lunes, 7 de septiembre de 2009

El sueño americano: Mad Men/Mad Women

Ya os dije que seguiría hablando un poco (y aún me queda cuerda) del sueño/pesadilla norteamericano (pobre viejaeuropa: esa sí que ha sido una invasión en toda regla, orsonwelles, pero aquí no son marcianos, somos nosotros mismos, nuestros ancestros del mayflower tomándose la revancha por la expulsiónpormotivosreligiosos de los foundingfathers). Pues la cosa es que llevo días viendo una serie titulada Mad Men, y cuál sería mi sorpresa ayer cuando Mercedes Monmany, desde su reseña semanal de literatura extranjera del ABC (de las Letras: yo no me las perdería, ya hablaré otro día de las virtudes críticas de Mercedes), comentó Lo mejor de la vida, la novela de Rona Jaffe en la que se ha inspirado el creador de la serie. Con su permiso reproduzco íntegro el excelente artículo.
A muchos, hoy, el nombre de Rona Jaffe (Brooklyn 1931 – Londres 2005) probablemente no les dirá gran cosa, pero publicada en 1958 su novela Lo mejor de la vida, que muy pronto sería llevada al cine, protagonizada por Joan Crawford, provocaría una notable conmoción y se convertiría en un clamoroso éxito de ventas en Estados Unidos. Fuente inagotable para guionistas, espejo literario donde navegaban tanto la amarga y terrible ironía cáustica de El apartamento de Billy Wilder como los casi siempre ilícitos e inconfesables sueños de una generación de chicas por primera vez libres y laboralmente independientes de novelas espléndidas como Pájaros de América (Tusquets) de Mary McCarthy, el libro de Jaffe se convertiría mucho después, en nuestros mismos días, en la fuente de inspiración preferida para los creadores de una de las mejores series de culto actuales, la mítica Mad Men. Pero si en el perverso y sobrecargado ambiente retratado con sutil y sádico hiperrealismo en la serie televisiva los hombres eran los protagonistas absolutos de aquella oficina y aquella empresa de publicidad de la calle Madison entendida como un darwiniano y letal campo de batalla sólo apto para los más fuertes en la lucha diaria por el poder y la sobrevivencia, en la novela de Jaffe el punto de vista se trasladaba a unos márgenes, por aquel entonces aún habitualmente desdibujados u obviados, que eran las mujeres. Eslabón débil y apenas decorativo en la mayoría de los centros de trabajo por aquellos días, a los personajes de Caroline Bender y sus amigas de la editorial Fabian, o a la presencia masiva en general de jóvenes atractivas que poblaban oficinas y rascacielos neoyorquinos, había que añadir en la novela de Jaffe temas aún tabú y proscritos como el sexo. En Lo mejor de la vida, entre genuinos y apasionados enamoramientos, tormentosos líos prohibidos e interesados o adulterios con casados, el tema sexual era tratado por primera vez con absoluto desparpajo, cincuenta años antes de la alegre falta de prejuicios con la que cómodamente ser moverían sin problema alguno de conciencia las sofisticadas heroínas de Sexo en Nueva York.

Para escribir su libro, la entonces joven Rona Jaffe traspasaría una gran parte de sus experiencias vividas, así como cientos de testimonios escuchados a su alrededor. Licenciada a los 19 años, como la protagonista de su novela, por la Universidad de Radcliffe, enseguida se puso a trabajar en la editorial Fawcett, que en su libro tomaría el nombre de Fabian y que se dedicaba a la fabricación en cadena de best-sellers – “somos los responsables de cambiar el gusto literario de Estados Unidos”, le dirá con orgullo uno de los ejecutivos de la editorial, nada más empezar a trabajar- vendidos en supermercados de todo el país y normalmente clasificados de “literatura basura” por los entendidos. De simple e inicial secretaria, Jaffe, como su personaje central, pasaría a ser editora, hasta que decidió hacerse escritora, gracias sobre todo a un afortunado encuentro con un productor de Hollywood, que le dio la idea de su libro. Afilada y sagaz observadora, notable recreadora de ambientes, de clases sociales y matices psicológicos que con un simple gesto, exceso de avidez o traspiés equivocado llevaban al que lo ejercía a la ruina o bien a mantenerse por un tiempo más en las ansiadas cimas simbólicas del “asalto de una fortaleza como Nueva York”, Jaffe supo combinar con agilidad y dignidad, entre citas literarias y escritores legendarios como Hemingway y Scott Fitzgerald, bares de Manhattan abiertos toda la noche, estrenos de Broadway, suites en el Plaza y clubs de la alta burguesía financiera u hoteles de culto literario como el Algonquin, escenas de cama y abortos clandestinos, el entretenimiento y la denuncia de los abusos y de la hipócrita aridez con la que se encontraban aquellas primeras chicas que se lanzaban en soledad al mundo, sin reglas aprendidas en ninguna escuela, del trabajo, del arribismo feroz, de las zancadillas y la competencia, de la humillación y los desaires, y en general del enmascaramiento de sentimientos e emociones personales, con los que a menudo se les extorsionaba y se les liquidaba, dejándolas fuera de juego.

