Querido Enis:
Hoy, a la fuerza, debo ser más breve; ya seguiré mañana, la verdad es que llevo unos días de locos, aunque espero en los próximos días terminar de una vez esta carta, quizás ya demasiado larga y pesada.
Hoy sólo quiero, de pasada, hacerte un comentario a una afirmación contenida en tu precioso libro. Me refiero a la alusión que haces, también de pasada, a San Pablo. Aparece en el contexto de una lista de destrucciones masivas de libros: la biblioteca de Alejandría, Babilonia en el 747 a.C., Ci-Huang-Ti en el 213 a.C., Bizancio en el 476 d.C., etc. En el curso de la enumeración, que se refiere a pérdidas por desastres naturales, o por la barbarie y la intolerancia humanas, añades el caso de San Pablo. En concreto, escribiste lo siguiente: "En el año 54, San Pablo hirió con una violencia ciega la Biblioteca de Efeso, y con una enorme severidad: eliminó todos los libros que se referían a las religiones orientales y al paganismo". Cuando leí eso me quedé estupefacto. Yo no conocía ese dato, y me indigné con el converso de Damasco (pensé que al final iba a tener que darle la razón a un amigo que se ha pasado la vida diciéndome que lo peor de las religiones son los conversos). El caso es que salté de la cama (eran las tres de la mañana y casi despierto a mi querida esposa), fui corriendo a la biblioteca y empecé a buscar algún otro dato que corroborara tu afirmación. Estaba agitado. Cabreado es la palabra exacta. ¿Cómo era posible? Las afirmaciones más duras del apóstol se me venían a la cabeza de golpe: su machismo, todo lo demás, pero encima ahora tendría que reconocer que había sido un censor vil, un destructor de libros, como Hitler y sus secuaces por ejemplo; en pocas palabras: San Pablo fue un aniquilador de la cultura clásica. ¡Joder, qué mal lo estaba pasando! Me fui a lo que a mí me parece (te pido encarecidamente que me ilustres y me digas a cuáles otras puedo acudir también) que es la fuente más directa sobre la pira que tú mencionas. Me refiero al Libro de Hechos. No me costó mucho encontrar el episodio y como es muy divertido y curioso lo voy a contar de manera breve pero completa.
Pablo permanece en Éfeso varios años, al comienzo de la década de los 50 del siglo I. Predicaba al Cristo, de quien se había enamorado. Intentaba convencer a los habitantes de aquella ciudad de que se abrieran a lo mismo. El Libro de Hechos dice que Dios obraba milagros por medio de Pablo. Y añade, en el capítulo 19, que a veces bastaba un pañuelo o un trozo de tela que le hubiera rozado para que los familiares de los enfermos se los aplicaran y éstos sanaran de inmediato. Algunos querían literalmente adorar a Pablo, pero, en la línea del pensamiento religioso judaico en el que se había formado, él se afanaba en demostrar que eso habría sido pura y simple idolatría. Sólo a Dios adorarás. Tampoco se lucraba en modo alguno con esos poderes o pseudopoderes (como dice en algún sitio, le gustaba vivir de lo que ganaba trabajando con sus propias manos). En un momento dado, algunos magos profesionales, viendo que la invocación del Cristo por Pablo ofrecía resultados, decidieron invocarlo ellos también en sus sanaciones, y de paso aumentar su fortuna. Lo mismo o parecido intentaron otros, tal vez personajes aún más serios. Los famosos siete hijos de Esceva, por ejemplo. Éstos no eran simples curanderos: pertenecían a la casta de los príncipes sacerdotales judíos. El caso es que intentaron hacer un exorcismo, invocando el nombre de Jesús de Nazaret. El espíritu maligno, que habitaba en el endemoniado, les dijo que sí, que sí, que sabía muy bien quien era ese tal Pablo, y por supuesto el Cristo al que invocaban, pero que, ellos, ¿quién narices eran para querer perturbarle? Primero los despreció olímpicamente y acto seguido, mediante el cuerpo de su malogrado huésped, se abalanzó sobre ellos, propinándoles una paliza. Salieron de allí los siete malheridos y desnudos.
