sábado, 3 de abril de 2010

Essays on reading Vila-Matas (Dublinesca, 2)

Toda obra de arte y toda teoría están escindidos en sí mismos. Siempre contienen dos estratos de valor, que no se mezclan entre sí de manera completa. Es decir, que ni la obra de arte ni la teoría son manifestaciones creativas de una realidad oculta que trascienda el valor. Ambas obtienen su efecto no de un principio exterior y libre de valor, sino de los diversos estratos de valor presentes en ellas mismas. Cuanto mayor es esa tensión, mayor es el efecto. Por eso, las obras de arte que tienen una irradiación especialmente intensa son justamente aquellas en las que las pretensiones culturales más elevadas posibles se ponen en relación con las cosas más profanas, insignificantes y devaluadas. Son justamente esas obras de arte las que son percibidas como radicalmente nuevas y las que tienen mayores oportunidades de ser acogidas en los archivos culturales. Cuando la pretensión se aminora, o cuando los elementos profanos revalorizados recuerdan demasiado a la tradición ya valorizada, la tensión se debilita –y la obra ya no es percibida como realmente interesante o como nueva (Boris Groys). Que yo sepa, V-M es el primero (quien da primero da dos veces) que convierte internet en tema de una novela (externamente tradicional), o, mejor dicho, la "dolorosa" e impepinable transmutación del mundogutenberg en el mundogoogle. Samuel Riba, el protagonista/antagonista/agonista intenta saciar su sed (de saber, de estar, de ser…) enfrente de la pantalla del ordenador, pero sigue acudiendo de tiempo en tiempo a consultar un dato (sólo cuando es más cómodo, más rápido) a los anaqueles de la biblioteca de su casa (la biblioteca de toda una vida, la extensión de esa huella o rastro que fue, que es, su catálogo de editor calassiano). Es grande la sed y larga la sombra de la tentación (104). Celia, la buena de Celia, su mujer (hablaré extensamente de lo que para mí significa este personaje budistaluterano), le ha lanzado la gran insidia: tu ensimismamiento informático te está impidiendo leer a fondo, como antaño (p. 56). Es un alusión inconsciente al éraseunavez de los cuentos de hadas…el jadis del comienzo de Una temporada en el infierno: Antaño, mi vida era un festín… "Y la mía, no te jode; no soy un niño de la postguerra sino del desarrollismo: nosotros tuvimos de todo en abundancia, incluidos el amor y la fidelidad paternos". Groys pone el ejemplo de la Mona Lisa de Duchamp. Cuando la fabricó/perpetró (en 1919), se consideró que estaba poco menos que blasfemando (hombre, lo de las letras no es que fuese precisamente eufónico…); o, si no, al menos profanando algo. ¿El qué exactamente? ¿El espacio del arte? ¿El retrato renacentista? Groys dice, con toda la razón, que sólo ignorando lo que significó el Renacimiento se podía afirmar algo así. ¿No se trataba justamente, en los albores de un nuevo mundo, de realizar por fin un arte profano? ¿No estaba Duchamp, auténtico inspirador vilamatiano, reevaluando ese período áureo como acaso no lo haya hecho nadie en los últimos cien años, es decir con una continuidad lógica que manifestaba una auténtica comprensión de los mecanismos de reflejo y distancia irónica a los que el retrato renacentista apuntaba? Después de Duchamp, la Mona Lisa será valorada igual, o más, que antes de Duchamp. De éste sólo quedará el gesto innovador (o final: algo así como decir, señores, ya sólo les falta, en el orden de la interpretación, ponerle un bigote a la buena señora), y la continuidad lógica a la que antes me refería. La cosa es más compleja, ya lo sé (basta con darse cuenta de que, cuando menos lo esperábamos, nos ha aparecido el concepto de lo profano, algo que hay que referir dialécticamente a lo sagrado, por mucho que a algunos les fastidie), pero me quedo aquí por el momento. Digamos que lo hago con licencia poética. Es lo que tiene el ensayo, la libertad de no tener que ser exhaustivos ni la voluntad de cerrar nada. Prefiero lo abierto.
La tesis de Groys oscila entre varias cosas, pero es bastante precisa. Dicho en plata: lo que hace que una obra descolle es la tensión entre los distintos estratos de valor, el hecho de que sean reconocibles, de que no se mezclen "impuramente". El retrato renacentista tomaba elementos del arte sacro y los aplicaba al mundo profano (lo que no quiere decir en absoluto que los profanara; más bien era una forma de endiosamiento, o sea de revestir lo civil con el manto de la gracia sobrenatural). Pero, en todo caso, las dos clases de elementos mantienen su propio valor y en el juego tenso entre ambos la obra resplandece como las chispas producidas por dos piedras que se rozan. En la parodia de Duchamp ocurre otro tanto, por eso deja intacto el retrato de Leonardo, y se limita a superponer el bigote. No discute su valor sino que lo contrasta con su gesto. Hay que estar enfermo para pensar que lo está profanando, ¿no? Se parece más a un neologismo, que siempre parte de la lengua preexistente, pero que le añade un valor que, en última instancia, no anula ningún significado previo. Otra cosa es que el hablante de una lengua, más tarde, lo ignore. Peor para él, pero no matemos al mensajero.
El ejemplo perfecto una vez más es la tensión paródica de las novelas de caballería en El Quijote. O la de la Ley y el orden en Kafka, claro (soy de los que piensa que lo último que deseaba era cargársela: autrement, para qué dedicarle la vida entera). Algo de todo esto pasa también en Dublinesca, con la tensión gutenberg/google que se encarna en el melancólico Riba. Google tiene mucho más de gesto innovador que de profanación del mundo de la letra impresa. El segundo no se entiende sin el primero, y viceversa. En un momento dado, el narrador pone sin querer un ejemplo. Busca el nombre de un puente de Dublín. En su versión en libro hay una errata, y el puente es nombrado de dos maneras diferentes. Internet parece el recurso inmejorable para salir del escollo. Y así es: en un segundo se agolpan, ante el usuario, todos los datos sobre el puente, sobre el prócer del que toma el nombre, etc. ¿Es mera información? Puede. ¿Es inútil? Quizás. De hecho, en casa hay otra versión "actualizada" que no contiene el error precedente. El narrador ofrece la versión de la especia-lista (y de paso, la original inglesa). ¡Menudo homenaje a la lengua de Joyce! ¿Quién está ahora tirando piedras contra el propio tejado? ¿No será que lo importante, el graal, será la misma búsqueda personal, por todas las vías, cuanto más complementarias tanto mejor, más destellos podrán producirse? ¿no estará siendo denostado, una vez más, el feliz ensimismamiento por todos aquellos ajenos a una vida auténtica, incapaces de adentrase en una vida hacia adentro? "Un puente es un hombre cruzando un puente" (Cortázar). Como dije ayer, yo también soy un afrancesado de los que creo que sí que hay amigos…