Jóvenes de apenas veinte años, como los que tenía Rona y su alter-ego, la inteligente y perspicaz Caroline, sus madres y la estrechez de convenciones en las que habían crecido no les habían enseñado nada de la vida. Pero sobre todo no les habían enseñado a detectar las finas fronteras que dividían lo apropiado y lo inapropiado y que sin cesar se veían obligadas a traspasar con una copa de whisky en la mano o con el jefe dictándoles una carta en un despacho cerrado a cal y canto. Ambiciosas y capaces, o simplemente nubladas por la única y obsesiva meta para la que habían sido educadas, echarle el lazo a un aceptable o buen partido, y casarse lo más pronto posible, antes de que languideciera la ilusión y el hechizo, ninguna de ellas estaba a salvo de caer en las redes del otro fantasma de cuatro letras, aparte del sexo, y muchas veces incompatible él, que era el amor. Educadas en el culto a la virginidad, todas ellas, desde las más lúcidas como era el caso de Caroline, o las más cínicas y corrosivas como Gregg, de trágico final, por no hablar de la inocentona y deslumbrante April, recién llegada de Colorado, y la muy pronto traicionada Barbara, divorciada y madre de una niña con tan sólo veinte años, se tenían que defender a diario, o sortearlo como podían, del chantaje o disyuntiva que les obligaba a elegir, como mandaban las costumbres, o como presionaban sus jefes, novios y púdicos admiradores, entre sexo y amor. Cualquier paso en falso en ese sentido se pagaba duramente. Practicado a la ligera podía cavar la tumba de muchas de ellas o enviarlas a habitar en las sórdidas mazmorras de una temible palabra “impronunciable”: la de “amante”. Incluso ejercido con pasión y sincera espontaneidad, en aquellos días el sexo podía jugar en cualquier momento en su contra. Por ejemplo, para ser abandonadas estratégicamente por novios que les reprocharían más tarde haberse entregado a ellos “con demasiada facilidad”… 


18 comentarios:

María dijo...

La foto de los niños es tierna, auténtica, tiene fuerza y es misteriosa; todo a la vez. Me gusta.

Belnu dijo...

El artículo es sugerente y eficaz, como suelen ser los suyos, lo cierto es que dan muchas ganas de leer esa novela, ¡y yo con mi atasco de libros!
También a mí me gusta la foto...

Adelarica dijo...

Mary, la foto es muy chula, sí. Cuántas cosas hay valiosas, que se hicieron sin más, sin esperar nada especial pero que en cambio reflejan tanto, de lo fotografiado y del ojo que lo fotografió

Adelarica dijo...

gracias bel, y perdona (ya te dije que me encantaba el lema que tuvo Guerreo, el pintor graníno/neoyorquino: soy torpe pero estoy bien orientado)
por cierto, que casualidad lo de la editorial y el libro, qué estrecho es a veces el círculo

Adelarica dijo...

mary, se me olvidaba: te encantará la serie, no te la pierdas

Belnu dijo...

No, no podría asociar esa palabra a ti (sí a mí, yo, que me identificaba con el personaje de simone weil en Le bleu du ciel!), pero bien orientado seguro... Sabes qué? Esos niños me recuerdan un fragmento de T.S.Eliot en los Quartets, te lo buscaré... También a mí me gustaría la serie? Pero ha desplazado el punto de vista de las mujeres a los hombres, por lo que he entendido del artículo de M.M.?

Adelarica dijo...

pues búscalo y me lo pasas, por favor ( a ver si es el mismo que yo he pensado al ponerla)
sí te gustaría, y te desesperaría al mismo tiempo, pero te gustaría aunque sólo fuera por lo buenos que son los diálogos

María dijo...

