato siempre de ser lo mejor educado posible y el hacer lo mismo respecto de mí, nuestra conversación pronto se volverá tan bien educada que terminaremos por sentirnos muy molestos –y eso es lo que ocurre con nuestro arte que se vuelve demasiado "artístico", con nuestra sutileza que se vuelve demasiado sutil o nuestro heroísmo que se vuelve demasiado heroico. ¿Qué nos queda entonces por hacer? Estamos en la situación de un niño que se ve obligado a llevar un traje demasiado grande para el y en el cual se siente incomodo y ridículo; el niño no puede quitárselo puesto que no tiene ningún otro, pero, por lo menos, puede proclamar en voz bien alta que el traje no esta hecho a medida, y de tal modo establecerá una distancia entre el traje y su persona. Esto significa: tomar distancia frente a la forma. Cuando logremos compenetrarnos bien con la idea de que nunca somos ni podemos ser auténticos, que todo lo que nos define –sean nuestros actos, pensamientos o sentimientos– no proviene directamente de nosotros sino que es producto del choque entre nuestro yo y la realidad exterior, fruto de una constante adaptación, entonces, a lo mejor la cultura se nos volverá menos cargante."
WITOLD GOMBROWICZ
http://www.literatura.org/wg/ferdywg.htm
va delante del anterio texto , perdón.
"Los dos problemas capitales de Ferdydurke son: el de la Inmadurez y el de la Forma. Es un hecho que los hombres están obligados a ocultar su inmadurez, pues a la exteriorización sólo se presta lo que ya está maduro en nosotros. Ferdydurke plantea esta pregunta: ¿no véis que vuestra madurez exterior es una ficción y que todo lo que podéis expresar no corresponde a vuestra realidad intima? Mientras fingís ser maduros vivís, en realidad, en un mundo bien distinto. Si no lográis juntar de algún modo más estrecho esos dos mundos, la cultura será siempre para vosotros un instrumento de engaño.
Pero Ferdydurke no sólo se ocupa de lo que podríamos llamar la inmadurez natural del hombre. sino ante todo de la inmadurez, lograda por medios artificiales: es decir que un hombre empuja al otro en la inmadurez y que también –¡qué raro!– del mismo modo actúa la cultura. Existen muchas razones por las cuales uno tiene interés en que otro caiga en la inmadurez, pero la más importante es nuestro amor por la inmadurez en sí. Ahora, la cultura infantiliza al hombre porque ella tiende a desarrollarse mecánicamente y por lo tanto le supera y se aleja de él.
El héroe de Ferdydurke, infantilizado primeramente por el temible Pimko, se ve arrastrado en el proceso de mutua inmadurización que constituye el gran goce secreto de la humanidad, su diversión más dulce y su dolor más terrible. ¿A qué tipo de psicología nos lleva este proceso? Los personajes de Ferdydurke no tienen ideales, ni dioses, sino "mitos inmaduros" que podríamos definir como un ideal adaptado al nivel de la auténtica realidad intima del hombre (mito del peón, de la colegiala, de la tía, etc.). Ellos no hacen lo que quieren, ni tampoco sienten según su propia naturaleza, sino que la mayoría de sus sentimientos y actos les es impuesta desde el exterior. Se empujan mutuamente hacia actitudes, situaciones, sentimientos o pensamientos ajenos a su voluntad y sólo después se adaptan psíquicamente a lo que se les ha ocurrido cometer buscando ex post una justificación y explicación. . . siempre amenazados por el absurdo y la anarquía. Sus dos rasgos característicos más destacados son los siguientes: primero, el aparato de las formas maduras de la cultura no es para ellos nada más que un pretexto para entrar en contacto entre sí –y para gozar y excitarse recíprocamente– y para armonizarse en sus dolorosos, inmaduros juegos. Lo importante para ellos es bailar; qué baile bailan, no les importa. Segundo: ellos sin cesar producen la forma, pero nunca la logran. No tienen creencias, ideales, convicciones, aptitudes, sentimientos, sino se los fabrican según sus necesidades y las necesidades de la situación. A cada momento se fabrican entre sí sus personalidades –uno crea al otro."
WITOLD GOMBROWICZ
Recomiendo el café Hawelka. Y el Schwarzenberg. No se parecen.
"Todas las familias felices se parecen; las desdichadas lo son cada una a su modo"
Será que tenemos un concepto de felicidad "de moda" a la cual queremos acercarnos? Por ello que se ven parecidas?? Yo creo que hay muchas que aparentan felicidad , pero que viven tristezas puertas adentro.
tiene Ud. mucha razón, María
Mañana a las 12:00 h se anunciará que el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2010 es para Claude Lanzmann: "Why Israel" (1974), "Shoah" (1985) y "Tsahal" (1994), etc.
Bonne chance,
Mazal tov,
Buena suerte.
me alegro mucho
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