La paz, sin la libertad, no es siquiera la paz de los cementerios. Es inhumana, vejatoria, terrible. Además, yo no me fío de los cantantes españoles que han promovido el concierto de La Habana del 20 de septiembre de 2009. Me parecen sectarios en lo político, equidistantes con algunas dictaduras (y las democracias) y, salvo excepciones, muy, muy flojos desde el punto de vista artístico e intelectual. No obstante, he querido reproducir aquí, por su admirable ponderación, por su lucidez, la entrada que escribió, a propósito, Yoani Sánchez:
Mañana amanecerá como cada lunes. El peso convertible seguirá por las nubes, Adolfo y sus colegas tendrán otro día tras las rejas en la prisión de Canaleta, mi hijo escuchará en la escuela que el socialismo es la única opción para el país y en los aeropuertos nos seguirán pidiendo un permiso para salir de la Isla. El concierto de Juanes no habrá cambiado significativamente nuestra vida, pero tampoco fui a la Plaza con esa ilusión. Sería injusto exigirle al joven cantante colombiano que impulse aquellos cambios que nosotros mismos no hemos logrado hacer, a pesar de desearlos tanto.
Estuve en aquella explanada para comprobar cuán diferente puede ser un mismo espacio cuando alberga concentraciones organizadas desde arriba o cuando cobija a un grupo de personas necesitada de bailar, cantar e interactuar, sin la política de por medio. Fue una experiencia rara estar allí, sin gritar una consigna y sin tener que aplaudir mecánicamente cuando el tono del discurso apuntaba que era el momento de ovacionar. Claro que algunos elementos sí se parecían a los de cualquier marcha por el primero de mayo, especialmente la proporción de policías vestidos de civil dentro del público.
Ciertos detalles técnicos resultaron incómodos. El audio no se escuchaba bien, la pequeña pantalla que reproducía lo que ocurría sobre el escenario no se veía en la distancia y la hora elegida era inhumana, por coincidir con los peores momentos del sol. Por suerte se nubló después de las cuatro y los que estaban atrincherados debajo de los pocos árboles se lanzaron a bailar con Orishas. Son detalles a superar en la próxima presentación que hará Juanes en Cuba, esa donde no abundarán las fallas técnicas y en la que sí podrán cantar los excluidos de esta tarde.
Si vemos la presentación de este 20 de septiembre como el ensayo general del concierto que algún día tendremos, entonces hay que felicitar a los que participaron. Incluso si no hubiera otra y la Plaza retomara sus solemnidad y su grisura, al menos esta tarde de domingo vivimos algo diferente. En un sitio donde se ha sembrado sistemáticamente la división entre nosotros, Juanes –al caer el sol- ha gritado “¡Por una sola familia cubana!”
1 comentario:
Yo tampoco me fío mucho de esos conciertos. Lo encuentro hipócrita. Unas lagrimitas, una sóla familia, y unas canciones bonitas para el que les guste. Creo que los que tienen poder de convocatoria podrían hacer bastante más. Hay excepciones, por supusto,como aquél cantante que peleó por el hambre en Etiopía hace más de 20 años. Era el de: Tell me Why, I don't like mondays....Me emocionó en un documental, el ver cómo uno de aquéllos niños que estaba deshauciado, era entrevistado 20 años después con toda su vitalidad, , ya de hombre.
Pero, ¿y yo qué hago? menos de eso. Luego mejor, me callo.
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