Al:
Cuando he visto tu segundo comentario ya había visto el primer capítulo :). Ya estoy enganchada...
¡Ah! Cuánta razón tienes cuando dices que hay cosas que,sin esperar nada especial, reflejan tanto... En muchas ocasiones, son las que más,¿no crees? Sensibilidad y cotidianeidad.

Anónimo dijo...

Esa serie es de lo mejor que he visto últimamente. Más que por la trama por la ambientación.

Belnu dijo...

Anotado. Voy a buscarlo y voy a verla

Belnu dijo...

And the bird called, in response to
The unheard music hidden in the shrubbery,
And the unseen eyebeam crossed, for the roses
Had the look of flowers that are looked at.
There they were as our guests, accepted and accepting.
So we moved, and they, in a formal pattern,
Along the empty alley, into the box circle,
To look down into the drained pool.
Dry the pool, dry concrete, brown edged,
And the pool was filled with water out of sunlight,
And the lotos rose, quietly, quietly,
The surface glittered out of heart of light,
And they were behind us, reflected in the pool.
Then a cloud passed, and the pool was empty.
Go, said the bird, for the leaves were full of children,
Hidden excitedly, containing laughter.
Go, go, go, said the bird: human kind
Cannot bear very much reality.
Time past and time future
What might have been and what has been
Point to one end, which is always present.

He puesto todo el fragmento de Norton, pero la frase de la foto para mí es ésta
Go, said the bird, for the leaves were full of children,
Hidden excitedly, containing laughter.

Adelarica dijo...

una pasada Eliot, yo sólo con oírlo me emociono, y me vale cualquier fragmento, algunos de los cuales conozco de memoria (entre otras cosas pq viajo desde hace años con los poemas en cd recitados por el viejo gato), pero tengo que pensar en ese fragmento y esa foto, en el porqué de tu asociación

Icíar dijo...

He empezado a ver la serie. Ya que decís que es buena, aunque no haya sustitutivos, me evita leer el libro.

Acabo de terminar el primer capítulo y medio.

Y estoy digeriendo las altas dosis de hombre-guay-triunfador-paternalista-muy seguro de sí mismo, tremendamente machista y manipulador de esa época, claro, no critico a los actuales, que son estupendos. :P

Viene también muy bien para no comprar ABSOLUTAMENTE nada.

Icíar dijo...

Ufff, lo siento, no puedo soportar la serie, por más Globos de Oro ó lo que quiera tener. Es una sociedad en la que todo el mundo se creía una gran mentira, incluidas las mujeres, donde el hombre era un bien muy preciado...

Ahí tenemos la frase archioída de que el grado de civilización se mide por el trato hacia el género femenino. Si es verdad, la sociedad americana de los años 50 era una sociedad bárbara, sin ninguna duda. Ahora, eso sí, triunfadora de la imagen, de la mano de la hipocresía.

Por lo menos, en El Apartamento, estaba Jack Lemon.

No creo que esto le guste a Zbelnu.

A pesar de todo, me suele pasar, que cuando algo me revuelve las tripas, tengo que continuar viéndolo. Es una especie de masoquismo, me pregunto ¿Hasta cuándo podré soportar la tiricia?

La terminaré.... por si cambia, espero que la tal Peggy, le dé un vuelco a la serie.... ó por si aparece algún Jack Lemon.

Adelarica dijo...

entiendo perfectamente lo que dices

Leibovitz dijo...

La serie es una obra maestra. Para no cansarse de verla, y revisitiarla. Ya vi las dos temporadas, y está por estrenarse la segunda.
Merece un post aparte, pero es la anti-serie, donde nunca pasa nada, porque, precisamente, es una foto, un fresco, una observación minuciosa, detenida, magistral, de la sociedad de aquel momento, donde todo estaba empezando a cambiar.

"Lo que tu llamas amor lo inventamos tipos como yo para vender sedas de nylon" - DON DRAPER a una cliente.

Adelarica dijo...

a mí me ha parecido sensacional, ya he acabado la primera, y me muero de ganas de ver el resto (he visto además que les han dado un EMI); la frase de Draper que citas es genial (en el mundo de los cínicos, al que como sabes me honro en no pertenecer), pero curiosamente pienso que el cree en el amor bastante más de lo que pudiera parecer… al menos yo lo pienso

Adelarica dijo...

ah, y sí, claro que merece un post aparte, a ver cuando me veo inspirado