miércoles, 8 de febrero de 2012
Ocho escenas de Tokio (Osamu Dazai)
Me encontré con la obra de Osamu Dazai (Kanagi, 1909- Tokio, 1948) por casualidad. Indigno de ser humano, su autobiografía enmascarada, publicada por Sajalín Editores en 1999. Me quedé fascinado porque con ese relato ocurre lo siguiente: la vida del autor no aparece primero como un conjunto de referencias más o menos verídicas sino que refulge en cada palabra, en la fuerza vital de cada palabra. Esto es un don raro, pero cuando se encuentra en un autor no hay que dejarlo escapar. Kafka lo tenía. Son obras vivas, más vivas incluso que la vida que narran. Es como si describieran un paisaje, no desde una atalaya o desde la ventana de una casa sino desde un tren en marcha. El relato fluye al mismo tiempo que la vida. Es algo extraordinario y que produce en el lector una felicidad incomparable. Ahora, la misma editorial acaba de publicar un segundo volumen, con nuevas andanzas de este gran personaje que es el autor mismo. Ocho escenas de Tokio. Si en el primero la trama estaba centrada en un único personaje que no es el autor pero que se parece mucho a él, ahora el relato se abre aún más, las escenas se despliegan en abanico, alcanzando a más personajes, todos relacionados con él por lo demás. El volumen está presentado con fotos de la vida de Dazai. Un ejercicio de arte comparado que a mí personalmente me encanta. Su escritura parte siempre de imágenes, de manera que resulta oportuno incluirlas junto al texto. El uno de los relatos de Ocho escenas de la vida de Tokio, el protagonista parece alguien de nuevo muy cerca a un ser indigno de ser humano. Su inmoralidad, su inconsciencia, su falta de escrúpulos raya en en la crueldad. Hace muy infelices a quienes le rodean, pero al final queda de alguna forma redimido por haber escrito un bello texto sobre François Villon, el poeta medieval francés con quien el propio Dazai mantenía una comunión mística. En un autor así un dato de esa naturaleza abre un amplio horizonte de interpretación. En efecto, mirados con la suficiente distancia, ambos libros autobiográficos son la réplica de las dos obras mayores de Villon: El legado y El testamento. Dos testimonios sinceros de alguien que vivió al margen, que no se casó con nadie, que admitió ser un lobo para el hombre, y para la mujer aún más.
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