Cuando la gente de Efeso se enteró del acontecimiento, se quedaron mudos de miedo. Y bastantes de ellos se convirtieron, creyendo ver que en todo aquellos acontecimientos, y en el modo de actuar de Pablo (obrar hechos extraordinarios pero no cobrar, no querer nada para si mismo, y menos que nada que se le adorase), había algo radicalmente distinto de lo que hasta entonces habían visto y practicado ellos mismos. Dice entonces el texto de Lucas: "Muchos de los que habían creído venían para confesar y manifestar sus prácticas supersticiosas. Bastantes de los que cultivaban la magia trajeron sus libros y los quemaron delante de todos"
De ninguna manera señala que fuese Pablo el que sugiriese u ordenase la quema, y fíjate si en semejante estado de agitación de los espíritus de los conversos podía haberlo hecho: no hubiera encontrado oposición: le creían divino.
A lo mejor todo esto es un matiz, pero no entiendo que afirmes de ese modo que San Pablo "hirió con una violencia ciega la Biblioteca de Efeso, y con una enorme severidad: eliminó todos los libros que se referían a las religiones orientales y al paganismo".
San Pablo había sido un hombre violento (un nacionalista zelote), pero una parte de su conversión tuvo que ver precisamente con eso, con el abandono de la violencia (no hay atisbo de que la ejerciera después del episodio de Damasco). Pasó de perseguidor a perseguido, y eso hasta su muerte de cruz.
No obstante, estoy convencido de que has manejado fuentes que yo desconozco.
Yo siempre he tenido a San Pablo por uno de los catalizadores de la perduración del mundo clásico en la historia humana, pero imagínate en que tipo de diálogo entraríamos…
Además, te había prometido que sería breve, pero no lo he cumplido. ¿Me perdonas?
Mañana sigo.
4 comentarios:
Álvaro, tal vez deba leer mejor, pero es como si tus "notas para un diario" hubiesen comenzado a llamarse "Enis Batur". Por supuesto, este comentario nada tiene que ver con la numeración. ¿Y si tal vez con la introspección?
es algo momentáneo, nada más, volverá la introspección irónica, puedes estar segura
Reconozco que Pablo nunca fue santo de mi devoción, por su misoginia y su talante autoritario y cerrado, puritano, y la verdad es que leí en algún sitio esa anécdota de los libros y la acepté, pensando que ahí había empezado la tradición equivocadamente sectaria de la Iglesia católica (no es la única! esa arrogancia que hace creer a cada iglesia que su religión es la verdadera y los otros adoran ídolos es como todo nacionalismo excluyente y sectario, una ceguera extendida). Me alegra que no fuera así, aunque para mí nunca será como San Agustín o San Francisco, por ejemplo, personajes más afines. Ya sé que San Agustín tiene también detalles terribles (lo sé por el blogger Frikosal), como también los tiene Horacio (con las mujeres y los esclavos), en otro contexto, pero para mí eso son contradicciones no resueltas y tolerables por el tiempo en que vivieron
A mí no me sorprende demasiado ese tipo de cosas. Creo que uno no es en función de dónde está, sino lo que es de verdad. San Pablo parece que persiguió con mucha pasión a los cristianos, pues bien, ese es su carácter, un poco justiciero, ó autoritario como dice Isabel. Cuando pasa a ser un convencido de la religión cristiana, la defiende con la misma energía y determinación, legitimando destruir lo que no interesa.
El Cardenal Cisneros también ordenó quemar los libros de la España Musulmana.
Es que las religiones no hacen mejores a las personas, los 'buenos' son buenos dentro y fuera de una religión.
No estoy diciendo que San Pablo fuera 'malo'. No conozco tanto su biografía para poder asumir una opinión.
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