viernes, 2 de abril de 2010

Essays on reading Vila-Matas (Dublinesca, 1)

Fue ya hace más de una semana. Me lo había adelantado Mercedes, con su generosidad habitual (uno de los rasgos que más ennoblecen a alguien: no reservarse nada, darlo siempre todo…). "No te lo pierdas, es una pasada…". Mi librero de cabecera me lo había guardado, sin que yo le dijera nada (¿habré hecho algo bueno para merecer estos amigos del alma?). Era sábado por la mañana. A las 10 estaba en la terraza del bar árabe en el que paso muchas mañanas leyendo. Era un día gris, un día típico del norte: uno de esos espacios de tiempo que te ponen límites. Visuales, espirituales también. Pedí un café turco. Canela. Mientras miraba pasar a la gente de forma apresurada, encendí un Davidoff y apagué el móvil; un triunfo, teniendo en cuenta que podías querer comunicarte conmigo. Saqué el libro de la mochila de cuero y me dispuse a leer. Creo que fui capaz de recorrer el primer párrafo, unas palabras iniciales que desde luego no recuerdo en su literalidad. Yo estaba leyendo otra cosa, más parecida al mundo. Al mundo dentro de mí, y al de afuera. No me acuerdo bien de lo que pasó. No podía continuar. No me quedé anestesiado. ¡Ébloui! Esa es la palabra exacta; no encuentro otra. Ya no pude continuar. Hubiera sido más fácil convertirme en escarabajo que leer una sola línea más. Con el paso de los días, he pensado en lo que pudo producir ese efecto aleph/éblouissant. Sólo tengo varias hipótesis que, en el fondo, se reducen a una: al acariciar con los ojos las primeras palabras del libro me vino a la mente, de un solo golpe, el Dietario voluble (un libro esencial), y todos los demás libros de V-M, y todos los libros citados por V-M, y todos los libros no citados por V-M, que, a propósito de sus citas y frases propias, yo hubiera citado; sentí el vértigo y la espiral de la literatura, el miedo a perderla para siempre y a acabar el libro antes siquiera de haberlo empezado, una empatía profunda y primordial con cada palabra-sílaba-letra-signo vertical; experimenté la sensación de paz que se tiene cerca de una luz alta y poderosa: la intuición de entenderlo todo de repente, hasta aquello por lo que no había jamás preguntado. Insisto en que no sé lo que pasó. ¿Una iluminación? ¿una victoria para siempre? Por supuesto: un triunfo proustiano, sin noción de lo que lo causaba. Cómo no recordar la incertidumbre grave del alma, superada por sí misma, cuando ella, la que busca, es juntamente el país oscuro por donde ha de buscar. Después he tardado casi diez días en retornar al libro. Peu importe! Me ha quedado el recuerdo dulce y agradecido de ese momento (momento irrepetible y oscuro que jamás se olvida, 109), mecido por el café, la neblina, el tabaco, el cuero, la canela, el papel y la tinta. Estoy en una esquina de la calle Carlos III de Pamplona, y estoy somnoliento en un velero en el puerto de la ciudad de Savannah; estoy en un quirófano y en un campamento base en el Kilimanjaro. Y en el Café du Lac. Y en el faro danés de Lynvig (en la foto), viendo pasar las nubes por una de las ventanas de la escalera. Acaso todo se reduce al hecho de que, al abrir el libro y sentirme plenamente feliz, pensara de nuevo en ti.
Anoche leí las primeras sesenta páginas. Disfruté de lo lindo, pero de otra forma. Pasaba las páginas ansioso, esperando encontrarme a la vuelta con mis amigos de siempre: Claudio et alii. Y cuántas cosas que iré anotando despacio en estas entradas cibernéticas y condenatorias. Tengo que escribir en los próximos días un artículo para La Vanguardia sobre Boris Groys, nada que ver con el Boris catódico. Groys es ruso, y es un filósofo del arte. Voy a intentar hacer ambas cosas a un tiempo, para algo soy un comparatista (V-M también lo es, y uno de los mejores: salvo a pocos, Claudio, Steiner, la Carson, Ashbery, Girard, Kabakov, Guy Davenport, Handke). Serán sólo unas impresiones ligeras. Meros ensayos. Al hilo de lo que vea. Una invitación a una lectura mágica.

