La primera vez que vi Santa María de Eunate, hace ya más de veinte años, en el término municipal de Muruzabal (Navarra), a pocos kilómetros de la villa de Puente la Reina, supe que mi destino estaría intensamente vinculado con esta ermita jacobea. Intuí a la primera, y después no he hecho más que confirmarlo, que allí había un orden y una armonía a los que era profundamente sensible. Desde aquella primera visita, nunca he tomado una decisión importante, o intentado superar una pena, sin pasar por allí (especialmente me ha sido necesario acudir cuando ha muerto alguien próximo). Me siento más en casa en su cercanía que en ningún sitio, y además de una manera distinta. Me admira su emplazamiento, que he contemplado desde muchas distancias y perspectivas, su lugar, su sitio, su orientación. Conozco sus proporciones, como si yo mismo la hubiera levantado con mis manos. Me he entretenido interpretando sus figuras (especialmente la del arrodillado), acariciado cada una de sus columnas, adorado en su interior, bajo su bóveda, escuchado el silencio particular que la rodea y, cómo no, leído todo lo que he encontrado sobre ella. Ahora acaba de salir un libro que le está enteramente dedicado, Las estrellas de Eunate, Guía simbólica de la portada norte, escrito por Pablo Alonso Bermejo y editado por la Sociedad de Estudios Templarios y Medievales Templespaña (2009). Estoy aprendiendo muchas cosas increíbles acerca de Eunate (Eu+natos, la bien nacida o Ehun+ate, la de las cien puertas o heautoi, la que está en sí misma), aunque lo esencial –su potencialidad curativa– lo conocía por intuición desde aquel primer coup de foudre. If you came this way/Taking the route you would like to take/From the place you would be likely to come from/If you came this way in may time, you will find the hedges/White again, in May, with voluptuary sweetness./It would be the same at the end of the journey/If you came at night like a broken king/… (Litte Gidding). Pues eso, que no hace falta que os lo traduzca, veniros por Pamplona, como reyes de noche o como almas rotas, y os llevo encantado a curaros en este rincón secreto.
3 comentarios:
Alvaro, yo recuerdo muy bien la primera y la última vez que estuve en Eunate. ¿qué maravilla! Gracias por recordarme aquel día.
Como alma rota me presenté yo... una mañana de junio. Lo recuerdo nítido: pude oir los ecos de las plegarias en mil y un idiomas del mundo... y en mi analfatebismo, intuí algo común en ellas. Hablaban de dolor, pasión... y amor verdadero. Recé y recé hasta que, casi dormida, y con borrosas lágrimas en mis ojos, me giré ante una extraña aparición... ¡no era más que una amable persona que trataba de explicarme que era hora de cerrar! ¿Me curaré? No sé, pero volveré: un lugar mágico como conozco pocos.
muy bonito Eidylion, sentimos en común
Publicar un comentario