martes, 4 de mayo de 2010

La puerta de la Ley

Ante la puerta de la Ley hay un guardián. Detrás del guardián, espera un señor bien trajeado. El tipo desea atravesar la puerta, por encima de todo. Pero el guardián se lo impide. ¿O no? Quizás esté ahí sólo para dirigir el tráfico. Tampoco es que haya mucha gente alrededor; nadie parece agolparse frente a la puerta. El hombre, en su delirio, en su obsesión por acceder, llega a creerse que la puerta está destinada solamente para él mismo. Se ruboriza por dentro ante un pensamiento tan jactancioso, y pronto lo abandona del todo. Prefiere concentrarse en la posibilidad real de entrar. Piensa tanto, lo desea tanto, se obsesiona de tal modo que al cabo del rato se agota y se queda dormido. El canto de un mirlo le despierta. Como tiene una mente tan peculiar, se pregunta si el mirlo –qué canto más bello, se dice– pertenece a la familia de los córvidos. "¿A quién puede importarle eso ahora?", se responde a sí mismo. "Concéntrate en lo único importante". Se levanta y mira hacia la puerta. No se lo puede creer, pero parece que el guardián ya no estuviera, y que la puerta haya quedado entreabierta. Se debate entre la excitación y el pánico. Se estremece. Se levanta y se acerca a la obertura. Se asoma, abriendo las hojas de hierro como si fueran cortinas. Pero no ve nada. No ve a nadie. Entonces se asusta. Ahora, que parece que podría entrar sin más, se pregunta para qué habría de hacerlo. Llega incluso a pensar que echa en falta al guardián; que quizás fuese él quien pudiera resolverle sus dudas. Ahora piensa que la puerta no conduce a ningún sitio, que está suspendida en un terraplén en medio del desierto. Le parece que la puerta da sobre un abismo al que no desea precipitarse. Allí está él. Sólo en medio de la nada. Patético.

7 comentarios:

María dijo...

Al: es genial... Lo copiaré en mi cuaderno (uno nuevo).
Aún me acuerdo del momento en el que leí "Ante la ley" y de lo que significó para mí(no sé si te lo he dicho alguna vez).
Un abrazo fuerte.

Adelarica dijo...

Gracias María. Un mero ejercicio de estilo.

Icíar dijo...

A mí esto me inspira eso del «miedo a la libertad», en ese sentido de que no avanzo porque no se me esta permitido, me revuelvo, pero cuando puedo, no voy.

Pero supongo que no ibas por ahí.

el objeto a dijo...

Pues a mí me parece que ahí está todo, casi todo lo más importante: en ese abismo está la vida de cada uno, frente a esa puerta de la ley del Castillo kafkiana, (definitivamente he de volver a leer Kafka, acompañado de tu libro, lo sé, lo sé)

A mí me parece que muchos vivimos con esa puerta adherida, esa puerta siempre presente, cortando el vacío de la nada, y quizá lo que debamos aprender es a "domesticarla", si es que eso fuera posible,

precioso,
abrazos fuertes

Adelarica dijo...

Gracias a las dos.
No sé por dónde voy Iciar. Ojalá lo supiera.

J. G. dijo...

en la isla del hierro existe puertas más extrañas que esta, separan una misma ruta asfaltada.

Adelarica dijo...

Manda una foto, si puedes