jueves, 1 de abril de 2010

La Pasión según Bach

Los primeros siete minutos de este vídeo contienen una versión impresionante de un área para soprano (a. 35) del final de la Pasión según San Juan, de J.S. Bach (BWV 245). Jesús ha muerto. La cortina del Templo se ha rasgado. El pueblo quiere acabar pronto con la ejecución. Deciden romper las piernas de los reos. A Jesús, al que ven muerto, no le tocan. La Escritura se cumple de nuevo, al pie de la letra. Primero la letra, después el hecho proclamado por ella. Es Pesaj, la fiesta de la Pascua. Día de fiesta y liberación nacional. Comienza por fin la vida en libertad. Una vida nueva: la esclavitud en tierras egipcias ha quedado atrás. Los judíos han sido salvados por la sangre de los corderos. La han rociado por las jambas de las puertas. El exterminador de los primogénitos pasa de largo, no entra en las casas hebreas. Qué difícil de entender esta lógica sacrificial. Ahora se derrama la sangre de otro cordero y se lucra otra clase de liberación, la del pecado individual. O todo o nada. O conmigo o contra mí. Para vivir, primero hay que morir. Una mujer (¿la Magdalena?), en este área bachiana, le habla a su corazón y le dice que se disuelva en lágrimas, en fuentes de lágrimas, le pide a su corazón que proclame a los cielos y a la tierra entera su pena porque ha muerto su amado. A la lógica sacrificial se superpone la lógica del amor y hasta la del sentimiento. Aún más difícil de entender plenamente la lógica cristiana, sumida siempre en el misterio y en la oscuridad de la relación de cada uno con sus semejantes y con el Altísimo.

martes, 30 de marzo de 2010

Esplendor en la hierba

La primavera ha hecho su entrada en Navarra, y en los valles de las afueras de Pamplona, en los que paso cada vez más tiempo, paseando, corriendo, respirando, hay un esplendor, sobre todo por las mañanas, a primera hora, y también por las tardes doradas. What though the radiance which was once so bright/Be now for ever taken from my sight,/Though nothing can bring back the hour/Of splendor in the grass, of glory in the flower/We will grieve not, rather find/Strength in what remains behind;/In the primal sympathy./Which having been must ever be;/In the soothing thoughts that spring/Out of human suffering;/In the faith that looks through death,/In years that bring the philosophic mind. ¿A qué se referirá Wordsworth con ese principio de simpatía? ¿A la languidez de los primeros amores? ¿De las primeras impresiones estéticas de la niñez? ¿al recuerdo de la Idea? ¿Soothing thoughts? ¿Pensamientos de consuelo? ¿pensamientos en tranquilidad? ¿Por qué what reminds behind? Qué extraña melancolía, en alguien que supo que toda luz viene del Cielo: Si en verdad tu luz procede del Cielo/entonces, a la medida de esta luz celeste,/brilla, Poeta, en tu aposento y sé dichoso (If you indeed derive thy light from heaven) Me quedo con el presente. De la escritura. De los paseos en libertad. Del esplendor de unos ojos que miran desde el Cielo.

sábado, 27 de marzo de 2010

Dos años de blog

El 23 de marzo de 2008 comencé a escribir este blog. Han pasado ya dos años largos, y unas cuantas cosas: algunas aparecen aquí descritas y otras (las esenciales), más o menos veladas. Quiero dar las gracias a todos, por vuestra comprensión generosa. Y, a cambio, os regalo esta canción.

viernes, 26 de marzo de 2010

Notas para un diario 160

Volvemos de Gerona. Gerona (como Roma, como París, como Siena, Cracovia, Ginebra, Venecia, Lisboa, Nantes, y otras ciudades de Europa) no defrauda nunca. Cada vez que voy encuentro la misma ciudad distinta. Días intensos de conversación y de risas. Imposible siquiera asomarme de golpe a tantas cosas oídas, sentidas, presentidas. Menchu, Pepa, Esther, Xavi y Marta, Paula… Poco a poco, tal vez, sea posible desentrañar esos lazos de amistad fuerte. Las causas o las consecuencias. Pero no todavía. Es pronto. Dejemos que corra el tiempo cronológico, el menos importante de los ciclos del tiempo. Ya está todo dado, reconstruido y reconstituido. Al comenzar el acto se produjo una sincronía. Menchu comenzó leyendo el principio de un texto: "Yo no conocía a Alvaro hasta que este libro llegó a mis manos, y desde ese momento siento que nos une un puente… un puente en forma de herida, ésa herida de la que habla Kafka en su cuento Un médico rural, "vine al mundo con una maravillosa herida cono única herencia". De ese herida, entendida como semilla, y de sus frutos creo que está hecho este libro, y en gran medida todos los libros. La herida es "maravillosa" porque es de naturaleza transformadora; porque en ella está el origen de la poesía y de la experiencia mística…" Publicaré pronto ese texto bellísimo. Cuando lo oía, ese principio, me estremecí pensando en el pasaje de Baudelaire que alguien muy querido me había enviado al móvil esa misma mañana, y que había iluminado el día con una presencia: Malheureux peut-être l'homme, mais heureux l'artiste que le désir déchire! Je brûle de peindre celle qui m'est apparue si rarement et qui a fui si vite, comme une belle chose regrettable derrière le voyageur emporté dans la nuit. Comme il y a longtemps déjà qu'elle a disparu! Elle est belle, et plus que belle; elle est surprenante. En elle le noir abonde: et tout ce qu'elle inspire est nocturne et profond. Ses yeux sont deux antres où scintille vaguement le mystère, et son regard illumine comme l'éclair: c'est une explosion dans les ténèbres. Je la comparerais à un soleil noir, si l'on pouvait concevoir un astre noir versant la lumière et le bonheur… No quiero seguir; este pequeño poema es de los que no se puede mirar de frente, de lo bello que es: pero esa referencia inicial a la herida, al deseo, au désir de mourir lentement sous son regard, resonaba en mí al oír a Menchu, y también a Esther, y a Pepa. El viaje, con sus tiempos largos, de espera, de ausencia, con la larga conversación nocturna animada por los espíritus, ha dado pie a numerosas confesiones, más o menos indiscretas. Pero estamos en buenas manos. En manos amigas, fuertes, tolerantes, acogedoras. Personas bajo cuya mirada uno moriría, podría hasta prolongar los tormentos eternos del morir, eso que algunos llaman vida. Un lugar que no es. Gerona. La Belén de los místicos judíos del medioevo, los que buscaron la redoutable Divinité a los pies de las personas a las que amaron.

lunes, 22 de marzo de 2010

Una semana de encuentros


Cuando todavía guardo en mi memoria los ecos de un encuentro en Madrid con David Grossman (algo muy especial para mí, que espero poder contar pronto en estas páginas), amanece otra semana intensa y llena de promesas. Mañana martes, a las 12:30 de la mañana, en el Aula 13 del Edificio de Ciencias Sociales, la escritora Menchu Gutiérrez participa en una sesión del Seminario de nuestro Grupo de Investigación sobre el Abandono de la Figuración en el Arte Contemporáneo. Hablará sobre la dimensión simbólica del cuerpo. Personalmente estoy deseando oírla. Por la tarde, nos vamos a Gerona. El miércoles, a las 20:00, Menchu y Pepa Balsach mantendrán un diálogo sobre mi libro (Kafka y El Holocausto). Mi querida amiga Esther Bendahan dirigirá el debate. Para mí es un honor que las tres hayan aceptado participar, y también lo es que el acto se desarrolle en el Instituto de Estudios Judíos Nahmánides, en pleno call gerundés. No hay ni que decir que estáis todos invitados a cualquiera de los dos actos.